Despertando el interés por la paz interior
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Despertando el interés por la paz interior

La búsqueda, el proceso y el cambio

  1. 158 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Despertando el interés por la paz interior

La búsqueda, el proceso y el cambio

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Índice
Citas

Información del libro

¿Cómo dar significado a los días que transcurren, monótonos, entre lunes y domingo? ¿Qué sentido tiene madrugar y después de 24 horas, luego de trabajar, comer, dormir y hacer las necesidades básicas, comenzar de nuevo, más o menos de igual forma?"Despertando el interés por la paz interior" es un libro que aporta pautas de crecimiento interior a quienes añoran desarrollar en su vida un proceso de cambio en busca de su libertad. Sus páginas encierran la forma de conciliar el quehacer diario con la realización de los sueños, lo que permite comprender la manera de conseguir aquella paz interior que todos anhelamos.

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Información

Año
2019
ISBN
9789566039204
Edición
4

I RECONÓCETE A TI MISMO

Tu cara en el espejo


Cada mañana al levantarte, así como por la noche cuando te acuestas, ves tu cara reflejada en el espejo: sea la de un hombre o una mujer, con el pelo revuelto u ordenado, limpia o con maquillaje, la barba crecida o lampiña, algún vello en el bigote que te incomoda y debes teñir o un lunar que no te atreves a extirpar... a diario, ves tu cara en el espejo. Y te reconoces. Jamás ocurre que te asombres de ver en él reflejada a otra persona. Puede gustarte o no lo que miras, pero siempre eres tú: la misma persona.
De igual modo, en todas partes, tienes la misma cara: pálida o colorida, delgada o rellena, triste o alegre... invariablemente, la misma cara. Jamás sucede que tu jefe, un compañero o alguno de tus empleados, al entrar en donde realizas el trabajo, te diga: “¡Vaya!, ¿quién es usted y qué hace en este lugar?”
Así mismo, reflejas tu cara interior en un espejo conformado por las personas que te rodean. Si pudieras verte en ese espejo social, descubrirías… ¡Adivina qué…! ¡Siempre tu cara interior es la misma! Para suerte o desgracia, siempre la misma. Y la gran diferencia que tiene con tu cara exterior, esa provista de ojos, nariz, boca y orejas, es que no la sabes mirar en el espejo, porque no has cultivado los sentidos que te lo permitan. ¿Qué te parece la idea de levantarte una mañana y descubrir que se han desarrollado, permitiéndote observar a través de un espejo cómo eres y cómo estás en ese instante? Si andas simpático o pesado, chistoso o apático, receptivo o reactivo, amable o descortés... Suena atractivo, ¿no? Escucharte y saber cómo caes a los otros. Evitar, por ejemplo, que las demás personas te hagan el quite durante el resto del día, mientras te engañas y crees que lo haces muy bien.
Hoy no parece tan simple como mirarte a un espejo en el muro, pero te puedo asegurar que es posible de lograr y... mucho más entretenido. ¿Deseas vivir de una manera que más allá de la actividad que desarrolles, de lo que ocurra a tu alrededor, de las situaciones y dificultades que tengas que enfrentar o de las responsabilidades que hayas adquirido, sea siempre entretenido?
Consecuente con el grado de escepticismo que te domine, tienes derecho a dudar que lo puedas lograr, pero no por ello dejan de conseguirlo muchas personas que se lo proponen. Entre ellas, si así lo decides, puedes estar tú. Mientras tengas obstáculos que convertir en oportunidades, tendrás desafíos. Aquellos que no tienen problemas ni dificultades que enfrentar, en otras palabras, que ya no les late el corazón, están muy cómodos, tendidos a la sombra, amparados por la quietud de los cementerios. La vida es un camino que haces para estar continuamente yendo a diferentes lugares. Es como las hermosas palabras de Machado: “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar.”
La primera dificultad que aparece en el trayecto es, como dije, carecer de los sentidos que te permitan reconocer tu rostro interior al mirarte en el espejo social, con el consiguiente entorpecimiento en el desarrollo hacia lo que te has propuesto.
El primer desafío para lograr tu objetivo final, la Paz Interior, consiste entonces, en aprender a reconocer tu reflejo en el espejo. Interesante, ¿no?
Sé que te preguntas cómo y qué tan pronto lo lograrás (siempre y cuando sea posible). Lo que está entre paréntesis es el escepticismo que te invita a claudicar, para lo cual siembra todo tipo de dudas. Ni siquiera te permite comenzar el proyecto de manera adecuada: te incita a esperar resultados inmediatos para situaciones urgentes, sin considerar que es algo que pones en práctica por primera vez en tu vida. Te entiendo, porque aunque absurdo, es del todo comprensible, pues la necesidad de resolver los problemas inmediatos hace que cualquier solución que no presenta resultados rápidos, parece carente de valor. De ahí la importancia que tiene la paciencia. Deberás cultivarla, al menos hasta acabar de leer este libro, por lo tanto, cierra el pico de tu mente y escucha. Déjame conversar contigo, tal vez pueda aclarar algunos puntos que bien comprendidos cambiarán el curso de tu vida de manera insospechada.
No es suerte, magia ni brujería, sino sentido común aplicado a través de conocimientos que juntos analizaremos de la forma menos lógica y más emocional posible, puesto que es el modo en que entendemos los seres humanos. Parece que no, pero ¡es así!

Tu espejo interior


Hemos hablado acerca del rostro reflejado en el espejo... ¿Te imaginas que fuera una plancha mostrando imágenes propias discordantes del todo con tu cara, o que la distorsionara hasta desvirtuar su forma y mostrar lo que no es? ¿Cómo podrías reconocerte, entonces? Imposible, ¿verdad?
Ocurre lo mismo con nuestro reflejo en el espejo social. La imagen que las personas tienen o se forman de nosotros obedece a nuestra proyección en ellas y suele ser muy diferente a lo que creemos proyectar, de modo que somos una absoluta distorsión de quienes creemos ser, situación que no ocurre en caso de tener el control.
La pregunta obvia que nace es: ¿Cómo conseguir que el espejo social refleje lo que soy?
Imagina tu rostro cubierto con un maquillaje que haga desaparecer las facciones que te individualizan. Al mirarte en el espejo sabrás que eres tú, pero, ¿estarás reconocible para otras personas? Por ejemplo, si entras en el dormitorio oscuro de alguien que recién ha despertado, lo más probable es que por mucho que te conozcas y sepas quien eres, se asuste, te considere un desconocido, y reaccione.
Con tu comportamiento, ocurre lo mismo. Por mucho que sepas quien eres, el efecto que produces no es el esperado por ti, porque las personas no aprecian lo que crees mostrar, sino lo que ven, de manera que mientras más insistas, mayor será la distorsión, con reacciones que escaparán a tu control, pues pertenecen al mecanismo que proviene del medio y no al tuyo, de manera que mientras más intentes controlarlo, mayor aún será la deformación.
Por eso, tu espejo no refleja más que lo que le pones al frente y todo el asunto se centra en que veas en él, ni más ni menos, lo que eres en realidad. Dicho de otra forma, se trata de la capacidad que desarrolles para conocer y determinar el comportamiento del espejo frente a lo que proyectas y, sin distorsiones, refleje exactamente lo que le pongas al frente.
Los espejos no crecen en los árboles ni caen del cielo, tampoco entre la lluvia o los rayos del sol. Se fabrican, se transportan y se cuelgan. Mientras más nítido, mejor reflejará lo que exhibes. Por lo tanto, se trata de la calidad del espejo en cuanto a la congruencia entre lo que eres y lo que crees ser.

Tu rostro


Para reconocer la calidad de un espejo y de qué manera reproduce a la perfección una figura, se necesita algo esencial... Exacto: la figura representada, o sea, tu rostro. ¿Imaginas que fueras un fantasma o que te hubieran cortado y escondido la cabeza? ¿Cómo podrías determinar la calidad del espejo? Por lo tanto, espero que coincidamos en que aunque tener rostro es indispensable, no basta, pues si entre él y el espejo colocas un cartón, no verás más que cartón, y entonces, ¿del espejo qué? ¿Cómo puedes saber si refleja la imagen original? Por lo tanto, tienes que enfrentar tu rostro con el espejo.
Y la última pregunta, por el momento: ¿Cómo saber si en realidad corresponde a tu rostro?
Si te agrada, quédatelo. Lo has encontrado y el espejo te devolverá esa misma imagen agradable que reflejes.
Sin embargo, lo que ves puede no satisfacerte del todo y entonces la cosa se complica, pues mejorar algo que no puedes reconocer es imposible, de modo que debes correr la aventura de indagar cuanto sea necesario para identificar lo que llevas por rostro en tu interior. Al hacerlo, descubres un mundo real espectacular y que la palabra imposible comienza a desaparecer, tanto de tu mente como de tu vocabulario, en una comunión perfecta entre la lógica y la creatividad de los hemisferios derecho e izquierdo del cerebro.
Todo te parece posible cuando reconoces que los resultados dependen del desarrollo de tus talentos y del empeño que pones. Descubres, además, lo entretenido que resulta tener fe en que lo puedes lograr, y también que es posible convertir tu existencia en una vida trascendente. Ponerte en movimiento, entonces, se transforma en un juego del que no vuelves a salir durante el resto de tus días, por cuanto te brinda continuamente sentimientos y sensaciones con un sabor que no estás dispuesto a transar.
Cuando en la vida las cosas te comienzan a resultar más allá de la casualidad y la buena suerte, debido al control de las circunstancias que has logrado, nada ya te hace retroceder, pues has logrado ver, tocar, morder, tragar y digerir la fruta dulce que te brinda libertad.

Pensar


Todo comienza con algo tan simple y obvio como respirar: todos los hombres lo hacemos sin tomar verdadera conciencia de ello, a menos que nos falte el aire. Entonces, nos damos cuenta de lo importante que es para vivir.
En el caso de los pensamientos, es tan increíble nuestra inconsciencia, que si pensar fuera como respirar, estaríamos muertos por intoxicación.
Los hombres pensamos: simplemente pensamos.
¿En qué?
En todo.
Así es: en el automóvil rojo que cruza; la señora gorda que se bajó de la micro; la casa verde, la blanca del lado y la que sigue, también blanca, pero algo más decolorada; el paradero de buses bajo el cual hay una mujer flaca con un niño que le tira de la mano; luz verde, ahora puedo cruzar; ¿iré a llegar tarde?, ¿les caeré bien?; dos tipos pintan la fachada del edificio del frente subidos en un andamio; un almacén: Aceptamos Visa, Diners y Mastercard; el piso de cemento; menos mal que se ha despejado; viene un auto azul, otro verde, otro blanco y un montón más; el paradero del frente está solitario, soy el único, ah no, ahí viene otro…
¿Te das cuenta de la cantidad de pensamientos que ocupan nuestra atención en solo algunos segundos que se destinan a cruzar una calle?
Es peligroso pensar sin control, ¿te imaginas si fueran esfínteres...?
Pues bien, aunque suene grotesco, así funciona gran parte de la humanidad. Muy pocos se han detenido a pensar sobre la manera en que piensan, y debo decirte que cuando lo hacen, no se les ve conformes con sus primeros descubrimientos. De inmediato quieren dejar de pensar en la mayor parte de lo que piensan. Algunos, incluso, en todo. Es triste, ¿verdad? Pero tiene solución.
Pensar en lo que piensas no es un proceso nuevo ni lo he inventado yo: algunos científicos lo han denominado “autoconciencia”, otras personas, apelando a la espiritualidad, “alma”. Lo señalan como aquello que nos diferencia en esencia del resto de los animales.
Todo lo que percibimos se transforma automáticamente en un pensamiento y la autoconciencia nos permite tener acceso a su selección, de modo que podamos dejar pasar aquellas imágenes que no nos atraen, mientras retenemos las que nos gustan, para plasmarlas en alguna forma de expresión.
Suena interesante, ¿no? ¿Cómo controlarlo...? Para allá vamos.
Lo difícil no es contestar a esta pregunta, sino a la siguiente: ¿Qué hacer con todos los pensamientos que habitan en nuestra mente y no sirven más que para entorpecer nuestro proceso natural de selección de pensamientos?
Coincidiremos en que de manera natural, al nacer, pensamos positivamente respecto de nuestro medio, llámese cosas, plantas, animales u otras personas. Sin embargo, con el paso de los años, nuestro subconsciente se puebla de sentimientos negativos, todos relacionados de uno u otro modo con temores de diversas clases, de manera que sin darnos cuenta, cada vez nos hacemos más proclives a que lo negativo captado por nuestros sentidos sea asimilado con rapidez por nuestra mente y codificado.
Si se tratara de partir de cero, sería sencillo dar algunas pautas positivas para el correcto manejo de nuestros procesos de pensamientos, pero con tanta información adquirida, el trabajo arduo consiste en hallar el equilibrio que reemplace a las negativas.
De esta manera, parece que tendremos que zambullirnos y bucear. Ya no es hora para flojos: debemos movernos y, cuanto antes, mejor.

Actitud mental positiva y ética del carácter


Este tema me encanta, porque encierra las bases que hacen posible el proceso de cambio. Además, resulta divertido trabajar en él y descubrir que para que las actitudes tengan un valor efectivo y duradero, deben estar integradas en el carácter de la persona y no solo ser una característica de su personalidad.
Si bien es cierto, existe una relación entre los procesos de pensamiento y las actitudes ante lo positivo o negativo que nos llega del medio, en la medida que nos centramos en principios básicos y readecuamos nuestra manera de percibir la realidad, somos capaces de manejar la información procedente del exterior, pudiendo seleccionar nuestros pensamientos, así como las respuestas por dar.
Al consolidar la ética de nuestro carácter sustentadora de las que consideramos obligaciones morales a partir del mismo tenemos un sistema retroalimentador que permite a nuestras actitudes positivas generar otras similares que, a su vez, facilitan la diferenciación entre pensamientos positivos y negativos, lo que hace más practicable su realización.
Desde el punto de vista de la personalidad parece relativamente simple, sin embargo no lo es, porque no se trata de actitudes plásticas basadas en técnicas para caer bien o convencer y manipular a otras personas, sino de los valores que rigen nuestro comportamiento, sustentados en principios básicos integrados en nuestro carácter. Para lograr esto, debemos profundizar al interior de nosotros mismos.
El carácter es nuestro rostro interior y debemos ocuparnos de su aspecto antes de enfrentarlo al espejo. Y ahora no hablo del pelo, la pintura o la barba, sino de principios básicos evidentes como integridad, humildad, fidelidad, mesura, valor, justicia, paciencia, esfuerzo, simplicidad y modestia, que al integrarlos a nuestro carácter nos permiten vivir con efectividad y satisfacción.
Son nuestras motivaciones más profundas las que en definitiva se reflejan en el espejo. Por ello, resulta de máxima importancia comprender nuestros propios paradigmas y aprender a cambiarlos.

Paradigmas


Para reconocernos a nosotros mismos es fundamental tener la habilidad de ver la realidad sin distorsionarla, de manera que nuestra percepción, comprensión e interpreta...

Índice

  1. Palabras del Autor a la 4ª edición
  2. La importancia de buscarse
  3. Una vuelta en bicicleta
  4. INTRODUCCIÓN
  5. I RECONÓCETE A TI MISMO
  6. II EL ÉXITO Y EL INDIVIDUO
  7. EL ÉXITO