1. METAPSICOLOGÍA Y ONTOLOGÍA
DE LA ECONOMÍA DE LA ALTER-ACIÓN:
RESISTENCIA Y VIOLENCIA
Todo límite es una barrera-contacto que al mismo tiempo que cancela, produce, diseña y da origen. Sin límites no habría nada y no hay nada sin límites. Sin límites no se puede pensar; la nada no se piensa, pues pensar es pensar la diferencia entre lo uno y lo otro. Sin embargo, esta diferencia no es una relación entre identidades plenas, entre otras razones, porque las identidades no son relaciones. Pensar la diferencia entre lo uno y lo otro no es la tarea de violentar el mundo de las multiplicidades hasta aprehender identidades plenas, sino que trata de la diferencia en términos de relaciones. Esta nueva forma de pensar la diferencia resulta más bien en un habitar el terreno de la paradoja y la contradicción. Y digo habitar y ya no pensar precisamente porque la paradoja y la contradicción son impensables. Si no se puede pensar más que la diferencia limítrofe y ésta hay que pensarla en términos relacionales y no identitarios, luego entonces, ¿cómo superamos la contradicción?, ¿cómo pensar límites cuyos perímetros no están bien definidos y que son en términos de una relación de dependencia con lo otro? ¿No hemos aprendido que límite y relación son conceptos opuestos? Lo que la deconstrucción devela es que esta imposibilidad del pensar, como insisto constantemente en este texto, será una más de las imposibilidades que no pueden traducirse en una parálisis de la acción, sino en una especie de radicalización de su necesidad. Así, este pensar que es un habitar, al mismo tiempo que afirma la urgencia del ejercicio especulativo que reconoce la incertidumbre y el riesgo del equívoco, no niega la imposibilidad de pensar en términos definitivos y, por lo tanto, ahistóricos. Es justamente ese espacio de indecidibilidad, como lo nombra Derrida, que el pensar la diferencia en términos relacionales abre; y es ése el que debemos habitar en un estar que no es paralítico, sino políticamente activo. En otras palabras, si no se piensa lo impensable, se habita en el modo de “se experimenta”, “se huele”, “se siente” y “se aprehende”, por ejemplo, con el guiño de la metáfora.
Habitar la diferencia no es entonces establecer fronteras infranqueables entre lo uno y lo otro sino líneas que se tocan y se confunden de “propietario”. Lo uno y lo otro tienen entonces una correspondencia de mismidad en tanto la diferencia es siempre una cuestión económica y de gradación. Esto es, hay vasos comunicantes entre lo uno y lo otro, las fronteras son siempre porosas, los límites entre lo uno y lo otro se mueven, el punto que pertenecía a A le pertenece luego a B y el origen de X es siempre la alter-ación de Y. El ser se muestra entonces como una economía de alter-ación. Por eso el límite debe pensarse como una barrera-contacto que si resiste a la alteración tiene, por lo tanto, la cara hacia lo otro en una lucha, digamos, frente a frente. Lo uno y lo otro se enfrentan, se especulan y su mirarse mutuo los modifica a ambos.
¿Qué hay entre lo uno y lo otro? ¿Qué es ese límite? “Eso” que “hay” entre lo uno y lo otro es resistencia como una fuerza que al mismo tiempo que cuida y conserva la unidad de lo uno se afirma hacia fuera, empuja y, por lo tanto, altera lo otro. En este sentido, la resistencia es una fuerza tan conservadora como revolucionaria. Es el límite que da origen a lo uno y a lo otro, pero se trata de una relación de fuerzas que incansablemente cambia, pues no puede haber dos fuerzas de la misma intensidad, ni de diferente y constante, esto resultaría en una parálisis del ser, el fin de la historia y la estática del tiempo; el mundo sería un mundo congelado. Las fuerzas, como singularidades, están en una constante lucha (como choque) en donde el efecto de su encuentro resulta, invariablemente, en un intercambio de cantidades. Sí, otra vez, se trata de una economía.
En el origen están la resistencia y la violencia. Pero este fenómeno no exhibe una temporalidad lineal donde podamos contar una historia simple de causas y efectos. La resistencia y la violencia despliegan paradojas. La fuerza que se guarda de lo otro es, por ejemplo, violencia contra lo otro, pero lo es también contra el sí mismo, pues lo uno, como dije antes, no puede ser sin lo otro. La diferencia entre resistencia y violencia es cuantitativa. La singularización es el efecto de cierta violencia ejercida contra lo otro, pero cuando lo uno se deshace de lo otro, esta expulsión deja huella en ambos. Así, en lo uno habita lo otro, lo uno es lo otro, sin que esto dé jamás como resultado identidades, no puede porque lo uno y lo otro no se fusionan, se alteran. Cito a Derrida:
En pocas palabras, la singularización es el efecto de una cierta violencia que se comporta especulativamente, esto es, como en el reflejo entre dos espejos donde la imagen (aquí la violencia) va de un lado al otro infatigablemente. La relación entre lo uno y lo otro es especulativa en ambos sentidos de la palabra: como relación simétrica de reflexión y como operación “financiera”. En términos económicos, el resultado de la diferencia/diferenciación no es pura suma o mera ganancia, hay algo que muere, que se borra, hay pérdida.
En este capítulo haré un análisis del límite que Freud, en su largo –y desde su título, extraño– texto el “Proyecto de psicología” de 1895, piensa como una membrana que, dentro de un sistema neurológico (ficticio), se consagra a resistir la estimulación. Lo interesante en este modelo es que esta resistencia da origen a la memoria y, por lo tanto, a la psique, pues el aparato psíquico freudiano es un sistema mnémico. Más aún, es en la memoria psíquica donde el fenómeno “vida” puede explicarse. La psique es un aparato que tiene origen en la lucha entre dos tendencias contradictorias: el apremio a la vida y la pulsión de recuperar el estado inorgánico. Para Freud, la psique, como máquina, se echó a andar en el momento en el que, mitológicamente, el primer estímulo, que se experimenta siempre como displacer, la importunó y en ese instante, puso a andar mecanismos para deshacerse de él, sin embargo y al mismo tiempo, quedó una marca. Este trazo fue el resultado de la diferencia entre la fuerza de resistencia del organismo (digamos, una barrera natural o a priori contra la alteración del exterior) y aquella de la estimulación del mundo. La inscripción quedó entonces como un camino que mediará la descarga del displacer, esto es, el itinerario que lleva al alivio es ahora más largo. La marca es entonces el archivo mnémico que retarda la muerte sin superarla. Dentro de este modelo, vida, psique y memoria resultan en palabras no sinónimas, pero sustituibles entre sí.
A pesar de la extravagancia del objetivo del “Proyecto…”, “El propósito de este proyecto es brindar una psicología de ciencia natural, a saber, presentar procesos psíquicos como estados cuantitativamente comandados de unas partes materiales comprobables, y hacerlo de modo que esos procesos se vuelvan intuibles y exentos de contradicción” (vol. I: 339), y de que Freud, como se lo comentó a su amigo y alter-ego Wilhelm Fliess, lo guardó en un cajón y no quiso nunca más saber de él, este manuscrito trata del diseño y descripción de un modelo brillante de la psique que de una manera velada (aunque evidente para un lector comprometido de Freud) acompañará todos los escritos del psicoanalista que versan sobre el esbozo y funcionamiento del aparato psíquico. Fundamentalmente, el problema que aborda el “Proyecto…” (y que seguirá acechándolo en textos tan importantes como la Carta 52, el capítulo 7 de La interpretación de los sueños, Más allá del principio de placer y “La nota sobre la ‘pizarra mágica’” es uno de los rectores de toda la teoría psicoanalítica: ¿cómo es posible que un mismo aparato cumpla con dos funciones que se excluyen a la vez: percepción y memoria? ¿Cómo puede ser que la psique archive, al parecer infinitamente y, al mismo tiempo, permanezca abierta a información siempre nueva? En otras palabras, se trataba de resolver el enigma de una mente “multitask” con un sistema percepción/conciencia y un sistema mnémico, que, por si fuera poco, está también fragmentado, pues en el sistema mnémico hay, como atina Derrida a decir en Mal de archivo, dos registros, uno mnémico y otro hipomnémico. Este último corresponderá al material reprimido inconsciente que no se presenta a la conciencia más que burlándola y produciendo formas tergiversadas. El registro hipomnémico es, paradójicamente, una memoria que está “olvidada”; aunque, por supuesto, por “olvido” en psicoanálisis no podemos entender algo inerme, petrificado o inocuo, pues lo olvidado reprimido es en Freud un material que está siempre activo y tendiente hacia el sistema percepción-conciencia en aras de alcanzar la acción para satisfacer el deseo. Son las resistencias el trabajo de pensamiento inconsciente dedicado a mantener el material reprimido en el olvido; este esfuerzo representa un gran gasto de energía para la organización psíquica y es éste mismo lo que en la “enfermedad” anímica se experimenta como malestar o sufrimiento.
Freud comienza la descripción de este aparato haciendo sólo una distinción entre el sistema percepción y el sistema mnémico, el problema de la represión lo deja para más tarde. El modelo de aparato psíquico de este apunte trata de una ficción neurológica que piensa en dos (luego tres) tipos distintos de neuronas que sostienen las dos funciones fundamentales (y excluyentes entre sí) del aparato psíquico, esto es, percepción y memoria que distingue como ϕ y ψ respectivamente. Freud explica que estas dos neuronas no se diferencian estructuralmente sino, exclusivamente, en términos cuantitativos, esto es, específicamente en la cantidad de resistencia que imponen sus “barreras-contacto” al paso de la energía. Las neuronas ϕ, las de la percepción, no imponen prácticamente ninguna resistencia; en contraste, las neuronas y, las de la memoria, sí. Estas últimas son las neuronas del archivo mnémico, pues el choque entre la resistencia que ejercen y la fuerza de la irrupción del estímulo abre un camino –un canal–, por el que las próximas cargas del aparato se disiparán. Lo interesante aquí es que, con cada recorrido, estas vías se tornan cada vez más pasaderas hasta convertirse, dice Freud, en neuronas ϕ. Esto quiere decir que la psique, como máquina mnémica, se dirige, inevitable e inherentemente, hacia la muerte como debilitación de la resistencia que difiere la descarga. La resistencia de las barreras-contacto cumple entonces con una doble función que hay que dejar de pensar como contradictoria: retener y desvanecerse. Para Freud, como lo describe en su “Nota sobre la ‘pizarra mágica’”, la memoria es huella como escritura (aunque no sólo ahí, pues a pesar de no decir específicamente escritura, queda claro que en el “Proyecto de psicología”, la Carta 52, en el capítulo VII de La interpretación de los sueños e incluso en Más allá del principio de placer, la memoria es una inscripción), pero debe quedar claro que la escritura es posible si y sólo si hay “resistencia a la escritura”. Siguiendo a Freud, la organización –psíquica o, permítanme la expresión, pre-psíquica– impone de manera “natural” una cierta cantidad de energía como resistencia a la estimulación, es el choque entre esta repulsa y la fuerza del estímulo lo que da como resultado una inscripción. Luego, las inscripciones mnémicas hacen la suerte de un tejido surcado que la pulsión debe transitar para su descarga, y es el recorrido de esta escritura lo que evidentemente retarda el alcanzar la meta. Así, la resistencia es el origen de la vida psíquica (y de la vida en general según la mitología freudiana), por el efecto de escritura como archivo mnémico que hace la suerte de un desvío erótico antes de la muerte.
En el “Proyecto…”, el proceso de facilitación, que da cuenta de la memoria como proceso psíquico, es una escritura de traza. La facilitación como apertura de paso es un horadar. La palabra del alemán que Freud utiliza es Bahnung y ha sido traducida al español tanto por Luis López Ballesteros como por José L. Etcheverry como facilitación. Dice la traducción de Etcheverry:
La traducción de Patricio Peñalver del texto de Derrida “Freud y la escena de la escritura” traduce Bahnung como apertura de paso. Esta última traducción tiene mayor cercanía con el modelo neuronal que Freud propone en el “Proyecto...”. La imagen a la que Bahnung hace referencia se parece más a la apertura de un camino o, siguiendo la lectura de Derrida, al trazo de un surco, que a la “facilitación” de la transmisión de energía –Q–. El Diccionario de términos alemanes de Freud de Luiz Hanns, dice que “el sustantivo Bahn evoca la imagen de una ‘vía’ o ‘pista transitable’. El sustantivo Bahnung es la sustantivización del acto de ‘crear una vía’, ‘excavar’, ‘instalar’, ‘abrir’ una vía transitable…” Dice también, “la Bahn es al principio algo plano y horizontal, una pista por la cual se ‘desliza’ o ‘transita’ fácilmente. La Bahnung es, por lo tanto, algo que fue instalado sobre terreno de difícil topografía” (266-267). Veo principalmente dos problemas en la elección de facilitación como traducción de Bahnung; primero, que no hace referencia a la “alteración permanente” de las barreras-contacto de las neuronas ψ que para Freud resulta lo sustancial en el proceso psíquico de la memoria. Pensar en apertura de paso sí recupera este sentido. Facilitación, según el Diccionario de la Lengua Española, hace referencia a hacer posible una acción, a hacer fácil la consecución de un fin o a proporcionar o entregar algo. Estos sentidos generan confusión e interpretaciones erróneas, pues la memoria en Freud no da cuenta exclusivamente de hacer posible la transmisión de energía, sino que lo fundamental del fenómeno de la memoria es la repetición que la excitación de esa anterior alteración de la barrera-contacto de la neurona provoca, y que la imagen de una apertura de paso o del trazo de un surco es fácil recupere. Eso es a lo que Freud refiere cuando dice “existe un aprender-sobre con base en la memoria.” Segundo, la apertura de paso, de camino o el trazo de un surco, recupera también la violencia que para Freud Bahnung implicaba. Ese surco que se abre responde a la dificultad de marcarse o inscribirse dada la resistencia o defensa que el aparato psíquico despliega por, digámoslo así, su propia naturaleza. La apertura de esta vía implica siempre dificultad y violencia.
Por otro lado, la apertura de un paso o de un camino se refiere también a la ligazón entre dos elementos que la noción de facilitación no retiene. Dice Hanns:
Lo que da origen a la psique, a la memoria y a la vida es entonces la resistencia de las neuronas ψ, la fuerza que sus fronteras imponen contra la alteración. Se trata de un movimiento paradójico en el que la resistencia a la alteración produce una marca que retardará la muerte. En Más allá del principio de placer, Freud abre con la siguiente afirmación:
Esto quiere decir que el principio que reinará la vida psíquica será uno que tiende hacia la muerte, pues la descarga total de la estimulación no es otra cosa que un regreso al estado de inanimado. La vida es una buena cantidad de incomodidad o, en términos metapsicológicos, una sobrecarga de estimulación. Hagamos aquí un paréntesis para llamar la atención sobre el carácter extranjero de la estimulación; me refiero a que eso que habita la psique y de lo que quiere deshacerse le llega de un organismo que o es otro o, al menos, que experimenta como un ente ajeno. Lo extravagante de la vida psíquica (y de la vida en general) es que al resistirse a la alteración e intentar expulsarla, lo que provoca es una marca, y una huella es siempre mnéme. Es escritura, como brillantemente anotó Derrida. La paradoja reside fundamentalmente en un desvío que no es una superación. La vida no supera la muerte, tan sólo la pospone. Como narra el “Proyecto…”, la estimulación logra pasar o descargase por los caminos de las neuronas ϕ sin oposición alguna, esto es, sin dejar huella. Sucede lo contrario por los caminos de las neuronas y, pues las barreras-contacto de estas ejercen una fuerza de resistencia que al encontrarse con el estímulo externo producen una escritura. Esta inscripción es ahora un trayecto suplementario a recorrer, un desvío que retardará la descarga y diferirá la muerte. El desvío es, por lo tanto, la vida misma. En pocas palabras, la memoria es un mapa de suelo horadado que complica y pone obstáculos a una muerte de cortocircuito.
La memoria corresponde a la diferencia en los itinerarios, esto es, a la diferencia de las resistencias entre los distintos pasos abiertos y a su “elección”.1 De no haber más de un paso abierto, más de un camino, la memoria se paralizaría. Recordemos cómo, en el “Proyecto…”, las barreras-contacto de las neuronas ψ no están “igualmente facilitadas” o “no ofrecen igual resistencia”. Esta diferencia entre las facilitaciones, aclara Freud, es la que da origen a la memoria. La memoria no es, por lo tanto, sino la diferencia entre los distintos pasos abiertos. Se trata, entonces, de un mapa psíquico de surcos horadados por los que la alteración del mundo será canalizada.
Entonces polemos, entendido como diferencia, como batalla entre fuerzas distintas, es el origen; aunque, siguiendo a Derrida, en términos de la metafísica de la presencia, una diferencia no puede ser principio originario. No obstante, diremos que es un origen tachado, origen, pues la singularidad brota de la violencia aunque ésta no pueda detener su desplazamiento o cambio de valores.
El modelo psíquico del “Proyecto…” es un diseño de membranas como barreras-contacto, de fronteras entre distintos organismos u organizaciones. Lo que quiero decir es que esta ficción neurológica sirve no sólo para pensar y problematizar la memoria, sino también las fronteras entre naciones y, específicamente, la cantidad de resistencia que se puede/debe imponer al extranjero. Por ejemplo, podría formularse la pregunta: ¿son las fronteras como resistencia –en cualquiera de sus configuraciones– las que dan origen a la multiplicidad? En términos políticos y ético-políticos, la multiplicidad no sólo es deseable y acogible, sino que debe ser respetada, promovida y cultivada. ¿Por qué entonces nos gusta tanto a los de “izquierda” la canción Imagine de John Lennon? ¿Hemos de verdad imaginado un mundo sin fronteras? Sí, por supuesto que es inspirador, cálido al corazón y evocador de sonrisas, pero ¿lo hemos hecho hasta sus últimas consecuencias? ¿No será que desaparecen todas las diferencias y nos hacemos UNO? Lo dice incluso...