Nuestras Inquietudes más Profundas
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Nuestras Inquietudes más Profundas

Paz interior, felicidad, trascendencia

  1. 298 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Nuestras Inquietudes más Profundas

Paz interior, felicidad, trascendencia

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Información del libro

A medida que el lector avanza por las páginas de "Nuestras inquietudes más profundas", se va encontrando consigo mismo y su realidad. Capítulo a capítulo, descubre cómo enfocarse y realizar los cambios necesarios para construir una vida próspera, colmada de satisfacciones y felicidad. Esforzándose con la pasión de un alpinista, aunque sin ser atrapado por las garras del sacrificio y el sufrimiento.El título "Nuestras inquietudes más profundas" nació porque según ha experimentado el autor, si logramos conectarnos con nuestras inquietudes más profundas, donde se tejen aquellos intereses que son más importantes para nosotros, accedemos a la paz interior y a la felicidad, entendiendo que esta, como expresó la escritora Margaret Lee Rumbeck, "No es una estación a la que se llega, sino una manera de viajar".

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Información

Año
2019
ISBN
9789566039266


PARTE 1

Acercándonos
al Ser que somos



Una historia para recordar


Un hombre se encontró con otro del cual había oído hablar.
–He escuchado que eres muy sabio.
El interpelado posó sus ojos sobre él. Aunque penetrantes, le parecieron acogedores. Tal calidez, lo animó a continuar.
–Dicen que eres profundamente feliz –la apacible cara del sabio enmarcó una amplia sonrisa–. Yo, en cambio, soy un hombre común y corriente que anda errante por la vida. Aunque poseo una familia, un trabajo y bastante riqueza material, no soy feliz. Tengo mucho, pero nada anda como debiera.
Un silencio cálido impregnó durante instantes el ambiente.
–¿Puedo preguntarte algo? Si quieres hacerte el tiempo de contestarme, por supuesto.
El sabio habló por primera vez:
–Siempre tengo tiempo para responder, especialmente si tú me lo pides.
–Entonces, dime: ¿qué debo hacer para ser feliz?
–¿Te das cuenta de la profundidad que encierra tu pregunta?
La respuesta le sorprendió y respondió que sí, que se daba cuenta.
–Entonces, no necesitas una respuesta.
Las mejillas del hombre enrojecieron.
–Disculpa, pero no, no me doy cuenta. En realidad, te respondí sin pensar.
–¿Sin pensar? ¿Cómo podrías?
–Bueno, o sea, obviamente pensé, pero... la felicidad es una palabra tan chica, corta y simple; sin embargo, en mi cabeza se hace tan grande que no alcanzo a abrazarla.
La mirada del sabio era un acogedor complemento a sus tranquilas palabras.
–Haz ahora lo que debes para que las cosas sucedan, pues mañana será tarde. Y asegúrate de que sea en concordancia con tus inquietudes más profundas.
Luego de una pausa, agregó:
–No dejes que cosas añejas interfieran con la evolución de tu presente.
Mientras el hombre hacía un esfuerzo para comprender, el sabio continuó:
–Ama. Está dentro del marco de tu responsabilidad. Es un verbo que puedes practicar sin dificultad. El amor es el resultado, el otro extremo del palo.
>>Sonríe. Una sonrisa tierna, igual que una mirada diáfana, refleja el alma. Es elixir de vida para quien la da, y al mismo tiempo, para el que la recibe.
>>Entusiásmate. Deja fluir la alegría por tus poros. No puede pasar desapercibida. Inunda todos los ambientes, especialmente el cuerpo que habita.
>>Vive en paz. Contigo y con el mundo. Es la receta para escuchar, distinguir lo que vale la pena y actuar en consecuencia.
–Y hazlo ahora. De lo contrario pierde su fuerza y la magia, y nunca se produce el milagro. Alinéate con los fundamentos milagrosos de la vida.
La viva expresión en los ojos del hombre, exigía con ansias la entrega de más detalles.
–Responsabilízate de tu vida y regala a través de la generosidad todos los secretos que te hacen grande, como las ganas de escuchar, tus sinceras palabras de consuelo y el abrazo de una mirada noble.
El hombre no supo qué más preguntar. De seguro en el camino nacerían muchas inquietudes, pero en ese momento solo atinó a agradecer y abandonar el lugar.
El sabio hizo una graciosa venia y agregó sus últimas palabras:
–Anda tranquilo, somos uno… Siempre estaré contigo.



La vida se inventó para ser feliz


Hay personas a las que les va bien, en cambio no a otras. ¿Por qué? ¿Qué hace la diferencia?
Sujetos pertenecientes a una misma cultura, incluso hijos de los mismos padres, encuentran caminos y logros que pueden llegar a ser muy disímiles. Forjan su mundo a partir de la genética que les tocó, las particularidades de su nacimiento, las circunstancias que los van envolviendo, el crecimiento de su autoconciencia y el desarrollo de la espiritualidad.
Así, al pasar los años, mientras unos descubren sus procesos espirituales, los alimentan y abren las puertas a una transformación que los hace sentirse realizados, otros se identifican con su mente, sus pensamientos, sus emociones y lo que sucede fuera de ellos, entrampados en la dependencia, manipulados por las circunstancias y el mundo material. Desconectados de sus inquietudes más profundas, cultivan una insatisfacción que en muchos casos llega a extremos lamentables.
De vez en cuando, uno sabe de alguien a quien siempre le va bien: haga lo que haga, diga lo que diga, piense lo que piense, se mueva como se mueva... Nos preguntamos si realmente puede ser, y en nuestra defensa, quizá lo neguemos y digamos: “vemos caras pero no corazones”.
La experiencia me ha enseñado que esas personas existen, cada vez son más, y todos podemos entrar al club. Es cuestión de creerlo y ponerse en acción.
Son individuos que desplegando patrones de comportamiento obedientes a sus propios designios, descubren que su existencia puede trascender a la corta estadía en este planeta. Han desarrollado mecanismos de cambio que, en un progreso alucinante, les permite variar el enfoque y girar su comportamiento por un camino con sentido y satisfacción constante. Alegres, sin cargas antipáticas, convencidos de que el propósito de su vida, cual sea, sin duda pasa por ser feliz.


La autoconciencia y el despertar a la satisfacción


Para reconocer el camino y la dirección que nos conviene, y desarrollar una vida que valga la pena, es imprescindible alinear nuestras inquietudes más profundas con aquello que llamamos realidad. Quienes mantienen estándares bajos de satisfacción, son personas que permitiendo al futuro y el pasado estar constantemente superponiéndose a su presente, ignoran que en el quehacer diario buscan su identidad en ilusiones creadas por la mente.
La mente les hace creer que es lo mismo que ellos. Un vil engaño que les impide tener control sobre los mensajes expresados a través de sus emociones, sucumbiendo a diálogos interiores desordenados que se convierten en una bulla que eclipsa su estado natural de conciencia. Como resultado, derivan hacia una inconsciencia que destruye el espacio disponible para el desarrollo de las condiciones que les permita acunar su paz interior.
Estamos ante una figura disminuida de la autoconciencia. Me refiero a esa inteligencia que tenemos los seres humanos, que nos permite hacer conciencia de nuestros propios procesos de pensamiento, rediseñarnos e influir sobre las circunstancias. Capacidad que, de ser enriquecida, permite que aumentemos la habilidad para centrarnos en el estado de presencia, observar el comportamiento de nuestra mente y reconocer las distorsiones que en ella hacemos, partiendo por las que nos conducen a traicionar nuestros propios intereses.
Una autoconciencia en crecimiento nos permite ampliar nuestra óptica y situarnos en una perspectiva desde la cual evaluar en qué medida somos consecuentes con nuestras inquietudes más profundas. Fundamental, pues solo conociendo nuestros intereses primarios podemos zafarnos realmente de las circunstancias y cambiar enfocados en un proyecto de vida atractivo que nos permite transformarnos en seres libres.
Cuando nos identificamos con la mente y los pensamientos, sin establecer diferencias claras entre las ilusiones y el panorama real, desviamos nuestra existencia y nos extraviamos ocultando aquello que late en nuestro interior bajo el velo de asuntos que brillan afuera. Es lo que ocurre, por ejemplo, cuando ponemos el énfasis en conseguir pertenencias materiales o dar rienda suelta a la ambición, convirtiéndoles en nortes hacia dónde dirigir nuestra vida. O, si lo miramos desde otro punto de vista, situándolos como plataformas para el montaje de nuestra escala de valores. Al hacer esto, sin darnos cuenta, estamos elaborando una construcción que oculta nuestra esencia, atentando directamente contra nuestra espiritualidad y nuestras creencias, las cuales también se transforman en ilusiones.
Al identificarnos con la mente y los pensamientos, asumimos la falsa esperanza de solucionar nuestros problemas a través de hechos circunstanciales que sucederán más adelante en el tiempo, en lugar de comprender que indefectiblemente el momento es ahora. Las expectativas que surgen de tan lamentable equivocación no demoran en conducirnos a un escenario donde las frustraciones, la negatividad y el desaliento cargan con nuestros pesares y culpamos a las circunstancias, y a falta de un presente por donde caminar, lo hacemos por un enjambre de vericuetos montados en un pasado que nos ha equipado, y lo sigue haciendo, con infinidad de disfraces y roles.
Reducido el presente a una mera intersección entre nuestro pasado y un porvenir repleto de endebles promesas, hace que tergiversemos el valor de la incertidumbre, permitiéndole convertirse en una intimidación angustiante.
Así, víctimas de la diversidad de temores que constantemente nos están atacando, destaca el de perder nuestra identidad, el cual nos emborracha y arrastra a depender de nuestra mente, la cual nos somete a su voluntad con la enorme cantidad de armas que a través del tiempo, ingenuamente, le hemos ido entregando.
Y cubrimos nuestra mediocridad con justificaciones, lamentos, críticas y condenas, mientras nos inyectamos el veneno de una culpa que nos permite sentirnos “importantes” a través de actividades dirigidas a solucionar penosos compromisos de subsistencia y satisfacer apariencias, sin considerar que las ansias por recibir de los demás señales de aprecio suelen costar muy caro. Y en esta indigna búsqueda, al silenciar los latidos de nuestras inquietudes más profundas, nos abandonamos a la deriva y perdemos de vista toda posibilidad de un proyecto de vida atractivo.
Transformados en víctimas de los direccionamientos provenientes de las circunstancias, perdemos nuestra condición de seres superiores, y ajenos a lo que nos sucede, sepultamos las habilidades requeridas para fortalecer nuestro carácter.
Quienes mantienen una autoconciencia en crecimiento dan consistencia al contenido de su carácter, a partir del cual desarrollan una contundente inteligencia emocional y aprenden a vivir guiados por el paradigma de una nueva ética. Al entrar en este proceso de cambio, ya no necesitan deambular en busca del sentido de su vida, pues han comprendido que este brota desde el interior.


La ética del carácter y nuestros motivos más profundos


La ética del carácter es el marco conceptual que describe nuestra escala de valores y propicia que nos responsabilicemos de un comportamiento consecuente con el Ser que somos y actuemos leales a nuestra verdadera identidad.
Como escala de valores, me refiero a la que armada a partir de principios básicos dirigidos a rescatar nuestra riqueza interior, es fundamental para estructurar un proceso de cambio que nos permita movernos a nuestras anchas en el mar de circunstancias que conforman el mundo exterior, impregnándolo con nuestra impronta.
Un comportamiento consecuente con el Ser que somos, implica actitudes veraces y convincentes de un valor efectivo y duradero que, desplegadas en el espejo social, provienen de nuestras inquietudes más profundas liberadas de la bulla del torrente sin fin de pensamientos y emociones fuera de control.
La ética de la personalidad, como contraparte, está construida en base a intereses mezquinos para salir del paso, por lo cual describe cuadros donde las reglas morales están al servicio de “caer bien” para conseguir resultados inmediatos. Sin embargo, a mediano y largo plazo nos juega en contra, por cuanto sacrifica la sinceridad y el equilibrio. Aparte de funcionar como parche, produce un daño profundo a nuestra integridad.
Cuando aprendemos a reconocernos y comenzamos a enfocarnos amparados en la fortaleza de nuestro carácter, nos identificamos con nuestras motivaciones más profundas y consolidamos el comportamiento ético que de allí proviene. Satisfechos con la vida que llevamos, se nos facilita afianzar la habilidad que permite a nuestras actitudes positivas generar más de las mismas y, a su vez, favorecemos la presencia de pensamientos positivos, así como la exclusión de los motivos que generan los negativos, con lo cual multiplicamos las opciones provechosas.
De este modo, a diferencia de las aplicaciones egoístas de la ética de la personalidad, en lugar de mostrar actitudes artificiales basadas en técnicas para caer bien, convencer y manipular a otras personas, nuestro comportamiento se rige por valores expresados a través de un despliegue de generosidad. Readecuamos la manera en que percibimos la realidad y aprendemos a seleccionar, procesar y manejar los mensaje...

Índice

  1. PARTE 1
  2. PARTE 2
  3. PARTE 3
  4. PARTE 4
  5. PARTE 5
  6. PARTE 6
  7. PARTE 7
  8. PARTE 8
  9. PARTE 9
  10. PARTE 10
  11. PARTE 11
  12. PARTE 12