Capítulo V
HACIA LA FORMULACIÓN DOGMÁTICA DE LA FE TRINITARIA
Desde el principio de la tradición cristiana, la fe en el Dios Uno y Trino entró en la vida de la Iglesia y fue un elemento constitutivo para la incorporación de los hombres al nuevo pueblo de Dios. Juan Pablo II dice que «a la comprensión de este supremo misterio de la Santísima Trinidad ha contribuido la fe en la redención, es decir, la fe en la obra salvífica de Cristo»1.
Como ya vimos en el capítulo III, Dios se ha revelado al pueblo de Israel principalmente con sus intervenciones en la historia.
En la plenitud de los tiempos, la Santísima Trinidad se ha revelado, ante todo, por la acción redentora de Jesucristo para salvarnos del pecado: el Hijo se entrega al Padre hasta la muerte de cruz y, una vez glorificado por la Resurrección y la Ascensión a los cielos, envía junto al Padre al Espíritu Santo.
La acción soteriológica —la llamada economía de la salvación— nos hace ver, una vez más, que la revelación del Dios Uno y Trino no es una cuestión para ilustrar simplemente nuestro conocimiento, sino que se dirige específicamente a nuestra vida; en concreto, a nuestra santificación y a la acción evangelizadora del cristiano en el mundo. La contemplación de la Trinidad es el fin y la substancia de nuestra vida en Cristo. Hemos sido creados y elevados al orden sobrenatural y redimidos precisamente para gozar de la Trinidad de Dios. Al mismo tiempo nos muestra que el desarrollo progresivo del conocimiento de la Santísima Trinidad no se debe sólo a la reflexión intelectual sobre las verdades reveladas, sino que se expresa más profunda y eficazmente en la Iglesia que reza, celebra los sacramentos y da testimonio de su fe en Dios en el servicio a los hermanos2.
Explicación de este proceso. No cabe duda que los cristianos intentaron ilustrar racionalmente las verdades reveladas por Dios; de hecho realizaron grandes esfuerzos para entender racionalmente y para expresar en lenguaje humano (en cuanto es posible que la mente humana lo capte y nuestras palabras lo expresen) el misterio que encierra el Dios Uno y Trino. Pero es preciso tener en cuenta, principalmente, la vida de fe. A este respecto, dice Juan Pablo II: «Se debe concluir que el Nuevo Testamento trajo la plenitud de la revelación sobre la Santa Trinidad y que la verdad trinitaria ha estado desde el principio en la raíz de la fe viva de la comunidad cristiana, por medio del bautismo y de la liturgia. Simultáneamente iban las reglas de la fe, con las que nos encontramos abundantemente tanto en las Cartas apostólicas, como en el testimonio del Kerigma, de la catcquesis y de la oración de la Iglesia»3.
A continuación reseñamos el desarrollo histórico de la ilustración racional del misterio del Dios Uno y Trino que intentaron algunos estudiosos y pastores, pero no todos acertaron.
Ante los errores enunciados por algunos, el Magisterio, asistido por el Espíritu Santo, formuló progresivamente la doctrina de fe de la Iglesia. Como veremos, no se trata de resolver un problema de matemáticas —cómo uno puede ser igual a tres— sino de ilustrar racionalmente la verdad revelada de que hay tres Personas distintas en una sola naturaleza divina; se trata de un misterio de fe para el que nuestras palabras son sumamente limitadas.
1. Primeros textos cristianos
Ya hemos apuntado que algunos textos de las Cartas apostólicas sirvieron desde los comienzos como doxologías litúrgicas de la Trinidad. La más difundida proviene de la segunda Carta de San Pablo a los Corintios: «La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros»4.
Algunos textos que se citan a continuación son contemporáneos o incluso anteriores a los últimos documentos del Nuevo Testamento. Este hecho ilumina el sentido y el contexto de los escritos que, sin formar parte de la Sagrada Escritura, expresan gozosamente la fe trinitaria que vivían los primeros cristianos y las tradiciones procedentes de los Apóstoles5.
Didajé, Didaché o Doctrina de los Doce Apóstoles (90-100)
Es uno de los primeros escritos cristianos, que recoge materiales de diversa época. Suele fecharse su composición entre los años 90 y 100. Enlaza con la predicación de los Apóstoles y en este libro se pone de manifiesto la fe trinitaria de la Iglesia primitiva y su clara expresión en el sacramento del bautismo, que se administraba ordinariamente por inmersión en los ríos, aunque se admitía también por infusión derramando agua sobre la cabeza:
«En cuanto al bautismo, bautizad de esta manera: Después de haber enseñado todo lo que precede, bautizad en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, en agua viva. Si no tienes agua viva, bautiza con otra agua. Si no puedes hacerlo con agua fría, hazlo con agua caliente. Y si no tienes ninguna de las dos, derrama tres veces agua sobre la cabeza, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» 6.
Carta a los Corintios de San Clemente romano (96)
El papa Clemente I, tercer sucesor de San Pedro, escribió poco antes del año 96 una carta a los Corintios en la que encontramos la fe trinitaria:
«Aceptad nuestro consejo y no tendréis que arrepentiros. Porque vive Dios y vive el Señor Jesucristo y el Espíritu Santo, fe y esperanza de los elegidos: el que con sentimientos de humildad junto a una perseverante moderación, sin echarse atrás, obra las sentencias y los mandamientos dados por Dios, ése estará colocado y será ilustre entre el número de los salvados por Jesucristo, por medio del cual a El la gloria por los siglos de los siglos. Amén»7.
En la misma carta del papa San Clemente encontramos el siguiente párrafo de fe trinitaria en el que se nos enseña que el ministerio eclesial se ejerce en obediencia a Cristo:
«Los Apóstoles nos predicaron el Evangelio de parte del Señor Jesucristo; Jesucristo fue enviado de parte de Dios (Padre). Así pues, Cristo de parte de Dios, y los Apóstoles de parte de Cristo. Los dos envíos sucedieron ordenadamente conforme a la voluntad de Dios. Por tanto, habiendo los Apóstoles recibido el mandato, y plenamente convencidos por la resurrección de nuestro Señor Jesucristo y confirmados en la fe por la palabra de Dios, llenos de la certidumbre que les infundió el Espíritu Santo, partieron para dar la alegre noticia de que el Reino de Dios estaba para llegar»8.
Carta a los Efesios, de San Ignacio de Antioquía (+ 107)
En esta carta San Ignacio alaba a los efesios por haber rechazado la mala doctrina que algunos querían difundir entre ellos y pone como fundamento de tal actitud su fe en la Santísima Trinidad vivida en el seno de la Iglesia:
«Sois piedras del templo del Padre, dispuestos para la edificación de Dios Padre, elevados a lo alto por la máquina de Jesucristo, que es la cruz, y ayudados del Espíritu Santo que es la cuerda. Vuestra fe es la cabria; y el amor, el camino que os conduce a Dios»9.
El Pastor de Hermas (s. II)
Este libro, escrito en su primera parte, probablemente, al comienzo del siglo II, y la segunda entre los años 140-150, pertenece a la llamada literatura apocalíptica judía. En él encontramos, en el primer mandamiento que recibe Hermas, un párrafo que confiesa la existencia de un Dios único:
«Ante todo, cree que existe un único Dios. Él ha creado y ordenado el universo; ha hecho pasar todas las cosas del no ser al ser; Él lo abarca todo. En cambio, sólo Él es inabarcable» 10.
Martirio de San Policarpo (156)
En una carta escrita en el año 156 por un cristiano llamado Marción, de Esmirna, se describe el martirio de San Policarpo, ocurrido unos meses antes. El autor pone en labios del mártir una bella doxología trinitaria, es decir, una proclamación de la gloria divina, que recuerda las fórmulas litúrgicas:
«Señor Dios omnipotente: Padre de tu amado y bendecido siervo Jesucristo, por el que te hemos conocido, Dios de los ángeles y de las potestades y de toda la creación, y de todo el pueblo de los santos que viven en tu presencia: Yo te bendigo por haberme juzgado digno, en este día, de tomar parte en el número de los mártires, en el cáliz de Cristo, para la resurrección de la vida eterna del alma y del cuerpo, en la incorruptibilidad del Espíritu Santo... Yo te bendigo y te glorifico por medio del Sumo sacerdote eterno y celestial Jesucristo, tu Hijo muy amado, por el cual sea dada la gloria a Ti j unto a Él y al Espíritu Santo»11.
Estos textos tienen un marcado carácter pastoral. Van dirigidos a fortalecer la fe de los cristianos en el Dios Uno y Trino, sea en el contexto del bautismo, sea en el ambiente de la oración sencilla y honda de los primeros cristianos a la Trinidad. No se encuentra en ellos ninguna reflexión teológica, ni ningún afán apologético, sino la enseñanza bíblica sobre Dios y la alabanza al Dios Uno y Trino.
2. El gnosticismo
Al extenderse el cristianismo más allá del ámbito judaico en el que había nacido, los cristianos se encontraron con culturas y creencias muy variadas. En Grecia predominaba la llamada filosofía helénica, que analizaba todas las cosas con gran racionalidad. Roma puso su fuerte sentido jurídico al servicio de un Imperio que ya estaba tambaleante por la descomposición social del pueblo. Y en Oriente había numerosos mitos y creencias fantásticas con orientación sincretista. La más poderosa de estas creencias era el gnosticismo, corriente ideológica que se presentaba como sabiduría superior a las creencias religiosas; estimaba que sólo estaba al alcance de unas minorías selectas. La Iglesia sufrió la primera embestida doctrinal, el llamado gnosticismo; pero los Padres de la Iglesia desenmascararon sus falsos planteamientos y los refutaron desde la revelación y con argumentos racionales; de este modo dieron origen a la primera reflexión teológica.
a) Significado de «gnosis». El término griego «gnosis» significa conocimiento. La traducción griega de los Setenta utiliza este término para hablar del conocimiento de Dios. San Juan y San Pablo utilizan este vocablo para expresar que el conocimiento de Dios por la fe sobrenatural es un don de Dios: San Juan pone en labios de Cristo: «Esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien Tú has enviado» (Jn 17, 3). Y San Pablo dice: «A uno se...