La intervención en Trabajo Social
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La intervención en Trabajo Social

Sujetos, prácticas y políticas

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La intervención en Trabajo Social

Sujetos, prácticas y políticas

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Este libro está dirigido a quienes quieran mirar los diferentes modos en que se entrelazan los discursos, las prácticas y los sujetos en el campo de la intervención del Trabajo Social.

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Información

Año
2020
ISBN
9789874948632
Categoría
Sociología
Eje 1
Cuando las elecciones profesionales constituyen parte de nuestra vida
Razón y pasión, como base de construcción del oficio y la tarea
María del Carmen Ludi (1)
La importancia de las convicciones
Cuando terminé la secundaria, comencé a estudiar Ciencias Económicas por diferentes razones, no la principal: el deseo. Luego de 5 años me animé a decidir dejar dicha carrera y estudiar lo que siempre había querido: Servicio Social en aquel entonces. Hice los 4 años y obtuve el título de “Asistente Social”, y entre las cuestiones más importantes del momento destaco el haber comenzado a “abrir mi cabeza” a otras realidades, a otros mundos, muy diferentes a los del cual yo provenía (pueblo del interior de la provincia). Los dos últimos años, fueron muy movilizadores, el país recuperaba la democracia, se comenzaba a hablar más abiertamente del pasado terrible: represión, prohibiciones, persecuciones políticas; de los dolores personales, familiares; de los idearios truncados. Allí conocí personas que fueron muy importantes en mi vida. La Escuela / Facultad de Servicio Social (1986) retoma un nuevo impulso en la misión social de formación académica y participa activamente del proceso democratizador de la sociedad argentina y de la lucha por la recuperación y fortalecimiento de los espacios públicos, de los derechos humanos, por el juicio y castigo a los responsables del genocidio y de la destrucción social, económica, cultural y política de la sociedad argentina.
Espacios, personas, lugares, que nos van marcando y dejando huellas
Sin dudas una de las marcas, huellas, que más a fuego tengo impregnadas en mí, refieren a mayo del año 1986 en que comienzo a trabajar en la Municipalidad de María Grande (mi pueblo) y en la Facultad (Práctica pre profesional). Esto me implicaba el desafío de complementar ambas prácticas: profesional y docente. La primera me posibilita aquello tan ansiado: el contacto con el otro, el “probarme” hasta donde llegaba, con quienes aliarse, qué propuestas era capaz de generar. El trabajo en el municipio es de una riqueza impresionante, todo tiene que ver con todo y la mayoría de los problemas “caían” en el Área Acción Social. El aprendizaje fue enorme, las sensaciones y emociones muy profundas, siempre a “flor de piel”. Podría estar horas y horas haciendo relatos de los distintos “personajes” que pude conocer y con los cuales pudimos trabajar. Las dos experiencias principales en el mismo, se relacionan con el “hábitat y la vivienda” −a través de un programa de construcción de viviendas por sistema de ayuda mutua y/o esfuerzo propio−; casi 200 ranchos de paja, madera y barro fueron reemplazados por espacios dignos; a la vez que construíamos muebles para las nuevas casas, juegos para la plaza, veredas conectoras entre calles; algunos concurrían al centro alfabetizador de adultos, otros a los talleres de oficio. “En el medio” no faltaban los encuentros con mate, tortas fritas; largas charlas formales e informales acerca de la vida, de cómo pensarse en sus nuevos “lugares”. No me olvido la alegría que implicaba la llegada del día de la “fogata” en que se quemaba la paja. Proceso de casi tres años de trabajo familiar/grupal/comunitario.
La otra tiene que ver con mi primer acercamiento a la temática “Vejez”, ante la demanda de tres viejos que un día aparecieron en el municipio a solicitar apoyo al Intendente para formar el centro de jubilados nacionales. Este fue uno de los principales puntos de inflexión en mi trayectoria personal/profesional, ya que hasta hoy sigo ligada a la misma. Junto a otros compañeros municipales (algunos empleados no profesionales) generamos una movida muy fuerte en torno a la creación del Centro, a la construcción de un Hogar municipal para ancianos, a la conformación de una Asociación civil y al apoyo domiciliario. Política, proyectos que involucraban debates, definición de criterios, acciones para generar recursos, y acá también “en el medio”, como no podía ser de otra manera, espacios para compartir la música, el baile, los cuentos y anécdotas de viejos y viejas.
Siempre, en ambas experiencias, la primacía de los afectos y el agradecimiento a tantos y tantos, a los compañeros de equipo, sobre todo a quienes cuyas situaciones de vida muy duras, de sufrimiento, de dolor, de postración, de abandono, de miseria, nos impulsan a rearmarnos para seguir luchando.
Conjuntamente, el espacio de la Facultad y la Universidad: docencia, conducción, co-gobierno, extensión e investigación, iba también impregnando mi vida personal y profesional en tanto aprendizajes y enseñanzas, que me han permitido tener una visión más abarcativa, compleja y más profunda del Trabajo Social y específicamente de la enseñanza de la Intervención Profesional. No puedo dejar de valorar también la riqueza y apropiación de mi militancia en FAUATS (Federación Argentina de Unidades Académicas de Trabajo Social) y ALAETS (Asociación Latinoamericana de Escuelas de Trabajo Social); el cursado de la Maestría en Trabajo Social y de la Especialización en Gerontología.
Se hace difícil expresar en una especie de síntesis, casi 30 años de procesos construidos, vividos con distintas intensidades, con sentimientos encontrados; con tanta pasión puesta en el oficio y en la tarea; con dudas y certezas en este océano de “incertidumbres e inseguridades” en el que pelean su lugar la esperanza y la utopía; el ideario de igualdad y justicia; de emancipación y autodeterminación. Tanto compromiso a la vez porque estamos en la universidad pública y frente a estudiantes, lo que nos exige tener algunas respuestas, y en definitiva, porque entre nosotros están “los otros” de nuestra Intervención Profesional. Casi seguro que a todos, en muchos momentos, nos paraliza el hecho de “enfrentar” a los estudiantes en clase, en talleres, en jornadas de trabajo. Qué decirles, qué mensaje expresar, cómo hacer para que los idearios no se derrumben, la utopía no muera, la esperanza siga en pie, la primavera no se detenga. Sobre todo en el trabajo docente con las últimas generaciones de jóvenes, ante cambios muy profundos, de valores, de lógicas, de sentidos. La apuesta es avanzar con la palabra y la acción, en el intento de aproximarnos a la coherencia; con el testimonio, convencidos de que aún es posible proponer, cambiar, innovar, sumar, multiplicar, transformar, siguiendo a Paulo Freire en su última “Pedagogía de la Autonomía” (1997).
Cuestiones ligadas a la Identidad profesional: tener referentes para caminar; construir herederos para continuar
Sin dudas el tema de la identidad profesional constituye uno de los debates históricos de Trabajo Social, lo que nos remite a los “hacedores” de la profesión, a “nuestros clásicos”, esos que tanto nos cuesta “buscar/encontrar/reconocer”; a los proyectos profesionales en disputa. Siempre me he preguntado por qué razones en Trabajo Social no pasa lo que en otras disciplinas, en relación a esto. ¿Será que las competencias son más fuertes?, ¿Será que la estima por el oficio y por nuestros pares no alcanza ? y no puedo dejar de relacionarlo con nuestra participación activa en los diferentes espacios colectivos de la categoría profesional, sobre todo en el Colegio. Cuántas veces en casi treinta años de vida institucional nos ha costado conformar un consejo directivo, que exprese los intereses y necesidades de la mayoría de los colegas; que pueda generar acciones en defensa del espacio profesional; que aporte a la visibilización y construcción de problemáticas sociales, su incorporación a la agenda; al diseño de políticas.
La base de la identidad es la relación entre lo “uno” y el “otro”, lo que se “es” y lo que “no se es”, entre la mismidad y la otredad. Los grupos se identifican y se diferencian. La identidad es un proceso, una representación (simbólica con base material) a través de la cual los sujetos se reconocen a sí mismos clasificando el mundo y ubicándose en él. Es un proceso de construcción dialéctica que implica movimiento. Se articula con el contexto societario (condiciones de vida, sociales, experiencias, posibilidades, ventajas). Presenta características autoconstruidas y características atribuidas, cómo nos vemos puede coincidir con la visión externa de esos otros que nos reconocen a partir de algunos atributos. La identidad presenta marcas, huellas, rasgos, distinciones, que hacen posible este contraste; tiene límites (qué de lo otro no estamos dispuestos a incorporar); tiene funciones, siendo la cohesión la principal, la que tiende a fortalecer lo semejante. La identidad presenta una doble dimensión: de preservación y de recreación. De allí que conservemos y “cuidemos” rasgos, aspectos y que modifiquemos, cambiemos otros (Ana Quiroga - 1992).
Entre todos construimos nuestra identidad personal, profesional, de un oficio, de un grupo, de un barrio, de una nación, en base a la relación sujeto/sociedad; todos somos responsables, aunque en diferentes grados. La innovación de las profesiones depende de sus generaciones futuras y por lo tanto las posibilidades del Trabajo Social dependen de cada uno de nuestros seguidores; dónde lleguen, cuáles límites se pondrán, marcarán la “cancha”; dependerá de sus propios sueños, de sus intereses, de sus ganas e impulsos. Es una responsabilidad individual y colectiva que podrá llevarlos hasta donde quieran y se comprometan a llegar y para lo que se hace necesario conocer las tradiciones, la historia, los problemas abordados y la manera de hacerlo. De allí, como expresaba anteriormente, la importancia de tener referentes y que a través de nuestra práctica profesional/docente, tenemos que poder crear herederos. Tarea que se fundamenta “…en el amor del hombre por sus hijos, por sus obras e ideas, por lo que siente el desafío de que ante lo generado, ahora es necesario criar, proteger, preservar, para trascender a través de ello; de allí la creación de herederos, no sólo biológicos, sino y fundamentalmente de herederos sociales. Crear herederos sociales: allí reside uno de nuestros mayores desafíos desde la condición humana, desde la potencialidad creativa como perpetuadora de la humanidad, a través de la transmisión de valores y de reafirmación de la autoestima, posibilitadora del traspaso, de la trascendencia (Leopoldo Salvarezza - 1998).
Entonces:
…la resignificación de la identidad es una manera de adentrarse en la responsabilidad de la herencia, ya que herederos son aquellos que precisamente, porque buscan respuesta a los desafíos del presente, se piensan y proyectan a partir de re-elaboraciones históricas que las vinculan indisolublemente, a las generaciones anteriores. (Teresa Matus - 2003).
En su origen y en su historia; en su camino y trayectorias; en sus rostros, personajes y memoria; en sus espacios y con “su gente”, en sus organizaciones e instituciones, se forja la identidad y la trascendencia. En nosotros está comprometernos con nosotros y los otros, con lo público, con el sufrimiento, el dolor, la pobreza; en nuestras opciones está sentir el sano y orgulloso sentimiento de pertenecer y ser parte de nuestro oficio, entre los otros oficios.
El contexto: uno de los sobredeterminantes de nuestros pensamientos y acciones
Lo expresado me ha servido, una y cada vez, para “detenerme” a pensar, cómo hicimos muchos con quienes compartimos la formación, la profesión, para ir “cambiando nuestra cabeza”, para comenzar a superar la formación de carácter más técnico-instrumental hacia una más crítico-política; para comprender a Trabajo Social en su trayectoria, sus crisis, sus búsquedas, sus puntos de inflexión, contradicciones, limitaciones, avances, opciones; su relación estrecha con el espacio estatal, con las políticas y programas sociales, pero por sobre todo en su Intervención “cara a cara” con situaciones atravesadas por manifestaciones de pobreza, injusticia, desigualdad.
Y nuevamente me pregunto: es que la dimensión ético-político no estaba presente en mi entonces práctica profesional?, a lo que respondo un sí rotundo, sólo que en ese momento no tenía la suficiente claridad teórico-epistemológica para fundamentarla, o para generar otro tipo de estrategias y a la vez poder resignificarlas, socializarlas. De allí que considero que en la base de las dimensiones de la Intervención Profesional, está la dimensión ideológica, aquella que resulta sumamente necesario esclarecer, expresar, o al menos sustentar implícitamente en cada una de nuestras “puestas en acto”. Hacer conscientes nuestros posicionamientos, reflexionar éticamente nuestra Intervención, nos posibilitará siempre actuar con honestidad y responsabilidad. El “hacernos cargo” en definitiva, es esto.
Si realizamos un recorrido crítico por la historia de Trabajo Social podemos caracterizar cuales han sido sus posturas y propuestas de Intervención y a través de estas cual la identidad perfilada en cada una de ellas. Hoy, a pesar del camino andado continúan en pie muchos de los viejos interrogantes de la Profesión, así como también distintos discursos, todos queriendo encontrar un Trabajo Social, como si esto fuera posible al interior de un campo como “lo social” en el que los principales actores son sujetos y por lo tanto lo que prima son diferentes miradas.
En lo que sí tendríamos que acordar ampliamente, es en que los Trabajadores Sociales necesitamos una formación adecuada; con claridad acerca de la dimensión ético-ideológica; solidez en los fundamentos teórico/epistemológicos y dominio en lo metodológico-operativo, para el Ejercicio profesional en el escenario y ámbito que fuere, para nombrar y comprender complejamente aquello que se quiere transformar. Desde este posicionamiento, consideramos que el potencial de Trabajo Social es enorme, teniendo en cuenta: los espacios y vínculos con diferentes sectores sociales y políticos en la lucha por instalar un discurso diferente, que denuncie las desigualdades, que visibilice problemas sociales; la posibilidad de disputa en el campo social y campos temáticos, tomando posiciones argumentadas. Esto es salir de Trabajo Social para volver a Trabajo Social: mirar y posicionarse; “salir”; hacer otras búsquedas, dialogar; intercambiar con otras disciplinas, pero siempre “volviendo” para enriquecer la nuestra, como plantea Margarita Rozas.
Recientemente, ante la reapertura de Trabajo Social en la Universidad de Chile (que retoma la primera Escuela de América Latina “Alejandro del Río”), la Tere Matus expresaba que refundar lo social es la tarea. Y sostiene que:
…hemos avanzado, pero hay espacio para mucho más; hagamos posible lo que todavía no existe y transitemos esos caminos con una sabiduría antigua, desde la idea de que “el Trabajo Social tiene pasión por la gente” y “está para grandes cosas”. La intervención social y el Trabajo Social requieren fundamentos y es en ese fundamento donde se juegan los resultados; estos tienen que ver con el contexto, con lo que pasa hoy día en el siglo XXI, con el conjunto de teorías para saber interpretar lo social, con los planteamientos ep...

Índice

  1. Portadilla
  2. Introducción
  3. Desentramando y volviendo a ligar hilos y nudos: La formación, la intervención y lo político en Trabajo Social. Entrevista a Susana Cazzaniga
  4. Eje 1. Cuando las elecciones profesionales constituyen parte de nuestra vida
  5. Eje 2. La construcción del espacio profesional entre las instituciones, las políticas sociales y los sujetos de derecho
  6. Eje 3. Nuevas formas, nuevas lecturas, nuevas miradas para el Trabajo Social
  7. Eje 4. Los Trabajadores Sociales en la gestión de las políticas sociales
  8. A modo de cierre… Para continuar reflexionando
  9. Notas sobre Proyectos profesionales, historiografía y perspectiva crítica en la profesión. Gustavo Papili y Federico Guzmán Ramonda