Felipe Ángeles, una figura literaria en la historia
de la Revolución Mexicana
Norma Angélica Cuevas Velasco
Preámbulo
La primera fase de la Revolución Mexicana se registra en 1910 a partir del movimiento antirreleccionista encabezado por el gran orador y divulgador de la democracia, Francisco I. Madero, que con el lema “Libertad de sufragio. No reelección” se proponía la democratización del régimen, la defensa de la constitución de 1857, la legalidad y reivindicación del principio de propiedad privada.
Movimiento que fue el parteaguas en los procesos de cambio social y político en nuestro país, atendiendo demandas que en su tiempo eran puntos álgidos para cualquier avance hacia lo que debió haber sido originalmente la democracia, es decir, ser el conjunto de acciones que, entre otras cosas, tenían como base fundamental dar mejores condiciones de vida a un pueblo víctima de los embates de la dictadura porfirista, cuyo dirigente los mantenía a raya en el avance del desarrollo económico (sobre todo a indígenas, obreros y campesinos) y en la toma de decisiones para la elección de un mejor representante dentro del poder ejecutivo.
De esta manera, se da la lucha cuyo vencedor fue la Revolución que, como primeriza, cometió el primer error al llevar al poder por interinato al porfirista Francisco León de la Barra, para después corregirlo y poner a la cabeza del país a Madero, el 1o de noviembre de 1912. Durante un corto periodo de gobierno de quince meses, es inculpado por los revolucionarios de no haber sido radical con la burocracia, de no licenciar al Ejército Federal, además de ser acusado por Francisco Vázquez Gómez de Limantourismo, porque se rumoraba que quería darle la presidencia a su salida, y de nepotismo ya que tenía a varios familiares en su gabinete y a muy pocos revolucionarios, motivo por el cual la prensa porfirista se dedicó a hostilizarlo.
Asimismo nunca logra acercarse a Zapata porque en el Plan de San Luis (1910) no se involucra demasiado con el problema de la tierra, además de que Zapata de ningún modo logra someterse, pues quería que las tropas federales salieran del estado de Morelos, a lo cual Madero nunca responde permitiendo la subsistencia de ese ejército; del que, al mismo tiempo, salen los miembros que planearon su golpe de Estado: Manuel Mondragón, Bernardo Reyes y Félix Díaz (el 9 de febrero de 1913), suceso que origina la Decena Trágica, en consorcio secreto con Huerta, siendo Félix Díaz el único sobreviviente que se atrinchera en la Ciudadela. Pero el error que le costó la vida a Madero fue depositar su confianza en Victoriano Huerta, quien lo manda a arrestar en la penitenciaría por el general Aureliano Blanquet después de haberlo hecho renunciar a su cargo junto con el ex vicepresidente Pino Suárez y el general Felipe Ángeles, para después asesinarlos el 22 de febrero de 1913. Este acto es llevado a cabo por el coronel Joaquín Chicarro y el mayor Francisco Cárdenas, excluyendo a Ángeles, a quien perdona la vida porque era un elemento estimado por el Ejército y admirado por los oficiales.
A la muerte de Madero, el traidor no tarda en instalarse en Palacio Nacional, pero fue Venustiano Carranza quien se le opuso terminantemente, no por su condición maderista sino por su apego a la Constitución. Hecho que logra que las demás fuerzas revolucionarias siguieran su Plan de Guadalupe, dando pie a la segunda fase de la Revolución: la Revolución Constitucionalista, proceso que costó muchas vidas, pues las páginas de la historia se llenaron de la sangre de los hombres que apostaban por una transición que nunca llegó, pero que por otro lado sí trajo consigo la apertura hacia el poder del pueblo en cuestiones de educación y economía para las clases menos favorecidas. Y para lo cual se necesitó de grandes autores que entre estrategas militares, gobernantes, caudillos y guerrilleros nacidos de la necesidad de cambio se alzaron cada quien por su lado al mando del Primer Jefe de la Revolución Constitucionalista, Venustiano Carranza:
Todo ello no quiere decir, por supuesto, que Villa no triunfara en grandes batallas, ni que sus esfuerzos en la lucha armada carezcan de importancia. Por el contrario, el golpe de sorpresa que diera audazmente con el asalto a Ciudad Juárez, la batalla de Tierra Blanca, las batallas de Torreón, San Pedro de las Colonias y Zacatecas, sobre todo, privaron a Huerta de algunos de sus mejores contingentes, pero el honor de derrotar a Huerta no le correspondió a un solo hombre: Villa, ni a un solo contingente armado: la División del Norte, sino a todos los ciudadanos mexicanos que en 1913 se levantaron en armas para restablecer el orden constitucional y para castigar la traición de Victoriano Huerta (Gómez: 35-36).
Fueron todos estos hombres que, al luchar por la libertad de la nación en manos de un usurpador (representante de los ideales del antiguo gobierno), obtienen poco a poco el triunfo, y de entre este grupo insurgente sobresale la figura de un general, llamado a través de Juan Sánchez Azcona a regresar a México por Carranza para participar en la Revolución constitucionalista con un puesto burocrático como subsecretario de guerra y Marina. Sitio en el que encuentra divergencias con Obregón y Carranza hasta que Luis Cabrera y Villa le solicitan al Primer Jefe los servicios del general para nombrarlo comandante de artillería. Donde participa activamente junto a la División del Norte en la toma de Torreón, Gómez Palacio, Durango, San Pedro de las Colonias, Saltillo, Monterrey y, la más importante, Zacatecas.
En esta última batalla, ganada a sangre y fuego por la División del Norte, se deciden los destinos de los generales en juego pues el Centauro del Norte y Ángeles se deslindan de Carranza por desacuerdos con respecto al rumbo de la Revolución. En esta batalla, el contingente de la División se lanza contraviniendo las órdenes de la primera jefatura que apoyaba la intervención de Pánfilo Natera y no la de Villa; pero este último desobedece la orden al darse cuenta que Natera no controlaría a los 12,000 federales que defendían la Plaza. Por ello, de manera independiente, va hacia la toma de la ciudad acuartelada por las tropas de Medina Barrón con 20,000 efectivos, llegando a ser ésta una de las batallas más impresionantes, con una masacre de federales que duró nueve horas de combate y que dejó un saldo de siete kilómetros de la carretera de Zacatecas a Guadalupe abarrotada de cadáveres. Ángeles, en sus escritos, recuerda los cuerpos destrozados casi sin ropa a la intemperie, imposibilitando el paso de carruajes. De esta batalla el profesor normalista Francisco Cuervo Martínez escribió un romance a los generales Villa y Ángeles, el cual está incluido en el libro titulado Documentos relativos al general Felipe Ángeles (Matute, 1982: 97-107) y que podría resumirse en las siguientes estrofas:
El día veintitrés de junio
de novecientos catorce
los Constitucionalistas
de la División Norte
unidos a los “muchachos”
de las otras Divisiones
ponen sitio a Zacatecas
desde los cercanos montes
y la ciñen y rodean
como un círculo de bronce.
El general Felipe Ángeles
recorre el campo dando órdenes
en su “Curely” famoso
de agradable y muelle trote.
Tras él caminan Cervantes,
Valle y Bazán y al galope
van Monteros y Eduardo Ángeles
en sus caballos mejores.
“Mi general, ya ganamos,
le dijo Ángeles a Villa,
lo que falta, los muchachos
lo harán solos, a fe mía”.
La toma de Zacatecas
con broche de oro cerraba
una serie de victorias
sobre ...