Catolicismo
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Catolicismo

Viaje al corazón de la fe

  1. 304 páginas
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Catolicismo

Viaje al corazón de la fe

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¿Qué es el catolicismo? ¿Es solo una tradición que ha logrado mantenerse viva durante más de dos mil años? ¿Es una visión del mundo? ¿Una forma de vida? Robert Barron comienza a explicarlo desde los cimientos: el nacimiento de Cristo, su vida y sus enseñanzas. Desde ahí, va presentando los elementos que definen el catolicismo -los sacramentos, la oración, la Virgen María y los santos, la gracia, el cielo y el infierno, etc.- de la mano del arte y de la literatura, de la filosofía, la teología y la historia, introduciendo algunos relatos personales. Catolicismo es un viaje íntimo, que capta "lo católico" en toda su belleza y profundidad mediante un lenguaje contemporáneo y accesible. Ha sido ya leído por cientos de miles de personas en todo el mundo.

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Información

Año
2018
ISBN
9788432148484
9.
EL FUEGO DE SU AMOR: LA ORACIÓN Y LA VIDA DEL ESPÍRITU
LA GENTE REZA TODO EL TIEMPO. Hay estudios que muestran que, incluso aquellos que se describen a sí mismos como no creyentes, también rezan. ¿En qué consiste esta actividad en la que tantos de nosotros nos implicamos voluntariamente?
La oración ha tomado miles de formas a lo largo de los siglos. Hablar, cantar, quedarse en silencio, vaciar la mente de toda imaginación o conceptualización, leer textos sagrados, bailar y pedir desde el fondo del corazón se han considerado como distintos modos de oración. Pero ¿hay un común denominador a todos ellos, alguna característica fundamental?
San Juan Damasceno, monje y teólogo del siglo VIII, decía que «la oración consiste en levantar la mente y el corazón a Dios», y santa Teresa de Lisieux que la oración es «una elevación del corazón, una mirada al Cielo, un grito de reconocimiento y amor, abrazando tanto la prueba como el gozo». La oración nace de la consciencia, sentida más que pensada, de que un reino transcendente incide en nuestro modesto mundo y podemos establecer contacto con él. Una convicción cristiana básica es que este deseo de encontrarnos con Dios se encuentra con otro deseo todavía más apasionado por parte de Él de encontrarse con nosotros. Quizá el mejor modo de expresarlo sería decir que el encuentro místico de estos dos anhelos —el nuestro por Dios y el suyo— es la oración.
No sé si hay algún otro lugar en la tierra que evoque con tanta intensidad el poder de la oración como la magnífica Santa Capilla de París. Hecha construir por el rey Luis IX (san Luis) en el siglo XIII para guardar la reliquia de la corona de espinas de Jesús, la Santa Capilla recuerda a una caja joyero hecha de vidrieras y tracería gótica. Cuando se entra en el edificio se tiene la particular impresión de haber atravesado el umbral hacia otro mundo más alto. Lord Kenneth Clark, el gran historiador del arte del siglo XX, decía que cuando la luz penetra a través de las vidrieras de colores de la Santa Capilla, provoca una especie de vibración en el aire, una descarga eléctrica. Es como, si se quiere, la representación artística del encuentro eléctrico de dos espíritus, el humano y el divino. Es la apariencia del corazón humano cuando es elevado por y para Dios: transfigurado, luminoso, radiantemente hermoso.
En la tradición católica, la oración se aprende de maestros experimentados en el arte de orar. La oración parece ser una de esas prácticas que, y valga el cliché, más que aprenderse, se capta. En el curso de este capítulo nos sentaremos a los pies de una serie de maestros para intentar adquirir algo de su sabiduría en relación con este acto misterioso y fascinante a la vez de elevar la mente y el corazón a Dios. Como se verá, una forma de oración es pedir cosas a Dios; pero, en esencia, la oración es estar con Dios, sintonizar con Él, pensar sus pensamientos y sentir sus sentimientos. Este tipo de comunión se entiende solamente prestando atención a las vidas de algunas de las personas que la han practicado.
EMPEZAR CON THOMAS MERTON
Comprendo que hablar de oración nos trae habitualmente a la cabeza figuras extrañas o remotas, monjes medievales sentados en sus sillerías de coro o quizá eremitas escondidos en sus cuevas del desierto.
Pienso que monjes y eremitas pueden enseñarnos muchas cosas, pero prefiero empezar con alguien mucho más cercano a nuestro tiempo y temperamento, alguien que paseó por Times Square en Nueva York y frecuentó los clubs de jazz de Manhattan en la primera mitad del siglo XX, un maestro espiritual que surgió de la vorágine de la duda y secularismo contemporáneos.
Cuando se publicó la autobiografía de Thomas Merton, The Seven Storey Mountain (La montaña de siete círculos) en 1948, causó sensación y contribuyó poderosamente a una revitalización espiritual en los Estados Unidos y a despertar el interés por las antiguas tradiciones de misticismo, desconocidas por la gran mayoría de los estadounidenses. Esta figura tan contemporánea sigue siendo, en el siglo XXI, una puerta privilegiada por la que entrar y explorar el significado de la oración.
Dibujaré primero un detallado retrato de Merton, pues querría invitar al lector a sentir su misma necesidad de Dios desde dentro. Querría transmitirle qué fue lo que motivó a alguien, tras haber experimentado muchas de las ansiedades y oportunidades de nuestro tiempo, a decidirse finalmente a elevar su mente y su corazón a Dios.
Thomas Merton nació en el sur de Francia en 1915. Su padre era neozelandés y su madre estadounidense. Ambos se conocieron en una escuela de arte de París justo antes del estallido de la Primera Guerra Mundial. Su madre murió cuando Thomas tenía solamente seis años. Desde entonces llevaría una vida errante, recorriendo el mundo con su padre pintor y pasando cortos periodos en Nueva York, las Bermudas, Francia, e Inglaterra.
Cuando Merton tenía dieciséis años y estudiaba ya en el internado del colegio Oakham, en Inglaterra, su padre murió, y el joven se encontró prácticamente solo en el mundo. Después de recorrer el continente europeo, se matriculó en la universidad de Cambridge en el otoño de 1933 y empezó a vivir una vida totalmente irresponsable: abundante bebida, sexo y juergas. Aunque durante mucho tiempo ha permanecido oculto, ahora se ha sabido que Merton engendró un hijo en ese año caótico, y que madre e hijo murieron en el bombardeo de Londres de 1940.
Su tutor, un viejo amigo de su padre, estaba escandalizado de su comportamiento irresponsable y, después de hacer varias gestiones legales y económicas, lo envió a Estados Unidos. El joven aterrizó en Nueva York y reemprendió su carrera académica en la universidad de Columbia.
Catedral de San Patricio, Nueva York.
Merton se enamoró de Columbia, lugar al que se refería cariñosamente como «una gran fábrica cubierta de hollín». Pronto se convirtió en una personalidad en el campus, apuntándose a diversas organizaciones estudiantiles y deleitando a sus compañeros con relatos de sus experiencias vividas en numerosos de países. Fue una buena compañía durante toda su vida: un hombre divertido, musical, ocurrente y con gran capacidad mímica. Durante un tiempo fue el editor de la sección de artes y humor de The Jester, la publicación estudiantil literaria de Columbia, y por su relación con esta revista conoció a algunos de los estudiantes más activos y creativos del momento.
Entre sus amigos se contaban Robert Lax, quien llegaría a ser un famoso poeta de vanguardia y Robert Giroux, que sería más adelante un editor importante. Entre sus profesores estaban Lionel Trilling y el gran experto en Shakespeare Mark Van Doren. Van Doren tendría una profunda influencia en Merton y acabaría ayudándole con sus escritos, e incluso plantando alguna semilla de su vocación al sacerdocio. Ciertamente Merton floreció en la académica fábrica cubierta de hollín de Columbia, pero su florecimiento fue el de un hombre secular y moderno en busca de nuevas experiencias y, sobre todo, en busca de placer.
En la primavera de 1938 paseaba por la Quinta Avenida, cerca de la catedral de san Patricio, y se detuvo ante el escaparate de la librería Scribner. Le llamó la atención el libro El Espíritu de la Filosofía Medieval, del escritor francés Etienne Gilson. Como estaba cursando una asignatura en Columbia sobre poesía francesa, pensó que le sería útil para conocer mejor los postulados intelectuales de aquella época, así que lo compró. En el metro, de camino a casa, abrió ávidamente el paquete y examinó su compra. Sorprendido y disgustado leyó en la portada las palabras latinas Imprimatur (que se imprima) e Imprimi potest (se puede imprimir), indicando que el libro estaba oficialmente aprobado por la Iglesia Católica. Comentaría más adelante que estuvo seriamente tentado de tirar el libro por la ventana del tren. Sin embargo, «por gracia especial», lo guardó, lo leyó y revolucionó su vida[1].
Lo que encontró en las páginas de Gilson fue una presentación clara de la sutil y sofisticada comprensión de Dios, característica del pensamiento católico. Merton daba por supuesto, como tantos de sus colegas, que Dios era una «ruidosa figura mitológica» y que la religión procedía de «neurosis y sublimación». Nunca se había imaginado que existiera una tradición académica que tratara de Dios de manera tan convincente e intelectualmente gratificante. Lo que descubrió, más concretamente, fue la idea de la «aseidad» de Dios, es decir, la capacidad de Dios de existir por su propia esencia. Comprendió que Dios no es un ser más, por muy supremo que se le considere, sino el ipsum esse subsistens, el mismo acto de ser[2].
No es irrelevante el hecho de que sus abuelos, de quienes había sido verdaderamente devoto, murieron alrededor de ...

Índice

  1. PORTADA
  2. PORTADA INTERIOR
  3. CRÉDITOS
  4. DEDICATORIA
  5. ÍNDICE
  6. INTRODUCCIÓN LA CUESTIÓN CATÓLICA
  7. I. MIEDO Y ASOMBRO: LA REVELACIÓN DE DIOS HECHO HOMBRE
  8. 2. SEREMOS FELICES: LAS ENSEÑANZAS DE JESÚS
  9. 3. «ALGO TAN GRANDE QUE NADA MAYOR PUEDE SER CONCEBIDO»: EL MISTERIO INEFABLE DE DIOS
  10. 4. EL ÚNICO ORGULLO DE NUESTRA NATURALEZA HERIDA: MARÍA, LA MADRE DE DIOS
  11. 5. LOS HOMBRES INDISPENSABLES: PEDRO, PABLO Y LA AVENTURA MISIONERA
  12. 6. UN CUERPO SUFRIENTE Y GLORIOSO A LA VEZ: LA UNIÓN MÍSTICA DE CRISTO Y LA IGLESIA
  13. 7. LA PALABRA HECHA CARNE, EL VERDADERO PAN DEL CIELO: EL MISTERIO DEL SACRAMENTO Y DEL CULTO DE LA IGLESIA
  14. 8. UNA GRAN COMPAÑIA DE TESTIGOS: LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS
  15. 9. EL FUEGO DE SU AMOR: LA ORACIÓN Y LA VIDA DEL ESPÍRITU
  16. 10. POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS: LAS POSTRIMERÍAS
  17. EPÍLOGO SE TRATA DE DIOS
  18. AGRADECIMIENTOS
  19. ROBERT BARRON