DON JUAN Y LA GENERACIÓN DEL 98
Uno de los temas constantes de la Generación del 981 fue la pregunta por la esencia de España, lo español y las diferentes figuras que atraviesan la literatura del Siglo de Oro; preguntarse por lo español de entrada era preguntarse por la forma en cómo el castellano había definido lo español.2 El tema era muy significativo, puesto que Unamuno y Baroja eran vascos,3 su lengua materna era el vasco, mientras que Valle-Inclán era gallego.
Si bien es cierto que ellos se mueven en un terreno más literario que filosófico, su escritura es muy cercana a lo que será el nuevo ensayo filosófico usado por Ortega en sus primeros trabajos. De hecho, las meditaciones de Ortega, en formato al menos, son más cercanas a las revêries unamunianas que a la tradición alemana.
La Generación del 98 para hablar sobre la esencia de España y lo español tuvo que preguntarse primero por esa lengua en común que los unía; como hombres de letras, el escenario donde se iban a interrogar el problema de España, su idioma y tradición iba a ser la literatura, particularmente la del Siglo de Oro. De ahí que figuras, no sólo como el Quijote, sino también Don Juan, Segismundo, hayan tomado el escenario.
Además, esta generación coincidió con el tercer centenario del Quijote, por lo que les tocó participar en los debates y homenajes que se le dedicaron a Cervantes en 1905, de hecho, la Vida de Don Quijote y Sancho de Unamuno se publicó justo ese año, aunque en el prólogo de la segunda edición Unamuno no dudó en afirmar que se había tratado sólo de una coincidencia y que su libro no debía entenderse como parte de los festejos por el centenario. Y en realidad la figura del Quijote no es eventual en el discurso de Unamuno, de hecho, si hay una figura que atraviese toda su obra es la del Quijote.4
Uno de los temas poco discutidos sobre la obra de Unamuno tiene que ver con la presencia de la llamada Völkerpsychologie, traducida como etnopsicología.5 Al parecer esta corriente estuvo muy en boga a finales del siglo XIX en España, incluso Marcelino Menéndez Pelayo lo menciona en Historia de las ideas estéticas en España (Madrid, 1883-1889), donde sostiene que “al estudio abstracto e ideológico del hombre se ha añadido el estudio concreto de los hombres, no sólo según sus semejanzas sino también sus diferencias. Así ha nacido la psicología étnica, la Völkerpshychologie, tan fecunda ya en resultados para la crítica literaria y la lingüística”.6
Lo que hacía tan atractiva a la Völkerpshychologie 7 era que intentaba sistematizar la posibilidad de conocer el “alma de un pueblo”, esto, aunado a los escritos de Herder sobre el lenguaje, hacía que en la filología de pronto surgieran trabajos que relacionaban particularmente la literatura del Siglo de Oro con el “espíritu de un pueblo”:
El propio Unamuno, pensando en la lengua castellana escribe:
La Völkerpsychologie en España coincidió con la pérdida de Cuba y demás territorios de ultramar, ocurrido en 1898, hecho que desató toda una controversia sobre la identidad nacional, de ahí que el ensayo literario y filosófico de la época haya estado marcado por una serie de figuras que intentan explicar el significado de España y lo español.
Si revisamos la literatura de la época, podemos ver la fecundidad con la que los autores de los años anteriores a la Guerra Civil trataron tanto a la figura del Quijote como al mito de Don Juan, en esos años son múltiples las exégesis que hablan sobre éste último. No sería aventurado afirmar que no hay autor del primer tercio del siglo XX que no haya escrito algo sobre el conquistador español; encontrándonos trabajos tanto de ficción como de contenido crítico. Sin embargo, ninguno mostró una actitud tan renuente como Miguel de Unamuno, quien no sólo abordó el tema de forma crítica en sus ensayos, sino que también hizo una de las recreaciones más infieles de que se tenga registro, pues El hermano Juan presenta a un personaje que encarna la antítesis de Don Juan.
Había algo que irritaba a Unamuno de Don Juan, y ese algo era la popularidad que en esos años la versión de José Zorrilla había alcanzado en la cultura española; era como si Don Juan hubiese triunfado sobre el Quijote. Como acción a esa derrota había escrito en 1905 su Vida de Don Quijote y Sancho, en donde hacía toda una exaltación del “quijotismo”, aunque para eso haya tenido que sacrificar al mismísimo Cervantes.10
Si revisamos las ediciones llevadas a cabo por la editorial Espasa-Calpe durante la primera mitad del siglo XX podemos encontrar algunas de las recreaciones y críticas más sobresalientes del tema. Desde El hermano Juan (1934) de Unamuno, pasando por la novela Don Juan (1922) de Azorín y Don Juan Maraña (1927) de los hermanos Machado, hasta el célebre Don Quijote, Don Juan y la Celestina (1926) de Ramiro de Maeztu. La Generación del 14 tuvo su propia lectura sobre el tema, ahí tenemos ese texto de Gregorio Marañón que aborda el tema desde un punto de vista biológico.11 Pero existe otra obra que antecede a éstas titulado La leyenda de Don Juan: orígenes poéticos de El burlador de Sevilla y el convidado de piedra (1908) de Víctor Said Armesto, un libro que fue un referente imprescindible para posteriores estudios, en él, el autor encuentra las raíces literarias de Don Juan en los romances gallegos y leoneses medievales, en las leyendas que hablan de un personaje llamado “don galán” que se dedicaba a engañar y a seducir mujeres, pero que mostraba una actitud piadosa ante Dios. También hay otras historias que hablan sobre un estudiante que ofende a un muerto, y éste se aparece en su casa.
Y es que Don Juan, a diferencia del Quijote, es una de las figuras, junto con el Fausto, que más versiones ha tenido. No sólo desde la tradición española, sino que también podemos encontrar versiones magistrales en la literatura francesa (Molière: Dom Juan ou le festin de Pierre, 1665) e inglesa (Lord Byron: Don Juan, 1818-1824 y George Bernard Shaw: Man and Superman, 1903) o la más célebre de las versiones Don Giovanni de Mozart, con el libreto de Lorenzo Da Ponte. Siendo tantas las versiones, y tomando en cuenta que cada una de ellas es una manera de comprender el mundo desde la perspectiva del individuo, habría que desentrañar cuáles son las versiones que aparecen en el interior de lo que hemos llamado personajes conceptuales o lugares dentro del pensamiento español.
DON JUAN EN EL MANUAL DEL QUIJOTISMO
En el Manual del Quijotismo 12 Miguel de Unamuno anota una serie de temas que planeaba desarrollar y completar algún día, pero que nunca fueron escritos. Dividido en diez capítulos, el proyecto anuncia un estudio sobre diversas figuras de la literatura del barroco, como el Quijote, Don Juan, Segismundo y Hamlet. Según el esquema, el capítulo seis estaría dedicado a Don Quijote y Don Juan. ¿Habría retomado Unamuno esa extraña pugna en la que había puesto a estas dos figuras? En realidad las pocas notas y referencias que encontramos en los manuscritos, y que hoy conocemos como Manual del Quijotismo, no dicen gran cosa. Aunque es sabido que el joven Unamuno soñaba con hacer una novela donde estos caballeros medievales se confrontarían:
Hay que recordar también que cuando Víctor Said Armesto publica La leyenda de Don Juan, Unamuno es de los primeros en escribir una reseña del libro, en la cual muestra una notoria aberración por Don Juan.
¿Será que la fascinación que siempre mostró Unamuno sobre el Quijote y el quijotismo tenía que ver con su rechazo a la figura de Don Juan? Y es que casi todos los intelectuales parecían resaltar a la figura del seductor. Incluso Ortega y Gasset lo había puesto como estandarte de su razón vital. Esto lo podemos encontrar expuesto en “Las dos ironías, o Sócrates y Don Juan”, sexto capítulo de El tema de nuestro tiempo:
Para entender por qué Ortega relaciona su propuesta de razón vital con Don Juan hay que situar esa relación en el marco de la reflexión sobre la relación entre cultura y espontaneidad, pues recordemos que en El tema de nuestro tiempo, lo que defiende Ortega es que el tema en los tiempos de Sócrates consistió en el intento de desalojar la vida espontanea para suplantarla con la pura razón. El problema que acarreó esta empresa fue un terrible dualismo, en el que la vida moderna sigue inmersa. Don Juan para Ortega representa una figura propia de nuestro tiempo, en el que la razón racionalista debe dar cabida a la razón vital.15
En este contexto es que hay que entender esa irritación que provocaba el Don Juan Tenorio a Miguel de Unamuno, pues de alguna forma ese personaje, que para él encarnaba lo peor de la cultura española, parecía que estaba triunfando sobre los valores que encarnaba la figura del Quijote.16 Don Juan vencía a Don Quijote incluso dentro de la filosofía, al volverse un personaje conceptual.
Unamuno se preguntaba cómo era posible eso, si el prejuicio que había hacia el pueblo español en los países del norte se debía precisamente a la mala fama que el Tenorio había esparcido por Europa. ¿Por qué rescatarlo entonces? ¿Por qué hacer de él un personaje conceptual? ¿No era mejor superarlo?
En su libro Las máscaras de lo trágico. Filosofía y tragedia en Miguel de Unamuno,17 Pedro Cerezo Galán, dedica un apartado sobre el problema de Don Juan en Unamuno, en el que el subtítulo elegido por Cerezo Galán ya dice mucho: “Don Quijote versus Don Juan”. Y es que, como señalaba líneas antes, la lectura de Unamuno sobre Don Juan no se puede entender si no es frente a su lectura del Quijote.
EL HERMANO JUAN O EL MUNDO ES TEATRO: UNAMUNO Y DON JUAN
En su libro El hermano Juan o el mundo es teatro (1934), Miguel de Unamuno inicia con un epígrafe de Søren Kierkegaard extraído de “Para examen de conciencia dedicado a mis contemporáneos”,18 esta referencia a Kierkegaard llama la atención porque fue él quien convirtió a Don Juan en un personaje conceptual dentro de la filosofía, además de que su biografía misma está marcada por la fascinación que siempre sintió por el Don Giovanni de Mozart.
¿Qué habrá pensado Unamuno del papel que le dio Kierkegaard a la figura de Don Juan en su filosofía?19 No hay que olvidar que Don Juan representa a uno de los tres estadios presentes en la obra del autor danés. Y justo lo que resalta Kierkegaard de Don Juan es esa fuerza instintiva, audaz e insolente con que se desenvuelve por el mundo; esa fuerza irracional que rompe con todo lo establecido.
Sabemos que Unamuno siempre mostró una actitud renuente hacia Don Juan, particularmente, hacia el Don Juan Tenorio de Zorrilla,20 pues siempre creyó que esa clase de héroes había hecho mucho mal a España.21 En la reseña que escribió Unamuno, de La leyenda de Don Juan: orígenes poéticos de El burlador de Sevilla y el convidado de piedra, de Víctor Said Armesto, se imagina un encuentro entre Don Juan y el Quijote, y se pregunta cómo habría actuado el caballero de la triste figura ante un personaje tan peculiar y de tan mala fama como Don Juan. Unamuno no duda en decir que don Quijote habría mostrado una repugnancia hacia el personaje de Tirso.22
Pero ¿qué representa Don Quijote para Unamuno o por qué esa fascinación por este personaje? El Quijote, de alguna forma, representa el alma de un pueblo, redentora de la Lebensansicht medieval, es decir, el quijotismo no es sino lo más desesperado de la lucha de la Edad Media contra el Renacimiento por conservar la herencia espiritual de aquellos tiempos en que la razón y la fe iban de la mano frente a la reforma racionalista y la revolución científica. Mientras que los principios que encarna Don Juan, sobre todo el de Zorrilla, no hacen sino mostrar elementos negativos de la cultura española. Y ...