IV
La práctica de la AUTOMOTIVACIÓN
Trabajar con pasión
1. Pensamiento independiente
Hizo algo completamente nuevo… porque tuvo el coraje necesario para seguir adelante sin preocuparse por si los demás lo seguían, o incluso si lo entendían.
Dag Hammarskjold
La independencia de pensamiento supone la capacidad en el individuo de elegir libremente su propio camino. Sin embargo, muchas veces la influencia externa, al indicarnos lo que debemos decir, hacer o pensar, es tan fuerte que cedemos ante ella.
El caso es que una vez que permitimos a nuestro entorno gobernar nuestra vida, las elecciones diarias dejan de estar en nuestro poder y pasan a ser dictadas por los prejuicios culturales.
Con ello, dejamos de trabajar con pasión para entregarnos a una labor que nos sirve únicamente para pagar las cuentas. Y así, poco a poco y sin que lo percibamos realmente, nuestra vida deja de ser nuestra.
“Cuando tenía 45 años se me disparó la necesidad de consolidarme profesionalmente”, recuerda Guillermo. Había ocupado puestos gerenciales en un puñado de empresas de primera línea, y se encontraba a cargo del área de marketing para América Latina de un gigante de la biotecnología.
“Me cuestioné por qué cada dos años saltaba a otro trabajo”, dice Guillermo. En esa etapa de reflexión cambió muchas cosas: se hizo vegetariano, empezó a introducirse en la cultura oriental, y a sentir que el campo y la tierra lo atraían cada vez más. Y al final, de un día para el otro renunció a su trabajo. “Sentí vértigo porque estaba saltando a la nada, pero por suerte mi mujer me apoyó muchísimo”.
En una revista, había leído un artículo sobre el té, que lo cautivó. Como no sabía absolutamente nada sobre esa infusión, resolvió contactar a una experta para que lo asesorara. Finalmente, creó una marca de té. Así de simple: “Renuncié al trabajo y fundé mi empresa”.
Parece que le va muy bien. Comercializa sus productos en 800 puntos de venta en Argentina, y ya exporta a Chile, Brasil, Venezuela y Estados Unidos. Lo más importante, dice Guillermo, es que “ahora soy mi propio jefe; por fin trabajo en algo que es mío”.
Cuando uno deja de estar obsesionado por competir con otros y acumular dinero para el futuro, empieza a sentirse libre para ser uno mismo y trabajar de acuerdo con los propios deseos y cualidades, en aquello que lo motive y le transmita la emoción de estar vivo.
Poco después de haber llegado a Barcelona procedente de Italia, Francesco fue contratado por una escuela de negocios como responsable de la organización del Primer Congreso Mundial de Gestión Económica del Deporte. El evento se llevó a cabo en el World Trade Center de Barcelona, y fue todo un éxito, con más de cien ponentes de todo el mundo y un gran número de asistentes. Luego de terminado el evento tardó varios meses en recuperarse del esfuerzo físico y psicológico que le demandó la tarea.
La actividad de organizador de un congreso, nueva para él, fue un verdadero reto, no solo porque debió implicarse a fondo a nivel personal y profesional, sino porque además le hizo entender que ser soñador y apasionado en todo no es tan malo como creía, siempre y cuando uno lo pueda manejar con equilibrio.
“En un principio me involucré tanto en mi nueva actividad, que el estrés y la responsabilidad no me dejaban conciliar el sueño –me comentó–. Luego de haber superado la primera etapa de organización, que duró seis meses, y al sentir que mi esfuerzo no era del todo apreciado por la empresa contratante, me preguntaba a mí mismo: ¿cómo podré reducir la tensión y el estrés que me causa un trabajo tan absorbente? ¿Para qué seguir siendo tan apasionado y responsable con lo que hago? ¿Vale la pena brindar toda mi energía y dedicación a quienes no lo valoran?”.
Fue así que durante el largo año que duró la organización del evento, muchas veces Francesco se criticaba por ser tan cumplidor y sensato, y a veces pensaba: “Si trabajara sin involucrarme y comprometerme con todo lo que hago, quizá viviría más tranquilo”.
Entendió finalmente que uno vive la vida del modo que cree correcto, y que no debe por ello criticarse, sino verlo como una lección de la que puede aprender.
La mayor lección que obtuvo finalmente de esa experiencia laboral fue precisamente que la pasión que ponemos en todo lo que hacemos es el patrimonio mayor que puede tener un ser humano, y, por lo tanto, si uno es apasionado en su trabajo puede lograr el objetivo que se plantee.
En nuestra última charla me relató que le había comentado a un amigo psicólogo su insatisfacción respecto del trabajo, a lo que este le respondió: “Cuando regresas del trabajo debes sentirte pleno y feliz, convencido de que es una verdadera gracia divina el poder hacer lo que te agrada; y aún más, que el mundo necesita de ese trabajo. Con ello la vida será el cielo; sin ese pensamiento, el infierno”.
Así fue que Francesco, luego de analizar detenidamente la cantidad de horas, el esfuerzo y la ilusión invertidos en un trabajo “para quienes no lo apreciaban”, decidió que era el momento de invertir toda esa energía en un trabajo “para mí”, como él lo calificaba. Por tanto, se preguntó: “¿Estoy desempeñando una labor acorde con lo que es importante para mí, con lo que me motiva? ¿Haciendo qué cosa estaría aprovechando todo mi potencial y utilizando mis talentos y habilidades?”.
Concluyó que el mejor negocio era dedicarse a la actividad que lo apasionaba, y que le permitiría además lo que más deseaba: ser independiente. En consecuencia, dejó la escuela de negocios y montó su propio despacho. Hoy se siente plenamente satisfecho por haber tomado aquella decisión.
Ser apasionados en nuestra vida tanto dentro como fuera del trabajo es una de las formas adecuadas para la plenitud del espíritu. Por ello, ¡seamos consecuentes con nuestros sueños y valores!, ¡luchemos por obtener un trabajo que nos permita crecer! Y, fundamentalmente, ¡hagamos solo lo que nos llene de orgullo y satisfacción!
2. Escuchar los mensajes del corazón
La sabiduría no viene tanto de la inteligencia como del corazón.
Peter Rosegger
Si hablamos de trabajar con pasión, una de las claves es precisamente escuchar nuestro corazón a la hora de elegir la actividad a la que nos dedicaremos.
Atender los dictados del corazón será a largo plazo de una importancia meridiana, ya que nos realizaremos como personas únicamente si estamos haciendo aquello que nos parece adecuado para nosotros, no solo como profesionales, sino como seres humanos.
¿Escuchar nuestro corazón? ¿Cómo se hace?
Es simple: cuanto más hacemos lo que verdaderamente nos agrada y más amamos lo que hacemos, más fieles somos a los dictados de nuestro corazón; y como recompensa tendremos una vida satisfactoria, plena y feliz. Porque solo si hacemos algo que nos llene daremos el cien por ciento de nuestras capacidades, y estaremos ilusionados y entusiasmados por nuestros proyectos y llenos de energía positiva para hacerlos.
¿Cómo hacer para escapar de los caminos “tradicionales”, esos que nos vienen impuestos desde pequeños, en la elección de nuestra actividad?
Uno de los pilares fundamentales en este camino es nada menos que nuestra educación. Porque si es correcta y bien guiada nos permitirá liberarnos de los convencionalismos sociales y sentir nuestra propia voz interior, que es la que nos indicará el rumbo más adecuado conforme a nuestros principios y valores.
“La educación –decía Krishnamurti a sus alumnos– tiene que ayudarles a ser tan agudamente inteligentes que puedan hacer lo que aman, y no quedar atascados en algo estúpido que los haga desgraciados por el resto de sus vidas; porque la felicidad llega cuando estamos haciendo algo que amamos de verdad, y no porque nos dé riquezas o haga de nosotros una persona destacada”.
El primer paso que debemos dar, entonces, para trabajar en aquello que nos haga felices, es evitar lo que no amamos y nos hace infelices porque, como dijo la Madre Teresa de Calcuta: “Trabajar sin amor es esclavitud”.
Debemos tener muy claro que no trabajamos para contentar a nuestro jefe o a nuestra familia, sino que lo hacemos para contentar a nuestro propio corazón. Porque en la medida en que pensemos que trabajamos únicamente por otros y para otros, empezaremos a regular y medir nuestro esfuerzo, lo que nos provocará una pérdida de entusiasmo y autoestima, y con ello perderemos el disfrute de nuestra propia vida. En definitiva, seremos solo nosotros los que saldremos perdiendo, porque al jefe es muy posible que no le importe si somos o no felices, mientras mantengamos alta nuestra productividad en la empresa.
¿Cómo decidir si estamos haciendo el trabajo adecuado?
Lo importante, primero, es advertir si estamos satisfechos con lo que hacemos. Y si no lo estamos, debemos preguntarnos en qué punto del camino hemos comenzado a perder el entusiasmo y la pasión por nuestra t...