Manual de historia de las ideas políticas - Tomo IV
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Manual de historia de las ideas políticas - Tomo IV

Democracia

  1. 231 páginas
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Información del libro

Hace varios años, bajo la tutela de nuestra querida colega Cristina de la Torre, nos reunimos varios profesores que dictamos en algún momento los cursos de "Historia de las ideas políticas" e "Introducción a la ciencia política" en la Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales, para trabajar en un libro que nos sirviera de guía a profesores y estudiantes en la tarea de enseñar y aprender sobre la historia y la filosofía política. La obra completa se dividió en cinco tomos: en el primero se compilan los autores que hemos denominado Clásicos; el segundo comprende los autores cuyas teorías políticas se desprenden de ideas religiosas; el tercero se dedica exclusivamente a Marx y los autores marxistas y neomarxistas; el cuarto reúne a los autores que hablan sobre democracia, y el último se denomina "otras voces" y que congrega a autores no clasificados en las categorías anteriores, pero que, sin duda, hicieron contribuciones importantes a la teoría política. Todos los ensayos que reúnen esta obra son fruto de nuestra experiencia como docentes y estudiosos de la filosofía política, y esperamos que los estudiantes disfruten y saquen provecho del esfuerzo que hemos hecho por expresar las ideas políticas más importantes de los autores tratados.

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Información

Año
2020
ISBN
9789587903133
DANIEL DEL CASTILLO RENGIFO*

Diálogos con Robert Alan Dahl. Filosofía de la igualdad política y poliarquía

INTRODUCCIÓN

Robert Dahl encarna la prolongación de los filósofos griegos de la democracia, como Aristóteles y Platón, o el historiador Tucídides. Ellos se preocupaban por la igualdad o la jerarquización entre los hombres, como forma de organización socio-política. En su mente estaba el afán intelectual por reconocer y establecer un orden en el mundo, en las relaciones humanas, en la política. Un deber ser racional, donde cada individuo encuentra su lugar y su función en la sociedad. El ideal de la sociedad, basado en la “justicia y el respeto”, regalos del mismo Zeus a los hombres, para que pudieran convivir en paz.
Se entienden la justicia y el respeto como las bases de la igualdad socio-política entre los hombres, en un contexto de convivencia pacífica y democracia. Como una brizna de hierba que empuja por salir de la tierra, la igualdad se erige estableciendo un orden social ideal. Se trata primero de formar buenos ciudadanos, por lo que –según Protágoras– la justicia se enseña a estos ciudadanos gracias, en particular, a la familia, los maestros y las leyes. Sócrates teme que este pensamiento de “enseñar la justicia” justifique la tiranía y la demagogia. Aristóteles nos recuerda entonces que la relación política solo se da entre personas libres e iguales. Con esto, impone la igualdad como condición de la libertad entre los hombres, y además como condición de la política. En otras palabras, en ausencia de igualdad –como es el caso actualmente en el mundo (Alternatives Internationales, 2009)– la política se ve debilitada. Esta hipótesis merece ser confirmada más adelante en esta reflexión, basándonos en el pensamiento de Dahl al respecto.
Surgen entonces dos cuestionamientos básicos: primero, ¿cómo observar a Dahl: como el filósofo, el teórico político; o el profesor de ciencia política y el empirista? En otras palabras, ¿desde la filosofía –como el gran teórico de la democracia– o desde la ciencia política con sus análisis sobre la denominada democracia económica? Segundo, ¿qué valor le atribuye Dahl a la igualdad en su teoría de la poliarquía?
Si bien la igualdad es la condición de la libertad de los hombres, y del surgimiento de la política entre ellos, Aristóteles considera que solo la virtud y el bien común pueden ser las condiciones de la igualdad. Entonces podemos contar con una buena constitución (la politeia), con una buena administración de la ciudad y en definitiva con una buena democracia. Aunque, vale la pena precisar que el mismo Aristóteles llama “democracia” a aquel régimen político en el cual los intereses del pueblo (demos) son puestos por encima de aquellos de los otros grupos sociales más favorecidos, como los guerreros, los políticos o los religiosos. En este sentido, para este pensador, el mejor régimen posible era la aristocracia, puesto que este reunía la virtud y la búsqueda del bien común.
Sin embargo, la virtud1 es democrática por excelencia aclara Aristóteles, solo se requiere la enseñanza que brindan los sofistas para adquirirla. De hecho, cuando Protágoras, gran amigo del dirigente ateniense Pericles –a quien Tucídides llamó “el primer ciudadano de Atenas”–, recibió el encargo de redactar la constitución para la nueva colonia de Turios, el sofista estableció por primera vez en la historia la educación pública y obligatoria. La enseñanza permitía contar, siguiendo a Aristóteles, con un poder colectivo fuerte. Luego se debía procurar que la mayor cantidad de ciudadanos recibieran la enseñanza.
Recordemos que la ciudadanía ateniense era censitaria, y que solo podían acceder a esta los hombres mayores de edad quienes habían heredado el estatus de ciudadanos de sus padres, también ciudadanos. Mujeres, niños y ancianos gozaban de una ciudadanía parcial, mientras que no eran considerados como tal ni los extranjeros, ni los esclavos. De esto resulta que la idea de la ciudadanía se basaba principalmente en la participación en los asuntos públicos. La igualdad, es entre aquellos que son semejantes en la virtud. En Ética a Nicómaco, Aristóteles escribe: “Los hombres semejantes por naturaleza deben tener los mismos derechos y la misma dignidad en virtud de su naturaleza” (Aristóteles citado por Stevens, 2007, párr. 12).
Deducimos que la idea democrática en la antigua Grecia poco o nada tiene que ver con la idea democrática actual. Recordemos que ya Platón, en su República, planteaba un riesgo de evolución de la democracia hacia la tiranía. Desde la aristocracia (el poder de los linajes) hasta la oligarquía (el poder de los ricos), la democracia –desde su formulación más antigua– se encontraba relacionada con los riesgos que pueden aquejarla. La doctora en filosofía de la Universidad de Lieja (Bélgica) Annick Stevens, nos explica que para Platón:
La democracia está amenazada por su evolución hacia la tiranía, que se instala cuando, agotada la democracia por la rivalidad incesante entre los que procuran apropiarse de todo el poder y los que procuran apropiarse de todas las riquezas, el pueblo se refugia en brazos de un protector que comienza por favorecerlo para luego, progresivamente, instalar un poder absoluto (Stevens, 2007, párr. 17).
Esto hace que la democracia perfecta sea imposible de alcanzar, sea la democracia ideal. Luego, siempre tenemos que trabajar para mejorarla, y por esto se analiza más tarde la calidad de la democracia en los países. Puede mejorar o desfallecer. Puede retomar aliento. Y definitivamente, no es algo que dependa de una sola persona, o de un solo grupo de personas. Desde un punto de vista político, trabajar para mejorar la democracia significa realizar reformas a las leyes. Sin lugar a dudas, hay que pensar el bien común como “el florecimiento de los ciudadanos” (Stevens, 2007, párr. 18) en todos los términos, y las reformas tienen que ir orientadas hacia este bien último para la ciudad.
La igualdad, la autoridad, el poder y la virtud son los elementos constructores de la democracia. Si uno de estos desfallece, la democracia se debilita toda entera. Nos interesaremos entonces en las condiciones requeridas para prevenir las crisis en las democracias. En este punto, el diálogo entre Aristóteles y Robert Dahl –quién muriera en el 20142– será particularmente revelador, no solo por la vigencia de las teorías clásicas de la democracia; sino además por el complejo cambio que se ha dado en la idea democrática hasta el día de hoy. Immanuel Kant (1724-1804) irrumpe en la tradición del pensamiento democrático de Robert Dahl y le hereda un cuestionamiento que será fundamental para la teoría de la poliarquía: el pluralismo político. De igual manera, pondremos al profesor de la Universidad de Yale a dialogar con su contemporáneo Guy Hermet, en relación con el papel de las élites en las democracias. También seremos testigos de cómo sus críticos, entre los cuales se encuentran el sociólogo estadounidense Charles Wright Mills (1916-1962), el teórico social y político Hans T. Blokland, la profesora asistente de la Universidad de Yale, Hélène Landemore, y el periodista del New Yorker, James Surowiecki, buscan debilitar su teoría, sin verdaderamente lograrlo.
Nuestra empresa en el siguiente capítulo consistirá en comprender al filósofo y sus aportes a la historia de las ideas políticas, en particular, de la democracia. Dahl, el filósofo, es indisociable de la evolución historiográfica de la idea política de la democracia. Por este motivo, demostraremos en primer lugar que Dahl se inscribe en la misma línea de pensamiento que los filósofos griegos de la democracia (I). A partir de lo cual, estudiaremos –en segundo lugar– la filosofía moderna en el pensamiento político del profesor de Yale, gracias a los diálogos que sostiene tanto con Immanuel Kant, como con Alexis de Tocqueville (II). En tercer lugar, presentaremos la teoría de la poliarquía (III).

I. LA IDEA DEMOCRÁTICA DE ROBERT DAHL: UN FRANCO DIÁLOGO CON LOS CLÁSICOS

A continuación, nos esforzaremos por demostrar que en el pensamiento político de Robert Dahl reside una filosofía democrática clásica, inscrita en el pensamiento aristotélico y contractualista. Gracias a un franco diálogo tanto con Aristóteles como con Juan Jacobo Rousseau, Dahl se perfila como un verdadero filósofo político liberal.

A. STERLING PROFESSOR EMERITUS IN POLITICAL SCIENCE ROBERT ALAN DAHL (1915-2014)

Robert Alan Dahl nació y creció en el Norte de Estados Unidos, en Inwood, estado de Iowa, en 1915. Apenas a los 11 años su familia se muda a un lejano pueblo de Alaska3. Gracias a la International Longshore and Warehouse Union, sindicato de trabajadores del petróleo, lo cual, según sus propósitos (YouTube, 2011), le infundió un profundo respeto por los trabajadores y las personas del común. Luego, prestó el servicio militar, antes de comenzar su pregrado en estudios políticos. Dahl, a los 95 años recuerda estas experiencias como su primer contacto con el pueblo, lo que influenciaría su pensamiento político y lo llevaría a interesarse por las cuestiones democráticas. Al mismo tiempo que lo embebió de romanticismo –una especie de romanticismo moderno– y respeto por “el sentido común”, que él considera la habilidad humana por excelencia. Vivió toda la vida en los Estados Unidos.
Encontramos los mismos rasgos del pensamiento aristotélico: la igualdad y el respeto. El profesor de sociología y política social de la Universidad de Oxford, Stein Ringen, erige un perfil interesante del profesor Dahl porque insiste en su experticia: “ha sido un estudiante de la democracia por cerca de setenta años” (Stein, 2008, p. 283)4. En efecto, Dahl tuvo una motivación esencial al darse cuenta del gran vacío entre aquello que la gente necesita saber para proteger sus propios intereses, y lo que realmente sabían, que eran teorías formuladas por aquellos que creían conocer mejor, y de los cuales él siempre ha dudado. Esto a pesar que siempre tuvo “gran respeto por los clásicos” (YouTube, 2011).
Por esto, rápidamente crece su interés por la educación, recibiendo su PhD en la Universidad de Yale en 1940. Reconocemos en él un afán por educarse, cual Protágoras, que lo lleva a formular una teoría sobre la democracia. En particular, una teoría que se adaptara a las nuevas evoluciones, problemas y desafíos de la democracia actual. Es la teoría de la poliarquía que estudiaremos más adelante. Desde entonces, ejerció como Sterling Professor Emeritus in Political Science y Senior Research Scientist in Sociology, en el Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Yale.
Miembro de las principales asociaciones políticas de los Estados Unidos5, cuenta con una vasta e impresionante producción científica. Culmina su cursus honorum acumulando las más codiciadas distinciones: Doctor of Laws de la Universidad de Harvard; Doctor Honoris Causa de la Universidad Complutense de Madrid, que recibe conjuntamente con otros dos grandes pensadores políticos: Giovanni Sartori y Alfred Hirschman; gana la Beca Guggenheim en 1950 y el Johan Skytte Prize in Political Science en 1995, entre otros premios, reconocimientos y distinciones.

B. EL PRINCIPIO DE LA IGUALDAD POLÍTICA: DIÁLOGO CON ARISTÓTELES

Con ocasión de su muerte, en el El País de España, Fernando Vallespín escribió:
Según nuestro autor el núcleo normativo de la democracia se encontraba en el principio de igualdad política, amenazado siempre por las interferencias del poder económico y las dificultades de instrumentalizar un sistema institucional y un conjunto de prácticas con capacidad de realizarlo (Vallespín, 2014, párrafo 3).
Tanta es su preocupación por la igualdad, que en 2006 –faltando apenas 8 años para su muerte- publicó un libro dedicado a esta: On political equality (2006). El debate parte del contexto que en los años setenta se da una de las primeras crisis en la democracia, debido al descontento producido por los gobiernos de varias democracias occidentales y que suscitan movilizaciones sociales. Desde el movimiento por los derechos civiles (1955-1968) en los Estados Unidos, hasta Mayo de 1968 en Francia, las democracias modernas se enfrentaron a una ola de descontento, en particular por parte de los jóvenes, y el nacimiento del pensamiento anti-sistema político y económico. Este descontento se reflejó en la producción científica de las ciencias sociales. Dahl identificó en dicho momento una oportunidad histórica para proponer una renovación del paradigma democrático.
Pero, a diferencia de Aristóteles, para quien la igualdad reside en la virtud y el bien común; el debate para Dahl se centra en la posible o no coexistencia entre la igualdad y un “capitalismo moderno” (Ringen, 2008, p. 285). Para el filósofo, es la igualdad entre aquellos que son semejantes en la virtud. Para el politólogo, la igualdad es aquella primero de todos ante la ley6, y segundo la igualdad de facto, en otras palabras, la igualdad práctica (de condiciones, de oportunidades y la meritocracia).
Ahora b...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portadilla
  3. Portada
  4. Créditos
  5. Contenido
  6. Burke: un estadista liberal en sus opiniones conservadoras sobre la revolución francesa (1729-1797)
  7. Alexis de Tocqueville (Francia 1805-1859)
  8. Weber: hacedor de los fundamentos conceptuales de la sociología política (1864-1920)
  9. Hannah Arendt o la libertad como ideal de la política
  10. Rawls: El neocontractualismo y el deber de obedecer acuerdos injustos
  11. Norberto Bobbio (18 de octubre de 1909 - 9 de enero de 2004)
  12. Diálogos con Robert Alan Dahl Filosofía de la igualdad política y poliarquía
  13. Notas al pie