LAS DOS CARAS
DEL AMOR
Hace unos días caminaba por la orilla del mar. Cuando todas las personas van regresando a sus hogares, la costa se convierte en un lugar calmo. La playa se vuelve silenciosa de gente, pero las olas suben el volumen e inundan con su voz nuestros oídos.
En mi recorrido comencé a mirar la arena y me encontré con todo tipo de objetos. Entre ellos había monedas abandonadas, riquezas huérfanas de padres que nunca volvieron por ellas. Las adopté, obviamente, y las observé con detenimiento. Las monedas tienen dos caras; el amor también. Una de sus caras es positiva y la otra, negativa.
La cara positiva del amor dice: “Estoy feliz porque existes. Cada vez que te veo tengo los mejores pensamientos y deseos; mi corazón vive una ebullición que no experimenta con nadie más. Y eso me hace decir, balbucear o proclamar te amo”. Esta cara del amor nos alegra por la cercanía del amado. Su aproximación nos pone nerviosos. Estar solos no es una opción cuando ese amor está cerca.
Es un amor-necesidad, como decía el escritor de Las Crónicas de Narnia, C.S. Lewis. Necesitamos donarnos, entregarnos a esa persona que nos brinda confianza, que saca de nosotros lo mejor y que no nos juzga por lo peor.
La otra cara del amor es la más difícil de soportar: se llama dolor. Cuando ese amor se nos niega, se nos hace imposible, se nos aleja, comienza a dolernos algo. Algunos dicen que es el alma que llora; otros, que el corazón se quiebra; los más sensibles afirman que se nos rompe el ánimo o las ganas de vivir.
Con esta segunda cara comienza un recorrido nada grato donde abunda la desilusión, donde nos inundan los por qué, donde las lágrimas fluyen del centro de nuestro cuerpo. Nuestro pecho comienza a dolerse, a apretarnos y a reclamarnos la alegría del pasado.
Comenzamos a buscar respuestas, a culparnos o a culpar a otros, pero ya nada parece cambiar. Las flores se cierran, el sol se apaga, al igual que nuestras ganas de seguir adelante. Nos falta ánimo. Sin embargo, no todo está perdido. Porque después de unas horas comenzamos a darnos cuenta de algo. Descubrimos que no todo nuestro caudal de monedas estaba puesto en esa persona, sino que tenemos un tesoro guardado en otras.
Volvemos en sí y reconocemos que tenemos riquezas esparcidas en toda la playa de nuestra vida. Vemos a aquellas personas que también tienen parte de nuestro amor. Están presentes y nos regalan una nueva causa para seguir adelante en la vida. Amigos, familiares, Dios, o quienes sean, son nuestro caudal de ánimo que nos ayudarán a recorrer el camino del dolor.
EXTRAÑAR
Me sería imposible vivir sin mí. Pero vivir sin ti... eso se puede.
El dolor es un sentimiento que reclama ser dolido, sentido, vivido. El dolor duele y de eso no tenemos duda. Durante mucho tiempo nos han ahorrado el dolor. Papá y, sobre todo, mamá, no han querido que nada nos lastimara. Sin embargo, la vida real nos da un puñetazo y nadie viene a nuestro rescate: nos quedamos allí, dolidos. Tenemos que comenzar un proceso de volver a un estado que nos permita seguir adelante. Pero antes tenemos que extrañar.
La palabra extrañar significa que algo raro está sucediendo, que estamos frente a una sorpresa. Es estar fuera de una situación que creíamos normal.
Vamos a imaginarnos que una chica sale con un chico. Ambos se conocen bien y están comenzando a visualizarse juntos durante gran parte del camino. De pronto, ella percibe que algo anda mal, algo extraño está sucediendo. Ese sentido femenino (que muchas veces se viste de sus propias amigas) le dice “él está engañándote”. Ella comienza a dudar. La duda es una de las peores investigadoras de relaciones de pareja: siempre sale ganando. La situación normal se ve trastocada por la extrañeza.
Otro de los significados de esta palabra proviene del término extranjero, de alguien que está afuera. De alguien que se fue. Y creo que esta definición es la que más nos cuesta comprender. Cuando alguien sale de nuestras vidas comenzamos a extrañarlo porque se convierte en alguien ajeno, extranjero, lejano… y no queremos. Deseamos que permanezca a nuestro lado porque lo amamos, lo queremos o porque simplemente nos acostumbramos a vivir junto a él.
Julieta extraña a Romeo. Él fue desterrado; es un extranjero y, por lo tanto, se extraña. Pero también extrañamos porque alguien ha sido desterrado del terreno de nuestro corazón. Alguien que creíamos que nos pertenecía ya no está. Se ha ido. La puerta se cierra y ya no está esa persona que amamos. De pronto, lo que era familiar (estar junto a esa persona) deja de serlo y nos sentimos solos.
Estar con esa persona era parte de lo “nuestro”, de lo “cotidiano”. Pero ahora tenemos que comenzar a construir algo nuevo. La realidad nos dice que tenemos que seguir adelante. Ella no está, pero el camino continúa.
Extrañar, echar de menos, sentir su falta. Todas estas emociones son saludables. Hablan bien de nuestro amor. Cuando amamos adoptamos a alguien. Cuando amamos encarnamos a alguien. Su salida, su lejanía y su condición de extranjero en nuestras vidas nos causan dolor, como si nos arrancaran parte de nuestro ser.
Persona, cosa, lugar, colegio, almohada o hábitos, todos pueden ser extrañados. Pueden, de un día para el otro, irse. Quizás cuando éramos pequeños no queríamos dejar de tomar el pecho materno. Sin embargo, hoy podemos vivir sin él. Quizás cuando éramos más jóvenes (o quizás ayer) no queríamos dejar a esa persona. Sin embargo, hoy podemos vivir sin ella.
EL PEOR
ERROR
El mundo donde vivo es raro. La gente que me rodea es rara. Es un lugar de romances y aventuras, un lugar donde confiamos en otros. Nuestro mundo es un lugar para amar.
En este mundo corremos el riesgo de ser amados. Digo riesgo porque cuando nos enteramos de que alguien nos ama no podemos más que llenarnos de ansias, de orgullo y de una gozosa expectativa. Estamos contentos. Alguien, además de mamá y papá, ha notado que somos lindos, que tenemos algo que deslumbra: eso es una causa de celebración.
Las chicas, a menudo, después de enterarse de que él gusta de ellas comienzan a saltar, celebrar, abrazar a sus amigas, gritar, preocuparse por cómo se ven, etc. Los chicos, por su lado, son cautos, más fríos, pero internamente tienen lo que se llama una ebullición afectiva. Están volviéndose locos de alegría. Desborde emocional para ambos. Eso es amor, eso es la vida. Sentirse amados y amar a otros.
El amor es escandaloso. Cuenta una historia que un hombre salió en busca de su esposa luego de haberse enterado de que ella lo engañaba. Cuando la encontró estaba acostada con dos hombres y borracha. Con toda la fuerza de su amor decidió rescatarla y llevarla nuevamente a su casa. ...