Ingenuos, ignorantes, inocentes
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Ingenuos, ignorantes, inocentes

De la educación informal a la escuela autoorganizada

  1. 240 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Ingenuos, ignorantes, inocentes

De la educación informal a la escuela autoorganizada

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Información del libro

En una serie de artículos, el destacado educador y antropólogo, hace una lúcida crítica al actual sistema "escolarizado", proponiendo una nueva forma de mirar el proceso de enseñanza-aprendizaje. Dice el autor: "Para enseñar hay que asombrar al educando, quien a medida que intenta desvelar el misterio irá aprendiendo. Desde la perspectiva educacional, el que lo haga bien o mal es secundario, independiente del nivel de formación, sea este el jardín infantil, la escuela básica o media o la universitaria, pues lo importante no son las respuestas correctas según los contenidos escolares, sino la formulación de preguntas, gracias a las cuales puede organizar la información sobre la base de criterios emergentes concebidos a partir de las regularidades observadas que le permiten elaborar un patrón explicativo. Concedo que a medida que se avanza en la escolaridad, especialmente en la universidad, se requieren respuestas y cada vez más precisas, pero éstas nunca deben sobrepasar, ni en cantidad ni mucho menos en calidad, a la generación de preguntas. Si aquello sucede, se desvirtúa el proceso de aprendizaje, que se vuelve meramente rutinario y falto de misterio".

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Información

Año
2019
ISBN
9789567052806
Categoría
Education
1/
LA PROPENSIÓN A APRENDER ENTRAMPADA POR LA ESCOLARIZACIÓN
Propensión a aprender
El niño propende a aprender sin límites; todo lo entusiasma y los desafíos los asume con alegría, tranquilidad y sin temor a que no podrá aprender o que lo hará mal y será sancionado por ello. Simplemente se aboca a aprender. Si durante el proceso las demandas del reto lo sobrepasan, abandonará momentáneamente la tarea para volver a ella más adelante, cuando considere que se encuentra en condiciones de acometerla, aun cuando no tenga seguridad del resultado. Si vuelve a encontrar dificultades, volverá a dejarla para regresar a ella hasta que logre hacerlo. Lo importante es que volverá a intentarlo. El freno inhibitorio que podría encontrar es que algún adulto le entregue la respuesta y/o le impida continuar.
El resultado poco le importa, pues le cautiva lo que puede ser: no se limita por lo que debería ser porque no lo afectan las creencias, las atribuciones, las expectativas ni las cosmovisiones que los adultos hemos creado. Su aprendizaje fluye a lo largo de procesos de creación de relaciones posibles, sin límites y con fronteras colindando con lo imposible.
Les fascina lo que es y lo que no es. La separación entre lo que es y lo que no es, que en el mundo adulto y en el de la ciencia separan en vez de unir, para ellos a lo sumo serán fronteras borrosas, pero nunca dicotómicas. “La capacidad que tienen los niños para pensar en cosas imposibles es maravillosa. […] Cuando nuestros hijos nos bombardean con preguntas que nos parecen ilógicas, no piden ni reclaman una respuesta. No quieren cambiar el orden establecido de las cosas. Es su manera de admirarse ante una realidad que es, pero que sencillamente podría no haber sido” (L’Ecuyer, 2015: 30).
Se mueven en al ámbito de la lógica trivalente, de la lógica borrosa, aquella del “puede ser si…” o la del “quizás sí o quizás no…”. La disyuntiva les atrae tanto que optan por cualquiera de las alternativas. Más tarde podrán justificar la elección si es que les parece. En caso contrario, sólo se quedan con el disfrute lúdico que han vivido, incluso cuando algo no les ha resultado y hasta puede haberles hecho llorar. De este modo están atentos a cómo cambian los contextos y las circunstancias de un momento a otro. En este proceder no tiene sentido la oposición dicotómica (“sí o no”, “sabe o no sabe”) porque los niños no reparan en los extremos, sino en el proceso, en aquello que ‘está ocurriendo’. Siempre es sujeto activo, nunca paciente receptivo. La lógica borrosa, polivalente, atribuye valor a la incertidumbre sin separarla de la vida cotidiana y del carácter procesual de todo cuanto acontece. Entre los extremos –‘sí o no’– convierte la posibilidad en probabilidad. El niño ‘está siendo’ o ‘está jugando’, siempre en proceso dinámico, siempre cambiando, sin certezas a priori y sin exclusión. Vive en un mundo abierto a las posibilidades y probabilidades.
Ellos no deciden vivir en medio de la incertidumbre ni de la ambigüedad ni en el caos, simplemente ‘están siendo ocurriendo’ en medio de ellos. No se trata de una opción, sino nada más que de la expresión del fluir de su ‘cognición encarnada’, cuya “resonancia corporal es un proceso principalmente inconsciente e invisible” (De Waal, 2011: 88). Simplemente se dejan conducir por la ‘propensión a aprender’, que no tiene más fin que permitirles relacionar lo que van conociendo. Parece que siempre se preguntaran ‘¿Qué pasaría si…?’, donde juegan a cambiar las condiciones para que ver que acontece procediendo como hacen los filósofos y los científicos (Gopnik, 2010). Excepcionalmente, se orientan hacia las respuestas, pues les interesa preguntar. Podríamos decir que ‘están siendo lo que preguntan’.
La pregunta condicional es prodigiosa, dado que la condición no reconoce límites para la indagación de todas las infinitas posibilidades. Después vendrán las exigencias probatorias con su rigor metodológico, tal vez mucho más tarde, ya que aflorarán en el momento en que la fascinación del estudiante por lo que “está descubriendo” se vuelva imperativa. En ese instante no rechazará esa exigencia: muy por el contrario, la agradecerá porque le ayudará a adelantar en la solución de un problema que no ha podido resolver.
La fantasía ilimitada de los niños no es el campo de la imaginación desbordada y carente de sentido, sino el campo de prueba de ideas emergentes, resultado de reflexiones diversas, no siempre conscientes, pero no por ello menos válidas, pues son análogas al descubrimiento serendípico de los científicos, que les llega sorpresivamente, sólo a condición de hallarse inmersos en la búsqueda de aquello de manera constante y sistemática. Concluir una idea novedosa no es sencillo y toma mucho tiempo de trabajo de dedicación exclusiva. Esto se nos olvida porque no acostumbramos a saber cuánto esfuerzo y confusión tuvieron aquellos de quienes estudiamos sus hallazgos como respuestas, nunca como procesos pletóricos de errores, confusiones y efímeros chispazos de claridad.
Pude presenciar al Premio Nobel de Física Richard Laughlin (1998) en el lanzmaiento de su libro Un universo diferente. La reinvención de la física en la Edad de la Emergencia, en la biblioteca de la Universidad de Stanford (donde enseña e investiga), cuando un niño de unos 12 años le consultó cuántos borradores escribió para publicar el libro. Laughlin le respondió que muchos y que todos ellos terminaron en la basura porque no servían, pero que si no los hubiera escrito jamás habría podido publicar el libro.
Pensar una idea novedosa difícilmente es el resultado de un razonamiento ordenado, lineal, claro y preciso, sino más bien es el fruto de razonamientos paralelos, confusos, parciales, que sorpresivamente irrumpen en la consciencia como una idea que trastorna y alegra, gracias a la cual todo se ordena ‘casi instantáneamente’ de acuerdo al nuevo criterio y otorgándole sentido y coherencia a muchas otras ideas que estaban dispersas y sin relación. Las estrategias que usamos para ello son diversas y pueden ser conscientes o inconscientes. De hecho, frecuentemente se nos ocurren las mejores ideas durante el sueño o en estado de somnolencia.
Einstein utilizaba mucho la alteración de sus estados de consciencia para resolver problemas de física. Tenía un diván en su estudio; se tendía en él y tenía una bola de metal en la mano y debajo un orinal, también de metal. Mientras se estaba quedando dormido, en la fase que hay entre la vigilia y el sueño, entraba en un estado alterado de consciencia (esto nos pasa a todos cuando nos vamos a dormir). Entonces la bola caía en el orinal y le despertaba, y volvía a repetirlo. Einstein contaba que los problemas más complejos los había resuelto así, en ese estado alterado de consciencia, de semi sueño. Él se ‘drogaba’ con la dimetiltriptamina de su propia glándula pineal. Es probable que la dimetiltriptamina sea también la que genera los contenidos de nuestros sueños (Atwell, 2015: 317).
En la neurociencia se avanza en la comprobación de que quién más experiencias ha tenido durante el día, esto es, aquella persona que más ha socializado a lo largo de la jornada, necesita dormir muchos más que el resto para que su cerebro limpie lo innecesario y establezca las conexiones sinápticas que le permitirán aprender de lo vivido (Lewis, 2013: 53).
Relaciones posibles, probables, realizables
En algún momento, que puede ser imperceptible para el mismo niño y niña, la curiosidad les lleva a dar un paso extraordinario cuando, al considerar todo lo que ha imaginado como posible, pondere cuáles de todas esas posibilidades tienen alguna probabilidad de suceder. Entremedio de confusiones descubrirá que lo posible tal vez jamás acontezca, pero que lo probable es aquello que tiene chance de ocurrir, que es viable o factible bajo ciertas condiciones que tratará de identificar y establecer como causas o efectos. Al continuar trabajando sobre aquello la idea podría ser realizable, sólo si continua dedicándole atención y esfuerzo, si bien, jamás contará con la certeza de que lo logrará, pues la incertidumbre siempre será omnipresente e inevitable.
El aprendizaje educativo es un proceso de creación de relaciones posibles, las que pueden pasar a probables si se conocen otras relaciones, gracias a las cuales podría llegar a ser realizables. En el proceso educativo el educando va de lo posible a lo probable y, de allí, a lo realizable. Dicho proceso puede ser abortado en cualquier momento por parte del aprendiente, puesto que en el trayecto las dificultades pueden desorientar, confundir, engañar y terminar desanimándolo. La importancia de un mediador que colabore es crucial; sin embargo, su ayuda debe ser de insinuación sin aplastar con explicaciones que pueden resultar incomprensibles y desmesuradas. El educando requiere de una ayuda, no de alguien que le solucione su problema. Como en todo, el sentido común servirá de guía idónea. En cada una de las etapas brotarán ideas que abrirán bifurcaciones por donde seguir. En muchos casos, sólo la intuición le mostrará cuál elegir.
La tentación por proponer la respuesta correcta seducirá a muchos profesores, cuando lo mejor es que solo insinúen algún criterio para seleccionar aquellos que le ayudarán a preferir un camino entre todos los otros posibles. En este proceso jamás tendrá la certidumbre de no haber errado, sino solo grados relativos de seguridad. El proceso es riesgoso y, por serlo, mantiene al que está aprendiendo en un agradable estado de alerta.
De niño, cansado de las preguntas que me hacían una y otra vez los comerciantes, sorprendidos de verme ‘en libertad’ mientras los demás niños estaban en el colegio, elaboré una pequeña frase que me presentase y zanjase de una vez por todas la cuestión: ‘Buenos días, me llamo André, soy un niño, no como caramelos y no voy a la escuela. El final de la frase solía provocar cierta inquietud. Y hoy en día todavía la sigue provocando. […] Este libro cuenta mi historia, la de un niño sin escolarizar y la del adulto en que me convertí libremente. Este libro no es un método, ni un recetario, ni una guía de anticonformismo, ni una autobiografía, sino un testimonio. Lo que se muestra en este libro es, precisamente, la multiplicidad y la individualidad de los intereses y de las maneras de aprender que la no escolarización genera. Y también ofrece la ocasión de verificar en un caso concreto si todos los males anunciados caen de verdad sobre el niño que no va a la escuela, y si se convierte, como profetizan, en un salvaje analfabeto, vegetal, asocial y aislado (Stern, 2015: 11).
El caso de Jack Andraka, quien con 15 años decide crear un método de detección del cáncer de páncreas sencillo y económico, es otro ejemplo encomiable. Para conseguir un laboratorio donde poder experimentar –es decir, ver si lo posible, aquello que soñaba, era probable– escribió a más de 200 laboratorios cercanos a su casa en Estados Unidos. Hay que imaginar la actitud de quienes recibieron las cartas y tuvieron que responderle. Después de muchos intentos y fracasos consiguió crear un mecanismo 400 veces más efectivo para detectar un cáncer de páncreas...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Créditos
  4. Índice
  5. Presentación
  6. 1/ La propensión a aprender entrampada por la escolarización
  7. 2/ Complejidades educativas emergentes y caóticas
  8. 3/ Territorios y cartografías educativas
  9. 4/ Pedagogía comunitaria: disoñando sinergias educativas con la comunidad
  10. 5/ ¿Cómo es posible el fracaso escolar si estamos dotados para aprender
  11. 6/ Educación y democracia: ¿relación educativa o escolarizada
  12. 7/ Recursividad educativa entre la EDJA y la educación infantil
  13. 8/ Propensión a aprender y desescolarización de la escuela
  14. 9/ ¿Educar o escolarizar en el posgrado
  15. 10/ Etnoeducación, educación física y escuela: transitando desde la educación informal a la escuela autoorganizada
  16. 11/Los jardines infantiles y los ambientes activos modificantes
  17. Bibliografía