Miradas a la plástica colombiana de 1900 a 1950: un debate histórico y estético
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Miradas a la plástica colombiana de 1900 a 1950: un debate histórico y estético

  1. 225 páginas
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Miradas a la plástica colombiana de 1900 a 1950: un debate histórico y estético

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Miradas a la plástica colombiana de 1900 a 1950: un debate histórico y estético hace referencia a los valores culturales que desde los distintos momentos de producción durante cincuenta años de historia artística se generaron; a sus distintas trayectorias y, por ende, miradas con el paso del tiempo suscitadas por la crítica y la historia del arte. Miradas, interpretaciones y resignificaciones contradictorias que continúan hasta el presente sin agotar las imágenes, los colores y formas cuyas polifonías se implican con los cambios históricos y culturales del país. Tanto un Fídolo Alfonso González Camargo, un Ricardo Gómez Campuzano como un Luis Alberto Acuña y una Débora Arango, entre algunos de los artistas estudiados, seguirán sorprendiendo y generando debates con sus obras en los actuales y futuros estudios e investigaciones de la historia cultural y del arte en Colombia.

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Información

Año
2011
ISBN
9789587720259
Categoría
Historia

CAPÍTULO PRIMERO

LOS MOVIMIENTOS ARTÍSTICOS, ESCUELAS,
PINTORES Y ESCULTORES DE 1900 A 1950
Y LAS MIRADAS DE LA ÉPOCA

CONSIDERACIONES GENERALES

La plástica colombiana entre 1900 y 1950 se inscribe dentro de un contexto histórico de cambios que, aunque contradictorios y muy difíciles de enmarcar económica, política y socialmente, obedecen a la dinámica propia de un país como producto de procesos muy complejos de construcción política y socioeconómica generados a partir de la independencia del coloniaje español y en el transcurso de su transformación para ser República. Ésta se caracterizó desde la segunda mitad del siglo XIX hasta 1950 por: las guerras civiles que terminan a comienzos del siglo xx, fruto de las pugnas partidistas; la conformación y consolidación de sectores sociales medios, populares y de la burguesía; el ingreso, entrado el siglo xx, al panorama económico-político internacional del mercado mundial; la consolidación de las ciudades y el rápido desarrollo industrial a partir de la década de los treinta; las reformas de la República Liberal que intentan responder a las exigencias de una modernidad en medio de una realidad social, económica y cultural de grandes contrastes y desequilibrios, y el reencuentro con la violencia que cierra la década de los cuarenta y da inicio a la década de los años cincuenta.
A partir de lo anterior, aquí se pretende entretejer los aspectos que se consideran relevantes para dicha contextualización e información histórica cultural y artística del periodo por tratar. El primero atiende a dar una mirada panorámica a los procesos culturales entre 1900 y 1950, periodo que corresponde con la selección de artistas colombianos estudiados, a la vez que elabora un acercamiento a la producción plástica del grupo de artistas en cuestión realizado metodológicamente desde el ámbito latinoamericano: los movimientos y escuelas a las que pertenecieron, las influencias que recibieron de otros artistas y movimientos artísticos, las características generales de sus producciones en cuanto a lo plástico, las técnicas y materiales, y finalmente la alusión a algunas de sus obras.
El segundo aborda el entorno de los artistas y en especial el de sus obras, con fines igualmente metodológicos, desde las miradas de la época, es decir, desde las valoraciones que se hicieron en el momento en que fueron expuestas. Para ello, se hace referencia a las primeras fuentes que publicaron variados comentarios, críticas y apreciaciones, como las revistas. El propósito es tener una información de la mirada de época para contrastar con las miradas posteriores y realizar el reconocimiento de sus valoraciones desde la trayectoria histórica misma, aspectos que se tratarán en el último capítulo.

1. Los procesos culturales: formas de representación histórico-social

Podría señalarse en principio que las manifestaciones culturales en el país no han sido independientes de los demás procesos socioeconómicos acaecidos durante este lapso de tiempo. Por lo tanto, las dinámicas que acompañan los procesos de cambio o de continuidad en lo económico, lo político y lo industrial constituyen referentes que, de manera complej a y diversa, operan en el camp o cultural en términos, no de simultaneidades, sino de respuestas temporales más lentas y contradictorias.
Desde esta perspectiva cabe señalar que, durante las primeras décadas del siglo, las manifestaciones culturales se mantienen dentro de la tradición decimonónica que apunta hacia determinados modelos valorativos basados en la resistencia al cambio. Ejemplos de esta situación son: el sistema educativo que para comienzos de siglo opera sobre la base de los viejos preceptos y de la poca inversión en educación, aun entre las élites del país{2}; la mínima la movilidad social, dada la marcada distancia entre unos sectores y otros de la población, y la continuidad de la alianza de los sectores conservadores con la Iglesia{3}. Respecto al primero, tienen gran poder las comunidades religiosas católicas -la educación pública está en manos de las directrices de la Iglesia, donde predomina el poder de los Hermanos Cristianos- de corte humanista y muy vinculadas a las letras clásicas, en donde el idioma es el privilegiado en su uso gramatical preciso y depurado. Éste es muy apreciado por una intelectualidad que mira hacia el gran legado hispano: la lengua y la religión católica. Mas es el analfabetismo el que domina en el territorio colombiano.
Pese al anacronismo y al conservadurismo señalados, se dan tanto las relaciones del país con el mercado mundial y las posibilidades internas de comunicación a partir de las líneas férreas que acercan unas regiones con otras, como la emergencia de nuevos sectores sociales que empiezan a aparecer asociados, entre otros hechos, con la incorporación de la mujer al trabajo y con los primeros movimientos obreros, acontecimientos que se constituyen en importantes factores de movilidad al posibilitar la apertura del horizonte cultural al interior del país. El siguiente comentario del rector del Colegio de San Ignacio de Bogotá{4b} en 1925, pone de presente algunos de los cambios culturales que empiezan a generarse a finales de la década: "la movilidad (jóvenes) de su espíritu, el ansia de diversiones, la futilidad causada por el cine y otras diversiones y fiestas [...] La rebeldía que cada día progresa más en las masas estudiantiles no bien disciplinadas, gracias a la prensa disociadora, a la debilidad de los que deberían mandar y a la contemporización de los caprichos…"{4}.
Ya en los años treinta y cuarenta, durante el periodo liberal, brillarán los proyectos de democratización cultural, asociados a los nuevos medios de masas que permitirán tanto difundir la cultura de las élites como las reivindicaciones de las expresiones culturales populares. Dentro de este panorama, la educación se convierte en un centro de gran interés intentando, con la oferta de escuelas y colegios públicos, responder a la tan necesaria alfabetización. Para este proyecto son las Escuelas Ambulantes, las Escuelas Nocturnas y los Patronatos Escolares, programas de los treinta y cuarenta que pese a no tener continuidad tuvieron un buen papel.
Se suman a dichos programas la importancia del libro y su difusión mediante las Ferias del Libro, el inicio y fomento de una industria editorial nacional y las colecciones dirigidas por el Ministerio de Educación como la Selección Samper Ortega y la Biblioteca Popular de Cultura Colombiana{5}, el suministro de útiles y textos escolares, y el proyecto de Cultura Aldeana{6} que serán ejemplos de secularización de la educación y la cultura.
Estos últimos conceptos son más abiertos y se les considera como esenciales para el proyecto político de modernización, en donde la estrategia, para que sea efectiva, consiste en crear un puente entre élites y masas, teniendo en cuenta lo popular como parte esencial de una construcción activa de lo nacional. No hay que olvidar que el campo de las artes en su función social es contemplado en forma reiterada por el Ministerio de Educación y la Dirección Nacional de Bellas Artes, con propuestas en las que su enseñanza se nutra con el conocimiento de la cultura y arte populares, y forme maestros que respondan a la realidad colombiana con sus servicios al propósito de "formar en música y dibujo en las escuelas del pueblo"{7}. A la par con este propósito social y con el difundir y democratizar, se da inicio en los años cuarenta a los Salones Nacionales de arte.
Dentro de las actividades que recrearán la vida de los bogotanos y que se irradiarán de diversas maneras en el país, están las corridas de toros, ya con tradición desde la Colonia. Se trata de un deporte, como el fútbol, que expresa a los sectores urbanos tanto populares como medios y que, entre los años treinta y cuarenta, tendrá gran acogida como espectáculo de masas{8}. Mas la caza, el golf, el tenis y la hípica son los deportes valorados por las élites en la medida en que indican distinción.
Estas últimas se van constituyendo entre un patriciado tradicional formado desde la Colonia y la Independencia, y una burguesía en ascenso. Burguesía proveniente de negociantes y comerciantes con un poder económico cada vez mayor q...

Índice

  1. PORTADA
  2. PORTADILLA
  3. CREDITOS
  4. PRESENTACIÓN
  5. INTRODUCCIÓN
  6. CAPÍTULO PRIMERO
  7. CAPÍTULO SEGUNDO
  8. BIBLIOGRAFÍA