Jesús el Mesías
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Jesús el Mesías

Un estudio de la vida de Cristo

Robert Harry Stein

  1. 336 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Jesús el Mesías

Un estudio de la vida de Cristo

Robert Harry Stein

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Información del libro

En una época en la que los críticos no cesan de publicar diferentes interpretaciones de Jesús (el revolucionario, el pacifista, el gran desconocido, y otras versiones influencias por nuestra mentalidad moderna), en Jesús el Mesías, Stein nos presenta al Jesús Bíblico.Uniendo su larga investigación sobre Jesús y los textos de los Evangelios, Stein nos ofrece un estudio tanto de las enseñanzas como de los acontecimientos más importantes de su vida.El estilo de escritura de este autor es muy claro y sus argumentos están muy elaborados, por lo que Jesús el Mesías es una fuente imprescindible para todo aquel que tenga preguntas sobre la vida y el ministerio de Jesús.

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Información

Año
2006
ISBN
9788482675879
Segunda parte:
LA VIDA DE CRISTO
4
CONCEBIDO POR EL ESPÍRITU SANTO, NACIDO DE LA VIRGEN MARÍA
Cómo comenzó todo
A lo largo de toda su historia, la iglesia cristiana ha confesado que Jesús de Nazaret «fue concebido por el Espíritu Santo y nació de la Virgen María» Esta afirmación surge de los relatos que encontramos en Mateo 1:18-25 y Lucas 1:26-38, 46-56; 2:1-7. Se ha pretendido ver alusiones al nacimiento virginal, o mejor aun, a la «concepción virginal» en muchos pasajes.
Marcos 6:3 Se habla de Jesús como hijo de María en lugar de presentarle como hijo de José.
Juan 1:13 Al parecer Juan está pensando en el nacimiento virginal cuando habla de nacer «no de sangre o de voluntad de carne».
Juan 6:41-51 De nuevo parece que Juan tiene en mente el nacimiento virginal.
Juan 7: 41-42 Puesto que, al parecer, Juan sabe del nacimiento de Jesús en Belén, se asume que también ha de conocer la naturaleza virginal de la concepción.
Juan 8:41 La afirmación de los adversarios de Jesús en el sentido de que ellos no son «hijos ilegítimos» se considera como un ataque contra la pretendida concepción virginal de Jesús, que ellos consideran un intento de ocultar su carácter ilegítimo.
Romanos 1:3 Se dice que Jesús «desciende» de David, no que haya «nacido»de él.
Gálatas 4:4 Se dice que Jesús es (literalmente) concebido [genomenon] «de mujer» no «nacido [gennomenon] de mujer»
Filipenses 2:7 Se dice que Jesús tomó la forma de siervo, no que nació en esa condición.
Estas referencias nunca serían, por sí mismas, base suficiente para establecer una doctrina de la concepción virginal. En el mejor de los casos se trata de alusiones a esta doctrina que se establece sólidamente sobre la enseñanza que encontramos en los relatos de Mateo y de Lucas. Aun si las consideramos como meras alusiones, resultan muy débiles y fácilmente podrían explicarse de un modo distinto. Por ejemplo, en Gálatas 4:4 Pablo no pretende demostrar el carácter «distinto» de Jesús, sino más bien su semejanza con aquellos que vino a redimir. Por ello, la expresión «nacido de mujer» pretende establecer la verdadera humanidad de Jesús (comparar con Job 14:1, donde la misma palabra griega sirve para denotar un nacimiento normal).
Críticas a la concepción virginal
Se han planteado muchas críticas con respecto a la concepción virginal y los relatos relacionados con esta enseñanza. Para algunos, la posibilidad misma de una concepción y un nacimiento de este tipo queda excluida como una consecuencia lógica de la eliminación de todo lo sobrenatural de la Historia (ver el primer capítulo). Si los milagros son imposibles, no puede darse en tal caso una concepción virginal. Aunque para apoyar este punto de vista se ofrecen varios argumentos, éstos no son la verdadera causa de su punto de vista sino que, en el mejor de los casos, son solo apoyos adicionales. La causa real es que han eliminado lo sobrenatural de la Historia. Sin embargo, algunos dudan de la afirmación de la concepción virginal que encontramos en Mateo y Lucas debido a las dificultades históricas relacionadas con los relatos bíblicos. Por ello, la enseñanza tradicional de la iglesia cristiana sobre este asunto ha de hacer frente a tales argumentos.
Probablemente, el argumento más frecuente que se plantea contra la concepción virginal es el hecho de que existen demasiados relatos similares en la literatura antigua para que podamos tomarnos en serio lo que dice el texto de los Evangelios. Según este punto de vista, los relatos de Mateo y de Lucas surgieron entre cristianos griegos que estaban muy familiarizados con los muchos mitos del paganismo que hablaban del nacimiento virginal de varios de los dioses y súper héroes griegos. Consecuentemente, los cristianos de la iglesia primitiva crearon un relato similar de su héroe y «Señor».
Dos de las analogías que se repiten con más frecuencia, son el mito de Perseo, que nació del amor entre su madre Dana y Zeus, siendo concebido mediante una lluvia de oro que descendió sobre ella, y el nacimiento de Hércules que fue el fruto del amor entre Zeus y una humana.
Sin embargo, cuando los examinamos con atención, todos estos supuestos «paralelos» resultan ser muy diferentes de los relatos del Nuevo Testamento. Casi todos los relatos paganos describen un encuentro sexual entre un dios y una mujer. Por ello, en la mayoría de los casos, la mujer en cuestión no puede pretender que es virgen, y en el caso de que lo hubiera sido antes de tal relación obviamente dejaría de serlo después de ella. Aun en el caso del nacimiento de Perseo, su concepción se debe claramente a la adúltera lujuria que Zeus siente hacia la que será su madre. Aunque es cierto que la literatura griega está repleta de relatos de nacimientos sobrenaturales, éstos siempre implican una fecundación de carácter físico. En el paganismo, pues, no existen relatos de nacimientos virginales. No hay ninguna clara analogía capaz de suscitar los relatos de los Evangelios.
Cuando comparamos minuciosamente los mitos paganos con los relatos de los Evangelios obtenemos un contundente argumento contra la supuesta derivación de estos últimos a partir de los primeros. Cuanto más cuidadosamente los comparamos, más claro se aprecia el contraste absoluto que hay entre ellos. Por lo que hace a nacimientos sobrenaturales, el paganismo ofrece muchos ejemplos. Siendo, no obstante, de naturaleza sexual, no nos ofrecen verdaderos paralelos con los relatos de los Evangelios. El carácter asexual de las narraciones evangélicas se observa claramente cuando nos hacemos preguntas como «¿Se menciona algún tipo de lujuria por parte de YHWH hacia María?» o, «¿Cómo fecundó el Espíritu Santo a María?». El mero planteamiento de tales cuestiones resulta ya ofensivo, y ello muestra a las claras la gran diferencia que existe entre los relatos de los Evangelios y los que encontramos en el paganismo. Las insinuaciones de un apareamiento entre María y el ángel Gabriel resultan igualmente repulsivas. Los Padres de la Iglesia eran muy conscientes de este agudo contraste entre los relatos bíblicos de la concepción virginal y estos supuestos paralelos con las narraciones paganas, y así lo expresaron en sus escritos (ver la Apología de Tertuliano [15,21] y la obra de Orígenes, Contra Celso 1,37).
Probablemente, el argumento más contundente contra los mencionados intentos de atribuir un origen pagano a los relatos de la concepción virginal sea la naturaleza judía de tales relatos. Estas narraciones de los Evangelios acerca del nacimiento de Jesús no surgieron entre los cristianos griegos. Por el contrario, esta parte del texto de Lucas es la sección más judía de todo su Evangelio. El relato no surgió en una iglesia helenista, sino en un contexto judaico. Y ¿cómo pudo suscitarse dentro del judaísmo la narración de una concepción virginal? Aun en un contexto judeo helenista hubiera sido absolutamente imposible que surgiera ningún texto con el más ligero atisbo de sexualidad entre Dios y María.
Se ha sugerido que los relatos de la concepción virginal podrían haber surgido entre cristianos de origen judío debido a la interpretación que hacía la Iglesia de Isaías 7:14. Puesto que se trata de una profecía que predice un alumbramiento por parte de una virgen, se afirma que la Iglesia creó los relatos del nacimiento virginal para dar cumplimiento a esta profecía. El problema que plantea esta explicación es que, durante el primer siglo, el texto de Isaías 7:14 no se interpretó como una alusión a la concepción virginal. La interpretación predominante consideraba que este versículo hacía referencia a una muchacha joven (el término hebreo almah describe principalmente a una «mujer joven» que puede o no ser virgen), y se entendía como una referencia a Ezequías, el hijo y sucesor del rey Acaz. Tampoco hay ninguna evidencia de que este pasaje se interpretara con un sentido mesiánico dentro del judaísmo. En la Septuaginta, la traducción griega del Antiguo Testamento, se utiliza la palabra parthenos (virgen), sin embargo, lo que se quería significar era que una muchacha, que en aquel momento era virgen, daría a luz tras concebir, no de un modo extraordinario por el que seguiría en un estado de virginidad, sino de un modo natural.
Por ello, aunque es comprensible que la Iglesia interpretara Isaías 7:14 como una referencia profética a la concepción virginal debido a una tradición ya establecida acerca de esta cuestión, no es nada probable que el proceso se hubiera producido en dirección contraria. Es muy difícil de creer que, sin la existencia de una tradición plenamente establecida respecto a la concepción virginal, la mera lectura de Isaías 7:14 diera lugar a los relatos bíblicos de Mateo y Lucas. Fue la narración evangélica lo que dio lugar a la interpretación mesiánica de este pasaje, no al contrario.
En Mateo 2:23 encontramos un buen ejemplo de este proceso: «y llegó y habitó en una ciudad llamada Nazaret, para que se cumpliera lo que fue dicho por medio de los profetas: Será llamado Nazareno». Este texto bíblico nunca hubiera podido dar origen a la tradición de que Jesús creció en Nazaret. El que Mateo lo utilice se debe a que ya había una tradición en el sentido de que Jesús vivió en Nazaret. La mayoría de profecías que se refieren al nacimiento de Jesús parecen ser ideas posteriores o reflexiones sobre las tradiciones evangélicas ya existentes. Es difícil de entender que de tales profecías hubieran podido surgir tradiciones históricas. Sin duda, para Mateo hubiera sido muy difícil poder decir: «Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había hablado por medio del profeta» (Mt 1:22), si él mismo hubiera creado el relato para dar cumplimiento a la profecía bíblica. El hecho de que estas explicaciones que estamos comentando pretendan que estos materiales fueron creados por la «iglesia anónima» pone de relieve esta dificultad. Sin embargo, cualquiera de la Iglesia que hubiera creado esta tradición habría tenido que hacer frente al mismo problema. Por otra parte, la mayoría de leyendas creadas por esta clase de interpretación midráshica requieren un periodo de tiempo más largo que el que existe entre el Jesús histórico y el establecimiento de las tradiciones que subyacen bajo los relatos de la concepción virginal de Mateo y Lucas.
Dentro del judaísmo se negó rotundamente la concepción virginal y se dio una explicación alternativa. La explicación giraba alrededor de la palabra griega parthenos (virgen). Se afirmaba que Jesús no procedía de una virgen sino que era fruto de una relación ilegítima entre María y un soldado llamado Pantera (o Pandira). De modo que Jesús no había sido concebido de manera sobrenatural por una virgen (parthenos) que estaba desposada con José. Por el contrario, todo este mito se creó para encubrir el adulterio de María con Pantera que lógicamente hacía de Jesús un hijo ilegítimo (ver el apartado «fuentes judías» en el capítulo segundo; ver también la obra de Orígenes, Contra Celso 1.28; tb Sanedrín 106a y b; Yebamot 49a). Esta parodia que se fundamentaba en el cambio de posición de la r y la n del término griego no tiene ninguna evidencia histórica donde apoyarse. Surgió como una estratagema de la reacción propagandística judía dirigida contra la proclamación cristiana de la concepción virginal.
Tras examinar todas las supuestas analogías del paganismo y todos los presuntos orígenes veterotestamentarios de los relatos evangélicos, es evidente que no hay ejemplos adecuados de una concepción virginal que expliquen que Jesús fue «concebido por el Espíritu Santo y nacido de la virgen María». Las explicaciones racionalistas del origen de estos relatos bíblicos siempre serán incompletas debido a la ausencia de cualquier analogía seria que pueda haber producido su creación. Por otra parte, entre los cristianos de origen judío no había ninguna necesidad de una concepción virginal milagrosa del Mesías. En el pensamiento judío, el Mesías sería descendiente de David mediante una concepción natural. En un contexto griego, sometido a la intensa presión del dualismo filosófico del gnosticismo o del platonismo, una concepción virginal podía, de algún modo, proteger al descendiente de la «contaminación física». Sin embargo, esta explicación sería completamente ajena al judaísmo puesto que en este contexto nunca se habría considerado de un modo negativo que el Mesías hubiera nacido mediante un proceso estrictamente natural. Como hemos dicho antes, los relatos de la concepción virginal revelan claramente un origen judío, no griego.
Dificultades históricas de los relatos bíblicos
Además de la dificultad que ya de por sí plantea para algunos la concepción virginal, los relatos bíblicos que la registran contienen algunas dificultades históricas añadidas. Dos de ellas, el mandato de Cirenio como gobernador y la aparición de la estrella de Belén ya las hemos comentado en el capítulo anterior (ver los apartados, «Las Fechas de Lucas» y la «Visita de los Magos»). Aquí consideraremos las dificultades históricas que surgen de las frases: «para que se hiciera un censo de todo el mundo habitado» (Lc 2:1); «siendo, como se suponía, hijo de José» (Lc 3:23); y «Raquel que llora por sus hijos» (Mt 2:18).
«Para que se hiciera un censo de todo el mundo habitado». La afirmación de que en el tiempo del nacimiento de Jesús se estaba llevando a cabo un censo universal (Lc 2:1) plantea un serio problema. La New International Version (NIV), traduce el término oikumenen (mundo) como «mundo romano». Esta traducción refleja mejor el pensamiento de Lucas que la expresión «todo el mundo» que encontramos en otras versiones. La naturaleza hiperbólica que tiene este término para Lucas puede verse en Hechos 11:28, donde éste se refiere a la hambruna que se estaba produciendo específicamente en Judea como un fenómeno que sucedía «en todo el mundo» De hecho, en Lucas 1-2 aparecen veintitrés veces los términos «todo» y «entero».
Durante el reinado de César Augusto no hubo ningún censo que se llevara a cabo en todo el Imperio Romano al mismo tiempo. No obstante, durante su mandato sí se realizaron varios censos y valoraciones censales de manera sistemática, de modo que finalmente se cubrió la totalidad del imperio (ver las obras de Tácito, Anales; Dio Casio 53.30.2). Existen muchos registros de tales operaciones administrativas; de hecho tenemos censos completos de algunas ciudades estado autónomas. Sabemos que desde el año 34 dC. al 258, en Egipto se llevaron a cabo censos cada catorce años (Papiro Oxyrhyunchus 2:254-256) y que los censos de los ciudadanos romanos se recopilaron en los años 28 y 18 aC., y en el 14 dC. (Suetonio, Augusto 27:5). De igual modo, en las Galias hubo un censo en los años 27 y 12 aC. y 14-16 dC. Se conoce también la existencia de censos en otros lugares. La existencia de un censo de estas características en Judea no sería, por tanto, imposible sino bastante probable.
El que César Augusto propugnara un decreto «para que se hiciera un censo de todo el mundo habitado» no tiene necesariamente que interpretarse como la referencia a un solo censo universal. Puede aludir a la institución de un programa por el que varios censos, en distintos lugares y momentos acabarían abarcando la totalidad del imperio. Puede ser que Lucas no esté utilizando un lenguaje técnico y que simplemente quiera referirse a un aspecto de este censo tan amplio que había promulgado César Augusto, a saber, el que afectaba a José y a María.
Se ha planteado también la objeción de que tales censos no requerían que se viajase a la localidad de nacimiento o hacerse acompañar necesariamente de la esposa. La última objeción carece de peso significativo, al menos por dos razones. Aunque no fuera necesario que María se desplazase a Belén, hubiera podido acompañar a José por propio deseo lo cual, dadas la condiciones, sería de lo más natural. Por otra parte, si María había reflexionado acerca de las palabras que había oído en el sentido de que su hijo iba a heredar «el trono de su padre David» bien podía desear que éste naciera en Belén, la «ciudad de David». En segundo lugar, hay constancia de ciertos censos en los que se requería la presentación de las mujeres. Respecto a la objeción de que no era necesario desplazarse al lugar de nacimiento, no existe ninguna evidencia de ello. Por el contrario, se sabe de ciertos censos en que se obligaba al padre de familia a censarse en el pueblo de sus antepasados. En el caso de Israel, bien podía haberse tenido en cuenta el apego judío a las relaciones ancestrales para delimitar las condiciones del censo.
«Siendo, como se suponía, hijo de José». En los Evangelios, Jesús aparece en dos distintas genealogías: Mateo 1:1-16 y Lucas 3:23-38. Las diferencias entre estos dos registros se han considerado y debatido desde los mismos inicios de la Iglesia. Algunas de las diferencias no suponen prácticamente ningún problema. El hecho de que la genealogía de Mateo se trace solo hasta Abraham, mientras que la de Lucas se prolonga hasta Adán, nunca se ha visto como una cuestión problemática sino solo como la revelación de los intereses teológicos complementarios de los dos evangelistas. Mateo quería mostrar a sus lectores judeo cristianos que Jesús representaba el cumplimiento de todas las esperanzas y promesas del pueblo judío. Esta es la razón por la que su genealogía se remonta solo hasta Abraham, el padre del pueblo...

Índice

  1. Cubierta
  2. Página del título
  3. Derechos de autor
  4. Índice
  5. Presentación de la Colección Teológica Contemporánea
  6. Abreviaturas
  7. Prefacio
  8. Introducción
  9. Primera parte: Cuestiones clave al estudiar la vida de Cristo
  10. Segunda parte: La vida de Cristo
  11. Bibliografía en castellano