Lo que el viento no se llevó
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Lo que el viento no se llevó

  1. 240 páginas
  2. Spanish
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Lo que el viento no se llevó

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Información del libro

Entre 1931 y 1982 la oferta de cine es enorme: salas de estreno, de re-estreno, de parroquia o de verano. El cine se hizo presente en los juegos de los españoles, en sus noviazgos y en los comentarios de café entre jubilados.Las respuestas de aquellos espectadores sobre sus modos de asistir al cine, sus estrellas y películas, aportan las claves de algunos cambios culturales, sociales y políticos, y manifiestan el nacimiento de una cultura popular unida al entretenimiento de las masas.

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Información

Año
2012
ISBN
9788432141898
SEGUNDA PARTE
UN RECORRIDO POR LOSMODOS DE IR AL CINE EN ESPAÑA
El triunfo del cine como entretenimiento dominante en España se forja durante los años de la Segunda República. Tiene dos manifestaciones clave. La primera es el incremento de las salas. El segundo, el aumento —casi el inicio industrial— de la producción de películas españolas. Por lo que se refiere a las salas, el aumento de locales dedicados al cine se produce en todos los órdenes del negocio: desde salas de calidad y lujo, hasta los establecimientos de segundo y tercer orden, que tienen más de negocio familiar que de gran inversión. Lo paradójico es que ambos extremos —y sus intermedios— se dan en casi todos los sitios, aunque ajustándose a las economías de escala. Por ejemplo, en una ciudad como Antequera se inaugura la segunda sala en 1934. Sus propietarios son personalidades relevantes de la burguesía local1 que se incorporan a un negocio que se había iniciado mucho antes con planteamientos empresariales más modestos. Parece que el cine ha superado definitivamente las dificultades que presentaba ante los grupos con mayor capacidad económica e iniciativa empresarial. En la sierra palentina, por estos años, la dispersa población aún no permite plantearse iniciativas de este estilo y la atención del entretenimiento de las clases obreras se emprende por la empresa minera para distraer a sus empleados, no como una actividad lucrativa directa.
La primera observación que ha de tenerse en cuenta es que la encuesta de supervivientes aumenta las respuestas según nos acercamos a la actualidad. Es lo normal, porque cada vez es mayor el número de gente —y menos ancianos— que va contestando. Sólo los de más edad pueden dar cuenta de sus experiencias y recuerdos desde el primer periodo. Cuanto más jóvenes son los supervivientes, se reducen los periodos de los que pueden hablar como testigos o protagonistas; aunque ese mayor número de respuestas enriquezca la variedad de posibilidades.
Desde este punto de vista el periodo que menos respuestas tiene es el referido a la República. Ya se ha indicado que los mayores de ochenta años representan el 36,4%. Eso significa que el más joven de ellos nació en 1924 y tenía siete años cuando se proclamó la República. Sus primeros recuerdos —y es el peor de los casos de ese grupo— habría que situarlos alrededor de 1935. A partir de ese momento y, durante la década siguiente, irían teniendo lugar los nacimientos del resto de los encuestados. Los nacidos en 1934, o antes, constituyen el 99,5% del conjunto, en términos estadísticos la práctica totalidad de los supervivientes.
Por lo que se refiere a la propiedad y gestión de las salas, hay que señalar una constante para todo el periodo, que no siempre se tiene en cuenta: la convivencia de circuitos y empre-sas relativamente grandes con una enorme cantidad de empresas familiares. Este sentido familiar de la empresa, especialmente en zonas rurales2, es patente: los propietarios y gestores son, a la vez, acomodadores, proyeccionistas y personal que atiende taquilla y ambigú. Entre ambas modalidades existe una amplia gama de posibilidades. Hay también una alusión a proyecciones cinematográficas en un salón del ayuntamiento de Castillejo (Cuenca) “cuando se podía” en estos años de la República3: había que llevar la silla.
1 SÁNCHEZ, Inmaculada y MARTÍN, Francisco, opus cit., págs. 114 y ss.
2 Esta situación se describe constantemente en la monografía tantas veces citada (ROMÁN y BLANCO, opus cit.)
3 Entrevista a Cipriano (nacido en 1919), realizada por Almudena Murillo (abril de 2007).
4. LOS INICIOS DEL SONORO:LOS AÑOS DE LA SEGUNDA REPÚBLICA
Desde el punto de vista cinematográfico los años de la II República constituyen el punto de partida de la difusión del cine sonoro en nuestro país. Estaba a punto igualmente de iniciarse una etapa llena de posibilidades para la producción cinematográfica española. Por lo que se refiere a la asistencia al cine, nuestro país aparecía como un mercado importante por el número de salas y en pleno proceso de modernización si atendemos a la progresiva implantación de los equipos sonoros en los locales en que se exhibían películas1. Desde entonces, las nuevas salas incorporaron, por lo que sabemos, el sonoro sin apenas excepciones2.
La incorporación del sonoro fue progresiva3. No solo por la actualización técnica de las salas4, sino también —y sobre todo— por la disponibilidad de películas sonoras para proyectar. Eso sin contar con que las distribuidoras querían continuar con la explotación de los materiales mudos que tenían en sus almacenes.
Estos procesos se perciben mejor en las ciudades que tienen pocas salas, porque en ellas se alternan en su proyección películas mudas y sonoras5. Por los datos que tenemos, eso fue relativamente frecuente en algunas ciudades andaluzas como Antequera, pero también Jaén y Almería. La permanencia del mudo en estas ciudades probablemente tenga más que ver con la pobreza que con los gustos cinematográficos a lo Chaplin6.
No faltaban tampoco cines con funciones polivalentes. Por ejemplo, en Logroño el Salón Alhambra era baile o cine en función de las circunstancias7. Esta polivalencia se extendió hasta bien entrados los años cuarenta y cincuenta, especialmente en poblaciones no muy grandes8.
Quiénes iban más y quiénes menos
El primer aspecto de la asistencia es meramente subjetivo: quiénes piensan que van mucho o poco y en qué cifras se traduce esa valoración. La encuesta preguntaba acerca de si acudían mucho, poco o nada. La impresión mayoritaria y subjetiva de estos supervivientes es que apenas iban al cine: el 82,8% reconoce que, o bien no acudían (55,8%), o que lo hacían muy poco (27%). No es por entonces el cine el medio de entretenimiento más difundido entre la muestra. No hay diferencias significativas en cuanto al sexo porque se mantienen las que reflejan las diferencias porcentuales entre hombres y mujeres sobre el total (47,5% de varones y 52,5% de mujeres). La segunda es que, como era de esperar, van menos los que viven en zonas rurales y más los que viven en ciudad. Esta pista no se refiere a datos inmediatos del recuerdo, porque no se preguntaba sobre ello, pero traduce en esos términos la correspondencia entre nivel de asistencia y origen subjetivo: considerarse de campo o de ciudad. Indudablemente no es lo mismo, pero quienes se consideran subjetivamente de pueblo pueden identificarse con quienes vivían por entonces en el campo. Aunque con no tanta seguridad, puede afirmarse lo mismo respecto a sentirse de ciudad y vivir durante los años de la República en éstas.
La frecuencia mensual que se recuerda complementa los datos anteriores. El 40,5% acude al cine menos de una vez al mes: no hay diferencias significativas entre mujeres y hombres en este apartado de reducida o ...

Índice

  1. PORTADA
  2. PORTADA INTERIOR
  3. CRÉDITOS
  4. CITA
  5. DEDICATORIA
  6. ÍNDICE
  7. PRIMERA PARTE. Los espectadores, sus recuerdos y los modos de ir al cine en España
  8. SEGUNDA PARTE. Un recorrido por los modos de ir al cine en España
  9. TERCERA PARTE. Un intento de síntesis
  10. APÉNDICES
  11. BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES
  12. AGRADECIMIENTOS