Vergüenza
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Abusos en la Iglesia Católica

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Abusos en la Iglesia Católica

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No se puede resolver una crisis si no se profundiza en ella lo suficiente como para comprenderla. El escándalo del abuso al interior de la Iglesia –de poder, de conciencia y sexual– ha alcanzado una escala planetaria y da cuenta ya no solo de pecados y delitos individuales, sino sobre todo de paradigmas, sistemas, estructuras e instituciones que han facilitado la comisión del abuso, su ocultamiento o su impunidad.Este volumen incluye el testimonio de víctimas y la reflexión de numerosos especialistas. Desde campos tan diversos como la teología, la psiquiatría, la psicología, la historia, el derecho o la educación, se aborda la situación del abuso en la Iglesia católica chilena. Es un recorrido doliente y avergonzado, pero no habrá sanación al margen suyo.

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Información

SEXUALIDAD EN LA IGLESIA: UNA MIRADA HISTÓRICA NECESARIA
CRISTIÁN BARRÍA IROUMÉ
Con dolor hemos conocido el sufrimiento de miles de niños, niñas y jóvenes en el mundo, víctimas de ministros que abusaron de ellos traicionando la confianza de las familias. En Chile vivimos aún en medio de esta crisis y se siguen develando acusaciones. Por eso, esta es una reflexión provisoria. Nos parece útil observar la crisis institucional de los abusos en la Iglesia como parte de una secuencia histórica más amplia. La crisis de los abusos parece el último de los numerosos problemas que la Iglesia ha enfrentado en los últimos cincuenta años con respecto a la sexualidad. Aquí revisamos algunos hitos de esa compleja relación Iglesia-sexualidad. ¿En qué contexto histórico se produjeron los abusos? ¿Qué ideas y doctrinas han prevalecido en la moral sexual católica que, quizás, dificultaron “ver” la crisis de los abusos? ¿Por qué la sexualidad ha sido un ámbito que ha puesto en jaque la credibilidad de la Iglesia católica? Aún son muchas las preguntas. Buscamos aquí posibles respuestas explorando el tratamiento que las autoridades de la Iglesia católica han dado a la sexualidad a lo largo de los años.
CAMBIO CULTURAL Y DERRUMBE DE PARADIGMA
En los últimos cien años se han producido enormes transformaciones culturales en el mundo con relación a la sexualidad. En el siglo XX la mujer irrumpió en la vida social en Occidente, se incorporó al estudio, al trabajo y comenzó a ser independiente. Se revalorizó el amor en las relaciones conyugales; parejas cuya convivencia se había vuelto imposible se separaron y muchos encontraron una segunda unión. Hubo importantes desarrollos médicos que impactaron en la vida sexual, como la esterilización quirúrgica, que permitió a mujeres controlar la natalidad de un modo seguro. También se produjo el descubrimiento de la fertilización asistida que ha permitido hasta ahora nacer a unos ocho millones de niños en el mundo y unos seis mil en Chile1. Ocurrió una evolución en lo que respecta a la homosexualidad, aceptándose como una condición normal de vida.
Pues bien, ante la multitud de cambios que han afectado a la sexualidad, el magisterio ha insistido en reiterar normas heredadas de siglos anteriores, rechazando en gran medida las novedades aportadas por la modernidad. La jerarquía insiste en una concepción de la sexualidad que ya no es comprendida por los fieles, reiterando que la única vida sexual legítima debe cumplir dos condiciones básicas: darse en un matrimonio y estar abierto a la vida, es decir, ser potencialmente procreativa.
La doctrina tradicional rechaza el uso de anticonceptivos porque el acto sexual debe mantener su dimensión procreativa natural en cada acto sexual2. Se prohíben entonces los métodos que impiden la concepción de modo artificial —tanto los anticonceptivos hormonales, como la esterilización quirúrgica, los dispositivos intrauterinos, los diafragmas y el condón— pues la intervención técnica impide la apertura a la vida. La condena de la anticoncepción es defendida firmemente por la postura conservadora, pues esta norma constituye una especie de dique que permite fundamentar las demás prohibiciones morales en sexualidad. Se teme que al aceptar la anticoncepción artificial se volvería más aceptable la innovación en otros temas controvertidos. Por ejemplo, la idea de que el acto sexual debe ser potencialmente fecundo sirve de fundamento para condenar la relación homosexual, ya que esta sería un acto sexual no procreativo. En base a esta misma idea, se rechaza la fertilización asistida, pues el único espacio adecuado a la generación sería el acto sexual matrimonial. Así, vemos que, desde hace medio siglo, en todos estos temas la autoridad de la Iglesia se ha ido distanciando progresivamente de la experiencia de los laicos que se han abierto a posturas más renovadas.
Esta brecha de incomprensión se inició a partir de la condena de la píldora anticonceptiva por parte del papa Pablo VI en 1968. A pesar de esta condena, se masificó el acceso al control de la natalidad, produciendo cambios revolucionarios en Occidente y luego en el mundo. Las parejas pudieron comenzar a planificar su descendencia y con ello la relación entre los sexos se hizo más igualitaria, descubriendo una sexualidad más libre, gozosa y lúdica. Según Françoise Heritier los anticonceptivos han constituido “la palanca esencial… que permitirá a las mujeres acceder a la igualdad en el seno de una diferencia sexuada, reconocida, aceptada y no jerarquizada”3. En cifras del año 2007, se estimaba en 566 millones los usuarios de métodos anticonceptivos, de los cuales 428 millones son mujeres4. A partir del descubrimiento de la anticoncepción se produjo en la cultura moderna un divorcio gradual de la Iglesia y de la ciencia médica. Muchos pensamos que este distanciamiento es un caso más de incomprensión del pensar moderno, en base a ideas heredadas que se han vuelto anacrónicas, y que se han alejado de la experiencia de los fieles5.
La jerarquía construyó un muro de prohibiciones sin asumir que los católicos viven su sexualidad en gran medida según su criterio (usan anticonceptivos, condones, recurren a la fertilización asistida si lo necesitan) aun perteneciendo a una Iglesia que proclama una doctrina moral que ellos ya no viven. Muchos sacerdotes, incluso, están de acuerdo con el pueblo cristiano pero el Magisterio no logra superar una mirada negativa sobre la sexualidad, influida por las ideas heredadas de la Antigüedad.
OÍDOS SORDOS A LOS EXPERTOS Y A LO NUEVO
En la década de los sesenta se formó una Comisión Pontificia que estudió la regulación de los nacimientos con el fin de asesorar al papa Pablo VI. La conclusión de la Comisión, en la que participaban muchos laicos, hombres y mujeres, fue desoída por la autoridad papal que en 1968 optó por condenar el uso de “la píldora”, autorizando a las parejas solo el uso del método de la continencia periódica6. En cambio, la Comisión recomendaba dejar la decisión sobre el método anticonceptivo específico al discernimiento de las parejas, considerando ciertos criterios morales.
Desde entonces muchos de los fieles desoyeron al papa coincidiendo con la opinión de los expertos de la Comisión, en una significativa convergencia que se debe al cambio cultural operado en el siglo XX en gran parte de las personas. En nuestra opinión, tanto la mayoría de los fieles como los expertos de la Comisión viven en lo que puede denominarse un “imaginario” moderno, en la expresión del filósofo Charles Taylor. Pero la jerarquía, en cambio, ha permanecido anclada en una doctrina que corresponde a un imaginario premoderno sobre sexualidad, pensamiento que actualmente se ha vuelto minoritario y anacrónico7.
Este cambio de época con respecto a la comprensión de la sexualidad que el Magisterio se resiste a asumir es lo que hace este asunto semejante al caso Galileo. El biblista Dubarle, al estudiar la llamativa falta de fundamento bíblico de la decisión papal de condenar el uso de la píldora anticonceptiva, concluyó que aquí se da un caso semejante al del astrónomo: “Ambos casos tienen en común el que la Iglesia ha llegado a proponer no solo aquello que la fe debe creer, sino aquello que la razón debe pensar”. Agrega en seguida el biblista: “En vez de entrar en dialogo con una razón que tiene sus convicciones o sus hipótesis a las cuales está legítimamente adherida, la Iglesia proclama una conclusión que el interlocutor no tendría más remedio que aceptar. Esta es la semejanza profunda entre ambas situaciones”8.
Muchos teólogos y algunos obispos innovadores concuerdan en este diagnóstico de una incomprensión cultural por parte de la Iglesia en el tema de la anticoncepción artificial.
En los siglos XVIII y XIX las familias en Europa habían ido reduciendo gradualmente el número de hijos, comenzando por Francia, y la práctica más común fue la del coito interrumpido9. En el siglo XVIII se inventó el condón para controlar la natalidad, tosco método hasta el descubrimiento del caucho el año 1843, lo que mejoró su calidad, produciéndose masivamente desde entonces. El condón fue siempre condenado porque su modo de acción es semejante al coito interrumpido, al impedir la fecundación. Durante este tiempo de progresivo aumento del control de la natalidad en Europa, al ser informados de su falta moral, los matrimonios en edad fértil solían alejarse de los sacramentos10. Esta percepción de falta moral cambiará en la segunda mitad del siglo XX, pues muchos fieles dejarán de sentirse culpables en estos temas y, en cambio, pensarán que son las normas oficiales las erradas.
A fines del siglo XIX se conoció mejor el ciclo sexual de los m...

Índice

  1. PORTADA
  2. PORTADILLA
  3. CRÉDITOS
  4. CONTENIDO
  5. PRESENTACIÓN
  6. PRIMERA PARTE - GRITOS
  7. SEGUNDA PARTE - ABUSO¿DE QUÉ HABLAMOS?
  8. TERCERA PARTE - HORIZONTES
  9. AUTORAS Y AUTORES