CAPÍTULO 1
EL CALENTAMIENTO
Es necesario que el líder se convenza de que su problema no estriba en tener autoridad sino en merecer esa autoridad. La credibilidad, ni la regalan con el cargo ni se consigue con los gritos, ni tan siquiera la proporciona el afecto.
JORGE VALDANO
Puntos esenciales de un estilo de liderazgo
Oí hablar por primera vez de Pékerman a 35 mil pies de altura. Era el 18 de junio de 2011 y me encontraba camino de República Dominicana, a donde me dirigía para dictar un curso. Las casi dos horas y media de vuelo, que se necesitan para recorrer los pocos más de 1600 kilómetros que separan Bogotá de Santo Domingo, se me pasaron volando gracias a la conversación que mantuve con la persona sentada a mi lado, un argentino muy «argentino», por actitud, acento, estilo, por todo.
Después de los tradicionales saludos, breves, concisos, donde básicamente uno cuenta a lo que se dedica o a lo que le gustaría dedicarse, recuerdo que en un momento de la conversación el argentino dijo:
—¿Conoce usted a José Pékerman?
—No, señor, no sé quién es —respondí. Para mis adentros pensé que podía ser un director de orquesta.
Me extrañó la cara de sorpresa de mi «socio» viajero, una cara de impresión, una mezcla de incredulidad y fascinación.
—Debería conocerlo —me dijo con total convicción—. Es un exitoso entrenador de fútbol, seleccionador de la Sub-20 de Argentina, una persona verdaderamente muy interesante. Averigüe quién es, porque le puede servir para sus clases de liderazgo.
Agradecí su consejo porque, precisamente por esas fechas, estaba realizando una investigación en la que comparaba los estilos de liderazgo de tres grandes entrenadores: José Mourinho, Pep Guardiola y Vicente del Bosque.
—¿Y qué tiene de especial Pékerman? —cuestioné a mi vecino. Sin dejar tiempo para que me respondiera, precisé mi pregunta—: ¿cuáles son los puntos esenciales del liderazgo del señor Pékerman, que tanto usted admira? —interrogué con curiosidad casi académica.
—Muchos. Pero si tuviera que destacar uno, diría que es el trabajo en equipo. Para Pékerman es fundamental formar un equipo, unir a un grupo de personas en torno a un proyecto, motivándolos a ser los mejores.
—¿Y qué entiende Pékerman por ser el mejor? —pregunté con tono un tanto cínico.
Mi compañero de viaje no se lo pensó dos veces y dijo:
—Fundamentalmente cuatro cosas: trabajar con seriedad y profundidad, tener un comportamiento profesional, estar unidos y sin duda ganar. Si no obtienes resultados, triunfos, no eres el mejor.
No era difícil estar de acuerdo con estas ideas y me quedé con la tarea de investigar más sobre este entrenador argentino, para mí, entonces desconocido. Lejos estaba de imaginar que acabaría él siendo seleccionador de fútbol de Colombia y que la investigación sobre su estilo de liderazgo se iba a concretar en un libro.
El avión aterrizó puntualmente en el aeropuerto internacional Las Américas en el inicio de la estación de tormentas. Nos recibió el típico clima caribeño del mes de junio, alta humedad y no menor temperatura. Al despedirme de mi «amigo» viajero, le di las gracias por la agradable charla que mantuvimos.
—Fue un placer, amigo —me dijo—. Y hágame caso: estudie a Pékerman, tanto el mundo del fútbol como el empresarial necesitan de más hombres como él; su estilo de liderazgo y su cultura del trabajo serían la solución a muchos problemas.
Hice la tarea, hasta tal punto que cuatro años más tarde estaba listo para dictar una conferencia sobre el estilo de liderazgo del señor Pékerman. Fue en Honda, localidad situada en el centro geográfico de Colombia y conocida como la ciudad de los puentes, o la pequeña Cartagena debido a su centro histórico colonial, donde me pidieron dictar una conferencia sobre liderazgo a un grupo de empleados de una empresa del sector salud. Aprovechando el interés suscitado por el Mundial de Fútbol de Brasil, decidí titular la conferencia «Claves del éxito de la Selección de Fútbol: el liderazgo de Pékerman». En ella expuse algunas razones de por qué Pékerman ha logrado tener éxito donde otros antes fracasaron.
Las razones del éxito de la Selección Colombia están estrechamente unidas a los puntos esenciales del estilo de liderazgo de Pékerman, que a mi juicio son los siguientes:
Pero no solo a esto, sino también en buena parte a lo vivido en el pasado. Un pasado reciente caracterizado por continuas desiluciones. Está más que demostrado que el dolor de hoy es parte de la felicidad de mañana y que la felicidad de hoy es parte del sufrimiento futuro.
La percepción de éxito que arroja la actual Selección Colombia se debe en buena parte también a los errores del pasado, que dan mayor resonancia a los éxitos presentes. La cultura del trabajo del señor Pékerman caracterizada por un estilo bien definido es valorada en parte debido al descontrol y la falta de disciplina que caracterizaba la Selección Colombia en años anteriores.
De hecho, la «Tricolor», como se le llama también al seleccionado colombiano, solo tiene un título importante en su larga historia: fue la Copa América de Fútbol de 2001, que se jugó en Colombia. Levantaron el trofeo en Bogotá. Era un frío 29 de julio, como de costumbre en el Distrito Capital, esa temperatura que tanto envidian quienes viven en medio de un calor sofocante. El rival era México, equipo invitado. Ambas escuadras llegaban a su segunda final de Copa América. Los «Cafeteros» vencieron 1 gol por 0. La anotación la hizo de cabeza el entonces ídolo del Inter de Milán, Iván Ramiro Córdoba, cuando se acercaba la hora para que el sol se escondiera. El equipo era dirigido por Francisco «Pacho» Maturana, el entrenador con más partidos como seleccionador en la historia de Colombia (106).
Además de esa Copa América, la Selección Mayor tiene un subcampeonato en la Copa de Oro de la Concacaf, logrado el 27 de febrero de 2000. La sede fue Estados Unidos. En ella, Colombia, que era dirigida por Luis Augusto «Chiqui» García, asistió como invitada y perdió en la final contra el seleccionado de Canadá por 2 goles a 0.
En otra ocasión también se estuvo cerca de hacer historia. Fue en la Copa América de 1975. Este torneo no tuvo una sede fija. La final, ante Perú, estuvo compuesta por tres encuentros. El primero de estos tuvo lugar en Bogotá y fue para los locales 1 a 0. El segundo fue en Lima y terminó 2-0 a favor de los «Incas». Pero como en ese entonces no importaba la diferencia de goles, como hoy día, sino el vencedor, concluyó con un partido en sede neutral, que tuvo lugar en Caracas el 28 de octubre. Ahí se coronaron campeones los peruanos de su segunda y última Copa América hasta hoy día, tras vencer 1-0 a los «Cafeteros». En esta oportunidad a la Selección la dirigía Efraín el «Caimán» Sánchez.
Y, por supuesto, no podemos olvidar la participación de Colombia en copas del mundo, antes de la llegada del protagonista de este libro; en 1962, en Chile, donde la «tricolor» era dirigida por el argentino Adolfo Pedernera; 1990 en Italia y 1994 en Estados Unidos, donde el seleccionador fue «Pacho» Maturana; y 1998 en Francia, donde Hernán Darío el «Bolillo» Gómez fue el director técnico. Todas estas selecciones tienen algo en común: fueron laureadas, pero no consiguieron lo esperado.
José Néstor Pékerman, varias veces, es alabado y visto como un dios en Colombia. Para muchas personas es casi pecado hacerle una crítica. Algunos llegan a insultar, pelear y hasta se ha visto tratar de traidores o antipatriotas a quienes expresan una opinión contraria, como si «hacer país» se redujera a una suerte de «fanatismo tricolor» más propio de las sectas, donde si dices algo que no encaja, estás fuera, no eres «uno de los nuestros».
En efecto, para muchos colombianos el argentino es el «político» que logró unir a un pueblo dividido por su geografía, por los difusos movimientos ideológicos, por el conflicto armado, por la gran brecha que hay en los marcados estratos sociales, que genera una dolorosa desproporción de oportunidades. En parte es cierto, Pékerman logró todo esto, unió a un país dividido; sin embargo, ¿el mérito es solo de él? ¿No fue gracias también a un deporte de masas que se llama fútbol y gracias sobre todo a un contexto histórico al que le favorecía su estilo de liderazgo? Un estilo que ha hecho posible que brille una de las mejores camadas de futbolistas que ha tenido Colombia en toda su historia.
Ese estilo es el que pretendemos clarificar en las siguientes páginas. Un estilo que me gusta denominar «humanismo deportivo». Pékerman es ante todo muy humano, diferente, muy suyo, en una palabra: original. Por eso conocerlo, adentrarnos en su estilo de comportamiento, nos ayudará a entender su tipo de liderazgo, con sus rasgos no solo positivos, sino también con sus aspectos limitantes.
En aquella conferencia que dicté en la ciudad de Honda, invitado por una familia empresaria, descubrí algo importante.
Durante el viaje por carretera, pude descubrir la paradoja que es Colombia: un país hermoso como pocos, bendecido por una belleza y alegría especiales, pero que exige a sus habitantes vivir situaciones complicadas, verdaderamente inhumanas, como consecuencia de la negligencia, del abandono, de la apatía y la indolencia.
Es imposible olvidar un viaje a Honda porque en ningún país del mundo, con la carga fiscal que tiene Colombia, los ciudadanos viajan por carretera en situaciones tan deficientes. Uno se cruza con tantas «tractomulas» en tan escasos kilómetros, por carreteras tan insuficientemente preparadas y señalizadas, que obligan al viajero a estar en una constante hiperestimulación, si no quiere morir en el camino.
Por todo esto, una vez comenté a un famoso columnista nacional, que me preguntó qué es lo que más destaco de Colombia: «la paciencia de los colombianos, viven la virtud de la paciencia en grado heroico». No sé si es exactamente paciencia porque esta fortaleza implica tener un estado de paz interior. Pero sea lo que fuera, es admirable la capacidad de los colombianos para no alterarse por los hechos desagradables que ocurren. Ser pacientes es saber esperar con el fin de conseguir lo que se desea de la manera más conveniente, sin costos adicionales que pueden ser demasiado dolorosos y desgastantes.
Pero hay situaciones límite donde la paciencia deja de ser una virtud, advirtió Edmund Burke. No pocas veces la paciencia es una versión embellecida del desinterés y excusamos el miedo a hacer valer derechos legítimos con justificaciones nacionalistas de amor a la patria o con argumentos de tipo religioso.
¿Por qué hago esta acotación, aparentemente circunstancial? Porque todo esto forma parte de una cultura que Pékerman ha tenido que enfrentar y cambiar. Con miedos no resueltos, con comportamientos aparentemente indolentes o apáticos, y sobre todo con actitudes conformistas y perezosas incompatibles con el alto rendimiento; así, no se puede construir un equipo campeón.
Al finalizar la conferencia que dicté en Honda, mientras estaba recogiendo mis cosas, se me acercó una persona y me dijo: «Profe, gracias por su charla pero quería decirle algo: yo creo que el liderazgo no es cuestión de un día ni de un Mundial. En Colombia nos apresuramos muy fácilmente a condenar o exaltar a las personas. Para valorar justamente la figura de Pékerman, necesitamos más tiempo».
En parte es verdad. En Inglaterra, un director técnico escocés permaneció en su puesto de trabajo más de tres temporadas sin ganar un solo título. Fue Alex Ferguson. Luego de este trío de primaveras sin laureles, Sir Alex le dio 38 trofeos nacionales e internacionales al Manchester United en veintitrés temporadas. Más del doble de los que había obtenido el club en toda su historia. Esto son resultados.
El liderazgo es un proceso,...