Monoteísmo y cristología en el N.T.
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Monoteísmo y cristología en el N.T.

Dios crucificado

  1. 80 páginas
  2. Spanish
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Monoteísmo y cristología en el N.T.

Dios crucificado

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Información del libro

En esta obra tenemos la información necesaria para comprender la cosmovisión monotíesta judía. Vemos que la idea de Jesús como Dios era perfectamente reconciliable con esa cosmovisión, y que la Cristología más temprana ya era la más elevada: Jesús es Dios. Tanto el Jesús exaltado, como el humano y crucificado pertenecen a la identidad única de Dios.Bauckham explica que esta visión tiene consecuencias importantes para la idea del Nuevo Testamento sobre Dios. La identidad divina de Jesús se encuentra tnato en su humillación, sufrimiento y muerte, como en su gloria celestial.

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Información

Año
2003
ISBN
9788482675978
Capítulo 1
Comprendiendo el Monoteísmo judío primitivo
El Monoteísmo judío primitivo y la Cristología del Nuevo Testamento en el debate actual
La pregunta clave sobre la que versa este libro es la relación entre el Monoteísmo judío –el Monoteísmo judío del período del Segundo Templo como contexto de los orígenes cristianos– y la Cristología del Nuevo Testamento. El debate actual sobre la Cristología del Nuevo Testamento deja suficientemente claro que esta relación es central en la discusión sobre el carácter y el desarrollo de la Cristología primitiva. Cómo los autores del Nuevo Testamento entienden la relación de Jesús con Dios, hasta qué punto atribuyen algún tipo de divinidad a Jesús, qué tipo de divinidad es la que le atribuyen. Estas preguntas están íntimamente relacionadas con la forma en la que el Judaísmo del Segundo Templo entendió la unicidad de Dios. Por supuesto, las suposiciones sobre el carácter del Monoteísmo judío siempre han informado la interpretación académica moderna de la Cristología del Nuevo Testamento. Lo que es relativamente nuevo es que actualmente existe un importante debate en progreso sobre la naturaleza del Monoteísmo judío en este período.1 Resulta interesante que la mayoría de los participantes de este debate estén centrados precisamente en la manera en que la visión del Monoteísmo judío que argumentan afecta a la interpretación de la Cristología del Nuevo Testamento. Diferentes visiones de la naturaleza del Monoteísmo judío del Segundo Templo (o, incluso si el término «Monoteísmo» es apropiado) están correlacionadas con una variedad similar sobre el proceso mediante el cual Jesús llegó a ser divino, en el sentido en que era considerado divino por las iglesias cristianas del período neotestamentario.
Si simplificamos de alguna manera los diferentes puntos de vista, por razón de espacio, podemos identificar dos aproximaciones principales. En primer lugar está la visión de que el Judaísmo del Segundo Templo estaba caracterizado por un Monoteísmo «estricto» que hacía imposible atribuir divinidad real a otra figura aparte de Dios. Desde esta visión, algunos argumentan que Jesús no podía haber sido considerado como una divinidad real en un contexto monoteísta judío, de modo que solamente una ruptura radical con el Monoteísmo judío podía posibilitar la atribución de divinidad real a Jesús.2 Dado el carácter obviamente muy judío del cristianismo primitivo, esta aproximación tiende a interpretar las pruebas de la misma manera en que se economiza la extensión de cualquier parecido con una Cristología divina real en los textos del Nuevo Testamento.
En segundo lugar, existen puntos de vista revisionistas del Judaísmo del Segundo Templo que, de un modo u otro, niegan su carácter estrictamente monoteísta. Estas opiniones normalmente se centran en varios tipos de figuras mediadoras –los ángeles más importantes, humanos exaltados, atributos o funciones divinas personificadas– las cuales se cree que ocupan un estatus divino subordinado o semidivino, de modo que la distinción entre el único Dios y el resto de la realidad no es, de ningún modo, absoluta en el Judaísmo de este período. Estas opiniones están estrechamente relacionadas con la búsqueda de precedentes judíos y paralelos a la Cristología primitiva. Los estudiosos reconocen, por regla general, que muchos textos del Nuevo Testamento tratan a Jesús como si realmente fuera divino, y también que ellos funcionan de forma clara dentro de un contexto conceptual fundamentalmente judío. Los intentos por entender cómo una Cristología tan alta pudo desarrollarse dentro de un movimiento judío se centran por tanto en las figuras mediadoras del Judaísmo del Segundo Templo, que, de alguna manera, participan en la divinidad. Tales figuras proporcionan una categoría judía ya existente en la cual las estimaciones cristianas primitivas sobre el estatus exaltado de Jesús podían encajar. La alta Cristología del Nuevo Testamento puede ser entendida como un desarrollo judío inteligible3 dado que el Monoteísmo judío no era estricto, sino flexible, y el límite entre el único Dios y el resto de la realidad estaba relativamente borroso por el interés en las figuras mediadoras.
El punto de vista que argumentaré en los primeros dos capítulos de este libro difiere de ambas visiones. En común con la primera aproximación, comentaré que el Monoteísmo judío del Segundo Templo era por supuesto «estricto». Mostraré que la mayoría de los judíos de este período eran muy conscientes del Monoteísmo y tenían ciertas ideas muy familiares y bien definidas sobre cómo la particularidad del único Dios debía ser entendida. En otras palabras, hicieron una clara distinción entre el único Dios y el resto de la realidad, y tenían el hábito de distinguir entre ambos por medio de ciertos criterios perfectamente articulados. Las llamadas figuras mediadoras no eran semidivinidades ambiguas cabalgando en la frontera entre Dios y la Creación. Algunas eran entendidas como aspectos de la única realidad propia de Dios. La mayoría eran consideradas criaturas sin ambigüedad, sirvientes exaltados de Dios que la literatura a menudo menciona para distinguir claramente la verdadera divinidad real del único Dios. Por lo tanto, distanciándome de la segunda aproximación, no creo que esas figuras judías intermediarias tengan una importancia decisiva para el estudio de la Cristología primitiva. Aunque no niego que algunas de ellas tengan cierta importancia, creo que resulta engañoso un interés excesivo de la Cristología primitiva en ellas como una clave para entender el Judaísmo. La continuidad real entre el Monoteísmo judío y la Cristología del Nuevo Testamento no debe encontrarse en las figuras mediadoras.
En su lugar, argumentaré que la alta Cristología era posible dentro de un contexto monoteísta judío, no por aplicarle a Jesús una categoría de intermediario semidivino, sino por identificarle directamente con el único Dios de Israel, incluyéndole en la identidad única de este único Dios. El Monoteísmo judío distinguía claramente entre el único Dios y el resto de la realidad. Pero la manera en que lo hacía no impidió que los primeros cristianos incluyeran a Jesús en esta identidad divina única. A pesar de que esto suponía un desarrollo novedoso y radical, casi sin precedentes en la Teología judía, el carácter del Monoteísmo judío era tal que este desarrollo no requería ningún rechazo de las formas en las que el Monoteísmo judío entendía la particularidad de Dios. Lo que ha faltado en toda la discusión sobre este tema es un entendimiento adecuado sobre las formas mediante las cuales el Judaísmo del período del Segundo Templo entendía la peculiaridad de Dios. Al adquirir tal entendimiento, seremos capaces de ver que en general los textos del Nuevo Testamento adoptan las formas conocidas de distinguir al único Dios del Monoteísmo judío y las utilizan, precisamente, para incluir a Jesús en la identidad única de Dios como se entendía comúnmente en el Judaísmo del Segundo Templo.
Antes de argumentar este punto de vista, me gustaría hacer dos críticas generales y breves sobre cómo se han desarrollado las discusiones entre el Monoteísmo judío y la Cristología primitiva. Una es que la cuestión fundamental e importante –que, en el entendimiento judío de Dios, realmente se cuenta como «divino»– raramente se enfrenta con claridad. En la discusión sobre si el Monoteísmo judío era más flexible o más estricto y en la discusión sobre el estatus de las así llamadas figuras mediadoras, los estudiosos tienden a aplicar sin un análisis previo una variedad de criterios para describir el límite entre Dios y lo que no es Dios, o lo divino y lo no divino.4 Como consecuencia, también queda poco claro lo que realmente implicaría la atribución de divinidad a Jesús en la Cristología primitiva. Algunos (no todos) investigadores que buscan precedentes judíos para la Cristología primitiva en figuras judías intermediarias supuestamente semidivinas o subordinadas, parecen pensar que esto apoya una interpretación de la Cristología del Nuevo Testamento favorable a una ortodoxia cristológica más tardía, la confesión de la verdadera divinidad de Jesucristo. De hecho, tales argumentos a veces producen algo más parecido a un Cristo arriano, un semi dios que no es ni verdaderamente divino ni verdaderamente humano. Todo el debate sobre el Monoteísmo judío y la Cristología primitiva requiere de forma urgente una clarificación sobre cómo el Monoteísmo judío entendía la particularidad de Dios y distinguía entre Dios y lo que no es Dios.
En segundo lugar, la evaluación de los datos sobre el carácter del Judaísmo del período del Segundo templo ha sido tergiversada, bajo mi punto de vista, por la concentración de las figuras mediadoras, en la creencia de que éstas constituyen en parte una de las mejores pruebas para entender la Cristología primitiva. Muchas de estas pruebas han sido negadas a favor de un pequeño grupo de pruebas altamente discutibles. Las figuras mediadoras que pueden o no participar de la divinidad no son de ningún modo características de la literatura del Judaísmo del Segundo Templo. No deberían ser el centro de un estudio del Monoteísmo judío del Segundo Templo. En su lugar, procederemos a estudiar datos más generales de cómo se entendía la unicidad de Dios, para después considerar las figuras mediadoras en el contexto de estos datos.
El Judaísmo del Segundo Templo consciente de su Monoteísmo
Podemos suponer, sin temor a equivocarnos, que los judíos practicantes del final del período del Segundo Templo eran monoteístas convencidos. Entendían que su adoración y su obediencia al único y solo Dios, el Dios de Israel, definía su particular diferenciación religiosa en el plural ambiente religioso de su tiempo. La mejor prueba es su uso de los dos pasajes monoteístas claves de las Escrituras. Uno era el Shemá, el pasaje en Deuteronomio (6:4-6), que comienza: «Escucha, Oh, Israel, el Señor (YHWH) es nuestro Dios, El Señor (YHWH) uno es» y continúa pidiendo devoción total para este Dios: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza». El otro pasaje era el Decálogo –Los Diez mandamientos–, cuyos primeros dos versículos prohibían a los israelitas tener o adorar a otros dioses fuera de YHWH (Éxodo 20:2-6; Deuteronomio 5:6-10). Ambos textos eran claramente entendidos en este período como afirmaciones sobre la absoluta unicidad de YHWH como el único y solo Dios. Todos los judíos que se preocupaban por practicar la Torá con fe recitaban el Shemá dos veces al día, por la mañana y por la tarde, ya que se creía que la misma Torá mandaba hacerlo. Aún más, existen pruebas de que en este período el pasaje recitado no solamente incluía el Shema’, sino también el Decálogo. Los judíos fieles, por lo tanto, veían diariamente recordada su lealtad exclusiva al único Dios. Su Monoteísmo autoconsciente no era una simple creencia intelectual en Dios, sino una unidad de creencia y praxis que incluía la adoración y la obediencia exclusiva a este Dios. La monolatría (la sola adoración del único Dios) como una consecuencia (la sola creencia en un único Dios) es un aspecto importante del Monoteísmo judío al que volveremos.
La identidad única de Dios en el Monoteísmo judío
Este tipo de Monoteísmo práctico, que requiere todo un modelo de adoración cúltica y cotidiana que incluye una lealtad exclusiva al único Dios, presupone un Dios que sea claramente identificable de algún modo. El Dios que requiere lo que requiere el Dios de Israel no puede ser simplemente una abstracción filosófica a la que aspiraban las corrientes intelectuales del pensamiento griego de la época. Los judíos sabían, en cierto sentido, quién era su Dios. El Dios de Israel tenía una identidad única. El concepto de identidad de Dios constituirá el enfoque central de toda la tesis de este libro.5 Puesto que el Dios de la Biblia tiene un nombre y un carácter, puesto que este Dios actúa, habla y se relaciona, podemos dirigirnos a Él. En cierto sentido, la categoría mediante la cual se sintetiza el entendimiento bíblico y judío de Dios es la analogía de la identidad humana personal. Esta analogía está presente en muchas de las descripciones de Dios en la literatura bíblica y judía. En las narraciones de la Historia de Israel, por ejemplo, Dios actúa como un personaje en la Historia, que se identifica de forma similar a la que los personajes humanos de la Historia lo hacen. Tiene una identidad personal, como Abraham y David la tienen. Esto no significa que la analogía humana sea adecuada. Toda la literatura bíblica y judía, incluso aquellos pasajes que parecen, a primera vista, ingenuamente antropomórficos en su descripción de Dios, son conscientes de su trascendencia, de modo que el lenguaje y los conceptos se amplían cuando se aplican a él. Como veremos, la identidad de Dios en el razonamiento judío trasciende la analogía humana, pero su punto de partida es claramente una analogía con la identidad personal humana.
El término «identidad» es mío, y no está sacado de la literatura antigua, pero lo uso como una etiqueta para designar lo que no encuentro en ella. Esto no significa necesariamente una noción precisa de las ideas contemporáneas sobre la identidad personal, pero es claramente una preocupación sobre quién es Dios...

Índice

  1. Cubierta
  2. Página del título
  3. Derechos de autor
  4. Índice
  5. Presentación de laColección Teológica Contemporánea
  6. Prefacio
  7. Capítulo 1. Comprendiendo el Monoteísmo judío primitivo
  8. Capítulo 2. Monoteísmo cristológico en el Nuevo Testamento
  9. Capítulo 3. Dios crucificado: la identidad divina revelada en Jesús