Hacer negocios con palabras
eBook - ePub

Hacer negocios con palabras

El fracaso del lenguaje como clave para entender el capitalismo financiero

  1. 224 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Hacer negocios con palabras

El fracaso del lenguaje como clave para entender el capitalismo financiero

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

Los críticos del capitalismo financiero lo presentan como una bestia negra y destructora, que genera ganancias extraordinarias mientras toda la estructura de la "economía real" (dueños del capital, trabajadores, mercancías, salarios) pasa a segundo plano. Y sin embargo, lo sepamos o no, esa bestia negra nos fascina y se mete de lleno en nuestra vida cotidiana cada vez que "tomamos deuda" para acceder al consumo, a la vivienda, a la educación, a cobertura médica y a seguros de vida. Frente a esto, podemos despreciar el mundo de los negocios y salirnos de él, rechazando cualquier tipo de deuda, o entender sus verdaderos resortes para desafiar a los manipuladores.En este libro, que tiene todo para convertirse en un clásico, Arjun Appadurai vuelve a demostrar su agudeza para captar los dilemas del capitalismo globalizado. No se trata de demonizar, sino de comprender cómo nos hemos convertido en sujetos financieros obedientes y cómo podemos desandar ese circuito de manera creativa. Con un virtuosismo teórico que le permite revisitar autores fundamentales como Émile Durkheim, Max Weber, Karl Marx, Marcel Mauss y John Austin, Appadurai explica que el sistema financiero –el mismo que colapsó en 2008, se levantó y se expande hacia el sur global– está asentado en una forma muy antigua que ha entrado en crisis: el contrato, ese género en el que dos partes acuerdan ciertos términos bajo la premisa de que cumplirán lo prometido. Ve allí una verdadera revolución en la historia del capitalismo: los contratos más lucrativos ya no son aquellos en que ambas partes honran el pacto inicial, sino aquellos en que una parte gana sumas siderales justamente si la otra incumple sus promesas.A partir de un análisis revelador y original de los fracasos del lenguaje, Appadurai desnuda la lógica del mercado –y del desastre– financiero, al tiempo que repiensa el lazo social y las salidas políticas que podrían ensayarse.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Hacer negocios con palabras de Arjun Appadurai, Azucena Galettini en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Ciencias sociales y Antropología. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2019
ISBN
9789876297530
Categoría
Antropología
1. La lógica de las finanzas de promesas
Breve presentación del razonamiento
El argumento principal del presente libro es que la debacle del sistema financiero en 2007-2008 en los Estados Unidos fue fundamentalmente una crisis del lenguaje. Con ello no niego que la avaricia, la ignorancia, las regulaciones endebles y los riesgos tomados de manera irresponsable hayan sido factores importantes en el colapso, pero el nuevo papel que cumple el lenguaje en el mercado es lo que permite que ocurran esas fallas mucho más fáciles de identificar.
Para sostener esta hipótesis se requiere comprender cómo el lenguaje adopta una vida nueva en las finanzas contemporáneas, y este razonamiento nos lleva a un mundo que no se suele explorar a la hora de analizar mercados financieros.[1] Para comprender cómo el lenguaje adopta la función que tiene hoy en el mundo de las finanzas, es necesario dar cuenta de cuatro etapas. La primera es mostrar cómo los derivados son la principal innovación técnica que caracteriza las finanzas contemporáneas. Edward LiPuma y Benjamin Lee dieron el paso inicial en esa dirección en su importante libro Financial Derivatives and the Globalization of Risk (2004). Desde entonces, se ha intentado definir y explicar los derivados, tanto dentro como fuera de la comunidad de expertos en finanzas. La segunda etapa es mostrar cómo los derivados son, básicamente, contratos escritos sobre los precios futuros de varios tipos de activos financieros: en esencia, son promesas de que la parte perdedora pagará a la ganadora una suma de dinero acordada de antemano en el caso de un precio futuro específico. Por tanto, el contrato es una promesa, y para comprenderla por completo, debemos adoptar una nueva mirada sobre los contratos, considerados promesas sobre el futuro incierto. Esto requiere volver a analizar el clásico Ensayo sobre el don (1990 [1925]), de Marcel Mauss, y releer la obra de John L. Austin (1962) sobre los actos performativos y sus condiciones de felicidad. Ese análisis de contratos derivados pone de manifiesto la particular importancia que tiene el lenguaje en el mercado financiero. Una tercera etapa es mostrar cómo la forma derivada explota el poder lingüístico del contrato mediante la respectiva forma que adopta el dinero en el mundo financiero, dado que este, por definición, es la forma más abstracta en que se puede expresar el valor de las mercancías. Una cuarta y última etapa es comprender que el fracaso del mercado de derivados (en particular en el terreno de las hipotecas) se debe principalmente a promesas incumplidas (recordemos que, en la tipología de los actos performativos de Austin, la promesa es el más importante), un tipo de fracaso que no fue ni ocasional ni ad hoc pero que se volvió sistemático y contagioso, y así llevó a todo el mercado financiero al borde del desastre.
En este capítulo introductorio se desarrolla de manera esquemática y secuencial el mencionado razonamiento. Los capítulos posteriores se detienen con más detalle en las ideas de riesgo, rituales, salvación, fracaso performativo y la (in)dividualidad, mediante relecturas estratégicas de Émile Durkheim, Marcel Mauss y Max Weber, para especificar más en contexto y con mayor detenimiento las conexiones en esta cadena. El objetivo de los últimos tres capítulos, sobre las políticas que se acercan de manera diferente a los derivados y los dividuos, es aprender una lección política progresiva con una visión que pone el acento en la clave lingüística de las finanzas contemporáneas.
La forma derivada
Nuestra era actual de financiarización no tiene precedentes en cuanto a la velocidad y el alcance de las innovaciones que la caracterizan. Se puede definir de manera amplia la “financiarización” como el proceso que permite que el dinero sea utilizado para obtener más dinero mediante el uso de instrumentos que explotan la función de este en créditos, especulaciones e inversiones. Sus raíces históricas profundas se hallan en la época de expansión del comercio marítimo y de la idea, cada vez más compartida, de que los comerciantes que en ese período transportaban sus mercancías a través de los extensos océanos debían asegurarse contra riesgos. Aunque en esa época inicial la preocupación aún era por los riesgos divinos y naturales que aquejaban el comercio marítimo, la emergencia del pensamiento actuarial en esos tiempos fue el primer intento de establecer un control secular ante la posibilidad de desastres marítimos. Así, los aseguradores comenzaron a ofrecer medios de protección a los comerciantes que temían que el océano les hiciera perder sus mercancías. El razonamiento detrás de esa historia actuarial temprana combinaba las percepciones teológicas y estadísticas del riesgo, y constituyó el primer esfuerzo por distinguir con estadísticas el riesgo calculable de la incertidumbre divina y natural, distinción básica de las finanzas modernas.
El siguiente gran cambio fundamental para el poder actual del mundo de las finanzas fue en los mercados de materias primas, en particular en Chicago, donde los comerciantes comenzaron a traficar en lo que luego se denominaría “futuros”; al principio en mercancías agrarias (como trigo y estómagos de cerdo) y luego se fueron expandiendo hacia la comercialización de “futuros” de todas las mercancías en cualquier mercado significativo y con fluctuaciones impredecibles de precios. Algunos términos, como “opción de venta” [put], “opción de compra” [call], “opción” y “cobertura” [hedge], se remontan a esos mercados de futuros de mediados del siglo XIX, cuya importancia aún perdura, aunque en un grado menor que cuando surgieron. En esos mercados de futuros, se observó el primer movimiento en dirección a separar el mercado de mercancías de precios futuros del mercado de mercancías de precios actuales. Esas materias primas futuras son la primera forma de los “activos” financieros que ahora se diferencian de las materias primas en sí, cuyos precios los subyacen. Los derivados actuales (el término refiere al hecho de que las materias primas futuras derivan de las actuales) son una extensión extraordinaria de esos primeros contratos de futuros.
La conexión entre la historia inicial de los seguros y la de los mercados de futuros es que cualquier riesgo de un cambio positivo en los precios (lo que en la actualidad denominamos “riesgos de impacto positivo”) sobre el que un comerciante tenga dudas puede ser una compensación o, de hecho, se puede volver a asegurar, al adoptar una postura de “cobertura” que protege a los comerciantes que están convencidos de que existe un riesgo de impacto negativo en el precio particular de una mercancía en un horizonte temporal específico. La cobertura es, en esencia, una forma dinámica de seguro.
Existe una relación intrínseca entre lo que el derivado es y lo que hace. Se trata de un activo cuyo valor depende del de otro activo que, a su vez, también puede ser un derivado. En una cadena de enlaces que las finanzas contemporáneas han vuelto eterna, el derivado es sobre todo un fenómeno lingüístico, dado que actúa principalmente como referente de algo más tangible que sí mismo: es una proposición o una creencia sobre otro objeto que, por su parte, puede ser un derivado de otro objeto similar. Dado que las referencias y asociaciones que componen una cadena de derivados no tienen otro estatus más que el de la credibilidad de su referencia a algo más tangible que ellos, la aserción del derivado con respecto a su valor es esencialmente lingüística. Además, su fuerza es sobre todo performativa y está conectada al contexto, al uso y a las condiciones de felicidad. Para expresarlo con más precisión: si bien el derivado es, de esta forma, un artefacto lingüístico, resulta incluso más específico en tanto invitación a un acto performativo, pues adopta plena fuerza cuando es intercambiado, es decir, cuando dos partes arriban a un contrato escrito para intercambiar (comprar y vender) un conjunto específico de derivados. La promesa es que uno pagará dinero al otro según quién demuestre tener razón respecto del precio futuro (luego de un tiempo determinado especificado) de ese derivado puntual. En ese sentido, por tanto, todos los contratos tienen un componente de promesa (Fried, 1981). Pero la forma derivada es la única forma contractual que se sustenta en un valor futuro desconocido de un activo intercambiado entre dos personas. En los otros contratos, se conocen los valores futuros, los términos y los valores actuales (como en el caso de los préstamos, los alquileres y los contratos pecuniarios). De esta forma, cuando todo un mercado impulsado por derivados llega al borde del colapso, debe existir una profunda falla subyacente en el mundo lingüístico que los derivados presuponen.
La forma derivada también presupone un desafío para varias tradiciones de la ciencia social. Max Weber, a quien apelaré a lo largo de todo el libro, fue un agudo observador del capitalismo de su tiempo, que comprendió las últimas décadas del siglo XIX y las dos primeras del siglo XX. Toda su vida se preocupó por definir y luego explicar el ascenso de una forma particular de capitalismo en Europa durante los siglos XVIII y XIX. Su esfuerzo más conocido por dar cuenta de ese fenómeno es su clásico ensayo La ética protestante y el espíritu del capitalismo (2009 [1905]). Weber puso el acento en la incertidumbre de la salvación durante el régimen calvinista, pero su descripción de los primeros comerciantes capitalistas de Europa, básicamente los primeros empresarios capitalistas, no daba lugar a la tendencia a correr riesgos económicos, que es precisamente la característica que define el capitalismo financiarizado de nuestra época. Ese enigma y las enseñanzas que podemos extraer del aparente descuido de Weber constituyen el tema de varios de los capítulos que se presentarán a continuación, en los que sostendré que el método weberiano y muchos de sus conceptos clave sirven para desarmar la lógica de las finanzas contemporáneas.
Marx es un caso más complejo, pues fue quien más hizo para comprender las dinámicas particulares que afectan al capitalismo industrial, y en su obra cumbre, El capital (1992 [1867]), aportó una nueva teoría sobre la formación de clase que se basaba en la producción, sobre la expropiación del valor producido por las clases trabajadoras del capitalismo industrial, sobre el lugar distintivo que ocupa la plusvalía en la creación de una nueva forma de ganancia, sobre la producción del fetichismo de la mercancía mediante el nuevo rol del dinero a la hora de mediar la vida de la forma mercancía, y sobre las formas de poder, conciencia y hegemonía producidas por esa forma económica transnacional. Aún así, si bien Marx se interesó profundamente en el modo capitalista de inversión y en los modos misteriosos en que el dinero se reproduce a sí mismo, no nos aportó una manera sencilla de comprender una forma del capitalismo que apenas si había nacido en sus tiempos, es decir, esa suerte de capitalismo financiarizado en que la producción de dinero mediante dinero (en lugar de mercancías mediante mercancías) es la forma reinante. Por ese motivo, no me centro demasiado en Marx en el presente volumen, aunque muchos pensadores a los que de hecho cito, en especial Max Weber, lo tienen como su principal interlocutor.[2]
El primer punto que Weber ilumina en lo que respecta a la forma derivada es que la raíz de la ética calvinista se halla en la incertidumbre radical sobre la salvación o, dicho con mayor precisión, la incertidumbre radical sobre el valor de la vida de un individuo (como un todo) como indicador de que es uno de los salvados, uno de los elegidos. A partir de ese dilema soteriológico surge, según la perspectiva weberiana, una vida dedicada a un comportamiento racional y metódicamente capitalista; el objetivo no es el lucro en sí, sino el lucro como signo de elección. Como ese estado de certeza sobre la propia salvación requiere tanto especulación como certidumbre, conduce a una constante apuesta de uno en las rutinas de la generación metódica de dinero. Esa extraña transformación de la incertidumbre con respecto a la salvación en un carácter metódico capitalista –allí se encuentra la perspicacia de Weber– ofrece un camino hacia el operador contemporáneo de derivados y su modo radical de adoptar riesgos, cuyo interés en el dinero se vuelve tan obsesivo que caracterizarlo meramente como avaricia y ego desmedido resulta demasiado endeble. Así nace el modo en que Weber, sin ver la futura autonomía del dinero como medio para lucrar mediante la forma derivada, nos ofrece un camino hacia el ethos del mercado de los derivados, que recorreremos en algunos de los capítulos que siguen.
La promesa de los derivados
La conexión entre los derivados y el lenguaje nos lleva a cuestionarnos las promesas, que, siguiendo a Austin, considero un tipo de acto performativo, elocuciones lingüísticas que, si se producen bajo las condiciones correctas, crean las condiciones de su propia verdad. Elie Ayache, operador de derivados y pensador social francés, ha establecido la importancia de ver los derivados como contratos escritos. Me ocupo de sus brillantes ideas en especial en el capítulo 6 del presente volumen. Le estoy en deuda por haber establecido que los derivados, al fin de cuentas, se liberan de la prisión que representa la probabilidad y que la mejor manera de ver las operaciones de derivados específicos, en condiciones de tiempo reales, es como contratos escritos que crean continuamente sus propias condiciones de efectividad en un mercado volátil de precios futuros en los que la probabilidad es, en el mejor de los casos, una guía parcial sobre lo que las dos partes contratantes están de acuerdo cuando se vende o compra un derivado.
Ayache subraya el hecho de que el intercambio de derivados es un contrato con plazo determinado sobre una fecha futura definida en la que un precio no definido (o impredecible) puede ser fijado por el mercado (futuro) para un activo derivado actual. No se detiene en el costado contractual del contrato de derivados, excepto para señalar que es escrito y que, por tanto, necesita ser comprendido como un texto escrito sobre un futuro desconocido, que compromete a las dos partes involucradas a una transferencia de dinero específica en una fecha futura.
La idea de que los intercambios de derivados son contratos escritos nos recuerda que la extraordinaria obra de Marcel Mauss Ensayo sobre el don (1990 [1925]) fue consecuencia de un proyecto conjunto con su colega George Davy sobre los orígenes históricos del contrato moderno. Mauss deseaba comprender qué daba al contrato su fuerza especial de conformidad, más allá de las restricciones de la coerción. Encontró la respuesta en las formas de dones, donativos u obsequios de las sociedades antiguas y primitivas, y en la fuerza del hau, el espíritu inherente al obsequio que obliga a la retribución. En nuestro mundo actual, deberíamos preguntar dónde se encuentra el hau del derivado. En los capítulos 3, 4 y 5 de este volumen, intento conectar el derivado moderno con el antiguo don, como formas de contrato.
El esfuerzo de Mauss por localizar el hau del don, la fuerza que obliga a la retribución en un espíritu de reciprocidad, no resultó del todo exitoso, pues no dio plena cuenta del papel fundamental que el lenguaje cumple en el don. Además, la idea de los actos performativos no estaba a su alcance. Sin embargo, su intuición de que existe algo en el proceso ritualizado del don y el contradón que precede la función de la escritura en los contratos es brillante. Aunque los contratos derivados actuales, como todos los contratos modernos, idealmente son escritos, su fuerza subyacente proviene del hecho de que están compuestos de un par de promesas mutuas, la promesa de pagar en una dirección u otra una vez transcurrido un período determinado y según el precio que tenga el derivado en el futuro. La promesa mutuamente vinculante es, en principio, oral, y sólo de manera ocasional se la pone por escrito, como confirmación y para llevar un registro y hacer un seguimiento. El intercambio de derivados se completa cuando las dos partes, a menudo por teléfono, dicen “¡Hecho!” (Wosnitzer, 2014). Ese es un clásico momento performativo austiniano, y es la clave del hau del derivado.
En términos de Austin, las condiciones de felicidad para que ese par de promesas se cumplan incluyen el conocimiento mutuo de las partes, la capacidad de sus instituciones mayores para efectuar los grandes pagos que genera el riesgo de impacto negativo en los precios de cambio, y la red social general de administradores, reguladores, pequeños accionistas y grandes inversores que constituye el público adecuado (incluso si es virtual) para que la transacción se realice.
La debilidad sistémica del sistema financiero mayor dentro del cual circulan los derivados es que permite la mercantilización de promesas anteriores mediante otras nuevas, y así diluye y disemina la fuerza de la promesa entre muchos actores (partes que comercian) que sólo poseen pequeñas porciones de la carga del sistema mayor de promesas interconectadas que comprende el valor total de cualquier mercado de derivados específico. De esta manera, se abre la posibilidad sistémica de crisis, declive y derrumbe, aun cuando se dan las condiciones locales de felicidad del conjunto de individuos que comercian. Esa diseminación sistémica de promesas se conecta con la idea de una cadena performativa, que también abordaré más adelante en este capítulo.[3] Dicho de otro modo, cuando la naturaleza contractual de la promesa es objeto de una infinita monetización progresiva, se puede correr riesgos sobre riesgos anteriores y generar dinero mediante instrumentos especulativos que implican aumentar las distancias entre los derivados y sus activos subyacentes, que a menudo son también derivados. Esa cadena recursiva de derivados es la esencia del mundo de las hipotecas de alto riesgo [subprime], en las que ahondaremos en el capítulo 4.
Los créditos hipotecarios son la lente mediante la cual debemos examinar de cerca en qué sentido la crisis del mercado inmobiliario que condujo al colapso de 2007-2008 fue un fracaso lingüístico. Ese argumento interpreta la dispersión y diseminación indefinida de las promesas, así como la monetización de series completas de promesas, como la apertura hacia una importante desconexión entre el ideal y la realidad del sistema de comercialización de derivados.
Para plantearlo en términos llanos, cada intercambio de derivados trae consigo un ganador y un perdedor: el que paga al final del plazo establecido el nuevo precio y el que recibe el pago. En principio, esto debería crear un equilibrio perfecto entre ganadores y perdedores sin ganancias al final de cualquier período en todo el sistema. ¿Por qué no ocurre eso?
Existen varias razones para ese fracaso en el nivel sistémico, a pesar del riguroso y mayormente legal sistema de promesas recíprocas en el plano del contrato individual. El mercado inmobiliario es un claro ejemplo de este problema. En tanto los valores de las viviendas siguieran subiendo (y parecía que lo harían para siempre), el crecimiento del mercado de derivados inmobiliarios –compuesto de una larga cadena de intercambio de derivados basada en el agrupamiento de hipotecas individuales (véase el capítulo 4)– parecía estar construido sobre una relación positiva y razonable entre el valor de las viviendas y el valor de los derivados inmobiliarios, por lo cual se podía sostener un mercado de derivados que crecía de forma exp...

Índice

  1. Cubierta
  2. Índice
  3. Portada
  4. Copyright
  5. Prefacio
  6. 1. La lógica de las finanzas de promesas
  7. 2. La ética empresarial y el espíritu del financierismo
  8. 3. El fantasma de la máquina financiera
  9. 4. El mercado sagrado
  10. 5. Sociabilidad, incertidumbre y rituales
  11. 6. El carisma de los derivados
  12. 7. La riqueza de los dividuos
  13. 8. Las ambiciones internacionales del mundo de las finanzas
  14. 9. El fin de la promesa contractual
  15. Bibliografía