El ambiente imperativo. Un enfoque integral del desarrollo infantil
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El ambiente imperativo. Un enfoque integral del desarrollo infantil

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El ambiente imperativo. Un enfoque integral del desarrollo infantil

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Estudiar el desarrollo infantil exclusivamente desde la biología tiene el inmenso riesgo de ampliar la brecha entre quienes logran acceder a las mieles de la ciencia y la tecnología, y los millones de niños que hay en el mundo que no tienen acceso a los bienes públicos necesarios para una vida digna. Hoy el gran problema de los niños y las niñas es social, y se refleja en el ambiente de pobreza en el que viven, el desempleo de sus padres, la amenaza de la delincuencia, las guerras y los abusos de los recursos naturales, entre muchos otros factores. Ante tal pluralidad, esta obra que se divide en tres partes y recoge más de 30 años de experiencia investigativa alrededor del tema de la infancia se propone rescatar el papel del ambiente en el desarrollo infantil. Temas como Maduración cerebral y el desarrollo de la mente, Nutrición y desarrollo infantil, La vida emocional, Globalización cultural e infancia, Comprensión del mundo económico en la infancia, Construcción del orden político y moral y El mundo ecológico: espacio del desarrollo infantil, entre otros, permiten profundizar en el análisis de las condiciones de la infancia en la actualidad.

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Información

Año
2012
ISBN
9789587411881
Categoría
Biology

TERCERA PARTE

CONSTRUYENDO EL MUNDO EN EL SIGLO XXI

Tendemos a pensar las interrelaciones entre adultos y niños
en términos muy micro-sociales: los padres con los hijos; los
maestros con los alumnos; el pediatra con el paciente infantil,
etc. En contraste, y partiendo de nuestra opinión de que a esta
temática se le ha prestado mucha menos atención de la que
cabría esperar, vamos a subrayar que dichas interrelaciones
se dan a todos los niveles sistémicos de la vida en sociedad.
(Casas, 1998).

7. GLOBALIZACIÓN CULTURAL E INFANCIA
Nuevas posibilidades comunicativas, nuevas experiencias sociales, no pocas incertidumbres

MARTA MILENA BARRIOS{I}
Es mucho lo que se ha escrito sobre la omnipresencia de la comunicación masiva en nuestras vidas. Mucho más, respecto a la dificultad de rastrear los matices sutiles y profundos que adopta su influencia en los distintos ámbitos de la vida cotidiana de cada uno de nosotros. Conceptos como Agenda Setting (Mc Combs, 1972), que postula que los medios de comunicación por el poder que tienen pueden trasladar las decisiones en su agenda a la sociedad entera; el Efecto CNN (Baran, 2001), que da cuenta de la manera en que las políticas públicas pueden ser moldeadas por la influencia de las noticias; la Teoría de la Cultivación, que analiza la influencia de la televisión en nuestras vidas, entre muchos otros cuerpos de conocimiento respaldados por una sólida investigación, solo sirven para reafirmar que ” -aun cuando nos empeñemos en mantenernos alertas- son muchas -y muy complejas- las maneras en las que los medios cambian nuestra percepción del mundo.
En otras palabras, nos afectan las decisiones de un porcentaje relativamente pequeño de personas dedicadas a las tecnologías de la información y la comunicación, a la poderosa industria del entretenimiento y a la no menos importante tarea de producir y difuminar información en forma pública. No en vano uno de los padres de la comunicación, Marshall McLuhan, solía preguntarse con frecuencia “si el pez era consciente de que estaba mojado. La repuesta que se daba era un rotundo no. La existencia del pez está tan inmersa en el agua, que solo cuando le falta se da cuenta de su estado. Así pasa con las personas y los medios de comunicación. Los medios saturan a tal grado nuestra vida cotidiana que por lo regular no nos percatamos de su presencia”. (Baran & Hidalgo, 2005, p. 4).
McLuhan, como el más experto de los visionarios, predijo en la época en que se empezaba a masificar la televisión (La galaxia Gutenberg, 1962; Understanding Media, 1964) que nos encontraríamos frente a una nueva interdependencia electrónica que permitiría recrear el mundo a imagen de una Aldea Global. Esto es, que por cuenta de los adelantos en las comunicaciones y las tecnologías, nuestra sociedad global llegaría a ser “una comunidad de ciudadanos interconectados”, en donde las barreras geográficas y las tradiciones locales tenderían a desdibujarse en favor de una cultura global. Así ha sido. Nos hallamos ante un entramado de relaciones en donde los valores y las normas obedecen en forma prominente a una racionalidad occidental, en donde el lenguaje cobra mayor importancia, en donde se habla con mayor frecuencia de consumidores que de ciudadanos; un espacio intangible moldeado por nuevas relaciones de poder —con frecuencia en manos de empresas transnacionales en lugar de gobiernos— en el cual la televisión por cable e Internet parecen haber desdibujado de un tajo, también, las fronteras entre culturas. Un mundo en el cual la información parece ser el bien más preciado. Y en donde resulta sabio recordar que, buena parte de ella, circula en forma convergente por los medios masivos de comunicación social.
Precisamente, la Teoría del Medio de McLuhan postula que “las sociedades son muy dependientes de la tecnología mediada y que el orden social se basa en la capacidad de manejar esa tecnología. Los medios de comunicación, en general, actúan directamente para moldear y organizar una cultura” (West, R. & Turner, 2005, p. 382). A pesar de las críticas que estas ideas provocaron en su momento, el tiempo parece haberle dado la razón a McLuhan, quien permanece vigente en las discusiones actuales, por cuenta de los cambios culturales que ha generado Internet.

MUCHA INFORMACIÓN, POCO CONOCIMIENTO: EL NUEVO CLIMA CULTURAL

Así pues, cuando nace, un niño se ve expuesto a una oferta de información de tal magnitud, que el problema que se presentaba antes, de cómo tener acceso, parece haber dado paso —en buena parte del planeta— a su opuesto: cómo protegerse de la saturación, de la fatiga que produce el tener tanta disponible. Nos referiremos en primera instancia a este escenario, para luego centrar la discusión en su opuesto: la dificultad de acceder a la información que tienen sectores menos favorecidos de la población y las consecuencias que se derivan de esta brecha en el mundo de hoy.
Con relación a la situación a la que está expuesta la población que tiene acceso a la información por múltiples canales, la descripción de la oferta resulta impresionante. Estudiosos, como Potter (2005), dan cuenta que en el mundo se publican anualmente alrededor de 1 millón de libros, existen unas 47 mil emisoras de radio, 21 mil canales de televisión, casi 23 mil periódicos y más de 1.5 millones de otros impresos de comunicación masiva. Aun cuando estas cifras invitan a la reflexión, resulta todavía más impactante el intento del autor de ponerlas en contexto. Dice Potter (2005), refiriéndose tan solo a la oferta originaria de Estados Unidos: “si usted fuera a tratar de leer solo los nuevos libros publicados este año, tendría que leer un libro cada 8 minutos durante 24 horas al día sin descanso durante el año entero (...) si usted quisiera ver toda la programación de televisión en este año solamente, le tomaría alrededor de 35 siglos ¡sin tomar descansos!” (p. 5).
Frente a este escenario, el niño de condición socioeconómica alta o media en los países en desarrollo y la mayoría de la población infantil en los desarrollados, se encuentra ante una exposición permanente de mensajes dotados de una intencionalidad que privilegia las lógicas de los mercados, los valores y formas de ver el mundo de un reducido número de productores de la información y el entretenimiento a nivel global. Estos nuevos narradores, reemplazan en gran medida a quienes fungían como depositarios de las tradiciones, los valores y la memoria del colectivo en las sociedades tradicionales.
Lo que es peor: medios de comunicación como la televisión suelen reemplazar el contacto personal afectivo de los padres y cuidadores de los pequeñitos en la esfera privada, durante más o menos cinco horas diarias. Con frecuencia, las presiones del mundo moderno han obligado a ambos padres a trabajar, al tiempo que realizan las tareas propias del mantenimiento de los hogares, un cambio estructural que, estudiosos como Gerbner (1994), no dudan en calificar como un cambio en el clima cultural.
La preocupación aumenta cuando se examina en detalle el tipo de programación a la que están expuestos los niños, aún dentro de las llamadas franjas infantiles. Muchos de los programas están saturados de violencia, lo mismo que los de las franjas familiares y, por supuesto, la programación para adultos. Dice Gerbner: “en incidentes de violencia en prime time, las escenas violentas ocurren en un rango entre seis y ocho por hora; esta tendencia ha permanecido bastante estable durante los veintiocho o veintinueve años en que hemos estado rastreándola. Hay un promedio de dos asesinatos por noche. Esta es la dieta nocturna de nuestros niños. Y cuando se miran los programas infantiles como los dibujos animados del sábado en la mañana, la cantidad de violencia es entre veinte y treinta incidentes por hora” (p. 6). En su estudio longitudinal sobre la percepción de la realidad que “cultiva” la televisión en su audiencia, el autor de la Teoría de la Cultivación llegó a una conclusión impactante: “entre más televisión se vea, más se creerá que el mundo real es como el que muestra la televisión” (Gerbner, 1994, p. 9).
De manera que, insistimos, ante las reducidas oportunidades que tiene un ciudadano de enterarse de primera mano de los sucesos que le interesan para tomar decisiones sobre su vida, la construcción de su realidad social vendrá mediada en gran medida por las percepciones de quienes lo informan y lo entretienen a través de la televisión y los otros medios masivos globales. Como argumenta Gerbner (1994), el monopolio de los medios y en particular de la televisión, en la vida cultural del niño, crea la ilusión de que no existen más alternativas. Desborda el clima cultural con la utilización excesiva de recursos —en especial, violentos— que transmiten la idea de que el mundo es un lugar más atormentado de lo que realmente es.
En el escenario descrito, no resulta sorprendente caer en cuenta de que hay mucha información que ni adultos ni niños alcanzan a convertir en conocimiento. Antoni Brey (2009) define al conocimiento como “un producto, es el resultado de procesar internamente la información que obtenemos de los sentidos, mezclarla con conocimientos previos, y elaborar estructuras que nos permiten entender, interpretar y, en último término, ser conscientes de todo lo que nos rodea y de nosotros mismos” (p. 20).
En su texto la Sociedad de la Ignorancia, Brey previene sobre los riesgos de la hiperconexión y la sobrecarga o saturación de información, la llamada infoxicación. El síntoma más protuberantes de esta pandemia parece ser “la dificultad de discriminar lo importante de lo superfluo y para seleccionar fuentes fiables de información” (Manotas, 2010). Los peligros de este estado ‘de salud’ colectiva no pasan desapercibidos para autores como Brey (2009), quien argumenta que cierto tipo de conocimiento de bajo contenido reflexivo se incrementa constantemente en todos nosotros cuando dedicamos un buen número de horas a inundar nuestro cerebro con información proveniente del televisor o de Internet.
Por su parte, autores como Potter (2005), al evaluar la situación en que nos encontramos frente a la cantidad de mensajes a la que estamos expuestos, hablan de que, tanto niños como adultos, solemos caer en un estado de Automaticidad, “esto es, de aceptación inconsciente, cuando no estamos interesados en invertir el esfuerzo que se necesita para una atención consciente, mucho menos el esfuerzo de analizar y evaluar los mensajes y encontrar más información para construir aproximaciones más exactas” (p. 13).

ON LINE-OFF LINE, CUESTIÓN DE IDENTIDAD

Por otra parte, si la televisión parece haber disminuido ya de manera sustancial los contactos personales de los consumidores de medios -en especial, niños y jóvenes- la Internet parece haberlos reducido a límites preocupantes. Las formas de relacionarse con en el mundo real de este segmento de la población han cambiado en la medida en que se incrementa su contacto, desde la primera infancia, con el mundo de posibilidades virtuales que abre Internet.
Taxonomías como Generación @ o Generación XY (Feixa, 2006), describen a jóvenes provenientes de entornos urbanos, que han tenido acceso a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación desde sus primeros años, tanto en el hogar como en la escuela, y cuyos modos de relacionarse con los medios parecen moldear de manera importante su identidad. Otras referencias, como “depositarios naturales de la tecnología” o “nativos digitales” (Marc Prensky, 2001), dan cuenta de la habilidad ‘innata’ con que cuentan para entender la lógica de funcionamiento de toda suerte de aparatos electrónicos, utilizarlos sin esfuerzo en las más diversas actividades cotidianas, ponerlos al servicio de sus necesidades de comunicación e integrarlos de formas diversas a las relaciones que mantienen en los diversos escenarios de su vida social.
Al respecto, Cubides, H. et al. (2002) dicen que las nuevas generaciones parecen equipadas de man...

Índice

  1. PORTADA
  2. PORTADILLA
  3. CRÉDITOS
  4. PRESENTACIÓN
  5. INTRODUCCIÓN
  6. PRIMERA PARTE NI TAN CERCA DEL BIOLOGISMO, NI TAN LEJOS DEL AMBIENTE
  7. SEGUNDA PARTE LOS PRIMEROS VÍNCULOS: FAMILIA Y COMUNIDAD
  8. TERCERA PARTE CONSTRUYENDO EL MUNDO EN EL SIGLO XXI
  9. NOTAS
  10. CONTRAPORTADA