Las ideas políticas en la historia
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Las ideas políticas en la historia

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Las ideas políticas en la historia

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Esta obra presenta una perspectiva de la evolución del pensamiento que apunta a una mejor comprensión del orden político contemporáneo y de las convicciones políticas del hombre moderno. Por esta razón trata de las ideas políticas en la historia, es decir, dentro de la historia general de la civilización, y no de la tradicional historia de las ideas políticas y, menos aún, de la historia de la teoría política.

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Información

SEGUNDA PARTE
EL PENSAMIENTO POLÍTICO MODERNO
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I.NACE LA ERA MODERNA

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Sumario:
1. Signos y designios de la modernidad
2. El Renacimiento
3. Aparece la moderna ciencia política
4. Política y ética en la modernidad

1. SIGNOS Y DESIGNIOS DE LA MODERNIDAD

La prolongada declinación del orden medieval no condujo a una ruptura radical con la antigüedad. La modernidad no apareció tampoco de repente, sino mediante una transición largamente preparada y de lenta progresión. El pensamiento político moderno se nutre, porque de allí proviene y allí hunde sus raíces, del pensamiento de la Grecia clásica, del derecho de los romanos, de las instituciones germánicas, de las disciplinas escolásticas, de la universidad medieval, de las disputas teológicas de la Edad Media, de los aportes doctrinarios de juristas y publicistas medievales.
La modernidad arranca con una oleada de descubrimientos que modifican dramáticamente el modo de vida de los europeos y su visión del mundo. Es una época subversiva contra la tradición, generosa en grandes visionarios y ambiciosos reformadores sociales, artísticos, políticos, científicos y religiosos. En lo económico, la modernidad está directamente asociada con el ascenso de la burguesía y el consecuente crecimiento del volumen de los negocios, la acumulación de enormes capitales, el fenómeno del mercantilismo y el desarrollo del espíritu capitalista. En lo político, con la formación de nuevos Estados territoriales extensos y la aparición de poderosas monarquías bajo el signo absolutista. En lo social, con la formación de grandes núcleos humanos, dotados de organización política propia e identificados por fuertes lazos culturales que los unen y movilizan eficazmente. Se trata de las naciones, que se cohesionan por una emoción nueva, el espíritu nacionalista que comparten quienes se sienten iguales por hablar la misma lengua, vivir en la misma región y estar gobernados por el mismo príncipe. Primero en Inglaterra y Holanda y posteriormente en otros países, la conciencia nacional empieza a transformar las actitudes colectivas y la geografía continental{72B}. Irrumpe así en la historia un nuevo factor: el Estado moderno, bajo el ropaje del Estado nacional{73}.
La política se convierte en un asunto que interesa a todos, y en el cual todos se sienten con derecho a participar, como nunca antes. Debido a la popularización creciente del debate político, éste se convierte en un fenómeno de masas. El descubrimiento de la imprenta contribuirá a difundir prodigiosamente los primeros frutos de la moderna agitación intelectual. En tanto que la burguesía adereza paciente y discretamente su propia revolución, menudean las revoluciones campesinas, de sabor igualitario y aun socialista. Todo ello va debilitando la organización estamentaria medieval, que finalmente será arrasada al fragor de las guerras nacionales y las guerras religiosas, de características continentales, durante los siglos XVI y XVII. La reforma religiosa se sumará a las distintas fuerzas que están liberando el espíritu humano y han divulgado por doquier una actitud política libertaria.
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Nuevos valores políticos sientan sus reales: se afirma la igualdad humana, por oposición a la sociedad estamentaria medieval. La democracia, frente a la teocracia. El laicismo, frente al clericalismo. La libertad de conciencia, frente al confesionalismo. La libertad, frente a la opresión política. Constitución y legalidad, frente a la arbitrariedad. Libertades públicas, frente a la tiranía. Tolerancia, frente a la intolerancia y el fanatismo.
La modernidad también alude al vuelco de la cultura europea hacia el exterior del continente, mediante un proceso de conquista y colonización del mundo, que sobreviene como secuela de los descubrimientos geográficos. Esta etapa histórica parece corresponder a un proceso de incipiente occidentalización del planeta, a punto quizá de completarse por estos días finales del siglo XX, cuando presenciamos una marcada tendencia hacia la universalización de los valores esenciales y característicos de la sociedad de Occidente: democracia representativa, sistema capitalista, economía de mercado, gobiernos democráticos y constitucionales, Estado de derecho, ideología liberal. Es de observar un fenómeno paradójico: la difusión mundial de las doctrinas socialistas, paralela al proceso de descolonización, actuó como un poderoso factor de expansión y consolidación de la cultura occidental, especialmente en África y Asia.
Antes de proseguir, ya que vamos a ocuparnos del pensamiento político moderno, es del caso preguntar: ¿qué es la modernidad? En un sentido general, modernidad es la cualidad de lo nuevo, actual y avanzado, por oposición a un conjunto de tradiciones que han caído en descrédito y decadencia. El hombre moderno se siente muy diferente del pasado, superior a las anteriores generaciones, por los beneficios del progreso al cual ha contribuido con su propio esfuerzo e inventiva.
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Es cierto que, en muchas otras épocas de la historia, los hombres han debido sentirse modernos. Cada generación tiene sin duda su propia versión de la modernidad. Sin embargo, en la historia de los últimos siglos la sociedad europea adquirió una singular conciencia de su modernidad a partir del período que, justamente por ello, se denominó Renacimiento. En esta época, que se desarrolló de los siglos XIV a XVI principalmente, un espíritu pujante de cambio y de busca del progreso estremece vigorosamente al inmovilismo y al espíritu de conservación que caracterizaron la mentalidad medieval.

2. EL RENACIMIENTO

En tanto que la distinción entre Edad Antigua y Edad Moderna nos obliga a caracterizar cada una de esas épocas, a separarlas exageradamente para entenderlas mejor por sus diferencias, y a representárnoslas de manera estática, el estudio del Renacimiento, que arranca en la Edad Antigua y concluye en la Edad Moderna, es muy aleccionador, porque nos permite observar el proceso que permitió a la sociedad europea evolucionar de la antigüedad a la modernidad. Su dinámica describe con detalle el desmoronamiento de los diversos elementos constitutivos del orden medieval, y la forma como aparecen y se van acomodando las diversas piezas que se integrarán en el orden propio del mundo moderno.
El Renacimiento resucitó en la cultura europea los valores formales y espirituales de la antigüedad, y por eso estuvo dominado por el ideal del retorno a las fuentes de la cultura clásica greco-latina. De esta manera tenemos que, paradójicamente, la modernidad comenzó a afirmarse haciendo una reverencia a la cultura antigua.
En ella encontró piso el hombre del Renacimiento para reaccionar contra el espíritu teológico y autoritario de la Edad Media, proclamar el descubrimiento del universo y del hombre e impulsar la manifestación de un individualismo libre, crítico y mundano.
Uno de los rasgos más originales de la cultura del Renacimiento fue el movimiento humanista. Surgió en Italia a fines del siglo XIII y se extendió rápidamente por toda Europa. La influencia de su ideal educativo sobrevivió pujante hasta el siglo XVIII y algunos elementos de su doctrina perduran en nuestros propios días, tales como la fe en el progreso y la ciencia, y la consideración del hombre en la plenitud e integridad de sus múltiples facetas.
El interés primordial de los humanistas consistió en difundir un programa educativo y cultural, opuesto al dogmatismo medieval y la esterilidad del método escolástico, basado en el estudio directo de los autores clásicos griegos y latinos. Al encontrarse con los textos de la antigüedad clásica, los humanistas elaboraron sus propios métodos de crítica histórica y filológica, desarrollaron y difundieron el ideal de la elegancia literaria, plantearon nuevos problemas de reflexión para otros pensadores más sistemáticos y, aunque no estaban especialmente interesados por la filosofía, recuperaron multitud de escritos clásicos desconocidos en la Edad Media y abrieron el camino a la resurrección de antiguas formas de pensamiento no aristotélicas. Durante el siglo XVI la erudición de los humanistas había conquistado las universidades y en todas partes ocupaban cargos de cancilleres y eran secretarios de encumbrados personajes.
El humanismo considera al hombre como la obra más perfecta de la creación, y descubre, en oposición a la mentalidad medieval, que son legítimos los intereses puramente humanos. Los humanistas proclaman el derecho del hombre a pensar y expresarse de manera autónoma, con prescindencia incluso del magisterio cristiano. Otorgan su reconocimiento a valores y placeres en los cuales creía firmemente la civilización burguesa y urbana: la importancia de la reputación, la prosperidad y los honores terrenales; la utilidad de las virtudes cívicas y políticas; el derecho a admirar la naturaleza y lo humano en su perfección, grandeza y belleza.
El Renacimiento significa también una nueva era de la razón y de las ciencias. El cuestionamiento sistemático de todo lo admitido y establecido propicia en estos tiempos la liberación del espíritu crítico, largamente reprimido por el dogmatismo medieval. Es importante destacar como precedente que, ya desde fines del siglo XIII, y gracias a la obra enorme de Santo Tomás de Aquino, el uso de la razón como medio para acceder a la verdad, al lado de la Revelación, obtuvo sanción eclesiástica. Así, después de largos siglos de pesimismo agustiniano, la razón humana vuelve a ser considerada como un instrumento apto para conocer la naturaleza de Dios y de sus designios. La Summa Teológica recuperó las fuentes de la filosofía clásica y elevó la razón humana a un orden superior: el hombre puede y debe investigar el mundo sensible, las leyes de la naturaleza, porque ellas necesariamente revelan la grandeza de su Creador. Con Santo Tomás de Aquino se reconcilian la fe y la razón, para trabajar unidas en la misma causa. Su obra es trascendental en la historia del pensamiento, porque abre las puertas al renacimiento de la razón, que durante siglos permaneció postrada por el imperio intelectual de la verdad revelada según las Sagradas Escrituras, y sojuzgada por la retórica de los Padres de la Iglesia.
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El Renacimiento dio impulso a la revolución científica. Por influencia directa del humanismo, las ciencias se dedicaron a la búsqueda de un nuevo método científico, de un nuevo enfoque para estudiar la naturaleza con base en las matemáticas y en la observación. El descubrimiento del sistema copernicano, contrario al tolemaico, que concebía a la tierra como centro del universo, revoluciona la concepción científica del universo, y es muestra elocuente del auge científico propio de la época.
En una primera fase de la revolución científica se preconizó un retorno al estudio de las fuentes antiguas. Habiendo tomado la decisión de no utilizar las fuentes estragadas y petrificadas por la escolástica, cuyo máximo símbolo era aquel Aristóteles canonizado, comentado y dogmatizado por Santo Tomás de Aquino, el espíritu científico del Renacimiento concentró su atención en escritos diversos donde pudiera encontrarse alguna sistematización del conocimiento. Así fue como aquellos hombres de ciencia auscultaron con gran curiosidad, respeto y excitación, las obras de la ciencia helenística, y también todo lo que la antigüedad y el medievo legaron en los dominios de la magia natural, la astrología y la alquimia.
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En una segunda fase aparece clara la determinación de fundar una nueva ciencia, una nueva filosofía, que reemplace definitivamente la enseñanza escolástica en las universidades. Para ello debía desecharse el corpus griego acumulado junto con sus más recientes comentarios, o al menos reexaminarlos sin la ciega reverencia que le ofrendaban los escolásticos. Y reemplazarla con el conocimiento que puede obtenerse mediante una nueva investigación, basada en la observación y la experimentación. ¿Cómo hacer? Se proponen innumerables metodologías. Tres hombres de ciencia resumen la e...

Índice

  1. PORTADA
  2. PORTADILLA
  3. CRÉDITOS
  4. PRESENTACIÓN
  5. PREFACIO
  6. INTRODUCCIÓN
  7. PRIMERA PARTE
  8. SEGUNDA PARTE
  9. FUENTES ICONOGRÁFICAS
  10. OTRAS PUBLICACIONES DEL AUTOR