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Luz de última hora
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Información del libro
Poesía de rastros conocidos, hecha de trastos de la cocina, útiles de juego, acontecimientos mundanos. Escritura de apenas ocultos homenajes: "una Meharí en la que viajaban / el viejo y Dorotea y sus silencios". Ecos de cierta urbanidad rioplatense reconocible, discretas ceremonias de reconocimiento, pequeñas memorias. Poesía que habla de la justicia sin nombrarla.
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Categoría
LiteraturaCategoría
PoesíaEPÍSTOLA EN INVIERNO
para Francisco Tomisch
Francisco, hermano, Jánico alfarero,
esmerado hacedor, dedos de tiza.
Pasajero extraviado entre Colonias,
con ramas en Liubliana y en Jordania
y raíces al sur del Río Negro.
Te escribo porque arde en mi memoria
un museo de polvo que me espera
y que espera a tu cráneo desplumado.
Ha bajado Saturno en estos días
dejando el pan amargo, ácido el vino.
—Debí escribirte antes, un otoño
cuando vivía cerca de aquél cielo—
Enronqueció mi voz. Rota la cuerda
he recordado cráneos y pasillos:
aquél que alguna vez fue de Armonía
atrás de la mandrágora y las trompas.
O el plano dibujado por tus letras
donde Byron paseaba platelmintos
sobre el cuerpo erizado de Antonieta.
Debí escribirte antes, un verano
que no estuviera preso de este oficio,
pero me fui cansando de esperarlos:
Mecenas, sonatinas y milagros.
—Encontré una poeta entre las sombras
que me mantiene vivo con sus versos—
En fin, habrás notado que esta epístola
tangencia pormenores de mi estado
y esgrime poco a poco una aventura
de la que fue testigo mi bilioso
y oscuro corazón ayer de noche.
No hallé una calavera que tuviera
rastros reconocibles. ¿Qué ha pasado?
¿Dónde la turbia frente de Vallejo?
¿Ese rastro deforme es el de Bacon?
¿Te acordás si observaste la enredada
calavera con cuernos que usó El Bosco?
De los ochos salones de tus planos
solo encontré los muros derrumbados:
dos kilos del polvillo de los nobles,
un diente que supuse de Ligeti,
El clítoris mordido de Alejandra,
y el carnoso pezón de Mary Shelly.
Aquella viejecita que bramaba
y a cada hora en punto se iba al suelo
dejó su calavera de regalo
para que fuera usada de alcancía.
Qué atinada mención a los nipones
que aunque pacientes no lo han sido tanto.
Deduzco por sus huesos que cansados
de que nadie volviera a rescatarlos
sacaron su tripera a tomar aire
abriéndose una zanja en el ombligo
con el plástico duro de los flashes.
El resto es polvo, piedras, pulgas, nada,
un paisaje lunar que invita al asma,
la certeza feroz de que vendremos
algún día de sol a confundirnos
con Brahms y con Cervantes y la vieja
que decidió volverse una alcancía;
con el tendón del brazo de mi hermana
las perras de mi abuela, los soldados
de todas las trincheras —esta arcada
no es que nazca del polvo, pero nace
de la última certeza belicista.
La posibilidad e...
Índice
- Cubierta
- Portada
- Créditos
- Sinopsis
- Durazno abierto
- Espuma
- Padre e hijo
- Hijo
- Tres parcas
- Temblar
- Ojo de vidrio
- Tanka
- Muchacho
- Muchacha
- Sentencia
- Pez plátano
- Alto en la noche
- Verde
- Telares
- Lirio de agua
- Ramito
- Trepar
- Caer
- Casa del rocío
- Historia de un perfume
- Flor del ciruelo
- Noticias
- Epístola en invierno
- Sobre Horacio Cavallo