Capítulo 1
Chile: un destino más en el mapa migratorio intrarregional
Carolina Stefoni
Sebastián Brito
Desde que Chile comenzó a experimentar un incremento en la migracion hacia finales de los noventa, comenzó también a crearse la idea de que el país era el destino preferido de todas aquellas personas de América del Sur que necesitaban o requerían emigrar. Esta idea no nos ha abandonado a lo largo de estos años; más bien se acrecienta conforme aumenta el porcentaje de personas migrantes en el país. Esta imagen no es inocente ni neutra o inofensiva. Puede ser que se construya sin una mala intención predeterminada, pero sus efectos son problemáticos en la medida que abre la puerta para un uso político y una construcción discursiva reticente a la migracion, o al menos a la llegada de determinados grupos nacionalistas. Cuando se instala la sensación de que llega una gran cantidad de personas y se usan términos como «invasión» o «masividad», la asociación con ideas de desborde, descontrol, peligro y amenaza no demoran en llegar. Estas imágenes forman parte de discursos políticos que circulan a través de los medios de comunicación y que van creando un estado de ánimo caracterizado por una disconformidad con la migracion, una asociación directa de estos colectivos con problemas sociales como la delincuencia, el narcotráfico y las deficiencias en los servicios sociales (Bauman 2016). De este modo se genera un estado de alerta frente a cualquier hecho negativo que pudiera producirse en la población migrante, es decir, cualquier error, conflicto o delito en el que pudiera estar involucrado una persona migrante comienza a ser utilizado para confirmar los prejuicios y estereotipos que se construyeron. Cuando se instala la idea de amenaza, las respuestas y medidas adoptadas por los Estados tenderán a articularse a partir de un relato que plantea la necesidad de reestablecer el orden perdido, terminar con el caos y con aquello que constituye la amenaza, de modo de retomar la tranquilidad que existía con anterioridad. El problema, sin embargo, no está en querer controlar el caos o reestablecer un orden, algo que estaría en las prioridades de cualquier gobierno; sino en cómo se define ese caos y qué se entiende, a partir de ello, con orden y normalidad.
Cuando las medidas hacia la migracion se sostienen en un discurso que refiere a «ordenar la casa» estamos frente al primer uso político que se le da a la migracion y que se produce incluso antes de la búsqueda del voto por parte de candidatos presidenciales o parlamentarios. Este primer uso político refiere a la posibilidad que otorga la migracion (la distinción nacional/extranjero) para definir un orden social, un estado de normalidad construido por quienes viven dentro de dicho territorio. Este orden se sustenta a partir de la demarcación de una frontera –que es socialmente construida– y que define quienes quedan a un lado de esa demarcación y quienes quedan del otro lado. Esta frontera, en sus dimensiones geográfica, política y simbólica, introduce simultáneamente el primer elemento identitario del colectivo, esto es la idea de un «nosotros» atribuible a todos quienes quedan dentro de la demarcación (Balibar 2010; Kearney 1991; Mezzadra & Neilson 2013). Este «nosotros» se transforma en un referente común que permite definir la pertenencia individual a un grupo, así como el reconocimiento mutuo entre quienes pertenecen y quiénes no lo hacen. Es en virtud de este primer uso político que el Estado explica las expulsiones, el rechazo en fronteras o la devolución de aquellos que considera quedaron fuera de la distinción. La convicción de que los derechos humanos son consustanciales a todas las personas, independientemente de su origen nacional, étnico, de género, de edad o religión, brinda cierta protección a la arbitrariedad de esta distinción, y en esa medida permite incluir en el «nosotros» a personas provenientes de otros territorios y contextos utilizando para ello categorías jurídicas especiales, como residentes definitivos, refugiados o residentes temporales. Sin embargo, estas categorías encierran ciertas condicionalidades que recuerdan que el Estado sigue siendo la entidad que autoriza la permanencia, y en cuanto tal, puede desautorizarla si así lo decide. Esto fue lo que ocurrió en República Dominicana cuando la sentencia 168/13 (13 de septiembre de 2013) dictaminada por el Tribunal Constitucional estableció que solo eran dominicanos aquellos nacidos en el dicho territorio y de padres dominicanos o residentes legales, norma que se aplicó retroactivamente para todos aquellos nacidos entre 1929 y 2010. Con ello cientos de miles de hijos haitianos nacidos en República Dominicana fueron desnacionalizados por el Estado. Ocurrió también cuando el régimen nazi decidió que un grupo específico de ciudadanos, en este caso los judíos, ya no era parte de dicho Estado. Ocurre también a diario, cuando los Estados expulsan a extranjeros que teniendo la residencia, son obligados a abandonar el territorio debido, por ejemplo, a delitos o faltas cometidas.
El segundo uso político que encontramos en la expresión de ordenar la casa, refiere precisamente al concepto de orden en su sentido más común: poner las cosas en su lugar, guardar, separar y organizar. Este objetivo, sin embargo, es más complejo porque requiere el uso de una serie de dispositivos que p...