Historia contemporánea de la Iglesia católica en el Perú
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Historia contemporánea de la Iglesia católica en el Perú

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Historia contemporánea de la Iglesia católica en el Perú

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Repaso por el camino recorrido por la Iglesia en el Perú durante el siglo XX.La Iglesia católica ha tenido un rol protagónico en la historia del Perú desde el siglo XVI hasta nuestros días. Para mantener su vigencia y arraigo, esta institución tuvo que pasar por una renovación que implicó entrar en diálogo con el mundo moderno. Así pues, en su camino "modernizador", y a partir del Concilio Vaticano II (1962-1965), la Iglesia sentó sus nuevas bases en la teología de la liberación y en los diversos movimientos laicales, para complementar la labor hecha por la jerarquía. Asimismo, la Iglesia católica tuvo que adaptarse a las nuevas coyunturas que marcaron al país, como el régimen de Juan Velasco Alvarado y la época de violencia que surgió en los años ochenta; por ello, el último capítulo de este libro repasa las relaciones entre esta institución y el Estado a partir de la segunda mitad del siglo XX. Sin duda, este libro muestra el camino recorrido por la Iglesia durante el siglo pasado, que le ha servido para abrirse paso y consolidarse, con renovado ímpetu, enlas nuevas generaciones.

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Información

Año
2017
ISBN
9786123172176
Capítulo II.
La Acción Católica Peruana
Grupos precursores
Después de la renovación de la vida religiosa, el fenómeno más importante en la historia de la Iglesia católica fue el surgimiento de la Acción Católica, un movimiento laical que sirvió para revitalizarla. Ya en el siglo XIX habían surgido movimientos en Europa y América Latina que enfrentaban la crisis de un catolicismo letárgico que no tenía una respuesta positiva a los retos de la época. En el Perú apareció la Unión Católica de Caballeros y Damas, fundada en 1886 a raíz de la segunda expulsión de los jesuitas del Perú.
En 1891, el papa León XIII publicó la encíclica Rerum Novarum (De las Nuevas Cosas) que fue el primer mensaje social de la Iglesia. En ella, el papa hizo un llamado a favor de los derechos de los obreros. Al mismo tiempo condenó el comunismo por su ser una filosofía deshumanizante. Así pues, fue el papa Pío XI (1922-1939) el que más promovió la Acción Católica.
La Acción Católica fue una asociación de laicos que asumieron la misión de defender a la Iglesia de sus críticos y promover los valores católicos en el mundo, es decir, en el lugar del trabajo, en las universidades, en la política, en el foro público en general. Tomó como modelo a la Acción Católica Italiana que dividía a los miembros en secciones para hombres, mujeres y jóvenes. En cuanto a su organización, la unidad básica fue la parroquia. Los miembros se reunían semanalmente y discutían entre ellos las encíclicas y otros documentos de la Iglesia, o bien, se dedicaban a leer alguna obra apologética en defensa del catolicismo. En este contexto, los ensayos de G.K. Chesterton y las novelas de Graham Greene eran especialmente populares.
Esta agrupación también realizó actividades como la anual comunión pascual. En el siglo XIX, muchos hombres habían dejado la práctica de la fe, por lo tanto, los jóvenes de Acción Católica hicieron un esfuerzo especial para manifestar su fe públicamente, en este caso, comulgando el día de la Pascua de Resurrección.
Cabe resaltar que en el Perú había varios movimientos precursores. Monseñor Pedro Pablo Drinot y Piérola promovió los primeros grupos de la Acción Católica, cuyos miembros, en su mayoría, provenían de los nuevos colegios religiosos. En 1895, el sacerdote jesuita Manuel Fernández de Córdoba fundó el Centro de la Juventud Católica en el Colegio La Inmaculada. El centro se inspiró en las congregaciones marianas tradicionales de los jesuitas. Entre otros asesores se encontraban los sacerdotes Manuel Abreu y Juan Albacete. Algunos de los miembros del centro, Cargin Allison, Manuel Vélez, Jorge Arce, Henry Loveday, David Vega Christie, fueron cofundadores de la Acción Católica Nacional.
En 1915, el padre Jorge Dintilhac fundó otro grupo en el Colegio de la Recoleta, regentado por los padres de los Sagrados Corazones: Acción Católica de la Juventud. Entre sus miembros destacados se encontraban Ismael Bielich, futuro ministro del gobierno de Bustamante y Rivero, y Javier Correa y Elías. También en 1930, Dintilhac fundó el Centro de Extensión Católica, que contaba con César Arróspide de la Flor, Gerardo Alarco, Ernesto Alayza Grundy, José Pareja Paz Soldán, David Vega Christie y Alberto Wagner de Reyna. El asesor fue el padre Plácido Ayala, también de los Sagrados Corazones.
El hombre que por excelencia llegó a simbolizar la Acción Católica Peruana fue César Arróspide de la Flor, hombre sumamente culto, alumno de La Recoleta y de San Marcos. Dictaba cursos de historia de música en su alma máter y en la Universidad Católica, donde también llegó a ser decano de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas. En 1926 fundó el grupo Acción Social de la Juventud, que pretendía ser una respuesta católica a la YMCA (la Asociación de Jóvenes Cristianos). En esa época la «Guay» fue considerada un centro de proselitismo protestante.
Arróspide también fue cofundador, en 1930, con Gerardo Alarco, Roberto Pérez del Pozo y Ernesto Alayza Grundy, del Centro Fides, que reunía a jóvenes universitarios y a profesionales de toda Lima. Entre los conferencistas destacados figuraban Víctor Andrés Belaunde, José de la Riva-Agüero, Luis Bedoya Reyes, Fernando Belaunde Terry, Edgardo Seoane y Fernando Stiglich. Esta agrupación dejó de existir en la década de 1950.
En 1929 se fundó el Centro Católico de Miraflores, cuyo promotor y asesor principal fue el padre Amelio Placencia, sacerdote vicentino de origen español, quien había trabajado durante muchos años en México donde había sido testigo de la revolución, experiencia que le había enseñado la importancia de inculcar el mensaje social de la Iglesia en los católicos. En tal sentido, los jóvenes que acudían a las reuniones también realizaban trabajos sociales en una escuela nocturna para obreros en Surquillo. El padre Placencia también fue asesor del Centro Católico de Barranco y durante un tiempo fue el asesor nacional de la Unión Nacional de Estudiantes Católicos.
También surgieron distintos centros en provincias. En Arequipa el padre Juan Guevara, el futuro cardenal, fundó un centro de la Acción Católica que contaba entre sus miembros a Rafael Belaunde, Guillermo Marcó del Pont, Manuel E. de Piérola y los hermanos Alberto, Roberto y Alfredo López de Romaña. En la diócesis de Trujillo, el obispo Carlos García Irigoyen promovía la Acción Católica. A su vez, surgieron centros en Simbal y Ascope. El padre Conrado Oquillas fue el asesor de la Liga de Acción Católica de Caballeros.
Entre las mujeres también florecían muchos grupos, sobre todo en los colegios regentados por las Madres de los Sagrados Corazones.
Fundación, 1935
Los dos prelados que más promovieron la Acción Católica a nivel nacional fueron Mariano Holguín, el obispo de Arequipa, y Pedro Pascual Farfán, el obispo de Cusco y posteriormente arzobispo de Lima. Holguín fue arequipeño de nacimiento. Entró en la orden franciscana y llegó a ser obispo de Huaraz en 1904, y de Arequipa desde 1906 hasta su muerte en 1945. También, entre 1931 y 1933 fue administrador apostólico de Lima, tras la renuncia del arzobispo Lissón. Le tocó actuar como Presidente de la República durante algunas horas en marzo de 1931 cuando Sánchez Cerro dimitió para ser candidato a la presidencia. Los dos candidatos principales para el Arzobispado de Lima eran Holguín y Farfán. A pesar de los esfuerzos de otro arequipeño, Víctor Andrés Belaunde, Holguín no alcanzó los votos necesarios en el Congreso. De todas maneras, contribuyó mucho a la creación de la Acción Católica, tanto en Arequipa como en todo el país. En 1896, fundó los Círculos Católicos de Obreros y en 1925, la Acción Católica arequipeña.
Pedro Pascual Farfán había sido el sucesor de Holguín como obispo de Huaraz, cargo que ocupó entre 1906 y 1918, cuando fue nombrado obispo de Cusco, su ciudad natal. También fue presidente del Patronato de la Raza Indígena. En ese contexto, en 1928, se realizó el Primero Congreso Eucarístico Diocesano, un ensayo para el Congreso Eucarístico Nacional de 1935.
En Lima, Farfán tuvo que enfrentar el liberalismo anticlerical y al positivismo que había influido en muchos universitarios. Además, el APRA y el socialismo habían impactado en las clases populares. De igual forma, había sido acusado de predicar un paternalismo inapropiado para el siglo XX. Sin embargo, siempre citaba el mensaje social de la Iglesia en sus pronunciamientos públicos. En una entrevista declaró que la caridad no puede remediar todo: la justicia social también es necesaria. También señaló que hay «buenos cristianos en todos los partidos: en la Derecha y en la Izquierda»2. Semejante testimonio habría sido inconcebible en un clérigo del siglo XIX. Conviene contrastar lo dicho por Farfán con el folleto escrito por el padre Rubén Vargas «¿Aprista o católico?» (1934), en que el autor jesuita aseguraba que un católico no podía pertenecer al APRA, la Izquierda de su tiempo.
El Congreso Eucarístico Nacional, 1935
Hacia fines de 1934 Farfán puso en marcha los preparativos para el primer congreso eucarístico nacional en el Perú. La idea original de este evento nació en Francia en 1882 como parte de la reacción de la Iglesia frente al laicismo y al anticlericalismo. Pronto se organizaron congresos eucarísticos en todo el mundo católico, siempre con el fin de fortalecer a los fieles en su fe y demostrar públicamente el poder del catolicismo. El congreso de 1935 fue el fruto de los esfuerzos de los centros y grupos de la Acción Católica en Lima y provincias.
En preparación para el congreso, se realizaron semanas eucarísticas en las parroquias durante todo el año. Al respecto, se crearon grandes expectativas tanto entre los adultos como en los escolares. El evento se realizó entre el 23 y el 27 de octubre y se calcula que participaron alrededor de cien mil personas. Miles de fieles comulgaron. Desfilaron en orden muchos grupos: la Unión Católica de Caballeros y la Unión Católica de Damas, los alumnos de la Universidad Católica y los alumnos de los colegios católicos, los jóvenes de la Federación Diocesana de la Juventud Católica y los feligreses de todas las parroquias. También había delegaciones de todas las ciudades del país, acompañadas por sus respectivos obispos. Además, participaron miembros de las Fuerzas Armadas y el propio presidente Benavides. Los principales oradores eran Víctor Andrés Belaunde y José de la Riva-Agüero.
En suma, Farfán, Holguín y los otros obispos lograron su meta. El congreso demostró la fuerza del catolicismo frente a las críticas y las burlas de los anticlericales. Incluso se celebró un segundo congreso nacional en Arequipa, presidido por monseñor Holguín, un tercero en Trujillo en 1943, un cuarto en el Cusco en 1949 y un quinto en Lima en 1954. Todos revistieron la misma solemnidad que había caracterizado al primero en 1935. Asimismo, las distintas diócesis comenzaron a promover congresos a nivel regional, como el que Farfán había organizado en el Cusco en 1928.
Sin embargo, la intención de Farfán y los demás obispos no fue solo impresionar a los fieles con despliegues masivos, sino impulsar un movimiento sólido de base. Ya existían grupos de la Acción Católica antes del congreso nacional, pero este los revitalizó y les dio un sentido de misión más universal.
Primera etapa: organización (1935-1949)
La Acción Católica Peruana, siguiendo el modelo de la Acción Católica italiana, estuvo conformada por una Junta Nacional y cuatro ramas: los caballeros, las señoras, la juventud masculina y la juventud femenina. Más tarde, se organizaron secciones especializadas: la Unión Nacional de Estudiantes Católicos (UNEC), los consorcios profesionales (para educadores, ingenieros, químicos farmacéuticos y abogados), la Acción Católica Agrícola, el Movimiento Familiar Cristiano, la Juventud Obrera Cristiana (JOC), etcétera. Con el tiempo, las agrupaciones especializadas funcionaron mejor que las secciones generales. El primer presidente de la Junta Nacional fue César Arróspide y sus sucesores fueron el ingeniero Cristóbal de Losada y Puga e Ismael Bielich. Posteriormente, Arróspide volvió a la presidencia para un segundo periodo. Por su parte, el primer asesor nacional fue el padre Amelio Placencia.
Durante sus primeros años, la Acción Católica Peruana se caracterizó por una vida dinámica y por el alto grado de compromiso por parte de los miembros. La Memoria de la Juventud Católica Femenina para el año 1936 se refiere a unas 918 socias en todo el país. De otra parte, al Primer Congreso Arquidiocesano de la Acción Católica de Lima en 1937 asistieron unos doscientos delegados, entre hombres y mujeres. Asimismo, cabe precisar que en el primer congreso nacional del movimiento celebrado en Lima, en 1955, estuvieron presentes 130 laicos (entre hombres y mujeres) y 33 asesores eclesiásticos. Finalmente, en un informe preparado por Jorge Alayza Grundy, en 1959, época en que la Acción Católica había comenzado a declinar, se afirma que en todo el país había cerca de quinientos hombres y 1623 mujeres que eran miembros activos. En ese mismo año la UNEC tenía aproximadamente 115 y la JOC, 190 militantes, entre obreros y obreras.
En general, la gran masa de los militantes pertenecía a las clases medias urbanas. En este sentido, la Acción Católica fue menos elitista que la Unión Católica, la asociación laical predecesora del siglo XIX y comienzos del XX. Basta citar algunos informes para subrayar este hecho. En 1949, de las 32 socias de la Juventud Femenina del Cusco, nueve eran secretarias; cuatro, estudiantes; nueve, maestras, y diez, amas de casa. En algunos casos se supone cuál era la procedencia social de los miembros por la naturaleza misma de la rama o subrama a la que pertenecían: la Juventud Obrera, el Consorcio de Educadores, entre otras. En Trujillo, como en otras partes, existía un Centro de Oficinistas de la Juventud Femenina de la Acción Católica.
En el ámbito nacional, en la primera etapa dominaron ciertas figuras que habían promovido los centros precursores: César Arróspide de la Flor, Ernesto Alayza Grundy, Cristóbal de Losada y Puga e Ismael Bielich. Entre otras personalidades importantes también se encontraban Javier Correa Elías, Enrique Cipriani, German Stiglich, David Vega Christie y Gerardo Alarco. En las décadas de 1940 y 1950 destacó una segunda gene...

Índice

  1. Introducción
  2. Capítulo I. La renovación de la vida religiosa
  3. Capítulo II. La Acción Católica Peruana
  4. Capítulo III. La Iglesia moderna, 1955-1968
  5. Capítulo IV. La Iglesia durante el régimen militar (1968-1980)
  6. Capítulo V. La Iglesia social y pastoral
  7. Capítulo VI. La Iglesia durante la época de la violencia, 1980-2000
  8. Capítulo VII. Hacia el nuevo milenio: Vargas Alzamora, educación católica y relaciones con el Estado
  9. Conclusiones
  10. Bibliografía