La interpretación de la ley
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La interpretación de la ley

Teoría y métodos

  1. 206 páginas
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La interpretación de la ley

Teoría y métodos

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La interpretación de la ley es una cuestión universal que, independientemente de las particularidades de cada sistema, implica la comprensión de la norma legal a la luz de métodos y cánones. En suma, resuelve problemas de lenguaje y de comunicación en el ámbito legal. La interpretación de la ley. Teoría y métodos ofrece una recopilación de doctrina y jurisprudencia anglosajona adaptadas a la realidad peruana, y con comentarios y ejemplos tomados de la vida real.

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Información

Año
2018
ISBN
9786123174118
Edición
1
Categoría
Derecho
Capítulo 1
¿Qué es la interpretación?
Las leyes son siempre una obra inconclusa
Luis Recaséns Siches
1. La interpretación es parte esencial de la comunicación
Los principios de interpretación de la ley no son otra cosa que principios de comunicación lingüística
Ian McLeod
«Un muerto provoca incendio». Este titular apareció hace un tiempo en un diario de circulación nacional, con una obvia falla de sintaxis. Porque un muerto, precisamente porque está muerto, no puede provocar un incendio. Pero, quienes leyeron la noticia entendieron —es decir, interpretaron— que lo que el diario quiso decir es que una persona había fallecido como consecuencia de un incendio y no que esa persona lo había provocado.
Eso mismo se produce en todos los ámbitos de la comunicación, donde es frecuente que se incurra en errores de sintaxis y de precisión; se omitan hechos o se utilicen palabras ambiguas e incluso equivocadas y que, sin embargo, las personas se entiendan.
Y es que las palabras no tienen un significado unívoco y, por lo tanto, deben ser siempre interpretadas, sea que hayan sido utilizadas para informar, para describir, para opinar, para definir, para calificar o para sentenciar. La interpretación es, entonces, un aspecto imprescindible de la comunicación, aun cuando en la vida diaria pase (casi) desapercibida.
¿Y qué ocurre con el derecho? Erich Danz (1926), antiguo tratadista alemán, aunque no por eso menos vigente, demuestra que en el derecho es imprescindible interpretar. El autor propone un ejemplo muy simple para demostrar que, a pesar de las palabras empleadas, las personas logran entenderse y, con ello, conformar, mantener o terminar una relación jurídica. Si —dice Danz— una persona entra a un restaurante y le dice al mesero «deme una ración de asado, los fósforos y el periódico», este entenderá que esa persona está dispuesta a pagar por el asado y a no hacerlo por los fósforos (que espera que se los regalen) y tampoco por el periódico (que espera que se lo presten). ¿Y qué ha llevado al mesero a entender que el cliente le propone celebrar nada menos que tres contratos distintos: una compraventa (del asado), una donación (de los fósforos) y un comodato (del periódico)? Pues una serie de elementos que, consciente o inconscientemente, han ido contribuyendo a que llegue a esa conclusión, entre otros, la vestimenta del comensal (terno y corbata); el que haya ingresado a un local con un cartel donde se lee La Buena Mesa; el sentarse en una mesa; el pedir la carta o menú y el haberse dirigido, no a otros, sino a una persona que viste pantalón negro, chaleco verde y corbata pajarita. Y lo más probable es que ninguna de las partes tenga consciencia de haberlos celebrado ni de que, además, el mesero ha actuado como representante del dueño del restaurante. Sin embargo, nadie pondría en duda que comensal y mesero se han entendido.
Este ejemplo demuestra que la interpretación es una actividad de la vida diaria y que todo lo que tenga que ver con el lenguaje, incluyendo el derecho, es interpretable. Ello no impide, sin embargo, la comunicación, porque lo común es que, en un determinado contexto cultural y compartiendo el mismo idioma, la gente se entienda rápidamente, aún si las palabras empleadas no son exactas o exhaustivas para expresar lo que se quiso decir.
No obstante, ello no es así en todos los casos. También existen los malentendidos.
2. No hay texto sin contexto
En el ejemplo anterior, ¿podría el mesero entender que el comensal quiere otra cosa? Definitivamente sí, si cambian las circunstancias.
Así, si quien ingresa al restaurante no es una persona razonablemente bien vestida, sino un mendigo y hace exactamente el mismo pedido
—deme una ración de asado, los fósforos y el periódico— nuevamente su vestimenta, su aspecto físico y su manera de pedir (con menos «autoridad» que en el caso anterior) llevarán al mozo a deducir que lo que el mendigo le está proponiendo es que le regalen el asado y los fósforos y que le presten o, incluso, le regalen el periódico.
Anécdotas de restaurante
Lo mismo ocurre con el titular «Un muerto causa incendio». Si bien los lectores del diario en cuestión entendieron perfectamente lo que este intentaba decir, eso no hubiera sido necesariamente así, por ejemplo, en una sociedad tribal, donde cabían (y caben) explicaciones mágicas, que podrían haber llevado a pensar que el incendio fue causado por la venganza de un muerto porque —digamos— le robaron su mujer.
Pensemos solamente en el rumor de la presencia en la comunidad limeña de Huaycán de pishtacos, personajes imaginarios, que, en la creencia popular, roban órganos a los niños, para luego venderlos. Una mezcla curiosa de pensamiento mágico y desarrollo científico altamente sofisticado.
Y es que el enunciado más simple descansa en una serie de valores, hábitos, creencias, conocimientos y objetivos compartidos entre el que comunica (emisor) y el que recibe la comunicación (receptor), de los cuales es imposible desprenderse. Puede decirse, por eso, que no hay texto sin contexto. Y esta reflexión se aplica también al derecho, donde incluso las teorías literalistas más extremas aceptan que el contexto interviene, de alguna manera, en dar sentido al texto.
3. ¿Una palabra, un significado?
Como he señalado, el hecho de que no exista texto sin contexto tiene una indudable incidencia en el significado de las palabras. ¿Significan lo mismo las palabras en contextos diferentes, es decir, en momentos o lugares distintos?
La respuesta es negativa.
Hoy se considera que el concepto de una palabra, un significado, es una falacia y, por eso, se parte de la premisa de que ninguna palabra tiene el mismo significado dos veces (Hayakawa & Hayakawa, 1990, p. 39). Así, por ejemplo, la palabra solterona que, a comienzos del siglo XX, tenía una connotación despectiva —que aludía a una suerte de capitis deminutio— hoy ha perdido casi por completo su significado, sobre todo en países desarrollados, debido a la independencia adquirida por las mujeres y al valor que estas conceden a su soltería. A tal punto que podría decirse que, en esos países, dicha palabra está casi en extinción. Asimismo, la palabra líder, que muchos centros de estudio prometen ser a sus estudiantes, se utiliza en un sentido que no corresponde a su signi...

Índice

  1. Presentación
  2. Introducción
  3. Capítulo 1. ¿Qué es la interpretación?
  4. Capítulo 2. El sujeto de la interpretación: el intérprete
  5. Capítulo 3. El objeto de la interpretación: la norma jurídica
  6. Capítulo 4. La discusión teórica
  7. Capítulo 5. Los métodos de interpretación de la ley
  8. Bibliografía