Educación Emocional con y sin TDAH
eBook - ePub

Educación Emocional con y sin TDAH

  1. 174 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Educación Emocional con y sin TDAH

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

Convivir con un niño con TDAH requiere mucha paciencia. Este libro de Mar Gallego nos orienta sobre cómo afrontar esta situación con más probabilidades de éxito. Pero no solamente si se tienen hijos con TDAH, sino con todos los hijos e hijas. Es un libro que parte de las necesidades de los niños para fundamentar la educación. Potencia las relaciones entre escuela y familia, ya que de esto depende en gran medida el éxito educativo. Aborda los conflictos entre hermanos, por ser un tema recurrente en las relaciones familiares. Y pone los cimientos para establecer relaciones positivas, entre otros temas de interés que presenta este trabajo.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Educación Emocional con y sin TDAH de Mar Gallego Matellán en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Psychology y Developmental Psychology. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Editorial
EOS
Año
2016
ISBN
9788497276795
Edición
1
Categoría
Psychology
Capítulo 1
CARACTERÍSTICAS:
¿de qué? ¿de quién?
Cuando los niños acuden a la guardería o al colegio por primera vez se integran en un grupo en el que inevitablemente surge la comparación; si bien comparten algunas características con sus compañeros es obvio que se diferencian en muchas más. Los padres y madres que tienen más de un hijo probablemente puedan aportar un largo listado de las diferencias entre ellos, incluso si ambos han sido diagnosticados de TDAH. El TDAH se expresa a través de unos síntomas (hiperactividad, impulsividad e inatención) que pueden convertirse en rasgos destacables, por ello es frecuente oír decir este niño es un TDAH, reforzando el error de categorizar a la persona bajo una etiqueta diagnóstica. Es indiscutible que las personas con TDAH pueden presentar un estilo similar en diversos ámbitos de funcionamiento, sin embargo, al considerar las señales frecuentes del trastorno que se hacen visibles a través de la conducta, deberemos tener siempre presente que para ayudar a los niños con TDAH es imprescindible valorar que cada persona tiene unas peculiaridades individuales y diferenciadas, los niños y niñas que tienen TDAH también, y nadie mejor que sus padres las conocen.
La investigación clínica reconoce en el TDAH una alteración en los mecanismos cerebrales encargados de la autorregulación, definiéndolo como un trastorno que afecta al desarrollo de las funciones ejecutivas (Willcutt, Doyle, Nigg, Faraone, & Pennington, 2005). Las funciones ejecutivas son capacidades mentales esenciales que posibilitan una adaptación adecuada al ambiente e implican procesos de control que permiten a la persona analizar lo que quiere, planificar cómo debe conseguirlo y llevarlo a cabo de manera eficaz. Se localizan a nivel neuroanatómico en los lóbulos frontales y abarcan una serie de procesos cognitivos entre los que destacan la elección de objetivos, la anticipación, la selección de la conducta, la capacidad de planificación y ejecución del plan, la autorregulación y la dirección de la atención (Tirapu, Ríos, & Maestú, 2008). Los procesos asociados a las funciones ejecutivas se desarrollan durante la niñez y la adolescencia, por lo que el escaso manejo de estas capacidades debe considerarse normal en ciertas fases del desarrollo vital, aunque los adultos con TDAH también han de enfrentarse con problemas sustanciales en las funciones ejecutivas en el desarrollo de su vida cotidiana (Barkley & Murphy, 2011). Las dificultades con las que un niño con TDAH va a encontrarse con respecto a su grupo de referencia se explican por las alteraciones en el desarrollo ejecutivo y estos impedimentos subyacen a los síntomas característicos que ponen de manifiesto el trastorno.
Todos diferimos en nuestra capacidad de autocontrol en cuanto que hemos heredado esa habilidad, al igual que diferimos en otras habilidades. Lo que se considera anormal de cualquier rasgo es cuando nos situamos en el extremo inferior de ese rasgo y desafortunadamente se etiqueta con el nombre de trastorno, esta calificación oscurece el hecho de que las personas con TDAH se sitúan a lo largo de una dimensión de habilidades normales. La mayoría de las personas con TDAH se desarrollan dentro de una normalidad, más que en una patología, y se sitúan en el punto más extremo de la dimensión de un rasgo que todos poseemos y que adquirimos de forma natural (Barkley, 2002a).
Los signos que caracterizan el TDAH se hacen visibles a través de la conducta con comportamientos que el niño no puede refrenar. Los síntomas visibles más representativos son hiperactividad, impulsividad e inatención, que constituyen un condicionante que va a definir la interacción del niño con el entorno y a generar consecuencias directas en la vida familiar, social y académica en la que se desenvuelve. La resistencia al cambio que, pese a los esfuerzos, nos vamos a encontrar en este sentido se basa en la predisposición biológica determinada por factores prenatales y perinatales y un marcado componente genético (Franke et al., 2011) que provocará una respuesta determinada ante los estímulos que escapa a la voluntad del niño.
Probablemente la manifestación más llamativa del trastorno en los primeros años del niño sea la hiperactividad. Este exceso de actividad se produce por la falta de control sobre las respuestas físicas e impide que el niño se mantenga quieto en las situaciones en las que se le requiere, literalmente el niño no puede parar. Otro factor a tener en cuenta es la dificultad para mantener la atención, ya que va a suponer un obstáculo importante en el día a día, no quiere decir que el niño no pueda prestar atención sino que cuando tiene la obligación de realizar una tarea no puede evitar aquello que le distrae y como consecuencia su atención se dispersa, esto se debe a que el TDAH interfiere en la memoria de trabajo, una de las funciones ejecutivas más importantes, que implica fundamentalmente procesos de control atencional y que permite realizar la secuencia de acciones hacia la culminación de un objetivo retomando la actividad si nos distraemos, la memoria de trabajo está, asimismo, implicada en el control del sentido del tiempo, un área de especial dificultad para los niños con TDAH. Mantenerse en la tarea requiere recibir una motivación constante, es por esto que puedan estar tanto tiempo delante de un videojuego o de la televisión, debido a que son situaciones en las que están recibiendo refuerzo todo el tiempo por parte de un estímulo muy potente, digamos que este tipo de actividad les está “premiando” constantemente. La tendencia a distraerse con estímulos irrelevantes pone de manifiesto una falta de autocontrol que dificultará no solo la ejecución de tareas sino sus relaciones familiares y sociales, puesto que, a menudo, parecen no escuchar, y seguir una secuencia de instrucciones se convierte en una meta complicada. Si el entorno inmediato del niño desconoce esta dificultad va a exigir una y otra vez demandas a las que el niño no puede responder.
Por último, la impulsividad supone también una falta de control sobre la acción, ya que es un verdadero obstáculo para reflexionar antes de dar una respuesta. La impulsividad favorece que el niño con TDAH pueda tener accidentes al embarcarse en las actividades, aunque sean peligrosas, sin reparar en las posibles consecuencias. Esta falta de inhibición de respuesta será un inconveniente a la hora de afrontar con éxito diferentes actividades y también en las relaciones sociales en las que, como ejemplo, el impedimento para guardar turno se convierte en una constante interrupción que desagrada a los demás y la falta de control en la impulsividad emocional generará con frecuencia situaciones incómodas. Así pues el TDAH va a originar problemas no solo en la realización de actividades referidas a la vida cotidiana o al desempeño escolar sino que además va a suponer un verdadero hándicap en el plano emocional.
Con el propósito de llevar a cabo una crianza responsable, los padres debemos procurar una adecuada progresión del niño en cuanto al desarrollo físico y la adquisición de las destrezas básicas, que cabe esperar en cada tramo de edad, en la misma dirección también se hace necesario considerar que, a lo largo del desarrollo, a la vez que se van adquiriendo nuevas habilidades, las cualidades cognitivas y emocionales irán cambiando y, por ello, nuestro acompañamiento como padres en este proceso deberá ir adaptándose de un modo conveniente. El desarrollo se produce a lo largo un proceso continuo en el que se pueden definir unas fases correspondientes a la infancia, la niñez y la adolescencia, que abarcan cambios esenciales en la vida, si bien el ritmo con el que cada niño adquiere las distintas habilidades, que se atribuyen a su edad, es diferente, es inexcusable tener en cuenta las peculiaridades y necesidades que acompañan a estas distintas etapas si queremos hacer una aportación eficiente al bienestar de los niños. La manifestación de los síntomas del TDAH también estará sujeta a cambios durante el desarrollo evolutivo, pero siempre va a acompañar al niño y va a tener una influencia determinante en su adaptación al entorno próximo, ya que las reacciones habituales derivadas del trastorno van a marcar de algún modo la condición de vida del niño. Así pues, para conocer cuál es la capacidad real del niño a la hora de dar la respuesta que le solicitamos, además de conocer su potencial, deberemos saber cómo cabe esperar que se comporte, dependiendo de su edad y también de las características del TDAH que condicionarán su conducta. Este entendimiento nos permitirá ajustar adecuadamente las expectativas.
Infancia
La edad media de inicio de los síntomas centrales del TDAH se sitúa entre los 3-4 años, coincidiendo con la etapa preescolar. En este periodo los niños, en general, suelen tener una actividad motriz muy enérgica, disfrutan corriendo y con juegos que impliquen mucha acción. En el niño hiperactivo esta actividad es especialmente intensa, frecuente y muchas veces no tiene un objetivo definido. Cuando se espera que los niños comiencen a ser capaces de permanecer más tiempo en una sola actividad, la inestabilidad motriz propia del TDAH impide al niño permanecer sentado durante el aprendizaje o en casa durante la comida, la necesidad de percibir nuevos estímulos no le permite mantenerse en la misma tarea, por ello cambiará continuamente de actividad, incluso durante el tiempo de juego con otros niños.
La dificultad para concentrarse durante mucho tiempo es habitual en los niños, la atención necesita tiempo para madurar, al igual que otras funciones mentales, de manera que la inatención, cuando aparece sola, con frecuencia, pasa desapercibida en los primeros años, se observa que el niño es algo despistado, pero sin darle mayor importancia, por lo que es probable que tarde en recibir el apoyo necesario y como resultado se irán generando carencias derivadas de una falta de ayuda en este sentido.
En cuanto a la impulsividad durante la infancia, en general, los niños no tienen grandes habilidades para manejarla, si bien esta carencia se manifiesta con especial potencia en los niños y niñas con TDAH. En el desarrollo de las relaciones sociales, durante la etapa preescolar, los niños no suelen ser capaces de actuar adecuadamente ante los conflictos y son habituales las rabietas en los enfados, o enredarse en empujones, patadas o mordiscos, como forma de mostrar desacuerdos, si los niños aún no han aprendido habilidades emocionales que les ayuden a expresar sus necesidades de un modo adecuado para poder controlar los impulsos, la ira o las decepciones que pueden experimentar. En la escuela infantil los niños comienzan a hacer elecciones personales, dentro del grupo, escogiendo a sus compañeros de juegos. El rasgo impulsividad condiciona la intensidad de las manifestaciones conductuales en algunos niños con TDAH por la falta de control inhibitorio y puede comprometer la interacción con su entorno evitando la creación de relaciones positivas, provocando el rechazo de sus compañeros y las constantes regañinas por parte de los adultos, tanto padres como profesores. El niño que se enreda con frecuencia en conductas desafiantes va a necesitar una intervención de apoyo individualizada para regular la magnitud de su expresión emocional y no tener que estar siempre pagando las consecuencias de una conducta que por sí solo no puede controlar.
Los niños entre los 4 y los 6 años desarrollan habilidades sociales y emocionales a un ritmo que excede a cualquier otra etapa de la vida, su comportamiento es todavía flexible y por lo tanto receptivo a la socialización. Las intervenciones en esta edad son cruciales, porque pueden establecer un fundamento firme o frágil para el desarrollo posterior, el aprendizaje y las actitudes acerca de la escuela. Una intervención temprana permite remediar dificultades y puede tener beneficios a largo plazo para toda la vida (Webster-Stratton, Reid & Beauchaine, 2011).
Niñez
En el periodo comprendido entre los 6 y los 12 años es cuando, con frecuencia, se pondrán en evidencia los rasgos del trastorno como un problema que necesita ser atendido. Los padres se dan cuenta de que algo no va bien y de que ya ha pasado el tiempo suficiente mientras esperaban un cambio en el comportamiento del niño que no acaba de llegar, de este modo es en esta franja de edad en la que, con mayor probabilidad, los padres buscarán asesoramiento profesional y obtendrán el diagnóstico. El TDAH aparece con una elevada frecuencia asociado a otros trastornos que también necesitan ser atendidos, a veces resulta difícil precisar qué síntomas se derivan de un trastorno u otro, al diagnosticar a un niño de TDAH es probable que se pasen por alto otros problemas, en ocasiones más importantes (Artigas-Pallarés, 2003), otras veces ocurre lo contrario; otras alteraciones se han detectado con anterioridad y han recibido mayor atención, mientras que, de algún modo, el TDAH ha estado a la sombra y no ha sido diagnosticado, puesto que el niño ha estado expuesto a un entorno que no entendía su comportamiento y ha carecido de las ayudas necesarias para una adaptación adecuada. Entre los trastornos comórbidos más habituales se encuentran los trastornos de conducta y los de aprendizaje, pero también aparecen, con relativa frecuencia, trastornos de ansiedad, depresión, trastorno obsesivo compulsivo, tics y trastorno del espectro autista (DSM-V, 2013).
En esta franja de edad los niños maduran hacia una mayor autonomía para organizarse y adquieren desenvoltura en nuevas habilidades físicas, desarrollan una mayor capacidad de razonamiento y habilidades para resolver problemas, aunque no pueden pensar en términos abstractos sino sobre situaciones precisas centradas en su experiencia. Uno de los cambios más importantes que los niños deberán afrontar en esta etapa se produce en la vida escolar; el ambiente lúdico que acompaña al aprendizaje en las aulas de infantil cede a favor de un aumento de las reglas a las que adaptarse dentro ...

Índice

  1. Prólogo
  2. ORGANIZADORES PREVIOS
  3. Capítulo 1: CARACTERÍSTICAS: ¿de qué? ¿de quién?
  4. Capítulo 2: NECESIDADES DEL NIÑO
  5. Capítulo 3: LA ESCUELA
  6. Capítulo 4: HERMANOS
  7. Capítulo 5: ¿QUÉ NECESITAMOS LOS PADRES?
  8. Capítulo 6: LO QUE COMPARTIMOS
  9. Capítulo 7: ABORDAJE DE SITUACIONES
  10. Capítulo 8: EL CASTIGO: NI NECESARIO, NI SUFICIENTE
  11. Capítulo 9: CONSIDERACIONES FINALES
  12. Referencias