La filosofía del derecho de Habernas y Luhmann
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La filosofía del derecho de Habernas y Luhmann

  1. 204 páginas
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La filosofía del derecho de Habernas y Luhmann

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Esta obra agrupa dos interesantes textos sobre la filosofía del derecho de Jürgen Habermas, que por su claridad y agudo sentido crítico constituyen una excelente introducción al pensamiento de este notable filósofo del derecho. Igualmente incluye una introducción a la obra de Niklas Luhmann, creador de una de las teorías de sistemas, que pretenden cobijar toda la sociedad y ser aplicables a la ciencia jurídica.

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Información

Año
2006
ISBN
9789587104929

CAPITULO III

INTRODUCCION A LA OBRA
DE NIKLAS LUHMANN

1. ¿Por qué existe sociedad?

Hablar de sociedad es hablar de sistema, de orden social, y preguntarse por las razones de ser de la sociedad equivale a plantear la pregunta que repetidamente aparece en Luhmann: ¿cómo es posible el orden social? La respuesta a las preguntas de esta índole que jalonan su teoría nunca consistirá en la postulación de constantes o presupuestos ontológicos, ni de ningún tipo de principios apriorílsticos de razón. No hay más constancia que la del "problema", cuya imposible disolución es la condición de la evolución de las soluciones posibles, la razón de ser de la sociedad como orden histórico emergente y mutable{43}.
El problema desencadenante de la génesis y mantenimiento del orden social se designa en Luhmann con dos conceptos estrechamente relacionados: complejidad y doble contingencia. Son los referentes explicativos de la necesidad de orden.
Por complejidad se entiende el conjunto de todos los sucesos (Ereignisse, Events) posibles{44}. Se designa así, por tanto, el campo ilimitado de los "mundos posibles". Así tomada, la complejidad alude, por un lado, a un mundo de posibilidades que no es un mundo real, por cuanto la igualdad radical de lo posible, en tanto que posible, no se rompe hasta que alguna forma de prelación permita la decantación de uno de esos mundos posibles como mundo real; y, por otro, ese campo ilimitado de posibilidades que se denomina complejidad, se concibe conceptualmente como caos y aún no como cosmos. Una vez que se haya introducido alguna forma de orden en esa inabarcabilidad, se habrá sentado la base para la aludida prelación, que permitirá la autoafirmación como real de uno de los mundos; se habrá reducido complejidad, habrá comenzado a existir sociedad.
Precisamente en esa idea de reducción de complejidad, entendida como proceso social permanente, situará Luhmann el motor de la evolución de los sistemas sociales. Pero no sólo eso, no sólo representa evolución. También estaría presente en el inicio de todo orden, en el origen de toda interacción social.
Trasladado ese problema de la complejidad al problema originario de toda relación interpersonal, o, dicho de otro modo, planteándose la hipótesis de una "situación originaria" de contacto entre dos individuos sobre el trasfondo de esa complejidad aún no reducida en forma alguna, sin sociedad, el problema toma la forma de la "doble contingencia".
"Contingente" es aquello que no es ni necesario ni imposible, sino meramente posible. En el momento en que dos individuos entran en contacto en ese marco, cada uno recibirá esa contingencia, tanto referida a sí mismo como al otro. De nada servirá que Ego trate de orientar su comportamiento en relación al comportamiento previsible de Alter y Alter pretenda lo propio respecto de Ego. Y menos aún cabe poseer expectativas de las expectativas del otro. No se da más coincidencia de la de poder esperar únicamente lo inesperado. En tanto no ha aparecido ningún principio de orden no existe pauta de previsibilidad del comportamiento propio ni ajeno, nada es previsible donde todo es posible; no hay expectativas; no hay comunicación. Sólo el desorden se sigue del desorden no roto.
Pero la inducción de orden, la reducción primera de la complejidad originaria, la ruptura de la doble contingencia, no es algo que ningún demiurgo lleve a cabo desde fuera de esa misma relación aún imposible. Es, simplemente, la transformación de lo imposible en posible, de la paralizante posibilidad genérica que es la complejidad no reducida en posibilidad concreta: basta que uno de los individuos haga algo. Luhmann echa mano de la lógica de Spencer Brown para describir ese paso inicial de constitución de lo social. La situación de partida equivale al unmarked space, a un espacio carente de límites definidos ni señalizaciones, en el que la orientación no es posible. El acto, cualquiera que sea, de un individuo equivale a una primera referencia en ese espacio, a una distinción que pone fin a la indeterminación de lo indiferenciado{45}. Con ello, ese individuo ha realizado una primera selección: ha elegido una de sus posibilidades de actuación. En tal selección se contiene implícita una primera oferta a la otra parte: la de atenerse o no a la misma selección, a la misma pauta. Se ha producido una primera estructuración del horizonte de lo posible, que lo hace por primera vez accesible en clave binaria: aceptar o no aceptar la selección. Pero cualquiera que sea la respuesta, ésta operará a su vez como selección con la que la otra parte podrá enlazar en idéntica clave. Algo habrá surgido indefectiblemente: comunicación, order from noise.
El carácter fundante de lo social que posee ese valor comunicativo de lo actuado estriba en su valor de conexión (Anschlusswert) para la actuación de la otra parte, y así sucesivamente. Es con ello como puede generarse el componente central de toda estructura social: expectativas compartidas. Por tanto, como dice Luhmann, la comunicación "es inducida por la experiencia de la doble contingencia" y "conduce a la formación de estructuras que se conservan bajo tales condiciones"{46}. Por consiguiente, es el problema de la doble contingencia el que opera como "autocatalizador" de la forma del sistema social{47}. Reconocerlo así no supone sentar la existencia de ninguna instancia sustancial anterior a la sociedad y generadora de la misma. Significa, según Luhmann, reconducir al azar (Zufall) el arranque de los sistemas sociales. Estos nacerían de la necesidad, pero se deberían al azar, al azar de aquellas primeras distinciones, cuyo contenido no estaría prefigurado en ninguna naturaleza previa. La operatividad de los sistemas sociales, su enlace con una realidad externa a ellos, nace, por tanto, de "la fatalidad del acaso" (Die Fatalität des Willkürlichen){48}, de la "transformación de datos originados en el azar en probabilidades estructurales"{49}.
Una última precisión: puesto que toda sociedad puede existir únicamente sobre la base de haber dado una salida operativa al problema de la doble contingencia, nunca dentro de la sociedad se dará la doble contingencia en estado puro, como "situación social completamente indeterminada"{50}. Siempre en nuestra sociedad se mantendrá la doble contingencia, pero preexistiendo selecciones con las cuales enlazar nuestras actuaciones en términos de afirmación o negación: siempre se reducirá complejidad sobre la base de una complejidad previamente reducida.

2. ¿De qué se compone la sociedad?

El sistema social aparece, como acabamos de ver, desde el momento que un evento enlaza los individuos a través de su sentido compartido, y posee con ello el carácter de comunicación. Y las comunicaciones, es decir, aquellos eventos que, en cuanto dotados de un sentido, poseen un valor comunicativo, son los componentes de ese sistema que llamamos sociedad. Así, dice Luhmann que, en cuanto sistema, la sociedad consta de comunicaciones, sólo de comunicaciones y de toda las comunicaciones{51}.
Por tanto, el elemento constitutivo de la sociedad son comunicaciones, entendiendo por "elemento" "aquello que para un sistema funciona como unidad no susceptible de ulterior descomposición"{52}. Sin comunicación no existiría sociedad, pues comunicación es el único cauce posible para que puedan...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Créditos
  4. Presentación
  5. Capítulo I
  6. Capítulo II
  7. Capítulo III