7 mejores cuentos de Víctor Pérez Petit
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7 mejores cuentos de Víctor Pérez Petit

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7 mejores cuentos de Víctor Pérez Petit

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Información del libro

La serie de libros "7 mejores cuentos" presenta los grandes nombres de la literatura en lengua española.Víctor Pérez Petit fue un abogado, escritor, poeta y dramaturgo uruguayo. En sus contribuciones a la literatura uruguaya se pueden encontrar cuentos, poemas, artículos de crítica literaria en un gran número de periódicos en su país y en el exterior. Sus obras de teatro fueron estrenadas tanto en teatros de Montevideo como en Buenos Aires.Este libro contiene los siguientes cuentos: Horas tristes.Mártir del amor.Las botinas acusadoras.Heroísmo.Justo castigo.La liga.¡Inocente!

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Información

Editorial
Tacet Books
Año
2020
ISBN
9783969175422
Categoría
Literature

Heroísmo

A Carlos Martínez Vigil
La cena había terminado. Horrorosa confusión reinaba sobre la mesa que pocos momentos antes ofrecía d los comensales de Roberto los más exquisitos manjares y los licores más finos. La luz de la arana central, apenas mitigada por los labrados globos color de rosa, se tendía perezosa sobre aquel inmenso derrumbe. Una gran compotera de cristal, sustentada por dos cariátides de prominente seno y desbordantes caderas, ofrecía aún algunas frutas glaciadas con las aristas del azúcar. En dos grandes floreros de China, artísticamente esmaltados, las flores más lujuriosas, vestidas con túnicas de luces multicolores, exhalaban muriendo sus últimos perfumes. Un gran vaso de plata, maravilla del cincel, descansaba en el centro de la mesa, vacío del ponche que contuviera, irradiando sus reflejos metálicos con claridades de luna entre copas de cristal de Bohemia y porcelanas de viejo Sèvres.
Las risas se apagaban mientras las conversaciones corrían por parejas, reuniendo las personas en grupos, a veces formando un dúo sencillamente. Los hombres habían encendido habanos. Las mujeres, reclinadas en sus asientos, respondían con perezosa languidez, los ojos un poco entrecerrados, a las cuestiones formuladas por sus galanes. Lulú, bastante fastidiada, había pedido más chartreuse.
De pronto, Renato se volvió hacia Nina, que bostezaba coquetamente a su lado, y le dijo: ‒¿Cuál te parece a ti el mayor heroísmo? La linda joven volvió su amigo los ojos, y, sesgados sus labios por el picor de una sonrisa burlona, repuso con una pereza inimitable:
‒Estar a tu lado y no caerse de sueño. Aquí y allí, como burbujas de champagne, brotaron alegres risas. Arturo, que murmuraba no sé qué historia al oído de Violeta, apoyé el codo sobre la mesa y gritó a la preciosa Nina al través del jolgorio:
‒¡Admirable, mi hada azul! Te has ganado mi yunta inglesa. ‒¿Cuándo la mando buscar? ‒interrogó fríamente la joven, mientras mojaba sus labios en el oro líquido de su copa de chartreuse.
‒Ahora mismo, si quieres. Renato murmuró entonces: ‒Ya sé ahora cuál es el mayor heroísmo. ‒Dilo. ‒El de Arturo. Acaba de partirse el corazón haciendo ese regalo, sólo por parecer generoso. ‒No es ése, sin embargo, el mayor heroísmo, ‒dijo de pronto Lisa. Todos volvieron el rostro hacia la encantadora mujercita. Sus ojos despedían chispitas de luz. Sus labios, cargados de sonrisas, temblaban ligeramente. Extrajo aún dos largas fumadas de su cigarrillo, que le formaron en torno de la cabeza como una aureola, y mientras rompía al descuido un finísimo vaso de cristal golpeándolo con un cuchillito veneciano, dijo:
‒El verdadero heroísmo es pretender averiguar cuál es el mayor heroísmo. Renato tuvo para ella una inclinación de cabeza amabilísima, y replicó: ‒Gracias, querida niña. El mayor heroísmo es el de verte sin amarte. ‒¡Adulón! ¡Qué feo vicio! ‒ ¿Crees que miento? ‒No; dices verdad, pero una verdad que adula. ‒¡Caramba! ‒prorrumpió Alfredo. ‒Sabes, Lisa, que estás hoy oportunísima?
‒¿Hoy?... ¡Impertinente! ‒Muchas gracias. Las tengo de sobra; guárdatelas tú, que te hacen falta. ‒¡Hombre! ‒exclamó Raúl, que había visto aquellos breves relámpagos cruzar al través de las flores y la argentería, ‒¿saben ustedes que es magnífica esa idea de averiguar cual es el mayor heroísmo?
‒Pues resuelve tú el problema ‒le contestó Nina con su vocecita burlona, que parecía un hilo de perlas desgranándose.
‒Tiento la prueba. El mayor heroísmo, adorables señoras mías... ‒¡Uf! ¡Qué manera de hablar! ‒Parece usted un orador de café... ‒O un poeta cursi, y tonto, y feo... ‒¡Que se calle inmediatamente! ‒¡Nos ha llamado señoras! ‒exclamó Violeta, profundamente consternada. Las voces se alzaron un momento formando confusa algarabía. Hubo enérgicas protestas; risas húmedas por el licor; admiraciones frenéticas que desmayaron muy luego entre las flores de pótalos aterciopelados. Hasta las luces experimentaron un leve parpadeo que ahuecó la sombra de los rincones.
‒Yo creo ‒murmuró Teodoro, así que el silencio se restableció un poco‒ que el mayor heroísmo es el de Leónidas en Constantinopla.
‒¡Asesino! ‒aulló Roberto, encarándose con aquél. ‒ ¡Que lo fusilen! ‒¡Que lo descuarticen por zíngano! ‒Vete a la escuela, hijo ‒¿Acaso sabes tú ms historia?... ‒¡Pse!... ‒A ver, a ver... Haz una cita ‒Bruto matando sus hijos ‒¡Bah! Brutos como ése, se ven todos los días. ‒¡A la calle! ‒¡Está malo! ‒¡Una cita, señores, y me rindo! ‒Allá va: Aníbal cruzando los Alpes. ‒Yo tengo otra: Napoleón en Arcole. ‒Y yo: Alejandro bebiendo el líquido que le daba su médico, cuando todos le decían que estaba envenenado. ‒ Régulo. ‒José huyendo de la mujer de Putifar. ‒Los diez trabajos de Hércules. ‒Job pasándose siete días y siete noches sin decir esta boca es mía. ‒Alejandro cediendo Apeles su querida Campaspe. ‒Hacer la noche de San Bartolomé. ‒Nerón matando a su madre Agripina. ‒¡Basta, por piedad! ‒rugió Teodoro, tratando de hacerse oír en medio de aquella infernal baraúnda. Nadie le oyó. El vendaval de los siglos se había desatado y crujía en aquellos cerebros calenturientos. Los ojos tenían explosiones de lumbre; las lenguas vibraban locas, como campanas echadas a vuelo; los brazos batían el aire como en el gran concertante de Aída. Y todos, arrastrados por un deseo imperioso de gritar, que latigueaba sus carnes y encendía llamas en sus venas, en coro descabalado, prorrumpieron locamente:
‒Cayo Graco en el Aventino. ‒Cleopatra haciéndose morder por un áspid. ‒Prometeo encadenado al Cáucaso. ‒Colón marchando a lo desconocido. ‒Lutero concurriendo a la dieta de Worms.
‒Justiniano casándose con Teodora. ‒Carlos I de Inglaterra dejándose cortar la cabeza por Cromwell...

Índice

  1. Table of Contents
  2. El Autor
  3. Horas tristes
  4. Mártir del amor
  5. Las botinas acusadoras
  6. Heroísmo
  7. Justo castigo
  8. La liga
  9. ¡Inocente!
  10. Sobre Tacet Books
  11. Colophon