Guerras civiles colombianas
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Guerras civiles colombianas

Negociación, regulación y memoria

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Guerras civiles colombianas

Negociación, regulación y memoria

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La guerra en Colombia, la última contienda armada del hemisferio, se ha convertido en una especie de lugar común, pero a la vez en una suerte de enigma que elude todo desciframiento cabal. Sus rasgos distintivos han recibido por parte de la academia muy diversas aproximaciones, todas ellas centradas en perspectivas cronológicas de corto plazo. Observar más atrás de los años 50 del siglo pasado puede parecer un ejercicio superfluo, casi un lujo historiográfico poco rentable frente a las urgencias del presente y su absorbente fuerza de atracción. Sin embargo, resulta necesario indagar en algunas de las dinámicas y lógicas de nuestras guerras civiles decimonónicas que resultaron determinantes para conducir negociaciones, elaborar parámetros y prácticas de regulación, así como para construir imaginarios y rituales en los que se fundiera tanto su recordación como su olvido. Esta aproximación, que combina la mirada retrospectiva de largo aliento con la atención a los procesos recientes, permite excavar semánticas y procedimientos que los colombianos pusimos en ejercicio para concluir o prevenir contiendas armadas, lograr en ocasiones parámetros de regulación superiores a los entonces disponibles en la tradición europea y memorializar los caídos en el decurso de sus acciones, en cuyos derroteros todavía perseveramos.

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Información

Edición
1
Categoría
Art

Exponsiones y acuerdos para concluir
la guerra: de Pasto en 1839
a La Habana en el 2014

La historiografía y las ciencias sociales han perdido de vista la rica y crucial tradición de la regulación bélica, de la negociación de fórmulas de mediación política y de la búsqueda de la paz en la extensa historia de nuestras guerras civiles decimonónicas, guerras que ocurrieron en escenarios de alta polarización ideológica, amenazante desmembración del país y prolongadas contiendas entre los beligerantes criollos. El propósito de este ensayo es dar cuenta de los contextos políticos y bélicos de las cinco principales guerras civiles del siglo XIX, en el curso de las cuales se llevaron a efecto más de una docena de exponsiones, con el fin de regularizar, impedir secesiones, prevenir y alcanzar acuerdos para la terminación de las hostilidades. Las actuales negociaciones entre el Gobierno colombiano y las FARC constituyen, bajo esta óptica, una reanudación impensada de esta tradición de regulación, negociación y búsqueda de la paz, que vendría a ser la última de las exponsiones o la primera del siglo XXI.
La frecuencia e intensidad de las guerras civiles durante el periodo de formación estatal de Colombia, desde el proceso de emancipación de la metrópoli española hasta el inicio del siglo XIX, así como su prolongación en una dinámica de continuidades y discontinuidades en la siguiente centuria, es uno de sus rasgos más destacados y casi incomparables en un contexto continental. Es ya casi un lugar común sostener la existencia de al menos nueve guerras civiles nacionales y cerca de una veintena regionales o locales; no lo es menos el énfasis puesto en señalar los abusos, arbitrariedades y repertorios de violencia que las habrían caracterizado de manera ininterrumpida y monótona. Importantes avances en la comprensión de estas, en especial desde la perspectiva de las retóricas bélicas para justificar su emprendimiento y prolongación (Uribe, 2006), así como en la descripción de las dinámicas regionales de su desarrollo (Verdugo, 2001; Campo, 2003), han permitido tener una visión más matizada y complej a acerca de su naturaleza, variación y significado. Sin embargo, se ha prestado poca atención a los mecanismos y prácticas tendientes a la regularización de la guerra (Aguilera, 2001).
El presente capítulo tiene como propósito hacer una exploración de uno de los mecanismos provenientes del denominado derecho de gentes, empleado y puesto a punto con frecuencia en coyunturas cruciales de la guerra y la paz en Colombia. La encendida discusión entre los contemporáneos acerca de la licitud y conveniencia del derecho de gentes ocupó un destacado lugar, con no despreciables efectos, en la continuación de las contiendas bélicas, en la sujeción o desligamiento de los denominados temperamento belli y en la búsqueda de la superación de la contienda civil, mediante las exponsiones. En especial, en la actualidad, cuando las negociaciones de paz en La Habana entre el Gobierno y las FARC parecen anunciar la consecución de la paz, al menos parcial, que tantas veces se ha frustrado, es pertinente recuperar la memoria de los esfuerzos y las dinámicas que en varios momentos de nuestras guerras civiles permitieron la salida negociada del conflicto armado, evitaron su prolongación y su consiguiente escalamiento o contribuyeron a impedir, bajo circunstancias muy difíciles, su desencadenamiento.
Como término y noción correspondiente a la constelación lexical de las prácticas políticas y bélicas, la exponsión tiene un remoto pasado, relacionado con una densa historia grecorromana, en la que se produjo su surgimiento. Los vestigios de esta historia denotan la estrecha vinculación inicial del término con ritos sacrificiales y bélicos, para luego relacionarse con un riguroso formalismo jurídico. El vocablo griego spondé aparece ya en la Antigua Grecia (Burkert, 2008, p. 35) y alude a la libación celebrada para poner fin a las hostilidades o disputas surgidas y a las violencias acaecidas en el curso de estas. Cargada de un profundo simbolismo y de una eficacia performativa, la ritualidad designa y origina, al mismo tiempo, el tránsito entre la esfera de los excesos (diasparagmós) y la recomposición y la calma propia del estadio del apaciguamiento (ambiosemas). La palabra spondé se relacionó y usó en variadas esferas de la vida social, como esponsales, celebraciones, festividades, procedimientos judiciales, entre otras. Por consiguiente, se hizo parte de un universo múltiple y variado del que da cuenta hoy el centenar de acepciones registradas en los diccionarios más célebres de la lengua griega (Chantraine, 2009). La extensa construcción jurídica latina recogió el término, de manera que entró a formar parte, ya con un sentido jurídico muy preciso, de las modalidades del derecho con respecto a las obligaciones. Esta modalidad es una forma de comprometer la voluntad de las partes contratantes desde los tiempos más arcaicos del derecho romano, que conserva en la elocución de la fórmula pronunciada, para otorgarle validez a los compromisos adquiridos, una resonancia casi sacra. En una parte esencial del derecho de las obligaciones, la palabra spondeo, de la que se deriva sponsio, y que guarda relación con stipulatio, que es la estipulación, deja ver la connotación de la obligación como promesa, vínculo, adherencia a la palabra otorgada. En el derecho romano, esta será la base de la obligatoriedad y de su exigibilidad ante el cuestor, una vez que se haya pronunciado. Es probable que la introducción de la palabra spondeo en el léxico republicano se deba, en gran medida, a la influyente repercusión de Andrés Bello, quien la empleara en su extensa obra sobre jurisprudencia y política.
Como fórmula de acuerdo entre ejércitos o contendores armados en el curso de hostilidades de tipo rebelde, insurreccional o revolucionaria, el término designa aquellos avenimientos (el término preferido por el historiador José Manuel Restrepo) o compromisos recíprocos celebrados en el propio campo de batalla o terreno de enfrentamiento, con la finalidad de suspender temporalmente las acciones armadas, atender los heridos o enfermos de los bandos enfrentados, permitir el retiro de tropas, intercambiar prisioneros, pasaportear los integrantes designados y procurar alguna fórmula de entendimiento acerca de la cesación de los actos hostiles, que incluye o no compromisos de orden judicial y político, como el otorgamiento de indultos o concesión de amnistías.
El rasgo distintivo de la exponsión consistió en diferir la entrada en vigor efectiva del acuerdo hasta su aprobación por las autoridades superiores, tanto de la parte estatal o Gobierno, como del autoproclamado jefe o supremo comandante del actor armado no estatal o parte en conflicto, como lo designaría el derecho internacional humanitario. Se trató, entonces, de un procedimiento enmarcado en la lógica del denominado derecho de gentes y en la primacía de lo político. Bajo estas lógicas se comprendieron las regulaciones escritas y consuetudinarias establecidas, práctica y doctrinariamente, en el marco del ius in bello o derecho de la guerra. De manera sorprendente, el ius in bello es muy poco estudiado por la historiografía nacional, lo que es una lástima, puesto que de este pueden extraerse nuevas aproximaciones a la comprensión general de las dinámicas bélicas del siglo XIX colombiano (Uribe, 2011, p. 39)1.
Como fórmula de humanización y terminación del conflicto armado, la puesta en marcha y la ejecución de las exponsiones implicaron un decidido esfuerzo por parte de quienes buscaron su celebración e implicaron formular tanto unos principios comunes como una pragmática para oponerse a los sectores militaristas obcecados en la derrota de los rebeldes o insurrectos, con el propósito de buscar una salida política negociada, como se diría actualmente. Los efectos derivados de la celebración de las exponsiones tienen una dilatada amplitud en sus alcances: el nivel minimalista se restringió a posponer las hostilidades iniciadas; el nivel intermedio implicó la cesación de hostilidades y el otorgamiento de medidas de amnistía o indulto; el nivel alto condujo a la reintegración de una provincia que había proclamado su abandono de la Confederación Granadina (Panamá en 1841); el nivel superior permitió evitar la guerra civil entre el poderoso Estado Federal de Antioquia, gobernado en virtud de un golpe de Estado de un presidente conservador, y un régimen liberal radical. Sin las exponsiones, las consecuencias de esta guerra civil hubiesen sido inmensamente costosas.
No menos relevantes para la cabal comprensión de las implicaciones y las dinámicas del avenimiento son aquellas tentativas infructuosas en terreno de los jefes militares por acordar exponsiones, que finalmente no fueron ratificadas por los superiores civiles y militares, como sería el caso de la exponsión de Pasto en 1839, considerada como la primera, y el de la exponsión de La Colorada, celebrada en terreno en los inicios mismos de la guerra de 1885, pero malograda por la obcecación de Núñez en profundizar las hostilidades y obtener una aplastante derrota militar. Tanto las exponsiones que se pusieron en ej ecución como aquellas que se formularon y negociaron p ero finalmente quedaron frustradas constituyen acontecimientos históricos que permiten apreciar el lado claro de las guerras: los perseverantes esfuerzos por evitarlas, por ponerles fin o moderarlas en sus extremos de destrucción. También hacen parte de este importante acervo de mecanismos de terminación, regulación y evitación de hostilidades los importantes acuerdos y avenimientos que sin usar de manera expresa la denominación de exponsiones, tienen su sentido y funcionamiento, acuerdos como los llevados a cabo a instancias de los insurrectos liberales en la etapa final de la Guerra de los Mil Días, en especial en el istmo de Panamá.
Puede sostenerse que la exponsión experimentó su época dorada durante la Guerra de los Supremos, pues en su curso se celebraron al menos cinco. Gracias a esto se impidió la secesión de Panamá, que amenazó en ese entonces la desmembración del país. En adición, la exponsión desempeñó un papel importante en la contienda armada de 1859 a 1862, cuyo vestigio o huella reminiscente está en una célebre edificación que lleva su nombre en la ciudad de Manizales. La exponsión fue sustituida por fórmulas jurídicas institucionalizadas de armisticios e intercambio de heridos y prisioneros, bajo la vigencia de la Constitución de 1863, que otorgara rango constitucional al derecho de gentes; sufrió el más fulminante rechazo en la breve guerra civil de 1885 por la voluntad bélica de Núñez que vio en ella un peligro para su paz científica y una amenaza a la continuación de la contienda armada que, según él, salvaría al país de la crisis fiscal; se practicó al finalizar la Guerra de los Mil Días y contrarrestó la política oficial de guerra a muerte en las zonas del sur y del istmo de Panamá, dominado por los insurrectos rebeldes. En consecuencia, se convirtió en el preludio de los tratados finales mediante los que se formalizó el fin de la guerra. Algo más de un siglo después, las tentativas en La Habana por llegar a un acuerdo que le ponga fin al conflicto armado interno más prolongado del continente, tentativas adelantadas en contra de la oposición en ocasiones histérica de los sectores guerreristas, se pueden considerar como una continuación actualizada de esta tradición. Lo anterior con el propósito de asignarles su adecuada perspectiva histórica y de rescatarlas para una historiografía indispensable, sin la cual los esfuerzos por construir memoria de país podrían carecer de la solidez histórica necesaria, para que no sean caminatas circulares en las arenas movedizas de la desmemoria.

La Guerra de los Supremos o la edad de oro de las exponsiones

Las profundas divisiones políticas e ideológicas de la segunda década del siglo XIX condujeron a variadas modalidades de enfrentamientos armados entre partidarios del Libertador y acérrimos enemigos suyos, así como a los levantamientos en contra de la dictadura de Urdaneta. A mediados de 1839, las hostilidades se renovaron a escala nacional con una intensidad sin precedentes, cuando una variopinta pléyade de caudillos regionales, la mayoría antiguos santanderistas, se alzaron en armas contra el Gobierno central del primer presidente civil, José Ignacio de Márquez, en un periodo temporal que habría de extenderse durante dos años y nueve meses. En esta ocasión, las oposiciones de los actores representan el clásico antagonismo entre las precarias fuerzas centrípetas de una gubernamentalidad civil sin mayor arraigo en...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Créditos
  4. Agradecimientos
  5. Introducción
  6. I. Negociación
  7. Exponsiones y acuerdos para concluir la guerra: de Pasto en 1839 a La Habana en el 2014
  8. Convenciones de La Haya de 1907: un desencuentro centenario*
  9. II. Regulación
  10. Simón Bolívar: de la Guerra a Muerte a la guerra regular
  11. La guerra de 1876 a 1877, la guerra de secesión estadounidense y la Guerra de los Mil Días: contrastes políticos y bélicos*
  12. Rafael Núñez y Alvaro Uribe: toma del poder, ruptura institucional y absolutización del enemigo*
  13. III. Memoria
  14. Usos y repercusiones del Código Lieber en Colombia: una valoración crítica
  15. La Guerra de los Mil Días y el Sagrado Corazón de Jesús: de la insurrección a la resurrección