Aprender a cambiar con mindfulness
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Aprender a cambiar con mindfulness

  1. 224 páginas
  2. Spanish
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Aprender a cambiar con mindfulness

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Información del libro

¿Si volvieses a vivir, elegirías la misma vida?Aprender a cambiar con mindfulness ofrece un recorrido inspirador y ameno por los fundamentos del liderazgo personal y por los mecanismos del aprendizaje organizativo. Con una explicación rigurosa y con ejemplos prácticos, incluye ejercicios para desarrollar habilidades personales y facilitar así la transformación hacia un futuro mejor.

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Información

Editorial
Plataforma
Año
2016
ISBN
9788415880264

1. Qué es ser humano
y cómo afrontar el cambio

«El verdadero éxito consiste en descubrir quién eres, en lugar de calcular qué serás.»
FRANZ KAFKA

El cuento del león y las ovejas

Hay un cuento de la tradición sufí,7 una rama mística del Islam, sobre unos cazadores que, después de abatir una leona, vieron que ésta tenía un parto espontáneo del que nacía un cachorro. Tomaron al recién nacido y se lo llevaron consigo. Al día siguiente, cansados de cargar con el cachorro se lo dieron a un pastor que encontraron, quien lo sacó adelante alimentándolo con la leche de las ovejas.
Casi un año después, el joven león vivía plácidamente entre las ovejas como cualquiera de éstas. Aunque era un adolescente, su tamaño ya destacaba en el rebaño. Ignorante de su origen, el joven león se movía siempre en grupo como cualquier animal gregario. Su identificación con el rebaño era tal que balaba, se quejaba, se aburría, desafiaba a los mayores y se pavoneaba como hace cualquier oveja adolescente.
Un día, mientras el rebaño pastaba en un valle, un león salvaje que descansaba en la montaña se dio cuenta de que entre las ovejas había un joven león pastando amigablemente. Esta sorprendente estampa le llenó de ira. No podía tolerar que un miembro de su especie viviera como una vulgar oveja y decidió tomar cartas en el asunto.
El león descendió al valle hecho una furia, con un solo rugido hizo que el pastor huyera despavorido, se deshizo de los perros y atacó al rebaño, matando un par de ovejas, hasta conseguir agarrar al joven león por el pescuezo, como un gato enorme con su cachorro. Cuando lo tuvo controlado lo llevó sobre un risco, lejos del rebaño y le dijo:
–Pero bueno, ¿no te da vergüenza vivir así? Dios mío, ¿cuándo se ha visto un león entre las ovejas?
–Beee –gritaba despavorido el joven león.
–Deja de balar, que eres un león, ¡por favor!
–Beee –seguía gritando el joven, muerto de miedo.
–Mírate –le dijo, llevándole a una charca donde se reflejaba su imagen–. ¿No ves que eres un león, como yo, y no una triste oveja como ésas?
El leoncito, al verse reflejado, dejó de balar y empezó a dudar de su condición. Nunca se le había pasado por la cabeza que podía ser distinto a las ovejas.
–Toma –le dijo, mientras le acercaba un trozo de carne fresca–. Come.
El leoncito apartó la cabeza, nunca había comido carne y la idea le horrorizaba, era comerse a una de sus compañeras.
–Come –insistió el león hasta que el joven lo probó y, para su sorpresa, no le disgustó aquello, incluso se atrevió con otro bocado.
–¿Ves? –le dijo el león–. Ahora que empiezas a darte cuenta de quién eres, debes aprender a rugir como un león de verdad y dejar de emitir ese ridículo balido de oveja.
–Grrrr… beee –intentó el leoncito.
–¡Así no, caray! Fíjate: Grrrrrrrr –replicó el león.
El joven dejó el rebaño y se fue con el león, aprendiendo a cazar y vivir en las montañas. Un día, meses más tarde, casi sin darse cuenta, el joven lanzó su primer rugido, que terminó por despertar su instinto. Entonces, rugió de nuevo con una potencia y una intensidad que retumbó en todo el valle, se había dado cuenta de quién era. El león mayor sonrió de satisfacción, las cosas eran finalmente como debían ser.
Dicen los sufíes que ese rugido del león, cuando cae en la cuenta de su verdadera naturaleza, es igual al grito que emite una mujer o un hombre cuando cae en la cuenta de que él o ella es un ser humano. Porque los sufíes piensan que los seres humanos también tenemos este trastorno de personalidad: vivimos como ovejas sin saber que somos leones.
Cuando un estudiante dice: «Me suspendieron el examen», ¿cómo se está comportando? ¿Como oveja o como león? Cierto, como oveja, mientras que cuando aprueba dice: «Mamá, he aprobado», porque para lo bueno sí solemos ser leones. De la misma forma, cuando un compañero de trabajo responde a nuestra pregunta con: «Esa solicitud o ese informe se perdió», como si el documento tuviera vida propia y se perdiera por sí mismo, también está hablando como una oveja. El león diría: «No sé dónde está el informe o solicitud». Cuando alguien apela al tráfico para explicar que llegó tarde, o a que no tuvo tiempo para explicar por qué algo quedó sin hacer, se está comportando como oveja. El león asume que llega tarde porque sale tarde o porque calcula mal el tiempo necesario para el desplazamiento, igual que si algo está sin hacer es porque él o ella decidieron hacer otra cosa en su lugar. Otro ejemplo: cuando alguien replica algo así como: «No se nos explicó cómo hacer esto» o «No se nos avisó de la reunión aquella», ¿qué es, oveja o león? Aquí lo delata el uso del plural, que identifica al grupo. Un león diría: «Yo no sé hacerlo o no sabía que teníamos esa reunión». Finalmente, cuando un cliente o familiar crea una situación de tensión, quien dice: «¡Es que me sacas de quicio!» o «¡Me pones de los nervios!», correcto, es la oveja. El león no pierde los nervios fácilmente, por eso es el rey de la selva.
León y oveja, como habrá adivinado el lector, son arquetipos que nos sirven para ilustrar dos formas distintas de explicar acontecimientos en relación con el cambio, que es lo que nos ocupa. Todos podemos ser ovejas o leones en distintas circunstancias. No se trata de establecer que es bueno o malo, sino de ver las diferencias ya que cada uno tiene un enfoque particular hacia la realidad, del que se derivan comportamientos característicos.
¿Qué caracteriza a una oveja? A ella le pasan cosas, en los ejemplos de antes le suspenden, los informes se pierden solos, el tráfico le retrasa, no hay tiempo, no le explican las cosas y le sacan de quicio. Siempre hay una causa externa a la que atribuye el problema. Si esa circunstancia se corrigiese, el problema desaparecería, es lo que piensa la oveja. Curiosa forma de vivir la vida. Pero ¿por qué? ¿Qué busca la oveja con esta forma de explicar sus circunstancias? La oveja busca la inocencia, ella o él no tienen la culpa, las cosas le pasan, es como una víctima de las circunstancias. Es posible que este interés en ser inocente tenga sus raíces en nuestra niñez, donde el culpable siempre tenía un castigo esperándole, en algunos valores culturales que ponen demasiado énfasis en la culpabilidad, o lo más probable, que sea para crear una imagen positiva de uno mismo.
Volvamos a nuestra oveja, es indudable que su explicación de lo que le ocurre tiene la ventaja de hacerla inocente, pero ¿qué coste tiene esa inocencia? El precio que paga es la impotencia. La oveja, al formular el problema como algo externo a ella, queda fuera de la solución. No puede hacer nada al respecto. Su felicidad o éxito depende de que el profesor le apruebe, su marido le quiera, su mujer le admire, el jefe le respete, el tráfico mejore o que le traten con educación. Sin embargo, cuando ello no ocurre, la oveja se siente impotente, viviendo con resignación y frustración estas situaciones negativas. La oveja suele quejarse y protestar mucho, pero no consigue con ello cambiar el curso de los acontecimientos. Por otro lado, la oveja no suele disculparse ni cambiar sus hábitos personales, porque atribuye a una causa externa la raíz de su frustración. Es como si internamente pensara: «La vida no se esfuerza lo suficiente como para hacerme feliz, qué mala suerte, con lo fácil que sería».
La oveja tiene razón, de eso no hay duda, sus problemas pueden explicarse de esa forma, pero ni es la única manera de hacerlo ni es la mejor para que cambien sus circunstancias. Pongamos por ejemplo que un día nublado salgo a la calle sin paraguas para ir a una cita. De repente comienza a llover, qué fastidio, pero hago como si nada y sigo mi camino por la calle bajo la lluvia, quejándome o lamentándome, hasta quedar empapado. Cuando llego a mi cita, mojado y malhumorado, puedo explicar mi situación como: a) me mojé porque llovía mucho o como: b) me mojé porque no cogí paraguas al salir de casa. Ambas explicaciones pueden ser ciertas, pero pertenecen a dos esferas de realidad. Una explicación está en mi área de control, como no coger paraguas. La otra explicación corresponde a factores ajenos a mi control, como la lluvia. No obstante, en esta tesitura, que elija unas explicaciones y no otras puede tener un gran impacto en mi comportamiento futuro, como veremos a continuación analizando el comportamiento del león.
El león, lejos de ser víctima es protagonista, como no podía ser de otra forma. Siempre que ocurre algo, bueno o malo, él está en la historia. Por ello no tiene miedo de ser parte del problema y así participa en la solución, ésa es su ventaja. En nuestros ejemplos, el león suspende el examen, no sabe dónde está el informe, reconoce que no sabía que había una reunión o que no salió de casa con tiempo suficiente para salvar el tráfico de esa hora. Ponerse en la situación le permite entender qué hay que hacer para influir en los acontecimientos. Pero esta estrategia también tiene un coste: ¿Cuál es el precio que paga el león por ser protagonista? Pues el de ser responsable de sus actos, lo que resulta doloroso cuando las cosas salen mal. Además, el león puede sentir la soledad, ya que las ovejas siempre pueden agruparse para quejarse de lo que les pasa, pero al león las quejas le son de poca utilidad. El resultado de esta forma de vivir se traduce en una mejor comprensión de lo que ocurre, lo que le facilita el aprendizaje y la adaptación al cambio.
Para los sufíes los seres humanos somos leones. El problema está en que tenemos un trastorno de personalidad y nos creemos ovejas, viviendo como tales. Los sufíes, al igual que otras escuelas filosóficas, intentan resolver este trastorno ayudando a las personas a potenciar la dimensión de león que hay en todo ser humano. Sus enseñanzas, poesía y técnicas de meditación están orientadas a desarrollar la libertad, la responsabilidad y vivir una vida con sentido. No es de extrañar que el Islam oficial los haya marginado y perseguido, porque las religiones con intereses políticos prefieren dirigir rebaños de ovejas. Pero volvamos a nuestro cuento, siguiendo con la metáfora, si queremos ser como leones en nuestra piel humana, ¿qué podemos hacer? ¿Qué actitud debemos tener para desarrollarnos hacia este ideal?

Cuatro actitudes de las personas proactivas

Hemos visto que las personas que explican lo que les ocurre como ovejas, es decir, desde los factores externos a su control, se colocan fuera del problema. Por ello, cuando las cosas no salen como pretenden, estas personas reaccionan emocionalmente y se ven obligadas a actuar precipitadamente, porque algo hay que hacer, pero sin comprometer su responsabilidad en el problema. Este comportamiento se denomina «reactivo» y está relacionado con el estrés.8 Es un comportamiento más primario, basado en el estímulo-reacción, en el que las emociones, como enfado, miedo o tristeza, tienen un mayor protagonismo.
Por el contrario, el león, al prestar más atención a las causas dentro de su control y sentirse parte del problema, puede tomar la iniciativa para cambiar las cosas. Este comportamiento se llama «proactivo» y no depende tanto de la emoción del momento como del propósito de la persona. No se trata de dejarse llevar por lo que uno siente, sino de saber qué es más interesante hacer en este momento. Esta actitud implica utilizar capacidades cognitivas superiores y es más humana. Por ello los humanos somos los seres vivos de mayor capacidad de aprendizaje y mejor adaptación al cambio.
Steven Covey, experto en formación corporativa,9 resalta cuatro cualidades que distinguen a las personas proactivas. La primera es que saben lo que quieren, es decir, que tienen una visión. Tener una visión personal del futuro que uno quiere vivir es una de las disciplinas clave para lograr cambios. Esta visión puede estar orientada hacia el trabajo, la familia, la vida personal o hacia cualquier ámbito que uno se plantee. Hablaremos más de ello en los próximos capítulos.
La segunda cualidad de las personas proactivas es la disciplina, los cambios siempre son laboriosos, hay que superar muchas barreras o modificar determinados comportamientos para tener éxito. La disciplina permite a una persona mantener el esfuerzo en la dirección correcta durante el tiempo necesario para facilitar el cambio.
La tercera cualidad es la ilusión: ¿Disfruto con mi proyecto? ¿Disfrutan las personas de mi equipo, grupo o familia que participan en él? ¿Qué es lo que me aporta más ilusión en mi trabajo o en mi vida? La ilusión, eleva la visión como si tuviera alas y también da energía para mantener la disciplina. Por ello las personas con ilusión son mejores líderes y llegan más lejos en sus proyectos de cambio. Sin ilusión no volamos, nos quedamos donde estamos. Además, las emociones positivas son una fuente de salud, como demuestran muchos estudios recientes. La ilusión también forma parte de la inteligencia emocional y de la generación de confianza, dos de los temas que veremos más adelante.
La cuarta cualidad es la conciencia, que nos aporta claridad para ver las cosas como son. La conciencia sería la cualidad más humana, en el sentido de nuestra denominación como homo sapiens;10 apela a nuestra capacidad de enraizar con la realidad de la vida, de conectar con la experiencia de estar vivos. Esta conciencia, a la que dedicaremos un capítulo, nos permite evaluar qué cosas funcionan y cuáles no. Nos ayuda a evaluar si avanzamos hacia la visión o no, si vivimos con ilusión o somos víctimas del estrés.

Manejando el miedo al fracaso

Quizás algún lector se pregunte ahora cómo es que no hay más leones, si la teoría es bastante sencilla. Para mí hay dos razones principales, una es el peso de los condicionamientos que, desde niños, orientan nuestra forma de ver el mundo que exploraremos en los capítulos siguientes. La otra razón está en el miedo al fracaso, cuya desagradable experiencia intentamos evitar a toda costa, como veremos ahora con un ejemplo.
Supongamos que un joven soltero y con ganas de tener novia es...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. A Sylvia, con cariño.
  5. Índice
  6. Agradecimientos
  7. Prólogo
  8. Presentación
  9. 1. Qué es ser humano y cómo afrontar el cambio
  10. 2. Los modelos de aprendizaje para el cambio
  11. 3. Eliminando las barreras al cambio
  12. 4. Mejorando la conexión con la realidad
  13. 5. Creando una visión poderosa del futuro que se quiere vivir
  14. 6. Pensando en sistemas para facilitar el cambio
  15. 7. Confiando en la confianza para crear posibilidades
  16. 8. Usando el diálogo para comprender
  17. 9. Aprendiendo del futuro que se quiere crear
  18. 10. Desarrollando maestría personal
  19. Apéndice 1
  20. Apéndice 2
  21. Apéndice 3
  22. Notas
  23. Colofón