Las tarjetas postales ilustradas se convirtieron en España, en los años finales del siglo XIX y sobre todo en las primeras décadas del siglo XX, en instrumentos de publicidad de las casas comerciales y, entre ellas, de los colegios de enseñanza primaria, secundaria y profesional, en especial de las órdenes y congregaciones religiosas, así como, algo más tardíamente, de los grupos escolares municipales construidos en dichos años y de la acción educativo-asistencial pública y privada. Constituían la tarjeta de presentación social —ya fuera de modo aislado o formando álbumes al estilo de las tarjetas de una determinada ciudad o lugar— de aquellas instituciones educativas que, de este modo, ofrecían a las familias, y al público en general, la imagen e imágenes por las que se pretendía que fueran conocidas. En este texto se analizará la evolución general, en el caso español, de este signo de modernidad e instrumento publicitario, de transmisión de valores socio-culturales y de creación de identidades escolares, así como los diferentes usos que se hicieron del mismo, las pautas generales seguidas en su disposición interna, y las diversas imágenes sociales ofrecidas por unos u otros establecimientos educativos.
1. Modernidad: un concepto polisémico y cambiante |
El concepto de modernidad, solo o unido a los de moderno, modernización o modernismo, es, como ya mostró Le Goff (1991, págs. 145-173), un término polisémico, ambiguo, cambiante, con connotaciones unas veces laudatorias y otras peyorativas o neutras. Asimismo, dichas polisemia y variabilidad en el tiempo y lugares, debe ser contemplada en el contexto más amplio de los conflictos y luchas por el control del lenguaje —es decir, por imponer uno u otro sentido o significado a dicha palabra—, así como relacionarse con la existencia, o no, de la conciencia, en cada momento y lugar, de hallarse, o no, ante un tiempo nuevo, y de autocalificarse, o no, como moderno. O, por último, de usar dicho término para caracterizar a otros, ya sean coetáneos o anteriores en el tiempo (KOSELLECK, 1993, págs. 287-332). De ahí que sea necesario, en un trabajo de este tipo, precisar de qué concepto o idea de modernidad se parte, y cuál es el significado que se atribuye a dicha palabra.
La modernidad puede ser considerada desde diversos enfoques: artístico-estético (estilo modernista, poesía modernista), filosófico-racional (Ilustración, reflexión crítica, racionalidad instrumental o de la acción, razón frente a la autoridad religioso-dogmática), científico (génesis de la ciencia moderna), histórico (Edad Moderna), sociológico (procesos de modernización y secularización; estar o no a la moda, ser o no moderno en cuanto a la indumentaria, apariencia externa, costumbres, lenguaje, aficiones, gustos, comportamiento o modales), económico-comercial (racionalización de la producción, publicidad, marketing, mercadotecnia), técnico-científico (tecnología, mecanización, medios electrónicos del hogar, de la vida cotidiana y de comunicación, producción y transmisión del saber) o educativo-cultural (procesos de alfabetización, escolarización feminización, profesionalización docente y difusión de la cultura escrita). Según que utilicemos uno u otro enfoque tendremos una u otra acepción, y nos situaremos en épocas, lugares o grupos sociales diferentes. En este texto, procurando evitar toda connotación valorativa, ya sea laudatoria —uniendo el concepto de modernidad a los de progreso o modernización— o peyorativa —como algo inseguro o incierto que viene a destruir lo tradicional entendido como lo seguro y valioso—, utilizaremos un triple enfoque tecnológico, económico-comercial y sociológico-cultural.
Tecnológico, en cuanto que el análisis se centra en un objeto, la tarjeta postal ilustrada, elaborado a partir de la confluencia de una serie de innovaciones en el mundo de la impresión y producción de imágenes que tuvieron lugar en los años finales del siglo XIX y comienzos del XX. Económico-comercial, porque este nuevo objeto sería utilizado por algunas instituciones educativas como instrumento publicitario con el fin de darse a conocer y de atraer, mediante la imagen, a unos alumnos y familias determinadas, o, en este caso y en el de organismos públicos o privados relacionados con la enseñanza, como medio de propaganda de su acción y actividades. Y sociológico-cultural, porque la tarjeta postal ilustrada constituyó no solo un medio privilegiado, ampliamente utilizado y difundido, de comunicación interpersonal y de transmisión de unos determinados valores socio-culturales, en este caso en el campo educativo y escolar, sino que también el recurso a la misma revelaba la voluntad de estar al día, de ser moderno, de utilizar uno de los signos visibles de la modernidad: la imagen impresa.
2. La tarjeta postal ilustrada: definición y características básicas |
Las diferentes definiciones o caracterizaciones de la tarjeta postal como objeto suelen tener en cuenta el soporte, el contenido —no siempre— y el uso o función postal. No suelen considerar otros usos como el coleccionismo, el publicitario-comercial, el propagandístico-político o el testimonial en relación con, por ejemplo, la estancia o presencia de una persona en un lugar dado. De este tipo sería, por ejemplo, la definición proporcionada por Albert Thinlot en su historia de la tarjeta postal francesa ilustrada: “un impreso sobre un soporte semirrígido destinado a un uso postal, para una correspondencia breve al descubierto” (SÁNCHEZ y VILLENA, 2010, pág. 11). Esta definición, sin embargo, abarca tanto las tarjetas postales ilustradas como las llamadas “enteros postales” o “cartas sin sobre” que comenzaron a circular en el Imperio Austro-Húngaro el 1 de diciembre de 1869 —en España las de índole privada en 1871 y las oficiales el 1 de diciembre de 1873—, y que no incluían imagen o ilustración alguna. Más ajustada a nuestro propósito, y simple, sería la definición ofrecida por Ado Kyrou (1966, pág. 7): “una tarjeta, uno de cuyos lados se dedica a la correspondencia y el otro está ilustrado”, que, no obstante, excluye las primeras tarjetas postales ilustradas: aquellas en las que el anverso es ocupado en parte por una imagen o ilustración, dejando un determinado espacio para el mensaje escrito, y el reverso solo para la dirección del destinatario de la tarjeta. En una primera fase, pues, la imagen invade parte del anverso compartiéndolo con el texto escrito. Será a partir de 1906 cuando la imagen desplace definitivamente al texto del anverso al aplicarse el acuerdo adoptado en 1905 por la Unión Postal Universal que dividía el reverso en dos partes: una para la dirección y otra para el texto escrito. “Como consecuencia de esta ‘liberación’, las imágenes crecen hasta ocupar toda la superficie de la cartulina” o la mayor parte de ella, en el caso de que la rodeara un recuadro o de que se dejara un espacio determinado para indicar el tema o contenido de la imagen: “1906 es una frontera cronológica que separa dos formas de edición de las tarjetas postales ilustradas” (RIEGO, 1997, pág. 24). Este texto versa sobre las tarjetas postales ilustradas de contenido escolar o educativo, que en el anverso contienen una o varias imágenes, así como, en ocasiones, un breve texto impreso alusivo a la imagen o imágenes reproducidas y, solo en los comienzos, un espacio para un mensaje escrito; y, en el reverso, una determinada distribución del espacio para el franqueo, el mensaje escrito, el nombre y la dirección de aquella persona a la que se envía y, también ...