Posmodernidad y fe
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Posmodernidad y fe

Una cosmovisión cristiana para un mundo fragmentado

  1. 240 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Posmodernidad y fe

Una cosmovisión cristiana para un mundo fragmentado

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Un libro didáctico para crecer, espiritualmente e intelectualmente, en la relación y el aporte del cristianismo a todos los ámbitos de la cultura y la sociedad; un libro para pensar y para actuar.

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Información

Año
2016
ISBN
9788482677941
Categoría
Religione

1

HACIA UNA FE CRISTIANA INTEGRAL

1. Una nueva forma de pensar
En Romanos 12:1, 2 encontramos un texto del apóstol Pablo que resulta programático para este estudio:
Así que hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos, por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.1
El texto representa algo así como una bisagra en el libro de Romanos. Aquí termina la exposición teológica del significado de la muerte y resurrección de Cristo. Ahora empieza la parte de la aplicación. Con base en la obra de Cristo, Pablo exhorta a un compromiso integral de parte del creyente. Cuando Pablo habla aquí del «cuerpo», habla de la persona entera e incluye explícitamente la mente (como se puede comprobar en las referencias a un «culto racional» y a la «renovación del entendimiento»). La persona, con todo lo que es y todo lo que tiene, ha de entregarse como sacrificio vivo a Dios. Ésta es la forma lógica de rendirle culto a Dios, en vista de lo que Dios hizo por nosotros en Cristo. El v. 2 nos dice que este compromiso implica:
  • no conformarnos a este siglo, o sea, al mundo a nuestro derredor,
  • ser transformados,
  • ser renovados en nuestro entendimiento, es decir, en nuestra mente,
  • discernir, por medio de esta renovación, la voluntad de Dios.
Usando las palabras de la versión Dios habla hoy, debemos renunciar a los criterios del tiempo presente (el «molde» que el mundo nos impone). Se nos invita a una nueva forma de vivir que se logra por medio de una nueva forma de pensar.
Este cambio en la forma de pensar es una parte fundamental del mensaje cristiano.
El término griego metanoia, que las versiones españolas traducen como «arrepentimiento», significa literalmente «cambio de mente». Así que hacerse cristiano implica en primer lugar cambiar en la forma de pensar.
Al hablar del gran mandamiento, Jesús enfatiza la importancia de la mente: «amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas» (Mr. 12:30). Incluso Jesús agrega «y con toda tu mente» al texto que cita en Deuteronomio 6:5 para dejar bien claro que amar a Dios de todo corazón incluye la mente.
Allí está el desafío que confronta todo cristiano: ¿Cómo aprender a pensar en forma bíblica y cristiana? ¿Cómo cambiar nuestra forma de pensar, cómo dejar atrás los esquemas, los moldes del mundo que nos rodea?
Al hablar de una fe cristiana integral, de una nueva forma de pensar, queremos acabar con la dicotomía que se observa en algunos cristianos evangélicos hoy. Han cambiado en algunos aspectos de su vida, dejaron borracheras, lotería, irregularidades sexuales –ya no van a la discoteca, a la plaza de toros, al cine pornográfico– pero no ha habido un cambio en su forma de pensar. Así, por ejemplo, si eran católicos antes, siguen siendo católicos en sus hábitos mentales –miran los ayunos, la oración y las vigilias como algo meritorio, algo que muestra lo espiritual que son. Si eran capitalistas antes, siguen siendo capitalistas después. La fe cristiana es un pasaporte al cielo, que implica asistir a la iglesia, tratar mejor a la señora, cuidar más a la familia, dar los diezmos a la iglesia y hasta allí llegó. No hay una verdadera compenetración con esa nueva fe. No hay pautas para cambiar su forma de manejar el negocio, su vida profesional, intelectual, académica. El joven cristiano no recibe pautas para enfrentar las dudas y los desafíos que se le plantean en sus clases de filosofía y ciencia en el colegio.
2. Tres observaciones
La motivación para este estudio surge de tres observaciones concretas:
  • Tenemos hoy en día en América Latina una minoría evangélica que crece en forma asombrosa (según algunas estadísticas hay unos 8.000 nuevos creyentes2 todos los días), que sabe que su ideología, su filosofía de vida, es distinta a la del mundo circundante, pero no sabe cuál es esa filosofía cristiana de la vida.
  • En Estados Unidos y Europa hemos visto en los últimos 150 a 200 años una secularización progresiva, en medio de una cultura profundamente arraigada en la fe cristiana. En América Latina no hay raíces profundas en el cristianismo evangélico actual y es posible que el mismo proceso de secularización (ahora en clave posmoderna) acabe con todo el crecimiento de las iglesias en una sola generación. Un cristianismo que tiene un kilómetro de ancho y sólo un centímetro de profundidad no resiste el desafío.
  • Desde la decadencia del Imperio Romano, pocas veces ha habido una oportunidad como la actual para presentar la fe cristiana. Este tiempo de la llamada posmodernidad, que ha visto el ocaso de las grandes ideologías y sistemas filosóficos, que está acabando con la fe en el progreso y en la ciencia, que deja al hombre con una vida hueca que gira alrededor del placer y de los bienes de consumo, sin valores, sin sentido, sin norte, presenta una oportunidad sin igual para ofrecer la alternativa de la fe cristiana. No una fe cristiana diluida, simplificada, reducida, que es lo que encontramos a veces en las iglesias, sino la fe cristiana como cosmovisión completa, como un conjunto de pautas para la vida y el pensamiento del ser humano.
Son éstos los desafíos que nos mueven a estudiar el tema de una fe cristiana integral, que nos impulsan a buscar un cristianismo que abarca la verdadera transformación de nuestro entendimiento. Es la nueva forma de pensar que nos lleva a una vida transformada.
3. El término «cosmovisión»
En el subtítulo de este libro está la palabra «cosmovisión» y debemos decir algo en cuanto a este término. Un texto del filósofo español José Ortega y Gasset3 aclara el concepto aun cuando no usa el término:
La vida humana es una realidad extraña, de la cual lo primero que conviene decir es que es la realidad radical, en el sentido de que a ella tenemos que referir todas las demás, ya que las demás realidades, efectivas o presuntas, tienen de un modo u otro que aparecer en ella.
La nota más trivial, pero a la vez la más importante de la vida humana, es que el hombre no tiene otro remedio que estar haciendo algo para sostenerse en la existencia. La vida nos es dada, puesto que no nos la damos a nosotros mismos, sino que nos encontramos en ella de pronto y sin saber cómo. Pero la vida que nos es dada no nos es dada hecha, sino que necesitamos hacérnosla nosotros, cada cual la suya. La vida es quehacer. Y lo más grave de estos quehaceres en que la vida consiste no es que sea preciso hacerlos, sino, en cierto modo, lo contrario –quiero decir que nos encontramos siempre forzados a hacer algo, pero no nos encontramos nunca estrictamente forzados a hacer algo determinado, que no nos es impuesto este o aquel quehacer, como le es impuesta al astro su trayectoria o a la piedra su gravitación. Antes que hacer algo, tiene cada hombre que decidir, por su cuenta y riesgo, lo que va a hacer. Pero esta decisión es imposible si el hombre no posee algunas convicciones sobre lo que son las cosas en su derredor, los otros hombres, él mismo. Sólo en vista de ellas puede preferir una acción a otra, puede, en suma, vivir.
De aquí que el hombre tenga que estar siempre en alguna creencia y que la estructura de su vida dependa primordialmente de las creencias en que esté y que los cambios más decisivos en la humanidad sean los cambios de creencias, la intensificación o debilitación de las creencias. El diagnóstico de una existencia humana –de un hombre, de un pueblo, de una época– tiene que comenzar filiando el repertorio de sus convicciones…
La cita muestra que los cristianos no somos los únicos en tener creencias –todo el mundo tiene sus creencias, sus convicciones. No es asunto de educación o de nivel intelectual. Es parte del ser humano. Encontramos creencias en toda sociedad y en toda cultura.
El término «cosmovisión» se maneja de modo especial en la antropología para describir la forma en que una comunidad o cultura contesta las preguntas fundamentales de la existencia: ¿Quiénes somos? ¿De dónde vinimos? ¿A dónde vamos? y plantea las bases de sus valores.4
De hecho existe una variedad de términos que usamos. Al nivel más sencillo podemos hablar de «creencias, convicciones, presuposiciones, valores, conceptos» y otros. A un nivel más sistemático encontramos términos como «cosmovisión, perspectiva, óptica, orientación, horizonte, ideología, filosofía, paradigma» y otros. En estos casos hablamos de un conjunto de conceptos y valores que pueden incluso tener cierta sistematización.
La misma cultura de la que formamos parte nos impone ciertas presuposiciones y valores. Es nuestra cultura que nos ha dado el respeto por la democracia (aún si la práctica no nos convence), por la figura de la mamá, la importancia de la educación, el afán por acumular bienes de consumo. Incluso es una característica de tales presuposiciones que resultan a menudo inconscientes. La persona no decidió tener estos valores o presuposiciones, y de pronto nunca se ha cuestionado si son buenos o correctos. Nos damos cuenta de nuestras presuposiciones más que todo cuando son cuestionadas, cuando nos encontramos con alguien que no las comparte.
4. El cristiano frente a la cosmovisión de su contorno
Jesús dijo que el discípulo está en el mundo pero no es del mundo (Jn. 17:11-16). Pablo dice que no hemos de conformarnos a este siglo, al mundo que nos rodea. Al mirar la historia podemos ver la lucha que esto ha significado para los creyentes de cada generación.
En el Antiguo Testamento vemos al pueblo de Israel en medio de naciones paganas, con su multiplicidad de dioses, sus imágenes, ritos y prácticas. Se trata de religiones que no distan mucho de la magia con su manipulación de poderes sobrenaturales. El pueblo de Israel tenía que preservar su identidad como pueblo de Dios en medio de este contexto. Su religión, en muchos aspectos, era diametralmente opuesta a esas religiones, pero la historia de Israel muestra cuán fácil era caer en la tentación de adaptar elementos, conceptos y mentalidades de esas otras religiones e incorporarlos dentro del culto al Dios verdadero.
En el Nuevo Testamento vemos cómo Jesús y Pablo confrontan la religiosidad y la mentalidad equivocada de los judíos del primer siglo. Pero la lucha más significativa durante los primeros siglos de la historia de la iglesia era con la cultura y la cosmovisión del mundo helenista: el dualismo del pensamiento griego, con su rechazo de lo material a favor de lo espiritual; la división del hombre en cuerpo y alma, o en cuerpo, alma y espíritu; su afirmación de la inmortalidad del alma.5 Todos estos conceptos y otros presentaron desafíos a la joven iglesia cristiana y, así como en el Antiguo Testamento, observamos la tensión entre la opción, por una parte, de luchar contra la infiltración de conceptos ajenos a la iglesia y teología cristianas, y, por otra parte, la opción de absorber buena parte de la cosmovisión griega.
Cuando surge el Gnosticismo en el siglo II, la iglesia se da cuenta del problema. La herejía gnóstica representa un matrimonio de fe cristiana y pensamiento griego: un Dios trascendental, lejano e impersonal; un Cristo que nunca fue verdaderamente hombre; una salvación que ya no es por fe sino por conocimiento (gnosis); un destino final que no consiste en la resurrección de la persona entera, sino en la liberación de la chispa divina (el espíritu) de su celda en el cuerpo.
De parte de la iglesia surge una serie ilustre de teólogos antignósticos que combaten los errores de esta herejía. Hay lucha, hay confrontación y refutación. Pero aún así es posible detectar conceptos griegos que se quedaron como parte de la teología cristiana.
En la Edad Media, cuando la iglesia ya no es una minoría en un mundo hostil, grandes teólogos como Tomás de Aquino, optan por incorporar conscientemente la filosofía aristotélica dentro de la teología y la cosmovisión cristianas. Las categorías filosóficas de Aristóteles llegaron a ser parte de la teología medieval a tal punto que un ataque de Lutero contra la influencia de Aristóteles en la teología implicaba automáticamente un ataque contra la teología de la iglesia.6
La Reforma Protestante se rebeló contra el dominio de Aristóteles. Los reformadores buscaron un verdadero retorno a la Biblia. Pero la segunda generación de teólogos protestantes recurrió nuevamente a Aristóteles en las teologías sistemáticas. Con razón se ha llamado el período después de la Reforma el «escolasticismo protestante» –era un regreso a la Edad Media. Se dio justamente cuando el mundo alrededor estaba entrando a la modernidad; justamente cuando surgió la «nueva ciencia», cuando se articularon los nuevos cuestionamientos a la iglesia, la teología y la Biblia, que resumimos con la frase «el Siglo de las Luces» o la «Ilustración». Mientras los teólogos usan las categorías filosóficas de Aristóteles para elaborar sus grandes tomos eruditos, los protagonistas del Renacimiento y de la Ilustración sacan otro elemento de la filosofía griega: la grandeza del hombre y el poder de la razón humana.
5. La importancia clave del pensamiento griego
Es a propósito que hemos enfatizado tanto el pensamiento griego en este recorrido histórico. Tanto para la teología cristiana como para el pensamiento secular occidental ha tenido un impacto desmesurado. Las objeciones de Rudolf Bultmann, un teólogo del siglo XX, contra los milagros y toda la dimensión «mitológica» de la Biblia, reflejan fielmente la objeción del mundo intelectual griego de los primeros siglos frente a la nueva fe cristiana. Marx hizo su tesis de doctorado sobre dos filósofos griegos materialistas. El escepticismo de la posmodernidad y el relativismo absoluto de nuestro tiempo tienen sus antecedentes en los sofis...

Índice

  1. Cubierta
  2. Página del título
  3. Derechos de autor
  4. Contenido
  5. Una nota personal a manera de introducción
  6. Capítulo 1: Hacia una fe cristiana integral
  7. Capítulo 2: El mundo mayor de edad
  8. Capítulo 3: El mundo del fragmento
  9. Capítulo 4: El verdadero relativismo y la base de una cosmo-visión cristiana
  10. Capítulo 5: La fe y la historia
  11. Capítulo 6: El cristiano y la política
  12. Capítulo 7: El cristiano y la economía
  13. Capítulo 8: El cristiano y la ciencia empírica
  14. Capítulo 9: Fe y psicología
  15. Apéndice: Soberanía de esferas
  16. Bibliografía