El eneagrama del mulá Nasrudín
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El eneagrama del mulá Nasrudín

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El eneagrama del mulá Nasrudín

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Para conocernos a nosotros mismos solo necesitamos tres ingredientes: un buen mapa, espíritu de búsqueda y sentido del humor. No existe mejor mapa de la conciencia que el eneagrama: a veces se ha descrito como una tipología de la personalidad, pero en realidad es una puerta hacia la conciencia profunda. El espíritu de búsqueda depende del heroísmo del lector, mientras que el sentido del humor corre en las páginas de esta obra a cargo del mulá Nasrudín, el sabio loco de la tradición sufí que, con cuentos de sabiduría, nos revela nuestros defectos de carácter. El eneagrama del mulá Nasrudín reconstituye el mapa original de este sistema a partir de las enseñanzas de Claudio Naranjo, traza una historia veraz del eneagrama desde sus orígenes, y representa un revulsivo contra el "eneagrama azucarado": aquel que, viciado por la psicología positiva y el new age, ha pretendido desactivar el potencial transformador de verse a uno mismo sin adornos. Nadie es un número o una etiqueta. Pero si conoces esa parte de ti que te hace actuar como un autómata, estarás en condiciones de "sujetar al perro por la correa" en vez de ser llevado por él. Este libro te ayudará a conseguirlo.

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Información

Editorial
Plataforma
Año
2015
ISBN
9788416256877

1. Sopa de pato

Cierto día el mulá Nasrudín recibió la visita de un pariente que le llevaba un magnífico pato como regalo. Agradecido, el mulá invitó al hombre a cenar una deliciosa sopa preparada con el pato y conversaron hasta el alba. Tras hartarse de comida y con el corazón alegre, el pariente del mulá regresó a su casa con las primeras luces del alba.
No pasó mucho tiempo hasta que un desconocido llamó a la puerta de Nasrudín.
–¿Quién eres?
–Soy un pariente de tu pariente, el que te trajo el pato.
El hombre fue recibido con cortesía e invitado a saborear los restos de la sopa de la noche anterior, a la que se le añadió una pequeña porción de agua para que resultara un poco más abundante. Unas horas más tarde, el pariente del pariente de Nasrudín abandonó satisfecho la casa del mulá.
Poco tiempo después, al caer el sol, aparecieron ante la casa dos hombres más, atraídos por la generosidad de Nasrudín.
–¿Quiénes sois?
–Somos los parientes del pariente de tu pariente, el que te trajo el pato.
Así que Nasrudín los invitó a cenar los restos de la dichosa sopa, a la que añadió sal y especias, además de una nueva porción de agua para compensar su creciente pérdida de sustancia.
Una semana después, eran ya una docena los congregados ante la puerta del mulá, aporreándola sin compasión. Nasrudín, sin inmutarse, salió a recibir a la turba:
–¿Quiénes sois?
–Somos los parientes de los parientes de los parientes de los parientes de los parientes de tu pariente, el que te trajo el pato.
–Y ¿qué queréis?
–¡¡¡Sopa de pato!!!
–Muy bien, aquí tenéis.
Acto seguido, los sirvientes del mulá, previamente advertidos de la más que probable llegada de nuevos gorrones, sacaron al patio una enorme olla caliente y se aprestaron a servir a cada cual su ración de caldo.
Al probarlo, muchos escupieron entre muecas de desaprobación, y uno de los presentes exclamó enojado:
–¡Por Alá, jamás había probado una sopa más insípida!
El mulá, con un mohín de indiferencia, se limitó a responder:
–Es la sopa de la sopa de la sopa de la sopa de la sopa de la sopa de pato, que vosotros, los parientes de los parientes de los parientes de los parientes de los parientes de mi pariente, sin duda, ¡no sabéis apreciar!

Nasrudín es un célebre personaje sufí, a medio camino entre un tonto del pueblo y un sabio de la vía negativa –una corriente filosófica que nos advierte sobre la imposibilidad de conocer el trasfondo de las cosas utilizando nuestra limitada racionalidad–. Aunque se trate de un personaje de ficción, una especie de antihéroe del islam cuyas historias sirven como vehículo para transmitir enseñanzas, algunas fuentes aseguran que vivió en la península de Anatolia en algún momento entre los siglos XIII y XV; incluso existe en Bujará (una importante ciudad en la historia del eneagrama) una estatua dedicada al mulá: en ella se le puede ver montando en un burro al revés.
Nasrudín nos transmite valiosas enseñanzas sobre el funcionamiento de nuestro ego, pero al mismo tiempo parece disfrutar cayendo en situaciones ridículas con el único propósito de hacernos reflexionar. Por este motivo algunos lo han comparado con don Quijote de la Mancha.

Una noche, el mulá busca y busca a la luz de un farol. Sus amigos se acercan y le preguntan:
–Mulá, ¿qué estás buscando?
–La llave de mi casa.
Después de horas de infructuosa búsqueda, uno de ellos le dice:
–Pero ¿seguro que la has perdido aquí?
A lo que Nasrudín responde:
–No, la he perdido dentro de mi casa, pero ¡es que aquí hay más luz!

El misterioso mundo del sufismo alberga significados ocultos que podrían parecer superficiales a ojos de los no iniciados, como deja a la vista el cuento de la llave. Las palabras de Nasrudín podrían interpretarse de muchas maneras, pero de momento solo nos detendremos en la lectura que el psiquiatra y filósofo Claudio Naranjo –que durante años utilizó la riqueza de los cuentos de Nasrudín en sus enseñanzas– hizo de esta historia aparentemente humorística. Tal interpretación revela por qué sufrimos, y también nos da un remedio universal para el sufrimiento.
Esta lectura afirma a grandes rasgos lo siguiente: todos los seres humanos nacemos sin ego, pero con el tiempo desarrollamos uno como una defensa ante el desamor y la toxicidad psicológica que, en mayor o menor medida, el inocente recién llegado a la vida encuentra en el entorno que debería cuidar de él. De alguna manera, al llegar a un mundo en el que los adultos están enfermos de ego, el nuevo ser experimenta algo parecido a lo que describe la siguiente historia atribuida a Jalil Gibran:
En un pequeño pueblo vivía un hombre sabio al que todos respetaban. Una noche soñó que una lluvia envenenaría el pozo, causando en todos sus habitantes la locura. Sin saber si creer o no en la historia, decidió guardar unas vasijas de agua fresca. Poco a poco, todos enloquecieron, y por más que advirtiera de que nadie bebiera del pozo, no le hacían caso. Finalmente, fue el único cuerdo del pueblo, y todos se burlaban de él, hacían disparates y se negaban a oír sus consejos. Cuando la soledad y la tristeza se adueñaron del sabio, por fin, sintiéndose derrotado, se acercó al pozo y también bebió de él…
Es así como caemos en la locura del mundo: por mímesis con el entorno y porque nos contagiamos del desamor circundante. En esta caída, no solo nos anestesiamos de diversas maneras para no sentir el desamor y el abandono –cuando no la violencia o el rechazo–, sino que, como consecuencia de ello, nos distanciamos de nuestra esencia, renunciamos a ser para tratar de adecuarnos a lo que interpretamos que nuestros padres y otras instancias quieren de nosotros. En lugar de ser, se apodera de nosotros un vacío existencial. Es por ello que todos nos sentimos –en distintos grados– íntimamente vacíos; es por ello que todos sentimos la llamada de la búsqueda del ser, aunque muchos se hagan los sordos. Algunos se conforman con buscar el ser (la llave de la conciencia) donde hay más luz, mientras que la mayoría llega a creer que tal búsqueda es cosa de adolescentes y que, llegados a la edad adulta, debemos dejar a un lado semejantes paparruchas para dedicarnos a cosas más serias como producir, tener éxito y ganar mucho dinero.
De ese vacío de ser nace la pasión que a todos nos mueve: un impulso emocional determinado que es un intento de llenar nuestro vacío. Cabe decir que nuestro vacío no es solo una entelequia, sino que cualquiera puede concentrarse y localizarlo en el pecho o en la base del estómago. La pasión que mueve cada uno de los distintos tipos de personalidad tiene que ver con ese centro emocional. Las nueve pasiones que describe el eneagrama conforman el núcleo fundamental de cada eneatipo.
Íntimamente relacionado con ese vacío emocional, padecemos ilusiones sobre cómo llenarlo que van apareciendo conforme desarrollamos el pensamiento racional: determinadas ideas locas o planes mentales sobre lo que hay que hacer o dejar de hacer para sentirse ser. Esta ilusión tiene que ver con el centro mental (con el hemisferio izquierdo o mente lógica), y recibe el nombre de fijación. Así, cada uno de los nueve eneatipos está relacionado con una de las nueve fijaciones mentales: ideas irracionales acerca de cómo llenar el vacío.
Eneagrama de las pasiones
Eneagrama de las fijaciones
Al perseguir esas ilusiones mentales con las que tratamos de completarnos, nos salimos de nosotros mismos, nos alejamos de nuestra realidad, nos neurotizamos, sufrimos, nos congelamos, nos morimos en vida y renunciamos todavía más a ser… Poco a poco, en cada uno de nosotros se va instalando, a medida que crecemos, un tipo de carácter, como una forma de buscar lo que se ha perdido en un lugar equivocado. Así, se desarrolla una determinada personalidad de entre los nueve tipos básicos posibles que describe el eneagrama. Cada una de estas nueve personalidades se aferra a una trampa cognitivoemocional característica. El eneatipo 1 (E1) se aferra a la perfección e intenta lograr el apoyo de los demás mejorándose a sí mismo; el E2 niega su necesidad de apoyo, aunque al mismo tiempo manipula y seduce al entorno para procurárselo; el E3 glorifica la eficacia, el prestigio y el éxito, e intenta demostrarse a sí mismo que puede solo; el E4 evita frustrarse optando permanentemente por vivir en la frustración, al tiempo que, sintiéndose especial por estar en contacto con su «dolor», niega que esté desconectado del ser; el E5 se aferra al conocimiento como un sucedáneo de la vida, en su posición de observador que no quiere contaminarse de la mundanidad, aislándose para evitar la sensación de pérdida; el E6 busca la seguridad en la autoridad, la jerarquía, la sumisión o la devoción obsesiva, al tiempo que vive a la defensiva y mostrándose paranoico con su entorno; el E7 idealiza y busca el placer como una forma de escapar de la frustración de la realidad, tratando de burlar inútilmente al dolor; el E8 reacciona enfadándose ante la pérdida de apoyo y lucha con el entorno para recuperarlo, convirtiéndose en un perpetrador; el E9 evita cuidadosamente su propia interioridad, se sobreadapta a la situación actuando como si todo fuera bien, lo que lo condena a existir de un modo mecánico y carente de vida. Cada uno de los caracteres se aferra, de este modo, a un sustituto del ser.
En honor al cuento de la llave, Claudio Naranjo bautizó su teoría sobre el sufrimiento con el nombre de «teoría Nasrudín de la neurosis». En realidad, tal teoría es de Naranjo, no de Nasrudín, pero simpáticamente pone su autoría a disposición del mulá. Según su explicación, no estamos buscando la llave del ser donde la perdimos, sino donde hay más luz, lo que equivale a decir que no buscamos el ser donde lo perdimos, sino donde suponemos ciegamente que se encuentra, o donde nos movemos con mayor comodidad.
Nasrudín nos enseña la clave de ese meollo: que buscamos la llave en el lugar equivocado porque –cito de nuevo a Naranjo– «buscamos el ser allí donde nos parece que lo encontraremos, y así nos alejamos de donde está; pero si, resistiéndonos a la tentación de tales espejismos, logramos permanecer allí donde se sufre la ausencia de ser, ello permite que poco a poco tenga lugar en nosotros una especie de “engorde” existencial. La cosa es, entonces, desprenderse del chupete óntico –el simulacro de la experiencia de ser– para poder llegar a ser de verdad. Lo que no es otra cosa que decir que para alcanzar la verdadera vida hay que atreverse a perderla».

Nasrudín subió a un árbol para aserrar una rama. Alguien que pasaba, al ver cómo lo estaba haciendo, lo avisó:
–¡Cuidado! Estás mal sentado, en la punta de la rama… Te irás para abajo con ella.
–¿Piensas que soy un necio que deba creerlo?, ¿o eres un vidente que puede predecir mi futuro? –preguntó el mulá.
Sin embargo, poco después la rama cedió y Nasrudín terminó en el suelo. Entonces corrió tras el otro hombre hasta alcanzarlo:
–Tu predicción se ha cumplido. Ahora dime: ¿cómo moriré?
Por más que el hombre insistió no pudo disuadir a Nasrudín de que no era un vidente. Por fin, ya exasperado, le gritó:
–Por mí podrías morirte ahora mismo.
Apenas oyó estas palabras, el mulá cayó al suelo y se quedó inmóvil. Cuando lo encontraron sus vecinos lo depositaron en un féretro. Mientras marchaban hacia el cementerio, empezaron a discutir acerca de cuál era el camino más corto. Nasrudín perdió la paciencia y, asomando la cabeza fuera del ataúd, dijo:
–Cuando estaba vivo solía tomar por la izquierda; es el camino más rápido.

En todo proceso de búsqueda, a menudo, las cosas empeoran antes de mejorar. Esto también implica aceptar que en la búsqueda de nuestro ser nos hemos perdido por el camino, que no habitamos en nosotros mismos, que no vivimos una vida plena y que esto es un mal común a toda la humanidad, hasta el punto de que, como veremos, incluso los problemas mundiales que nos están llevando al borde de la autodestrucción tienen una raíz común en este oscurecimiento existencial que padece cada individuo.
Ante tales hechos, no es raro que los seres humanos nos sintamos a menudo extranjeros de nosotros mismos, tal como sugieren los existencialistas. Si uno tiene la suficiente madurez como para abrir los ojos a su sufrimiento existencial, descubrirá que la neurosis nos hace vivir en un estado de enajenación personal y social en el que no somos demasiado conscientes de nuestros estados internos –tal como le ocurre a Nasrudín en el cuento anterior– ni estamos demasiado despiertos ante los modos en que interactuamos con las personas que tenemos cerca. La realidad es que nos desconocemos casi por completo a nosotros mismos.
Pero ¿qué es la neurosis?
Neurosis es igual a sufrimiento. Aunque hoy en día es una palabra poco usada en el mundo de la psicología académica, su uso se reivindica cada día más en el campo de la psicoterapia humanista por...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Epígrafe
  5. Dedicatoria
  6. Índice
  7. Prefacio
  8. 1. Sopa de pato
  9. 2. El mapa del tesoro
  10. 3. Los eneatipos del mulá Nasrudín
  11. 4. Una breve historia del eneagrama
  12. 5. Diez consejos para seguir trabajando
  13. Bibliografía
  14. Colofón