Personajes de fe que hicieron historia
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Personajes de fe que hicieron historia

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Personajes de fe que hicieron historia

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Información del libro

Los autores tratan la influencia de la creencia en seis personajes: tres gobernantes (Isabel, Legazpi y De Gaulle), y tres figuras indiscutibles del ámbito del arte, la ciencia y la técnica (Gaudí, John Ford y Lemaître), poniendo así de manifiesto cómo la huella de la fe subyace en las obras más célebres de estos seis personajes de la Historia.

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Información

Año
2014
ISBN
9788432143748

ANTONI GAUDÍ
LOS FUNDAMENTOS INTEMPORALES
DE UN MAESTRO DE LA ARQUITECTURA ACTUAL

Jorge Latorre

Del pasado al futuro

Casi noventa años después de su muerte, Antoni Gaudí sigue provocando controversias entre los arquitectos como si todavía estuviera vivo. Aunque en las escuelas tardo-modernas se sigue estudiando como una rareza a no imitar, los arquitectos internacionalmente más influyentes como Nouvel, Gehry o Calatrava, se inspiran contantemente en su original modo de hacer, para renovar la arquitectura contemporánea. Al mismo tiempo, la Sagrada Familia sigue elevándose hacia el cielo desde una Barcelona cosmopolita y liberal que no parece sentirse cómoda con este símbolo religioso triunfando sobre su Skyline. De hecho, el tempo nunca ha estado libre de discusión: no solo fue objeto de ataques en la Guerra Civil sino también de la especulación urbanística en 1976, cuando se construyó sobre el parque previsto frente a su fachada principal un edificio de viviendas; o más recientemente, con la polémica decisión de hacer pasar el túnel del AVE bajo el espacio en que debe construirse esa portada de la Gloria, pese a la oposición de los arquitectos que dirigen las obras que se entenderán mejor más adelante, en relación con la técnica constructiva del arquitecto, con razones muy fundadas[77].
La consagración del templo presidida por el Papa Benedicto XVI y retransmitida por televisión a todo el mundo el 7 de noviembre de 2010, ha puesto menos en duda la tan discutida terminación de la obra. No solo ha doblado el número de visitas a la ciudad sino que ha mostrado de modo patente en imágenes inolvidables que la Sagrada Familia será una referencia clara del camino de renovación del arte sacro europeo reciente, y el templo religioso más importante de los últimos tres siglos. Que estamos hablando del mejor templo cristiano moderno es una afirmación del arquitecto Oscar Tusquets, al que admiro por su valentía por su artículo publicado en El País con el título «¿Cómo pudimos equivocarnos tanto?». Sigo con sus propias palabras, tan elocuentes como sinceras:
«A principio de los sesenta, aún en la universidad, fui uno de los instigadores de un manifiesto abiertamente contrario a la continuación del templo de la Sagrada Familia que contó con el apoyo incondicional de toda la intelligentsia de la época, de Bruno Zevi a Julio Carlo Argan, de Alvar Aalto a Le Corbusier. Aunque tras su publicación la reacción fue contundente y las obras en vez de detenerse cobraron nuevos bríos, continuamos convencidos de que constituían un error monumental. Ahora, tras la consagración papal del templo, me he replanteado la cuestión... ¿Cómo pudimos equivocarnos tanto? Si hace 50 años se nos hubiese hecho caso, esta maravilla no existiría. Habría permanecido como una ruina o la hubiera terminado un arquitecto de moda en aquellos años. ¿Cuánta gente la visitaría? Este templo no ha tenido nunca apoyo económico de las instituciones, vive de los donativos de los que la visitan, más de dos millones al año, más de 25 millones de euros. Se está financiando como una catedral medieval. De esta forma se terminará, no sé si la mejor obra del pasado siglo... pero sí el mejor edificio religioso de los últimos tres».
El obrador de Gaudí en la Sagrada Familia (donde se encontraban los planos y maquetas más importantes) fue destruido durante la Guerra Civil, de modo que no se tenía constancia gráfica de lo que verdaderamente respondía al proyecto original de Gaudí y lo que podría ser libre interpretación de los arquitectos que continuaban las obras. Estos intentaron insistentemente explicar a los incrédulos que lo que estaban haciendo era fiel al espíritu de Gaudí, quien, por otra parte, era consciente de que había comenzado una obra que llevaría siglos terminar, como las catedrales medievales; y que, por tanto, los modos de hacer y los estilos decorativos cambiarían, aunque el espíritu de la obra fuera el mismo. Pero no fueron escuchados[78]. Eran insalvables los prejuicios estéticos, mezclados con los religiosos, como veremos a continuación.
Pero no quisiera terminar esta introducción sin enfatizar que lo que hace de la Sagrada Familia algo excepcional no es la persistencia de este tipo de controversias, que siempre han acompañado a toda gran ambición artística y espiritual; se trata más bien del peculiar sentido de esta polémica en torno a la obra de Gaudí, con la Sagrada Familia como última referencia. Al contrario de lo que suele ocurrir en el arte de vanguardia, donde una minoría defiende el arte más avanzado frente a una mayoría conservadora, los que hasta hace poco tiempo todavía se oponían a la construcción de la Sagrada Familia pertenecen al ámbito de la High culture minoritaria, mientras que el templo ha sido siempre enormemente popular, tanto en la propia Barcelona como fuera de ella. Y este es un fenómeno peculiar, digno de ser estudiado desde el punto de vista de la Cultura Visual contemporánea, que es el terreno de mi especialidad.

El artista en su contexto

«El hombre razonable se adapta al mundo, el hombre poco razonable insiste en tratar de adaptar el mundo a sí; todo progreso depende por tanto del hombre poco razonable».
Esta ingeniosa cita de Bernard Shaw encabeza el libro Antoni Gaudí de Gijs van Hensbergen, una de las biografías mejor documentadas hasta el momento, que fue publicada en Oxford y en Barcelona en 2002 con motivo del año internacional de Gaudí[79]. Como ya analizó Juan Luis Lorda en una reseña de esta biografía publicada en Nuestro Tiempo, al trípode que da estabilidad y pleno sentido a la figura y obra de Gaudí le falta un pie. El gran artista era intensamente arquitecto, intensamente catalán e intensamente cristiano. Van Hensbergen es arquitecto y sabe apreciar los valores estéticos y la actualidad de la obra de Gaudí. Ha vivido en Cataluña y se ha impregnado de amor por lo catalán, incluso con algunas ingenuidades históricas. Pero, quizá por provenir de un contexto cultural muy alejado del de Gaudí, no comprende su fe, y la ve como una extravagancia del momento que, aunque limita la modernidad del personaje, no impide su genialidad. Con esto, el retrato queda incoherente, y hace que la biografía, lejos de ser definitiva, como proclama la contraportada del libro, requiera una mejor contextualización: una relectura de esos mismos datos que Van Hensbergen aporta pero incluyendo la perspectiva de la fe. Pues, como veremos, el catolicismo de Gaudí, lejos de ser algo tolerable o una debilidad que resta fuerza a su fuerte personalidad de artista, es la esencia misma de su pensamiento y explica también la permanencia de su arte más allá de las modas y de los estilos.
Pero como estudia Ernst H. Gombrich, el arte no se produce en un espacio vacío, ningún artista es independiente de predecesores y modelos; no menos que el científico y el filósofo, el artista es parte de una tradición específica y trabaja en una estructurada zona de problemas[80]. Es por tanto preciso remontarse al estudio del contexto, y lo haremos de la mano de la biografía de Van Hensbergen citada.
Antoni Gaudí y Cornet nació en la ciudad industrial de Reus, situada en la provincia de Tarragona (una ciudad histórica con la que Reus compite en importancia demográfica y económica), el 25 de Junio de 1852, en el seno de una familia humilde de artesanos caldereros. Este oficio influyó notablemente en su obra arquitectónica posterior, pues le enseñó la disciplina del oficio, las técnicas básicas de lo constructivo y, sobre todo, la experiencia del contacto con el material para pasar del plano al espacio: «Yo tengo esta capacidad de ver el espacio porque soy hijo, nieto y bisnieto de caldereros (...) es decir, gente del espacio y de la situación»[81].
Desde niño fue un observador sutil de la naturaleza de su tierra natal mediterránea; y de joven, se aficionó a las excursiones campestres, que constituían una novedad para la época (la asociación de Excursionistas de Cataluña, a la que pertenecía, era pionera en España). Su discípulo Joan Matamala (hijo del escultor Llorenç, muy amigo de Gaudí) recuerda que «Antoni conocía todos los rincones de la región»[82]. De la naturaleza aprendió que lo orgánico no tiene líneas rectas, que las formas naturales no tienen solución de continuidad, pero sin embargo responden a una geometría interna. Repetía a menudo que «el arte es hijo de la naturaleza» y que a ella debía someterse, reconociendo así su concepción realista del mundo y de la vida, como veremos más adelante en profundidad[83].
A esta época de la infancia y juventud se remonta también su admiración por la Edad Media, encarnada sobre todo en la arquitectura cisterciense de la zona. En el Monasterio de Poblet firmó junto a sus colegas de adolescencia un manifiesto patriótico catalanista que adelantaba muchos de los sueños que haría después realidad en su vida. Decidido a estudiar arquitectura, se trasladó a Barcelona en 1868, con diecisiete años. Su padre vendió parte de las tierras familiares para poder sufragar estos estudios, pues también su hermano Francesc, un año mayor que Gaudí, estudiaba medicina en Barcelona. Pudo matricularse en 1974, una vez superados los exámenes del curso preparatorio de acceso a la recién creada Escuela Provincial. Segregada de la antigua Academia de Nobles y Bellas Artes, poseía esta escuela de Arquitectura un carácter renovador, pues prestaba especial atención a la formación tecnológica del futuro arquitecto.
Como se trataba de una escuela nueva, era muy normal hacer las prácticas para los propios profesores, y así Gaudí pudo mantenerse trabajando como colaborador avanzado en distintos estudios de arquitectos barceloneses. En la ciudad condal Gaudí podía, además, estudiar con detalle la arquitectura gótica del siglo XIV que tanto admiraba. Monumentos como la Seu o Santa María del Mar le permitieron estudiar, de manera concreta, las soluciones estructurales que habían inspirado la obra de Viollet-le-Duc y Ruskin, las mayores autoridades teóricas del momento, conocido por la supremacía del eclecticismo y los estilos revival. Gaudí compatibilizaba estas influencias con una nueva mirada a la arquitectura oriental, tanto india como musulmana, de la que extraía nuevas enseñanzas.
La etapa de industrialización, que en Cataluña se adelanta al resto de España, coincide con el auge del comercio textil con las colonias de América (con el que harán gran fortuna los empresarios Güell y Comillas) y el fenómeno de la Renaixença, o recuperación de las raíces históricas catalanas. Estas referencias miraban tanto a la mitología griega del Mediterráneo (Hércules es considerado fundador de Barcelona) como a la Edad Media, época dorada de la literatura vernácula en catalán y que, históricamente, recordaba las conquistas de Sicilia y Nápoles, las gestas de los Almogávares en Atenas y Neopatria, etc. Después del brillante siglo XIV, Barcelona entró en un largo período de decadencia cultural y económica, a causa de la política española de orientación comercial hacia América, con Sevilla, Lisboa o Cádiz como puertos más relevantes, relegando la zona del mediterráneo a un segundo plano. La Guerra de Sucesión de 1700-1714 agravó aún más este problema, pues la Cataluña antiborbónica sufrió no solamente la pérdida de los Fueros o privilegios de autogobierno sino también una serie de medidas represoras que se mantuvieron hasta el siglo XIX. La más llamativa de todas desde el punto de vista cultural, fue la unificación de las universidades catalanas en Cervera, una pequeña localidad que había apoyado a Felipe V, en donde el catalán fue excluido de la enseñanza superior, con su consiguiente desprestigio como lengua.
Por la falta de estudios universitarios, hasta mediados de siglo solo existía en Barcelona una Escuela de Maestros de Obras y algunas ...

Índice

  1. Portadilla
  2. Índice
  3. Presentación
  4. Isabel la Católica
  5. Miguel López de Legazpi
  6. Charles de Gaulle
  7. Antoni Gaudí
  8. La mirada poética de John Ford
  9. Georges Lemaître
  10. Créditos