Un hombre se encontró con otro del cual había oído hablar.
–He escuchado que eres muy sabio.
El interpelado posó sus ojos sobre él. Aunque penetrantes, le parecieron acogedores. Tal calidez, lo animó a continuar.
–Dicen que eres profundamente feliz –la apacible cara del sabio enmarcó una amplia sonrisa–. Yo, en cambio, soy un hombre común y corriente que anda errante por la vida. Aunque poseo una familia, un trabajo y bastante riqueza material, no soy feliz. Tengo mucho, pero nada anda como debiera.
Un silencio cálido impregnó durante instantes el ambiente.
–¿Puedo preguntarte algo? Si quieres hacerte el tiempo de contestarme, por supuesto.
El sabio habló por primera vez:
–Siempre tengo tiempo para responder, especialmente si tú me lo pides.
–Entonces, dime: ¿qué debo hacer para ser feliz?
–¿Te das cuenta de la profundidad que encierra tu pregunta?
La respuesta le sorprendió y respondió que sí, que se daba cuenta.
–Entonces, no necesitas una respuesta.
Las mejillas del hombre enrojecieron.
–Disculpa, pero no, no me doy cuenta. En realidad, te respondí sin pensar.
–¿Sin pensar? ¿Cómo podrías?
–Bueno, o sea, obviamente pensé, pero... la felicidad es una palabra tan chica, corta y simple; sin embargo, en mi cabeza se hace tan grande que no alcanzo a abrazarla.
La mirada del sabio era un acogedor complemento a sus tranquilas palabras.
–Haz ahora lo que debes para que las cosas sucedan, pues mañana será tarde. Y asegúrate de que sea en concordancia con tus inquietudes más profundas.
Luego de una pausa, agregó:
–No dejes que cosas añejas interfieran con la evolución de tu presente.
Mientras el hombre hacía un esfuerzo para comprender, el sabio continuó:
–Ama. Está dentro del marco de tu responsabilidad. Es un verbo que puedes practicar sin dificultad. El amor es el resultado, el otro extremo del palo.
>>Sonríe. Una sonrisa tierna, igual que una mirada diáfana, refleja el alma. Es elixir de vida para quien la da, y al mismo tiempo, para el que la recibe.
>>Entusiásmate. Deja fluir la alegría por tus poros. No puede pasar desapercibida. Inunda todos los ambientes, especialmente el cuerpo que habita.
>>Vive en paz. Contigo y con el mundo. Es la receta para escuchar, distinguir lo que vale la pena y actuar en consecuencia.
–Y hazlo ahora. De lo contrario pierde su fuerza y la magia, y nunca se produce el milagro. Alinéate con los fundamentos milagrosos de la vida.
La viva expresión en los ojos del hombre, exigía con ansias la entrega de más detalles.
–Responsabilízate de tu vida y regala a través de la generosidad todos los secretos que te hacen grande, como las ganas de escuchar, tus sinceras palabras de consuelo y el abrazo de una mirada noble.
El hombre no supo qué más preguntar. De seguro en el camino nacerían muchas inquietudes, pero en ese momento solo atinó a agradecer y abandonar el lugar.
El sabio hizo una graciosa venia y agregó sus últimas palabras:
–Anda tranquilo, somos uno… Siempre estaré contigo.