La rebelión de las naciones
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La rebelión de las naciones

Crisis del liberalismo y auge del conservadurismo popular

  1. 268 páginas
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La rebelión de las naciones

Crisis del liberalismo y auge del conservadurismo popular

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En poco tiempo el conservadurismo popular ha alcanzado un enorme poder. Brasil, China, Estados Unidos, India y Rusia son solo algunos de los países en donde este movimiento político ya ejerce gran influencia. Ha logrado cuestionar el contrato social sobre el que se sostienen las sociedades liberales, y ha puesto en peligro el orden liberal que definió al sistema internacional desde la caída del Muro de Berlín. Algunas de sus banderas son el nacionalismo, la defensa de las familias y del rol de las religiones en el espacio público y, finalmente, un llamado a una democracia más directa, con menos intermediarios.En efecto, el conservadurismo popular avanza en contra de las "elites liberales" criticándole un progresismo y cosmopolitismo que les impide representar los intereses y valores de sus sociedades. Sus miembros, que tienen más en común con las elites de otras naciones que con sus propios compatriotas, estarían destruyendo la confianza social sobre el que se sostiene ese mismo modelo liberal.¿Cuáles son los mayores peligros del conservadurismo popular? ¿Puede este movimiento eliminar a las clases dirigentes? ¿Es la Argentina, y su evidente decadencia, un claro ejemplo de lo que puede sucederle a una nación cuando pierde a sus elites? ¿La expansión de esta doctrina, pondría al mundo ante la posibilidad de nuevos conflictos y de un vacío político a largo plazo? ¿A qué se debe el éxito del conservadurismo popular?Francisco de Santibañes se ha hecho estas y muchas otras preguntas y ha volcado todo su conocimiento sobre el tema en este libro. Esta exhaustiva investigación nos ofrece muchas respuestas y nos invita a descodificar nuevos interrogantes.

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Información

Año
2019
ISBN
9789878322070
La rebelión
EL CONSERVADURISMO POPULAR
¿Cuáles son, entonces, algunas de las características que definen al conservadurismo popular como movimiento político? Si bien en la primera parte comenzamos a discutir algunas de las ideas que pueden ayudarnos a entender su surgimiento, ahora, para comenzar a sacar conclusiones, es tiempo de aprender de la experiencia reciente de algunos países.
Conservadurismo popular: ¿nacionalista, iliberal y democrático?
Una de las principales características del conservadurismo popular es su nacionalismo. Los nacionalistas promueven, ante todo, la soberanía de sus países y su capacidad para tomar decisiones libres de influencias externas. Algunas de las características que definen a las naciones, y que son vistas como virtudes por los nacionalistas, son el sentido de unidad nacional y una narración histórica que enfatiza la continuidad en el tiempo, como también la pertenencia a una determinada cultura y territorio.
En este modelo los individuos deben estar dispuestos a subordinarse a los intereses de la nación, incluso poniendo su vida en riesgo en tiempos de guerra. A cambio, reciben protección y la satisfacción psicológica que les brinda el saberse parte de una comunidad con pasado y futuro. (35)
Otra de las características centrales del conservadurismo popular es que es democrático e iliberal a la vez.
Muchos de los representantes de este movimiento desconfían de las instituciones liberales, como son la existencia de un Poder Judicial independiente, la división de poderes y el multiculturalismo. En algunos casos, gobiernos como los de Polonia y Hungría han puesto en jaque la independencia de sus sistemas judiciales, mientras que desde 2003 cerca de cuarenta Estados (incluyendo a China y Rusia) han restringido las actividades, o directamente expulsado del país, a fundaciones que mantenían relaciones con el exterior. En este tipo de accionar notamos la violación de las normas de respeto mutuo y paciencia institucional que caracterizan a las democracias liberales. En definitiva, tanto en el plano institucional como normativo notamos un rechazo al liberalismo.
Pero este rechazo por los principios relacionados con el liberalismo y el republicanismo no significa que los conservadores populares sean necesariamente antidemocráticos. Como ya vimos, estos conceptos son diferentes y, dependiendo de las circunstancias, pueden ir de la mano o no.
Los conservadores populares son democráticos en el sentido de que consideran que deben ser los pueblos, y no las elites, los que gobiernen. Por lo contrario, acusan a las elites actuales de no ser suficientemente democráticas y de dificultar la toma de decisiones por parte de los ciudadanos. Las elites promoverían, según esta visión, su propia agenda mediante los fallos judiciales, el accionar de los tecnócratas o los acuerdos legislativos que, sostienen, tienen lugar a espaldas del pueblo.
Esta es la visión de Houellebecq, quien apoya la democracia directa a través de referéndums o la elección directa de un presidente, pero no necesariamente mediante la votación de los legisladores. No debe extrañarnos que uno de los principales reclamos de los “chalecos amarillos” que tomaron París en protesta contra el gobierno de Macron sea la eliminación del Senado y la promoción de las consultas populares.
Este desprecio por los intermediarios y los cuerpos legislativos en particular nos remonta al pensamiento de Schmitt. Para él, las legislaturas no cumplen con la función que el liberalismo les da; simplemente, son lugares en donde algunos pocos miembros de la dirigencia toman decisiones en beneficio propio. La solución se encuentra, por lo tanto, en tener líderes fuertes, capaces de relacionarse directamente con el pueblo.
Otra de las particularidades del conservadurismo es su visión de la economía. Si bien sus representantes son capitalistas y defienden el derecho de propiedad, están dispuestos a imponer restricciones al mercado y al libre comercio para evitar desequilibrios sociales o el debilitamiento de la familia.
Para autores como Michéa, el liberalismo económico inevitablemente lleva al liberalismo político y, por lo tanto, al debilitamiento de los lazos comunitarios. Cree que los políticos conservadores que buscan defender al mismo tiempo el liberalismo económico y los valores tradicionales son incoherentes y cínicos. No son, en definitiva, verdaderos conservadores. El pensador francés se pregunta, por ejemplo, ¿cómo puede haber conservadores que apoyen la idea de que el domingo sea un día laborable cuando este debería dedicarse a las actividades familiares y al Señor? (36)
Recordemos que antes de que el conservadurismo estableciese una alianza con el liberalismo para enfrentar la amenaza comunista, su agenda económica difería de este en varios puntos. Las medidas económicas de los gobiernos conservadores de De Gaulle, Adenauer y de los partidos demócrata cristianos en Europa no celebraban los animals spirits o la destrucción creativa. Buscaban equilibrar la importancia del individuo con la de la comunidad y evitar que el primero se vuelva un mero consumidor sin lazos de solidaridad que los unan con sus compatriotas.
Según esta visión, el Estado no debe tomar el lugar del libre mercado, pero debe jugar un rol importante a la hora de establecer y hacer respetar, entre los privados, ciertas reglas de juego, estimular la competencia y proveer un mínimo de seguridad social a la población. De esta manera, busca impedir transiciones traumáticas que puedan dañar a la comunidad. (37) Asimismo, el conservadurismo suele advertir sobre la posibilidad de que la búsqueda del bienestar material se imponga sobre los aspectos espirituales de las personas. En este sentido, una de las fuentes intelectuales que ha tenido el pensamiento conservador en temas económicos, especialmente en Europa continental, ha sido la Doctrina Social de la Iglesia. (38)
Por tomar un caso, los conservadores populares tienden a defender la vida rural por sobre la urbana. Las causas de esta defensa no son necesariamente económicas, sino que se basan en el deseo de preservar el estilo de vida y los valores asociados a las comunidades rurales. Como los mejores trabajos y la mejor educación están en los grandes centros urbanos, los individuos más capacitados son proclives a dejar sus comunidades. Esto termina generando un desequilibrio entre la comunidad, los mercados y el sector estatal. (39) Los gobiernos deben estar dispuestos a sacrificar eficiencia económica (mediante restricciones comerciales o la entrega de subsidios) para, de esta manera, proteger la vida comunitaria de las regiones rurales.
Inmigrantes y su choque identitario
Lo mismo ocurre con la inmigración. Puede ser que la entrada de un gran número de inmigrantes beneficie a la economía en su conjunto, debido a las ganancias de productividad, pero también puede suceder que esta perjudique a los sectores de menores recursos porque, en numerosos casos, esta inmigración suele ser no calificada. (40)
Cuando los inmigrantes no tienen la misma religión que la población nativa, el choque identitario y la pérdida de confianza entre la población nativa puede ser enorme. No debemos olvidar que quienes conviven y asimilan a los inmigrantes son los sectores populares, no los miembros de las elites, que son los que más se benefician económicamente con su llegada. El conservadurismo popular suele citar estos argumentos, y los riesgos que la inmigración representa para la seguridad nacional, cuando se opone a la inmigración masiva y llama, por lo contrario, a controlar los flujos inmigratorios.
La globalización es uno de los proyectos más ambiciosos y exitosos que ha tenido el liberalismo. Esta ha tenido consecuencias muy positivas, como ha sido elevar el nivel de vida de cientos de millones de personas que, en parte gracias a ella, han podido dejar la miseria. El conservadurismo popular no se opone de por sí a la globalización o al libre comercio, pero desconfía de la versión más ambiciosa de la primera, aquella que llama a una libre circulación de bienes, servicios, personas e ideas.
Los países, sostiene, deben poder regular los mercados o imponer barreras al libre comercio para evitar, por un lado, los daños sociales que un abrupto proceso de desindustralización puede producir en la sociedad o para preservar industrias que, por motivos tecnológicos o de seguridad, resultan estratégicas para el país. La última de estas justificaciones es la que han utilizado las autoridades chinas para impulsar el crecimiento de su sector tecnológico, mientras que, al sostener que es necesario imponer barreras al comercio para proteger a aquellas regiones que más han sufrido la competencia china, Trump ha usado la primera.
A diferencia de muchos liberales, los conservadores populares también están dispuestos a incrementar el nivel de vida de los ciudadanos mediante la imposición de restricciones a la inmigración o el mantenimiento de un generoso Estado de bienestar.
La defensa de la provisión de beneficios sociales a los ciudadanos nativos más desfavorecidos es una de las banderas del conservadurismo popular en países como Suecia, Dinamarca y Holanda. Según su visión, será imposible mantener este tipo de ayuda si también debe ser brindada a los cientos de miles de inmigrantes que todos los años entran al país. La idea detrás de esto es que, como alguna vez señaló Milton Friedman, no se puede tener al mismo tiempo libre inmigración y un Estado de bienestar.
Volviendo al plano cultural, una de las principales banderas de este movimiento es la defensa de la religión en la vida pública y de las tradiciones en general. Por lo tanto, no creen en una separación estricta entre religión y Estado. En la opinión de muchos de sus miembros, existe un orden moral objetivo, muchas veces reflejado por las instituciones religiosas, que debe influir en la formulación de las políticas públicas. Esto, por supuesto, va en contra del modelo secular de sociedad que promueve el liberalismo.
Dependiendo de la realidad de cada país, varía la religión. En los Estados Unidos de Trump las iglesias evangélicas ejercen una gran influencia en el gobierno, mientras que en el gobierno de Netanyahu las agrupaciones de judíos ortodoxos juegan un rol similar. En la Rusia de Putin, es la Iglesia Ortodoxa, y en la Turquía de Erdogan, algunas agrupaciones musulmanas. Esto también ocurre, adaptado a sus propias realidades, en la India con el hinduismo, y en China, país en donde la dirigencia fomenta el confucianismo.
Este llamado a que las religiones jueguen un rol más activo en la vida pública es respaldado por una parte importante de la población mundial. Según un estudio de Pew, un 39 % de los encuestados en distintos países apoya esta idea, mientras que tan solo un 13 % se opone. En Estados Unidos, el apoyo llega al 51 %, en la India al 53 % y en Brasil al 59 %. (41)
Rechazo a la agenda de género
La defensa del modelo tradicional de familia es otra de las banderas del conservadurismo popular. Esto los ha llevado a oponerse al casamiento homosexual y a la agenda de género.
La familia es vista como una institución iliberal que, al transmitir amor y valores a los individuos, cumple una función central en la sociedad. Los prepara, entre otras funciones, para ser buenos ciudadanos. En varias naciones también prevalece la noción de que existe un orden natural que debe ser respetado, que la diferenciación de los roles del hombre y de la mujer, y la idea de que el matrimonio puede ocurrir únicamente entre ellos, forma parte de este orden. No hacerlo, causaría un serio daño al tejido social.
En Europa del Este y en Rusia la oposición al casamiento homosexual y la adopción de niños por parte de parejas del mismo sexo ganó gran fuerza. Los grupos conservadores que se oponen a la agenda LGBT también se han mostrado muy activos, tanto en Estados Unidos como en Europa Occidental y América Latina.
En Asia ocurre un fenómeno similar. En un referéndum que tuvo lugar en 2018, la población de Taiwán decidió rechazar la legalización del casamiento homosexual a pesar de que este había sido promovido en un fallo de la Corte Suprema. Incluso en Indonesia, país en donde el secularismo ha perdido terreno, se ha discutido la posibilidad de prohibir las relaciones homosexuales. En Malasia y Filipinas tienen lugar procesos parecidos.
Otra de las causas que han facilitado el surgimiento del conservadurismo popular es la oposición a la agenda de género que promueve el liberalismo progresista. La mayoría de los conservadores considera que la identidad sexual no es una percepción subjetiva que pueden tener los individuos respecto de cuál es su género, sino que es algo dado por la biología.
Los sexos son solo el masculino y el femenino, con lo cual se dejan de lado categorías como el transgénero o el tercer género. El cambio de postura en algunos países ha sido notable. Este es el caso de Brasil, que pasó de tener un gobierno que apoyaba la agenda de género en los organismos internacionales a otro, liderado por Bolsonaro, que busca excluir de los programas educativos cualquier referencia a género.
La mayoría de los conservadores populares creen que existen ventajas en mantener cierta división en las tareas de los sexos. Por motivos biológicos o culturales, hombres y mujeres tienden a hacer mejor cierto tipo de labores, tanto en el hogar como fuera de él. Según esta visión, la existencia de normas informales como la caballerosidad juega un rol importante porque permite regular las relaciones entre los sexos y evitar abusos. Al menospreciar esta tradición, el progresismo, y la agenda de género en particular, pone en peligro un sistema de normas que sigue siendo necesario.
La importancia que los conservadores populares les dan a los temas familiares refleja cierto grado de pesimismo respecto de la fortaleza de la familia. El 58 % de los encuestados alrededor del mundo sobre este punto creen que en los últimos veinte años los lazos familiares se han debilitado, mientras que tan solo el 15% considera que estos se fortalecieron. (42)
Incluso un porcentaje significativo de la población femenina en Estados Unidos, por tomar un caso, parece querer preservar ciertos aspectos del rol tradicional de la mujer. Según una encuesta del Institute for Family Studies, solo el 28 % de las mujeres estadounidenses casadas consideran que el trabajo a tiempo completo representa su situación laboral ideal. Por otra parte, el 43 % de las mujeres casadas sin hijos sostienen lo mismo. (43)
Es más, el porcentaje de madres que no trabajan tiende a incrementarse fuertemente cuando los ingresos de sus maridos aumenta. Por ejemplo, entre los que ganan entre 50 y 74 mil dólares al año es del 25 %, mientras que en los que obtienen más de 250 mil pasa a ser del 46 %. (44) En definitiva, parece existir un deseo por equilibrar la vida familiar con la laboral.
La izquierda se desplaza hacia el conservadurismo popular
Finalmente, los conservadores populares suelen defender una agenda de “ley y orden”. Promueven penas elevadas para los delincuentes, buscan combatir el tráfico y consumo de drogas, oponiéndose a su legalización, y consideran que el delito es consecuencia de la falta de principios y no de las circunstancias económicas. Muchos de sus líderes favorecen la l...

Índice

  1. Portadilla
  2. Legales
  3. Introducción
  4. Elige tu propia ideología
  5. La rebelión
  6. Un mundo en transición
  7. Una advertencia desde Buenos Aires
  8. Conclusiones