Huellas de Jesús
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Huellas de Jesús

El Evangelio desde Tierra Santa

  1. 256 páginas
  2. Spanish
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Huellas de Jesús

El Evangelio desde Tierra Santa

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Índice
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Información del libro

¿Cómo era la tierra que pisó Jesús?Visitar los llamados "santos lugares", donde Jesús nació y murió, donde eligió a sus doce apóstoles, donde multiplicó los panes y los peces o donde resucitó y subió a los cielos constituye hoy un viaje casi obligado para todo cristiano. El autor, experto en Tierra Santa, nos ofrece aquí una breve vida de Jesús, siguiendo sus huellas, su paisaje y las costumbres de su tiempo, y una sencilla descripción sobre cómo son esos lugares en la actualidad: una ayuda para imaginarse mejor lo que relatan sobre Jesús los cuatro evangelios.

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Información

Año
2016
ISBN
9788432146411

III. Vida pública de Jesús

San Juan Bautista, el precursor
Ayn Karim.
San Juan en el desierto
«El año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Filipo tetrarca de Iturea y de la región de Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene, bajo el Sumo Sacerdote Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan el hijo de Zacarías, en el desierto. Y recorrió toda la región del Jordán predicando un bautismo de penitencia para remisión de los pecados, tal como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: Voz del que clama en el desierto: preparad el camino del Señor, haced rectas sus sendas» (Lc 3, 1-4).
San Juan en el desierto es el tercero de los santuarios de Ayn Karim, después de La Visitación, y el santuario del Nacimiento de Juan Bautista. Se llama en árabe Ayn el-Habís, y está a unos tres kilómetros de la población Ayn Karim. Recuerda el lugar donde san Juan vivió durante su infancia, pero también los años de preparación para su ministerio público.
Los testimonios escritos que conocemos —relativamente tardíos— apoyan la historicidad del sitio. Estas fuentes se basan en el nombre del lugar y en las ruinas allí encontradas. Ayn el-Habís significa «fuente del eremita». El nombre hace clara alusión a la figura del precursor, prototipo de los ermitaños. Aquí los cruzados erigieron una iglesia y un convento sobre las ruinas que entonces existían. El santuario comprende la gruta, la fuente, y la tumba de Isabel.
La figura del Bautista está estrechamente asociada al desierto. A la luz de la historia de Israel y, con una tradición muy antigua, se puede verificar el particular significado que tiene el desierto. Es un lugar de vida ascética, al que se acude en busca de la gracia de Dios. Del desierto, según la profecía de Isaías, vendría el precursor del Mesías (Cfr. Is 40, 3).
El primer testimonio escrito es de un autor anónimo del siglo XII. Más adelante Giovanni Zuallardo también lo describió, aunque en aquel momento ya se encontraba en ruinas. Aun así, asegura en su testimonio, el lugar le gustó mucho: «Saliendo de la Visitación, apetece continuar dos o tres millas más adelante para visitar el Desierto, allí donde san Juan Bautista, guiado y confortado por el Espíritu Santo, vivió su infancia hasta el día de su manifestación a Israel predicando el Bautismo de penitencia. Junto a dicho Desierto, por caminos fastidiosísimos y peligrosísimos, nos llenamos de una gran alegría al ver un lugar tan austero a la par que hermoso, a pesar de que en el presente no sea tan boscoso como parece haberlo sido en el pasado, y es además grotesco, áspero y alejado de toda habitación humana. El antro o caverna donde el Santo vivía (que se menciona en el himno que canta la Iglesia y que comienza con Antra deserti…), está excavado en la roca en su mitad y se encuentra al principio de la ladera de una montaña que está llena de arbustos y que inmediatamente se convierte en un precipicio o despeñadero, mirando la profundidad del Valle que está en frente. Esta caverna es bastante grande por dentro y al fondo tiene una elevación a modo de altar, donde dormía el santo. La entrada es también muy difícil y estrecha y junto a ella hay una fuentecilla de agua buenísima que se puede coger tanto en la parte alta como en la baja. Arriba hay una pequeña iglesia y un pequeño monasterio en los que no se ven sino algunas partes de los muros, casi todos ellos ya deshechos»[11].
En 1626, el padre Quaresmi habla de una iglesia dedicada a san Juan[12]. El lugar de Juan en el desierto fue adquirido por la Custodia de Tierra Santa en 1911 al patriarcado latino, el cual a su vez lo había comprado en 1855. El patriarca Mons. Valerga había hecho construir un altar en la gruta. La iglesia y el convento son obra del arquitecto A. Barluzzi, y fueron inaguradas en 1922.
A. PRINCIPIO DE LA ACTIVIDAD DE JESÚS
Bautismo del Señor
Bautismo
«Entonces vino Jesús al Jordán desde Galilea, para ser bautizado por Juan. Pero este se le resistía diciendo: Soy yo quien necesita ser bautizado por ti, ¿cómo vienes tú a mí? Respondiendo Jesús le dijo: Déjame ahora, así es como debemos nosotros cumplir toda justicia. Entonces Juan se lo permitió. Inmediatamente después de ser bautizado, Jesús salió del agua; y he aquí que se le abrieron los Cielos, y vio al Espíritu de Dios que descendía en forma de paloma y venía sobre él. Y una voz del Cielo que decía: Este es mi Hijo, el amado, en quien me he complacido» (Mt 3,13-17).
Hasta hace un tiempo se iba de peregrinación con la Custodia de Tierra Santa —solo un día al año, y protegidos por soldados israelíes— a un lugar del río Jordán. El sitio se conoce como Qasr el-Yahud. Desde 2011 ha sido abierto al público y se puede visitar todos los días de la semana. Ha sido acondicionado para los peregrinos. Se ha invertido bastante dinero en la renovación y la mejora del lugar. Cabe destacar la construcción de rampas de madera en el río para facilitar a los visitantes un cómodo acceso a las aguas del bautismo. También se han preparado áreas protegidas del sol, y que ayudan para poder rezar a gusto. Se han hecho baños, duchas y estacionamiento. Además, el sitio ofrece un cómodo acceso para los enfermos que acudan con sillas de ruedas.
En la parte jordana hay una capillita católica que conmemora este misterio. La pudo visitar el papa Juan Pablo II cuando viajo a ese país en el jubileo del año dos mil. También allí se puede visitar una iglesia ortodoxa, más moderna, que conmemora el mismo acontecimiento.
A lo largo de los siglos, el lugar de Qasr el-Yahud ha tenido mucha importancia. Fue un camino muy transitado desde Jerusalén a Jericó. En un día claro se divisa el Monte Nebo, que señala el final de la trayectoria del pueblo de Israel por el desierto, y la entrada a la Tierra Prometida. El sitio también tiene gran interés para la tradición judía, pues es considerado como el lugar por donde los Hijos de Israel cruzaron el Jordán para entrar en Canaán.
Durante siglos se han ido construyendo en este lugar muchas iglesias, y las peregrinaciones no han cesado de visitarlo. Sin duda, es un enclave especial y posee un gran valor espiritual para el peregrino: aquí Jesús recibió el bautismo e instituyó este sacramento, gracias al cual se nos abren las puertas del cielo.
Los cuarenta días en el desierto
Monte de las tentaciones.
«En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían» (Mc 1, 12-15).
Se conmemora este lugar en un monte que hay a las afueras de la ciudad de Jericó. Es un sitio que goza de un especial encanto. En la roca de la montaña hay un monasterio ortodoxo griego, también conocido como Jabel Quruntul, originariamente construido en el siglo XII. Está a unos trescientos cincuenta metros sobre la planicie de Jericó, al noroeste de la ciudad. En la ladera del monte hay unas treinta o cuarenta cuevas. En los primeros siglos del cristianismo, fueron habitadas durante mucho tiempo por monjes y eremitas. Posteriormente los Cruzados edificaron dos iglesias en el lugar: una de ellas se hallaba en una cueva que había a mitad de camino hasta el acantilado; la segunda fue construida en la cumbre del monte. El monasterio ortodoxo actual se terminó de levantar en 1904.
Se puede acceder al monasterio en el teleférico que sale desde el centro de la ciudad de Jericó. También es posible llegar hasta el sitio a pie. Si se escoge hacerlo así, hay un camino de tierra que serpentea en su ascensión hacía el monasterio. Se tarda en llegar un poco menos de media hora. Dentro del edificio hay unas grutas que fueron habitadas por monjes durante muchos años. En ocasiones, cuando los popes ortodoxos lo permiten, es posible asomarse a alguno de los balcones del monasterio que están colgados sobre el precipicio. Desde allí se contemplan a lo lejos las cuevas que hay en la pared del monte, y que fueron habitadas por los eremitas.
Al visitar el monasterio, su mejor tesoro se encuentra en el último tramo del recorrido. Antes de poder verlo, se llega a una habitación repleta de iconos riquísimos y muy antiguos, de gran valor. Desde allí, subiendo unas escaleras, se accede al lugar donde está la reliquia tan venerada por los ortodoxos: una roca en la que —según afirman— Jesús rezó durante los cuarenta días de sacrificio que pasó en el desierto.
«Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo» (Mt 4, 1). El desierto es el lugar elegido por el Señor para ayunar cuarenta días y cuarenta noches. El desierto y la entrada en la tierra prometida son imágenes tipo que se usan en las Escrituras para hablar de la vida eterna. También lo es el jardín del Edén, donde vivían Adán y Eva.
Es importante el simbolismo del número cuarenta. En la Biblia hay que fijarse en los dos números: el diez y el cuatro; y en su multiplicación: diez por cuatro. El diez es un número que señala el misterio de la perfección. Y el cuatro significa el mundo, pues consta de cuatro partes: norte, sur, este y oeste. Así, Jesús ayuna de manera perfecta —es perfecto Dios y perfecto hombre—, y lo hace en este mundo.
El número cuarenta aparece una gran cantidad de veces en la biblia: los cuarenta años que pasaron los israelitas en el desierto, los cuarenta días que emplean en la tierra prometida para reconocer el país… Pero la expresión que se utiliza en el Evangelio de las tentaciones es esta: «Cuarenta días con cuarenta noches» (Mt 4, 2). Se trata de una afirmación más concreta. Y esta expresión también aparece en varias ocasiones en la Biblia: cuando Moisés subió al monte Sinaí lo hizo cuarenta días y cuarenta noches. En el primer libro de los Reyes se dice que Elías, después de comer, anduvo cuarenta días y noches hasta el Sinaí. El cuarenta es un tiempo de preparación para una vida nueva, una Epifanía, y siempre hacia el Sinaí, que simboliza en encuentro con Dios.
Veremos ahora cómo se estructuran las tentaciones. Se puede comprobar cómo el diablo siempre cambia de táctica según la respuesta de Jesús. Primero lo conduce a Jerusalén, y ahí comienza la primera tentación. «Y después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre. Y acercándose el tentador, le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes. Mas él respondió: “Está escrito: No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”» (Mt 4, 2-4). Le tienta con algo que no ve, ataca a su imaginación sabiendo el hambre que tendría Jesús.
La segunda tentación del diablo se produce ...

Índice

  1. Huellas de Jesús
  2. Índice
  3. Prólogo
  4. I. Genealogía de Jesucristo
  5. II. Infancia y vida oculta de Jesús
  6. III. Vida pública de Jesús
  7. IV. Pasión y muerte del Señor
  8. V. La Resurrección
  9. Índice de lugares
  10. Cuadernillo de imágenes
  11. Créditos