Libertad y psicología
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Tensiones y perspectivas desde Iberoamérica

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Libertad y psicología

Tensiones y perspectivas desde Iberoamérica

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Las tensiones que emergen entre la libertad y la psicología generan dinámicas y movimientos que permiten, genealógicamente, comprender diversas trayectorias y emergencias, procedencias y búsquedas cuya complejidad mantiene una permanente invitación a la investigación, a la reflexión y a la transformación. La práctica educativa, asumida como ejercicio de la libertad, al mejor estilo del formador brasilero Paulo Freire, parece ser la razón de fondo que tienen los autores de este libro, preocupados por comprender las relaciones entre la psicología y la libertad como un horizonte de significación, para reflexionar sobre estos temas.

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Información

CAPÍTULO 1
SOBRE LA LIBERTAD…

Nubia Esperanza Torres Calderón1
Siempre me he mantenido en la planta baja y en el sótano del edificio; usted afirma que si se cambia el punto de vista se ve también un piso superior donde moran huéspedes tan distinguidos como la religión, el arte y otros.
No es usted el único en esto; la mayoría de los especímenes cultos del homo natura piensan así. Usted es en esto conservador, yo soy revolucionario.
SLGMUND FREUD, EN CARTA A LUDWING BLNSWANGER
E
sta invitación a hablar de lo que podría decir una psicoanalista sobre la libertad me resulta una tarea muy inquietante, puesto que, en cuanto tal, mi experiencia se ubica más del lado del sufrimiento humano, en contacto con los enormes poderes que someten a los sujetos, los subyugan, produciendo formas de estar en el mundo y de sobrevivir en medio de afectos intensos de angustia, dolor o apagamiento. Los psicoanalistas nos acercamos a lo profundo que encadena el alma humana, a aquello que es inconfesable, aterrador o indecible; que limita, y lo abordamos desde el método de Freud, poniendo en escena un tipo particular de experiencia emocional que nos permite acceder al conocimiento de aquello que nos interesa, a la vez que se convierte en la vía de cura y alivio.
Así que inicio este camino con muchas incertidumbres, acogiéndome a los postulados psicoanalíticos sobre los avasallamientos del yo y las fuerzas que hacen parte de este avasallamiento, para, luego de situarlas, pasar a considerar un punto de vista de lo que podría llamarse un cierto sentimiento o experiencia de libertad.
Para empezar a ubicar el tipo de enfoque que tiene, en este caso, una psicoanalista, quiero subrayar algunos elementos de la manera corriente como se define la “libertad”, con el fin de usarlos propositivamente como elementos de contraste. Es claro que son escogidos con este propósito, reconociendo que dejo en este momento formulaciones que hacen énfasis en otros aspectos. Así, algunas de las acepciones corrientes de la libertad se relacionan con una facultad natural, con caos, ausencia de obstáculos, capacidad de decisiones mediadas por la razón, capacidad de obtener lo que se desea.
Contrariando los anhelos humanos descritos en el párrafo anterior, el descubrimiento de lo inconsciente que Freud hace en el desarrollo de su trabajo cuestiona y se contrapone a una psicología centrada en los procesos conscientes y a una idea de un yo unitario. Que el yo no sea amo en su propia casa es, como el mismo Freud lo plantea (2001a), una herida narcisista que sigue despertando resistencias de toda índole, ya no de manera directa contra el psicoanálisis, pero sí en el predominio de una forma de cultura que privilegia su desconocimiento radical.
La dimensión de las pasiones, de la imaginación, de los pensamientos o fantasías inconscientes, de los sueños, que no corresponden con el mundo que es posible controlar y aprehender, se desvanece. Asistimos a un tiempo en el que el mito de la época es la aritmética. Como dice Castoriadis, “lo que no se puede contar no existe. En la sociedad conteporánea no existe, y no puede existir, una base racional para la cuantificación” (2005, p. 20). Ello acompaña otros mitos, como los de la determinación y el control, donde “todo se vale” y “todo es posible”. El psicoanálisis, sin embargo, se distancia de los criterios de ciencia que hacen énfasis en la cuantificación, en la falsación, la verificación, encontrando un lugar en los terrenos discontinuos y en los movimientos oscilantes de la creación/destrucción del sentido, en los que la imaginación se considera la tarea propiamente humana que nos distingue como especie.

ELEMENTOS QUE SE OPONEN A LA EXPERIENCIA O SENTIMIENTO DE LIBERTAD

Para Freud (2001b), el yo está sometido a tres servidumbres que se contraponen entre sí, frente a las cuales tiene la tarea de mediar entre sus aspiraciones y el dolor mental que estas amenazas suponen. Se refiere a los peligros que provienen del mundo exterior, a las pulsiones y a la severidad del superyó. Al referirse al yo, Freud dice lo siguiente: “Con su posición intermedia entre el ello y la realidad sucumbe con harta frecuencia a la tendencia de hacerse adulador, oportunista y mentiroso, como un estadista que, aun teniendo una mejor intelección de las cosas, quiere seguir contando empero con el favor de la opinión pública” (p. 57).
Freud describe el yo como una estructura que contiene una doble frontera: una que percibe los estímulos que provienen de adentro del organismo y otra especializada, modificada gracias al contacto con la percepción de los estímulos que provienen del afuera. Esta doble vecindad hace que el yo se rija tanto por el principio de placer en porción más inferior, como por el principio de realidad, en su capa superior, en contacto con los estímulos externos, haciéndolo, gracias a esto último, el representante de la razón, el juicio y la prudencia. Este nexo del yo con la conciencia no debe hacernos olvidar que “es sobre todo en esencia cuerpo” (p. 27), cuerpo que ofrece a las pulsiones una vía privilegiada de presencia y acceso a la conciencia.
Cuando Freud (2001b) introduce el mecanismo de la identificación en su comprensión del funcionamiento anímico, replantea el papel del objeto, aquello hacia lo cual se dirige la pulsión en busca de satisfacción, reconociendo la historia y el destino de las relaciones objetales en la configuración del yo. En El Yo y el Ello hay un salto teórico fundamental, en el que se le ubica un papel central al mecanismo de la identificación: “proceso psicológico mediante el cual un sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un atributo de otro y se transforma total o parcialmente sobre el modelo de este” (Laplanche y Pontalís, 1983, p. 184). El yo, entonces, “es una sedimentación de las investiduras de objeto resignadas, [y] contiene las elecciones de objeto”, de modo que “el carácter de una persona adopta estos influjos provenientes de la historia de las elecciones de objeto o se defiende contra ellos” (Freud, 2001b, p. 31).
Con estos argumentos, entre otros, Freud centra la atención en el hecho de que el yo tiene sus raíces en el ello y una parte muy importante de su funcionamiento se orienta a lidiar con fuerzas de origen inconsciente. El yo está, entonces, sometido tanto por las demandas pulsionales propias avasalladoras como por la condición de presencia o ausencia de un otro cargado libidinalmente e indispensable para la supervivencia y para su devenir como sujeto. De esta manera, la respuesta del otro ante las urgencias y ansiedades que habitan el sí mismo, la calidad de lo que este puede ofrecerle y la relación creada entre los dos son los elementos centrales del proceso de estructuración del yo.
Uno de los peligros mencionados anteriormente que enfrenta el yo es la arremetida de ciertos poderes ingobernables que Freud denominó las mociones pulsionales (2001c); por este camino, el psicoanálisis nos enseña que estamos sometidos a fuerzas internas desconocidas, de orden inconsciente, actuantes, poderosas, que apuntan en la dirección de la búsqueda de una satisfacción. La pulsión está entonces anclada en el cuerpo, cargada de afecto, cuyo significante es la carne misma (Green, 1994). La noción de fuerza que amenaza con irrumpir es fundamental, pues la pulsión es la energía psíquica que nutre toda la cadena erótica de significantes, de producción psíquica, que parte del cuerpo (en experiencias primitivas de placer/displacer) y alcanza el pensamiento (en expresiones simbólicas). La intensidad afectiva presente en ciertas circunstancias vitales lleva a que, frente a la fuerza pulsional, no se sea sujeto del afecto sino objeto del afecto. Es decir, la pulsión se padece, incluso la más idealizada; la pasión de amar se sufre, y esto nos contacta en un sentido con la locura del terror al abandono y al desamparo.
En el sentido opuesto, el amor, la búsqueda de satisfacción que se dirige al otro, enfrenta también la amenaza del encuentro con ese otro, con la angustia de perderse, de diluirse o de ser invadido, agobiado, y nos ubica en el límite de la locura que nos deja sin salida. Amar conlleva entonces un doble peligro: su ausencia nos somete al desamparo, la soledad y el abandono, y su presencia nos amenaza con la fusión con el objeto, con su invasión.
Octavio Paz (2009) ilustra la irrupción de la pasión erótica con las siguientes palabras:
El encuentro erótico comienza con la visión del cuerpo deseado. Vestido o desnudo, el cuerpo es una presencia: una forma que, por un instante, es todas las formas del mundo. Apenas abrazamos esa forma, dejamos de percibirla como presencia y la asimos como una materia concreta, palpable, que cabe en nuestros brazos y que, no obstante, es ilimitada. Al abrazar a la presencia, dejamos de verla y ella misma deja de ser presencia. Dispersión del cuerpo deseado: vemos sólo unos ojos que nos miran, una garganta iluminada por la luz de una lámpara y pronto vuelta a la noche, el brillo de un muslo, la sombra que desciende del ombligo al sexo. Cada uno de estos fragmentos vive por sí solo pero alude a la totalidad del cuerpo. Ese cuerpo que, de pronto, se ha vuelto infinito. El cuerpo de mi pareja deja de ser una forma y se convierte en una substancia informe e inmensa en la que, al mismo tiempo, me pierdo y me recobro. Nos perdemos como personas y nos recobramos como sensaciones. A medida que la sensación se hace más intensa, el cuerpo que abrazamos se hace más y más inmenso. Sensación de infinitud: perdemos cuerpo en ese cuerpo. El abrazo carnal es el apogeo del cuerpo y la pérdida del cuerpo. También es la experiencia de pérdida de la identidad: dispersión de las formas de mis sensaciones y visiones, caída en una substancia oceánica, evaporación de la esencia. No hay forma ni presencia: hay la ola que nos mece, la cabalgata por las llanuras de la noche. Experiencia circular: se inicia por la abolición del cuerpo de la pareja, convertido en una substancia infinita que palpita, se expande, se contrae y nos encierra en las aguas primordiales, un instante después, la substancia se desvanece, el cuerpo vuelve a ser cuerpo y reaparece la presencia (204-205).
En esta hermosa descripción del encuentro pasional, se muestra cómo en esos momentos se desvanece el yo y el tú, para dar paso a una confusión en la que los límites se pierden. Y esto ocurre en el terreno de un encuentro esperado, en lo que llamamos lo idílico, a pesar de lo cual el riesgo de la fusión y su transitoriedad no está del todo salvado. ¿Y si la recuperación, la vuelta al ser, a la conciencia no se produce? ¿Y si quedamos atrapados en la confusión, si los límites no se restablecen? ¿Y si luego de la separación de los cuerpos y la distancia que aparece necesariamente, el yo que no se ha reintegrado del todo, se siente amenazado y vulnerado por la ausencia o la separación? Entonces, el amor, el más sublime de los afectos, pone en cuestión eso que llamamos un sí mismo diferenciado y, por este camino, su libertad, pues la pasión erótica que se despierta somete, encadena y confunde.
Los destinos de la pulsión amorosa hacen visible el tema de la distancia y la cercanía con el otro, que hacen que el sujeto esté amenazado de perder la cualidad de tal. La autonomía, que es un logro en el desarrollo, deja de ser una certeza y da paso a vulnerabilidades y dependencias de toda clase que no siempre están acompañadas de afectos placenteros, sino que, por el contrario, se padecen.
Como se dijo en un párrafo anterior, el eros al que los psicoanalistas hacemos referencia establece una cadena (Green, 2006) construida a manera de eslabones de significado de menor o mayor capacidad representativa, en constante movimiento. Impregna toda la producción anímica del sujeto, produciendo diversas organizaciones o desorganizaciones que se materializan en uniones o desuniones con los objetos y los otros, a manera de puentes construidos, frágiles, firmes o rotos, en el marco de las relaciones objetales particulares, representadas en primera instancia por la íntima relación que un sujeto tiene con sus objetos primarios.
Hasta ahora, entonces, he enfatizado en las urgencias pulsionales que habitan al ser humano, en la existencia de un yo sometido, en busca de formas de mediación con las demandas que enfrenta, y en los encuentros que se producen entre el yo, estas urgencias y la respuesta del otro indispensable. Esto es igual a decir que la fuerza, la intensidad de las urgencias pulsionales, entra en relación con la calidad y cualidad del objeto y sus respuestas, mediados por un yo temprano (frágil y necesariamente necesitado), en las que se va estableciendo móvilmente eso que podríamos llamar estructuración del sí mismo. O puede formularse también en sentido contrario: el encuentro con el otro, con el deseo del otro, hace emerger en el sí mismo el deseo y con él la manifestación de las necesidades urgentes para la vida, que a manera de marca psíquica no solo establecen rutas hacia el otro, sino que a la vez proveen elementos de lo que llamamos el sí mismo, el “yo soy” que, más que una estructura determinada, es sobre todo algo que deviene; al tiempo que algo que permanece, entre certezas, abismos y caos, en organizaciones parciales y puestas en cuestión de forma permanente.
En medio de estas fuerzas, dinámicas y relaciones con los otros, ¿qué podemos decir sobre la libertad? Hemos hecho énfasis en el sometimiento pulsional y el impacto de la relación con el otro en lo que devenimos. Sin embargo, quisiera proponer pensar en algo que podemos llamar más bien cierto sentimiento de libertad y que podría entenderse como producto de la capacidad creciente que puede tener un individuo de contener y transformar las intensidades pulsionales de forma que se logre aprender de la experiencia y, por este camino, ampliar y enriquecer los recursos internos para lidiar con el embate pulsional o las intensidades que vienen del afuera, sin tener que recurrir al sometimiento o la huida, tarea en que la historia y calidad de las relaciones vividas es central. Vuelvo sobre esto más adelante.
Desde otro vértice, Freud diría que la búsqueda de liberad se relaciona con poder hacer consciente lo inconsciente, de manera que el yo logre domeñar en parte la fuerza pulsional y liberarse, a través de un trabajo constante, de su intensidad y de los conflictos permanentes que se generan en su recorrido hacia la búsqueda de satisfacción. Lo anterior pone el acento en un trabajo psíquico permanente, en un esfuerzo que para nada corresponde a la manera natural de ser de las co...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Créditos
  4. PRESENTACIÓN
  5. INTRODUCCIÓN
  6. CAPÍTULO 1 SOBRE LA LIBERTAD…
  7. CAPITULO 2 TÉCNICAS DE GOBIERNO Y PRÁCTICAS PSICOLÓGICAS: GESTIÓN ENTRE LA DETERMINACIÓN Y LA LIBERTAD
  8. CAPÍTULO 3 EL DILEMA DE LA LIBERTAD: APORTES DEL ANÁLISIS DE LA CONDUCTA
  9. CAPÍTULO 4 “COMO UN PÁJARO EN EL CABLE”. TANTEOS SOBRE PSICOLOGÍA Y POLÍTICA
  10. CAPÍTULO 5 EL CONCEPTO DE AUTONOMÍA Y SUS IMPLICACIONES ÉTICAS PARA EL QUEHACER DE LA PSICOLOGÍA. DISCUSIONES A PARTIR DE LA OBRA DE VARELA, CASTORIADIS Y HABERMAS
  11. CAPÍTULO 6 PECECITOS EXTRAÑOS: ENSAYO ACERCA DE QUIÉN PUEDE LLEGAR A SER SUJETO
  12. CAPÍTULO 7 APROXIMACIONES AL ESTUDIO PSICOLÓGICO DE LA LIBERTAD
  13. CAPÍTULO 8 EL “TRABAJADOR LIBRE” Y LA PSICOLOGÍA DEL TRABAJO
  14. CAPÍTULO 9 TORTURA, SUBJETIVIDAD Y MEMORIA: LOS AVATARES DEL CUERPO SUFRIENTE Y LOS LIMITES ÉTICOS DE LA NARRATIVA COMO ACTO LIBERADOR
  15. CAPÍTULO 10 INDUSTRIA DE SUBJETIVIDADES: ENTRE ENUNCIADOS Y DISCURSOS
  16. CAPÍTULO 11 SUBJETIVIDADES INDÍGENAS
  17. CAPÍTULO 12 RECETAS DE LA COCINA DE LA TORRE DE MARFIL
  18. CAPÍTULO 13 DE LA LIBERTAD