Transformaciones. Ley, diversidad, sexuación
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Transformaciones. Ley, diversidad, sexuación

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Transformaciones. Ley, diversidad, sexuación

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Amigo lector, este libro no habla de las singularidades, es las singularidades mismas. Como objeto propone un universo tan disímil, que el mejor elogio que del libro puede decirse es que pone en acto la singularidad del entramado político y social que la Ley del matrimonio igualitario (tanto en la Argentina como en Francia) y la Ley de Identidad de Género (solo en la Argentina) ponen sobre la mesa. Invitamos a participar a otras voces. Escuchar y dejar hablar al Otro social, que tiene variadas opiniones sobre este tema. No hemos hecho (y lo celebro) un libro más, de psicoanalistas para psicoanalistas. Pero nuestra pasión por lo nuevo, no nos aliviará del acto, que será juzgado por sus consecuencias. Tendremos que verificar con Miller que el padre freudiano y su función de prohibición no son más que una cobertura de la hiancia estructural que el goce conlleva. Las leyes portan su núcleo de goce escondido y, por eso, ley y goce se excluyen de algún modo. Se trata de la extimidad del goce. Estamos aún entre el instante de ver y el tiempo de comprender, solo sabremos en el momento de concluir que el tiempo de comprender ha terminado. Mónica Torres

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Información

Año
2020
ISBN
9789878372297
Categoría
Psicología
Categoría
Psicoanálisis
Los psicoanalistas
Intervención en el Senado francés (1)
Jacques-Alain Miller
Le agradezco Señor Presidente su invitación a expresarme delante de la Comisión de Leyes del Senado y delante de todos los senadores.
Quisiera contarles cómo, por qué vía, por qué método de pensamiento, llegué a tomar partido, en tanto psicoanalista, por la Ley presentada bajo el nombre de “Matrimonio para todos”.
Diría que fui el primer sorprendido. Poco antes, estaba decidido a no comprometerme. Veía, en efecto, sensibilidades en carne viva y pensaba que no correspondía a un psicoanalista poner sal en las heridas. Sin embargo, mi irritación crecía al ver a los colegas comprometerse decididamente contra el proyecto de Ley. Los veía hacerlo en nombre del psicoanálisis y, a menudo, al lado de los hombres de iglesia y de religiosos. Esto me parecía una instrumentación, una instrumentalización ilegítima de nuestra disciplina.
El catalizador de mi compromiso fue simplemente el correo de un periodista del Nouvel Observateur, Eric Eichmann, al que había encontrado una vez en el patio de la Escuela Normal Superior donde nos habíamos dado la mano. Fue él quien me envió el texto del manifiesto elaborado por los partidarios a favor del matrimonio para todos. Sin embargo, este órgano de prensa, no tenía para mí nada de recomendable. Desde hace medio siglo, Le Nouvel Observateur había ignorado o ridiculizado a Jacques Lacan, a su doctrina, a sus alumnos. Lacan no había ocultado la poca estima que tenía por Jean Daniel. (2) Esto está publicado. Sin embargo, respondí que sí al instante, estaba comprometido y aliviado.
Hace una decena de años, cuando se comenzó a hablar del matrimonio para los homosexuales, me reía. Pensaba en esa fábula de La Fontaine: “El pavo real quejándose a Juno”. (3) El pavo real es un animal al que estimo porque formaba parte del círculo de amigos de los Desanti, (4) quienes exigían a sus amigos que eligieran un animal. Había elegido al pavo real por dos razones: primero, porque yo estaba ligado a la discreción y, en segundo lugar, porque me gustaba ese sonido, “paon”. (5) Ocurre en la fábula que el pavo real hubiera querido tener una hermosa voz. Pero Juno, su ama, le reñía. Censuraba su envidia. Me permitirán decir que no conozco de memoria esta fábula, la leeré: “Oiseau jaloux…” (“Ave celosa…”), –en esto pensaba cuando oí hablar por primera vez del matrimonio para los homosexuales–.
Oiseau jaloux, et qui devrais te taire,
Est-ce à toi d’envier la voix du rossignol,
Toi que l’on voit porter à l’entour de ton col
Un arc-en-ciel nué de cent sortes de soies,
Qui te panades, qui déploies
Une si riche queue, et qui semble à nos yeux
La boutique d’un lapidaire?
[…]
Tout animal n’a pas toutes propriétés.
Nous vous avons donné diverses qualités:
Les uns ont la grandeur et la force en partage;
Le faucon est léger, l’aigle plein de courage;
Le corbeau sert pour le présage;
La corneille avertit des malheurs à veni;
Tous sont contents de leur ramage.
Cesse donc de te plaindre ; ou bien, pour te punir,
Je t’ôterai ton plumage”. (6)
En efecto, los amores de los homos eran clandestinos. No estaban reconocidos por la sociedad, pero tenían en el reparto goces más numerosos, más vivos y más intensos que los heterosexuales. Escapaban a las servidumbres del matrimonio, que mi esposa que está en la sala me perdone. ¿Por qué entonces reclamar las cadenas y arrojarse a la servidumbre? Proust, Genet, Foucault, ¿casados? La idea me parecía descabellada. Habían sabido expresar tan magníficamente la fraternidad de los condenados. Defendí esta posición en la televisión, a la que iba muy poco. Pierre Bergé (7) estaba a mi izquierda, como usted señor Senador, y me aprobó calurosamente. Así estábamos. ¿Qué me hizo cambiar?
Primero, comprendí que esta reivindicación no era un “hacer semblante” o una parodia como me había parecido al principio, como aquella que se encuentra en El Balcón de Genet, sino que esta reivindicación era formulada en los términos del derecho y ponía en cuestión la igualdad de las condiciones en un dominio donde, en efecto, no había sido creada. El matrimonio republicano hasta aquí es un matrimonio profundamente reglado, modelado por el matrimonio religioso. Comprendí entonces que los homosexuales nos llamaban a un esfuerzo más para ser verdaderamente laicos y a desacoplar el matrimonio republicano del que tiene miles de razones para subsistir, el matrimonio religioso.
En segundo lugar, comprendemos que si el matrimonio es de institución divina, se lo puede considerar ne varietur (no variable), pero sí lo son las instituciones humanas. Había frecuentado bastante a Georges Dumézil, precisamente en el momento de la salida de su libro sobre los matrimonios indoeuropeos, (8) para captar la contingencia de la institución.
Por último, y en tercer lugar, mi sentimiento de psicoanalista. En el próximo enero se cumplirán cincuenta años de haber encontrado a Lacan. Me consagré a poner en forma y a difundir su enseñanza desde hace medio siglo. No pretendo hablar por él. Su hija, que nos hace el honor de estar en esta sala, me dijo que pensaba que su padre no hubiera estado a favor. No pretendo pues, de ningún modo, hablar en nombre de Jacques Lacan. Creé siete escuelas de psicoanálisis en el mundo, fundé la Asociación Mundial de Psicoanálisis que dirigí durante diez años, no soy más responsable de ninguna de estas instituciones, no hablo en nombre de estas instituciones. Soy miembro de la Escuela de la Causa Freudiana. Sus miembros parecen en gran mayoría estar a favor de este proyecto de Ley, pero esta institución decidió no tomar posición en tanto tal, no hablo entonces en nombre de la Escuela de la Causa Freudiana, hablo en mi nombre.
Entonces, digo esto. El principio mayor despejado por la experiencia del psicoanálisis, que tiene ahora un siglo, y que ha sido formulado por Jacques Lacan, es, lo digo tal cual: “no hay relación sexual”. Hay que entender: en la vida, en el inconsciente –que no es más que un modo de vivir la vida interpretándola, los seres hablantes no pueden vivir su vida sin interpretarla sin cesar–, en la vida tal como es vivida, no hay relaciones entre los sexos que estén preestablecidas. Sin excepción, los seres hablantes tienen que inventar su relación sexual. Es esto lo que los distingue de los animales, para quienes la relación sexual está programada, es siempre típica de una especie. Es para los seres hablantes como si allí hubiera un agujero en el programa.
Se dirá: “pero, al nivel de los gametos, esto es complementario”. Sin embargo, en relación a aquello de lo que se trata, es decir la sexualidad tal como es vivida, los gametos están tan cerca como los planetas. Cada niña, cada niño, tiene que inventar su manera de imaginar su sexo y el otro, de acercarse o de huir de él. No hay a nivel de la vida inconsciente complementariedad ni armonía. Se objetará las parejas felices, diciendo por ejemplo: “como psicoanalista, usted no conoce más que las parejas fracasadas”.
Me acuerdo del tiempo en el que el partido comunista francés ofrecía a las masas la imagen de parejas perfectas. Eran Maurice y Jeannette, (9) pero también Aragon y Elsa. (10) Desgraciadamente, apenas Elsa enterrada, descubrimos que las inclinaciones de Luis, por mucho tiempo refrenadas por la mano férrea rusa, se daba rienda suelta en un sentido que sorprendió y que, por otro lado, le valió recientemente a un escritor verse censurado, ya que había contado cómo Aragon se había presentado ante él, cuando era joven, en una bata roja y con la intención de hacerse sodomizar por su admirador. Excúsenme por pronunciar esa palabra. La exaltación de la mujer es a menudo propia de los maridos homosexuales. Un homosexual puede elegir por lo menos una del otro sexo para el amor y será un amor tanto más exaltado, cuanto encontrará el goce cerca de múltiples partenaires, niños, hombres, testimoniando una disyunción entre el amor y el goce.
El hecho de que no haya relación sexual en la especie humana explica justamente que se la invente, y hay muchas maneras de inventar la relación sexual entre los seres humanos. Dios es fijista, (11) y entonces nos reprocharán por ser relativistas. Diría que los progresistas, en esto, son más realistas. Simplemente piensan que el hombre no nace completo, que una falta lo habita. Jean-Jacques Rousseau, que era un optimista respecto a la historia humana, no para su propia suerte, hablaba de la perfectibilidad. Hegel explica la historia humana, en su Fenomenología del Espíritu, por el desajuste entre la verdad y el saber. Lacan la explica por el lenguaje cuando dice “la palabra es la muerte de la cosa”, es decir que con el lenguaje es finalmente muy difícil atrapar las cosas. Metáfora y metonimia desplazan incesantemente lo que queremos decir, nuestra intención es continuamente desviada, el lenguaje no se adecúa a las cosas.
Y bien, todo esto hace que, en efecto, haya una historia humana, haya una evolución, haya invenciones. Es muy normal que se tema lo nuevo cuando se está acostumbrado a lo viejo. Esto no es fácil para nadie. Resulta también que se constata que el goce hace siempre intrusión para el ser humano como por la fuerza. No hay buen encuentro con el goce y ningún plan, ningún programa, ninguna buena intención, ni el legislador más poderoso, pueden organizar la existencia sin que se deslice allí esta falla que es una cierta manera de gozar que los distingue a cada uno entre todos. No le pido a nadie aquí confesarse. La humanidad, una parte de la humanidad se analiza. Se analiza también por los que no se analizan. La idea que se debilita entre nosotros es la idea misma de lo normal. Tenemos un Presidente de la República que se presentó con esa etiqueta y constatamos que era todo salvo normal. Eso marca que la creencia en la normalidad es algo que se debilita entre nosotros.
La Iglesia católica romana se postuló a los primeros puestos del combate contra el matrimonio homosexual, no solo en Francia sino en todos los países. Sin embargo, si la posición teológica puede parecer invariable, la Iglesia católica –hay que decirlo bien– dirigida por los italianos desde hace muchísimo tiempo, dio por el contrario el ejemplo de una extraordinaria flexibilidad de adaptación. Esta conducta está bien calificada por la palabra aggiornamento. Pienso que ha habido un exceso de parte de la Iglesia católica en estos últimos tiempos. ¿Se debe a la dirección recibida de un Papa alemán? No lo sabemos. Apostaré, ya que esta tarde es el primer voto del Concilio, a que tendremos un Papa italiano y apuesto a que ese Papa sabrá moderar los excesos del período precedente y reconocer que hay que actualizarse.
Como psicoanalista, no veo en el matrimonio homosexual ninguna amenaza para la sociedad. Veo por el contrario la oportunidad para los jóvenes homosexuales, que sufren todavía la estigmatización, de dejar la fraternidad de los condenados para arribar a la fraternidad republicana.
Jean-Pierre Michel: En primer lugar quisiera agradecer al señor Miller por su intervención que, creo, nos ha nutrido mucho a todos. Puesto que estamos en el fin de las audiciones, diría sin embargo que estas han sido muy diferentes. Las comenzamos por Françoise Héritier, que en su dominio es una eminencia y las terminamos con usted. Creo que para los Senadores ha sido enriquecedor, cualesquiera sean las opiniones que han sido dadas durante todas las audiciones. Escuché muchas opiniones hostiles y debo decir que eso me ha enriquecido. Hay que comprender bien todo lo que se dice y las interrogaciones. Señor Miller, le agradezco ya que va en el sentido que la mayoría del Senado y la Asamblea desea pero, más allá de su intervención, usted no abordó del todo un problema planteado por algunos psicoanalistas, que es el problema de la filiación. Sobre el matrimonio, es decir sobre la posibilidad de que los homosexuales accedan al matrimonio republicano, no hay discusión, no puede haberla, pues ese matrimonio republicano no le quita nada a nadie y no toca el matrimonio religioso puesto que algunas personas desean casarse religiosamente. Por el contrario, la idea de filiación puede plantear muchas preguntas. Desde su punto de vista, desde el punto de vista de su reflexión intelectual y tamb...

Índice

  1. Portadilla
  2. Legales
  3. Presentación
  4. Esto no es un prólogo. Singularidades | Mónica Torres
  5. Recreo literario
  6. Los actores sociales
  7. Recreo literario
  8. Los psicoanalistas
  9. Recreo literario
  10. El cine
  11. Recreo literario
  12. Autores