Comentario a las sentencias de Pedro Lombardo II/1
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Comentario a las sentencias de Pedro Lombardo II/1

La creación: Ángeles, seres corpóreos, hombre

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Comentario a las sentencias de Pedro Lombardo II/1

La creación: Ángeles, seres corpóreos, hombre

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El Comentario a las Sentencias de Pedro Lombardo constituye la primera obra mayor de Tomás de Aquino fruto de su enseñanza como bachiller sentenciario al comenzar su primera estadía en París (1252).La obra de Pedro Lombardo (ca. 1090-1160), objeto del Comentario, ofrece un capital patrístico bien ordenado, que el Aquinate desarrolló y superó resueltamente. La materia de las Sentencias se distribuye en cuatro libros: I. Dios Uno y Trino; II. Dios Creador; III. La Encarnación del Verbo y su obra de Redención; IV. Los Sacramentos y la Escatología. Todo ello está organizado en torno a dos núcleos temáticos: Las cosas teologales (los tres primeros libros) y Los signos teologales (libro IV). Pero Tomás de Aquino deja en segundo lugar esta división lombardiana de 'cosas' y 'signos' para organizar la teología teniendo a Dios como centro, con todas las cosas a su alrededor según una relación de descenso (proceden de Él como origen) y regreso (vuelven a Él como fin último).

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Información

TOMÁS DE AQUINO
COMENTARIO A LAS SENTENCIASDE PEDRO LOMBARDO

II,1: La creación: Ángeles, seres corpóreos, hombre

Edición preparada por Juan Cruz Cruz

Prólogo de Santo Tomás

"Con su espíritu engalanó los cielos y con su mano experta hizo salir a la culebra sinuosa" (Job, 26, 13).
Pensar sobre las criaturas es propio de los teólogos y de los filósofos, pero bajo diversos aspectos. Los filósofos consideran a las criaturas del modo como son según su propia naturaleza, por lo cual buscan sus causas constitutivas y propiedades; ahora bien, los teólogos consideran las criaturas como salieron de su primer principio y en cuanto se ordenan a su fin último, que es Dios; por eso su consideración se llama divina sabiduría, puesto que piensan en la causa altí­sima que es Dios. Por eso dice la Escritura: "¿No hizo Dios que los santos na­rren todas sus maravillas?" (Ecclo., 42, 17). Así pues, de esta manera se trata de las criaturas en este segundo libro, puesto que la materia de que trataremos se puede sacar de las palabras arriba dichas. De ellas se pueden deducir tres cosas: el principio de las cosas, el acto de este mismo principio y el efecto del acto.
En orden al principio, tratamos de dos cosas, a saber: del espíritu y de la mano; el espíritu de su bondad y de su voluntad, y la mano del poder. De ese espíritu se dice en el Salmo: "Envía tu espíritu y serán creados" (Sal., 103, 30). Y es que, según Dionisio (De div. nom., 4), de la misma manera que el sol envía sus rayos para iluminar los cuerpos, así la bondad divina derrama sus rayos -esto es, la participación de sí- para la creación de las cosas. Por eso afirma San Agustín (De doct. christ., I, 32) que existimos nosotros, en cuanto Él es bueno. Han negado este espíritu los que afirman que Dios ha hecho las cosas por nece­sidad de naturaleza y no por su libre voluntad; contra ellos afirma Dionisio (De div. nom., 4) que el amor divino no permite que Él esté sin fruto. Y acerca de la mano del poder divino se dice en el Salmo: "Cuando Tú abres la mano, todo se llena de tu bondad" (Sal., 103, 28). Puesto que en su mano estaban todos los confines de la tierra, porque desde la eternidad no existían sino en su poder, y al abrir Él su mano con la llave del amor, existieron las criaturas. De esa mano es de la que dice Isaías: "Mirad que no se ha acortado la mano de Aquél" (Is., 59, 1), porque produce la sustancia de las cosas en el ser, con su infinito poder. Quisieron acortarle la mano los que sostuvieron que Dios no puede hacer nada de la nada. En la producción de las cosas, la Trinidad de las Personas aparece de este modo: en el espíritu se muestra el Espíritu Santo, del cual se afirma en el libro de la Sabiduría: "El Espíritu llenó toda la tierra" (Sab., 1, 7). En la mano se expone al Hijo, el cual es también llamado brazo del Padre: "¿Tienes tú un brazo como el de Dios o hablas con voz semejante?" (Job, 40, 4), precisamente porque Él es el poder y la sabiduría de Dios: "Todas las cosas han sido hechas por Él" (1 Cor., 1). Pero en el pronombre "Aquél" [eius] se indica la persona del Padre, de quien proceden el Hijo y el Espíritu Santo, y de quien se dice (del Padre): "Al principio Dios creó el cielo y la tierra" (Gén., 1, 1).
Por parte del acto toca dos nuevos elementos: el ornato y el oficio de ex­perto. El ornato pertenece a la disposición de las cosas, porque las adornó con una variada belleza, como se dice en el Eclesiástico: "Adornó las grandezas de su sabiduría" (Eclo., 42, 21). Sobre esta belleza también dice Boecio: "Tú eres bellísimo, que llevas en la mente un mundo bello". Pero el oficio de experto pertenece al gobierno de la providencia, por la cual conserva a las criaturas, incapaces de subsistir por sí mismas; a la manera del que ayuda a nacer propor­ciona todo lo necesario para su fin y remueve los obstáculos, incluso ordenando para el bien los males, por lo cual dice Job siguiendo la misma metáfora: "¿Quién cerró las puertas del mar cuando nacía como saliendo del seno ma­terno?" (Job, 38, 8).
Por parte del efecto toca dos cosas: el cielo y la serpiente sinuosa. En el cielo podemos considerar dos cosas, a saber: la firmeza, pues "Fundó los cielos con su prudencia" (Prov., 3, 19), y una claridad indeficiente como se afirma en Eclesiástico: "Yo hice que en el cielo brotase una luz que no falla" (Eclo., 24, 6). Por tanto, por cielos podemos entender las criaturas que permanecieron constantes en su belleza.
A su vez, en la culebra sinuosa podemos considerar dos cosas: la oscuridad y la ambigüedad. Primero, en el nombre de culebra entendemos la oscuridad, porque "culebra" se dice como habitando [colens] la sombra [umbra], que in­dica privación de la luz. Por el adjetivo "sinuoso" entendemos la ambigüedad, en efecto, tortuoso es lo que se desvía de lo recto. Por tanto, por "culebra si­nuosa" se han de entender las criaturas que han oscurecido su belleza por el pecado y su rectitud ha sido viciada, y sobre todo al diablo, por cuya envidia la muerte entró en la tierra (Sab., 3) y de su oscuridad habla Job: "Duerme en la sombra, en el secreto de la caña" (Job, 40, 16), y de su versatilidad habla Isaías: "Castigará el Señor con su espada dura, fuerte y potente al Leviatán, serpiente fuerte, y al Leviatán, culebra sinuosa, y lo matará" (Is., 27, 1). Con razón se afirma que adornó los cielos el Espíritu, porque en las criaturas que siguieron el plan de Dios brilla más claramente la bondad divina y se mantiene el ornato de la belleza. Con razón se afirma que la "culebra sinuosa" ha sido sacada por una mano experta, porque en los males brilla también la divina potencia pues los reprime, y la divina providencia brilla en cuanto que aquellos males son orde­nados al bien.
Y así queda clara la materia de este libro segundo, en que se trata de la for­mación de las criaturas y de la caída del hombre y del ángel por el pecado.

Distinción 1


Producción de las criaturas en común
Esquema del argumento de Pedro Lombardo
1. El concepto de creación y el concepto de otras operaciones.
a) La creación es una producción de la nada.
b) A las criaturas se les atribuye el obrar algo contando con una materia.
c) La creación no pone ninguna mutación en Dios, sino en el efecto.
2. La creación de las cosas ocurre en el tiempo.
a) Enseña Aristóteles que hay un mundo eterno, dos principios -a saber, la materia y la es­pecie- y un operador.
b) Lombardo enseña que el mundo ha sido creado en el tiempo y que Dios existe desde la eternidad y con anterioridad al mundo y que Él es el creador de las cosas visibles e invisi­bles y que ha creado todas las cosas por su bondad y no por otra causa.
3. Géneros de criaturas que proceden por creación.
a) Primera cuestión: por qué y para qué ha sido hecha la criatura racional.
- Responde que Dios, que es el sumo bien, no sólo quiso producir las criaturas, sino tam­bién comunicarse a ellas mediante el gozo de la bienaventuranza.
- Convenía que produjese la criatura racional, la cual, entendiendo y amando, pudiera entender a Dios y gozarlo.
- Unas criaturas racionales fueron hechas sin cuerpo, como los ángeles, y otras unidas al cuerpo, como el hombre.
- Cuando se pregunta por qué y para qué fue hecha la criatura racional se responde que ha sido creada por la bondad de Dios y para gozar a Dios y servirle.
- De la misma manera que el hombre fue hecho para servir a Dios, así también el mundo fue hecho para servir al hombre.
b) Segunda cuestión: por qué el alma racional fue unida al cuerpo, siendo así que es de ma­yor dignidad el existir sin el cuerpo. Se responde que por una triple causa:
- Por la bondad de Dios.
- Para que por la unión del alma a un cuerpo tan ínfimo se diera al hombre un ejemplo para entender que Dios, que es sumo espíritu, no desdeñó comunicarse a la mente creada en la bienaventuranza.
- Para que las almas con los cuerpos merecieran su corona de gloria.

Texto de Pedro Lombardo

Hemos tratado, aunque sólo en parte y según nuestras posibilidades, lo que creímos que pertenecía al misterio de la divina Trinidad y Unidad. Pasemos ahora al estudio de las criaturas.
Se muestra que hay un solo principio, no muchos, como algunos creyeron.- La Es­critura, tratando de la creación de las cosas en su comienzo expone que Dios es el Crea­dor de todas las criaturas visibles e invisibles y el comienzo del tiempo afirmando: "Al principio Dios creó el cielo y la tierra" (Gén., 1, 1). Con estas palabras Moisés, inspi­rado por el Espíritu de Dios, afirma que el mundo fue hecho por Dios en un único prin­cipio, rechazando el error de algunos que afirmaban que había algunos principios sin principio.
Platón afirmó tres principios.- En efecto, Platón (Timeo, 48 ss.) afirma que hubo tres principios, a saber: Dios, el ejemplar y la materia, todos ellos increados sin princi­pio, y que Dios actuó como un artífice, no como creador.
Por qué razón se dice propiamente creador, y qué sea crear y qué hacer.-Creador es el que hace algo de la nada, y crear propiamente es hacer algo de la nada; mas "hacer" se toma ahora no como obrar de la nada, sino de la materia: por tanto, el hom­bre o el ángel se dice que "hacen" algo, no "crean", y son llamados artífices o producto­res, pero no creadores, porque este nombre corresponde sólo a Dios, el cual hace las cosas de la nada, y también hace algo de algunas cosas, y es creador, autor y artífice. Él se reservó el nombre propio de "creador" para sí, y los otros los comunicó a las criatu­ras. A veces en la Escritura se usa el nombre de creador por el de artífice, y se usa tam­bién el crear como el hacer, sin distinción.
Las palabras "hacer" y "obrar" no se dicen acerca de Dios de la misma manera.- Hay que notar, no obstante, que las palabras "crear", "hacer", "obrar" y otras semejantes no se pueden decir acerca de Dios de la misma manera que se afirman de las criaturas. Pues cuando decimos que Él hace algo, no se ha de entender que Él tenga un movi­miento al obrar o que padezca alguna pasión al trabajar como nos ocurre a nosotros, sino que damos a entender algún efecto nuevo de su voluntad divina, es decir, que por su eterna voluntad, algo existe de nuevo.
En qué sentido se dice que Dios hace algo.- Pues cuando se dice que hace algo, es de tal modo que, o según su voluntad, o por su voluntad ocurre que algo comience a existir sin que en Él ocurra nada nuevo, sino que lo nuevo se haga según estaba en su eterna voluntad sin ninguna mutación ni cambio en Él. Nosotros, sin embargo, cambia­mos al obrar, porque nos movemos y no hacemos nada sin movimiento. Sin embargo, se dice que Dios hace u obra algo porque es causa de las cosas que existen con novedad; puesto que las cosas nuevas, que antes no existían, comienzan a existir por su voluntad, sin movimiento en Él, de modo que no se puede hablar propiamente de "acto", pues el acto consiste en movimiento y en Dios no hay ninguno.
Se muestra esto por una semejanza.-Así como por el calor del sol ocurren cosas, no habiendo ninguna moción ni mutación en él, así también, por la voluntad de Dios las cosas nuevas tienen el ser sin cambio del autor, quien es el único y solo principio de todo.
Aristóteles señala tres principios.-Sin embargo, Aristóteles (De gen., II, texto 51-52) dijo que había dos principios, a saber: la materia, la especie y un tercero llamado operatorio, y afirmó que el mundo existe y había existido siempre.
La enseñanza de la doctrina católica.- El Espíritu Santo, anulando el error de estos y de otros semejantes, y mostrando la disciplina de la verdad, revela que "Dios ha creado el mundo al comienzo de los tiempos, y que ha existido eterno antes del tiempo afirmando su eternidad y omnipotencia, a las cuales pertenece" (Beda, In Gen., I, 1), como dijimos (I d45 y un poco antes), el haber querido hacerlo; porque por su bondad y por su voluntad existen las cosas nuevas.
San Agustín en el Enchiridion.- Creamos, pues, que "la causa de las cosas creadas, celestes y terrestres, visibles e invisibles no es otra sino la bondad del Creador, que es el Dios único y verdadero" (San Agustín, Enchir., 9) que tiene una bondad tan grande que, como sumo y eterno bien, ha querido hacer a otros partícipes de su bondad, con la que es completamente dichoso, habiendo visto que puede ser comunicada sin quedar dismi­nuida en modo alguno. Quiso comunicar a otros que Él era aquel mismo bien con el cual era dichoso, por su sola bondad y no por necesidad, porque es propio del sumo bien el querer beneficiar y es propio del todopoderoso el no recibir daño.
Por qué fue hecha la criatura racional.- Y porque alguien no puede participar de su bienaventuranza sino por la inteligencia (la cual, cuanto más se ejercita, tanto más ple­namente se tiene) hizo Dios a la criatura racional que comprendiese el Sumo Bien, y entendiéndolo lo amase, y amándolo lo poseyese, y poseyéndolo lo gozara.
De qué modo es distinta la criatura racional.- La distinguió de manera que una parte de ella quedase en su pureza y no se uniese a un cuerpo, a saber, los ángeles; y otra parte se uniese a un cuerpo, a saber, las almas. Por eso se distingue la criatura ra­cional en corpórea e incorpórea; la incorpórea se llama ángel, y la corpórea se llama hombre subsistente por el alma racional y por la carne. La primera causa de la criatura racional fue la bondad de Dios.
Por qué fueron creados el hombre y el ángel.- Por tanto, si preguntamos por qué han sido creados el hombre y el ángel, responderemos sencillamente: por la bondad de Dios. Así, dice San Agustín: "Porque Dios es bueno existimos, y en cuanto existimos, somos buenos" (De doct. christ., I, 32, 35).
Para qué ha sido creada la criatura racional.- Cuando se pregunta para qué ha sido creada la criatura racional, se responde: para alabar a Dios, para servirle y para gozar de Él, en todo lo cual el provecho es para ella, no para Dios. Porque Dios es perfecto y lleno de la suma bondad, y no puede ni aumentar ni disminuir. Y el hecho de que la criatura racional haya sido hecha por Dios hay que referirlo a la bondad del Creador y a la utilidad de la criatura.
Una muy breve respuesta a la pregunta de por qué o con qué fin ha sido hecha la criatura racional.- Pues cuando se pregunta por qué o con qué fin ha sido hecha la criatura racional, se puede responder muy brevemente: por la bondad de Dios y para utilidad de la criatura. En efecto, es útil a la criatura servir a Dios y gozar de Él. Al decir que el hombre o el ángel han sido hechos por Dios no es porque Dios Creador, que es sumamente dichoso y no necesita de nuestros bienes (cfr. Sal., 15, 2), tuviera necesidad de su servicio; sino para que sirviese y gozase de Él, pues servirle es reinar, porque esto aprovecha al que sirve, no al que es servido.
Del mismo modo que el hombre fue hecho para servir a Dios, así el mundo fue he­cho para servir al hombre.- Y así como el hombre fue hecho para Dios, es decir, para servirle, así el mundo fue hecho para el hombre, esto es, para servirle. El hombre está puesto enmedio: para que le sirvan y para que él sirva, para recibir ambas cosas y que todo redundase para el bien del hombre, tanto el recibir el servicio como el darlo. Así pues, quiso Dios ser servido de tal manera por el hombre que con ese servicio fuese el hombre el que tuviese ventajas, no Dios, y quiso que el mundo sirviese al hombre y así también tuviese ventaja el hombre.
De qué modo todas las cosas son nuestras.- Todo era un bien para el hombre: tanto lo que fue hecho para él, como el motivo por el que él fue hecho. Dice el Apóstol: "Todas las cosas son nuestras" (1 Cor. 3, 22), a saber, las cosas superiores, las iguales y las inferiores: las superiores son nuestras para gozarlas (como Dios Trinidad); las igua­les para convivir con ellas, porque aunque ahora son superiores a nosotros, en el futuro nos serán iguales, y aún ahora son nu...

Índice

  1. SENTIDO ORIGINAL DE LA CREACIÓN
  2. La creación: Ángeles, seres corpóreos, hombre