DARWIN Y LA EVOLUCIÓN HUMANA. UNA VISIÓN COMPARADA ENTRE EL EXILIO CIENTÍFICO REPUBLICANO EN MÉXICO Y EL MUNDO ACADÉMICO ESPAÑOL (1939-1975)1
Francisco Pelayo2
José María López Sánchez3
INTRODUCCIÓN
Para Denell (2001), durante el período comprendido entre 1937 y 1960 se produjeron las transformaciones más amplias en cuanto a los objetivos, las prácticas y el contexto de la paleontología humana. Hubo cambios complejos poco estudiados pero muy importantes para el desarrollo de la paleoantropología. Así, junto al desplazamiento de Asia a África como zona más probable del origen de los homínidos, Den-nell señala otros tres cambios importantes. La transición del colonialismo a la independencia en los dos continentes citados; la sustitución de Europa por los EEUU como influencia dominante en paleoantropología y el cambio de interés de los pale-oantropólogos, que antes de la guerra mundial eran mayoritariamente europeos y centrados en la explicación de las diferencias raciales, mientras que tras la posguerra pasaron a ser norteamericanos e interesados en la unidad actual de la humanidad. La nueva visión norteamericana de la evolución humana, según Dennell, asimiló antes y mucho más profundamente que en Gran Bretaña el valor de la genética humana y los estudios biométricos de variabilidad poblacional. En este sentido, la teoría sintética de la evolución, consensuada en el simposio de Princeton en 1947, fue especialmente importante para la paleoantropología. El establecimiento de un nuevo programa de investigación tuvo como consecuencia la reescritura de la filogenia humana (Australopithecus - Homo erectus - Homo sapiens). Se simplificaron los tipos y se eliminaron preocupaciones de la paleoantropología británica de antes de la guerra, como que el aumento del cerebro había precedido al bipedismo, el rechazo de los neandertales como ancestros de los humanos modernos y que los ejemplares individuales podían identificarse como tipos raciales por un pequeño número de rasgos. De todas formas, hubo paleoantropólogos europeos multirregionalistas, como Franz Weidenreich, que consideraron a los neandertales como una forma humana primitiva y sostuvieron que la antigüedad de las razas humanas no tenía porqué implicar desigualdad racial (Dennell, 2001: 45-66).
En España, este período de tiempo coincidió con la guerra civil y las dos primeras décadas de la posguerra, cuya consecuencia en el ámbito cultural y científico fue, adaptarse al nuevo marco nacional-católico impuesto por el régimen franquista, o el exilio. Un número significativo de los intelectuales que abandonaron España tras el final de la Guerra Civil recalaron en México, donde el gobierno de Lázaro Cárdenas les abrió las puertas del país y les garantizó su inserción dentro de sus instituciones académicas o creó otras nuevas para que continuaran con sus labores profesionales (Martínez, 1959). En ambas comunidades, la que se quedó en España por convicción o por necesidad, y la del exilio en México, hubo naturalistas, arqueólogos y antropólogos que abordaron los cambios y transformaciones del contexto de la evolución humana, discutieron sobre la teoría sintética de la evolución y disertaron sobre el impacto de la obra de Darwin aprovechando el centenario de la publicación de On the Origin of Species (1859).
DARWIN Y LA EVOLUCIÓN EN ESPAÑA DURANTE LA REPÚBLICA Y LA GUERRA CIVIL
El declive y auge del darwinismo en el siglo XX se recibieron y difundieron en España en un marco político y científico que cambió radicalmente debido a la Guerra Civil. Los esfuerzos promovidos desde la Junta para Ampliación de Estudios (JAE) para fomentar la investigación científica y desarrollar nuevas disciplinas científicas como la genética, se vieron afectados tras la contienda provocada por la rebelión militar. Así, la publicación de las obras clave de la teoría sintética de la evolución y la organización de los primeros coloquios internacionales para discutir el consenso de la síntesis moderna tuvieron lugar durante los años de la guerra y el exilio, con la consiguiente disgregación de la comunidad científica española. El desmantelamiento de claustros docentes e investigadores universitarios y la creación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) como organismo sustituto de la JAE, se realizó en el marco de una ideología nacional-católica, nada favorable para la recepción de la síntesis evolucionista moderna, teoría claramente materialista.
Desde finales de los años veinte se habían difundido en España obras de científicos que iban a participar en el diseño de la teoría sintética de la evolución, como Julian Huxley y J. B. S. Haldane (Pelayo, 2009). Este último mantuvo una estrecha relación con España debido a su activismo político, viajando hasta nuestro país en 1933 para apoyar al PSOE y al PCE. Posteriormente volvería ya en plena guerra en 1937, participando, aunque de manera pequeña como él afirmó, en la defensa de Madrid. Visitó el Museo de Ciencias Naturales, donde encontró a Antonio de Zulueta y su discípulo Fernando Galán investigando en cuestiones de genética en medio de los bombardeos franquistas. Esta escena fue publicada en la revista Nature en 1937, en una nota enviada por el propio Haldane. Durante su estancia en Madrid ese año, publicó el artículo «A Dialectical Account of Evolution» en la revista Science & Society (1937). Tras disculparse de que las bombas de Franco le habían impedido consultar trabajos de referencia, señalaba que el primer inglés que había muerto por defender la democracia en España había sido John Conford, biznieto de Charles Darwin, poeta, militante comunista y miembro de las Brigadas Internacionales, caído en el frente de Lopera (Jaén) (Haldane, 1937: 473-486).
Ejemplo de activismo político es el caso de Enrique Rioja (Caso, 1990), especialista en invertebrados en el Museo Nacional de Ciencias Naturales. Comprometido con el gobierno de la República y exiliado en México tras el triunfo del franquismo, publicó en 1937 el artículo «Darwinismo y marxismo». Citando a Lenin, comentó la estrecha relación que existía entre estas dos doctrinas científicas, enunciadas al margen de todo prejuicio religioso. El principal valor de Darwin, afirmaba Rioja, era el de haber incorporado el problema del origen de las especies al campo de la ciencia. Con exactitud, Marx y Engels habían visto en la evolución de las especies -proceso histórico natural de los organismos- uno de los ejemplos más demostrativos de la evolución dialéctica de los seres vivos. En este sentido, el origen animal del hombre era el hecho fundamental, el verdadero punto de partida de la sociedad humana y de su posterior desarrollo, que evolucionaba y se perfeccionaba debido a la lucha por la existencia, lucha que pasaba a ser de clases cuando una entidad social, una clase, se apoderaba de los elementos técnicos o económicos de la producción (Rioja, 1937: 321).
Tras la derrota de la República en 1939 y el exilio de intelectuales y científicos, tuvo lugar el desmantelamiento y nueva formación de los centros universitarios (Otero Carvajal et al., 2006; Claret Miranda, 2006), junto a la creación de un nuevo organismo estatal de investigación científica, el CSIC. Entre los exiliados se encontró el núcleo dirigente del Museo de Ciencias Naturales de Madrid. Respecto a los que se quedaron, algunos fueron depurados e inhabilitados para ejercer cargos. El caso de la genética es un ejemplo de como el aislamiento internacional tras el triunfo de Franco impidió el desarrollo de líneas de investigación experimental que hubieran facilitado la introducción de la teoría sintética de la evolución en España tras la Segunda Guerra Mundial.
LA TEORIA DE LA EVOLUCIÓN EN ESPAÑA A COMIENZOS DEL FRANQUISMO
Mientras tenían lugar reuniones científicas como la de Princeton de 1947, donde se abordaba y discutía la nueva síntesis evolucionista moderna, en España la política nacional-católica del régimen de Franco estableció el escenario ideológico en el que los científicos que se quedaron en España tuvieron que trabajar y publicar. Esta adaptación a las circunstancias políticas significó que una cuestión científica de elevado contenido teórico, como era la evolución biológica, se defendiera desde las instituciones oficiales en un marco de armonía entre la ciencia y la religión católica. En este contexto se creó el CSIC cuyo objetivo principal era la recuperación de un pensamiento hispánico confesional que el ministro de Educación Nacional, José Ibáñez Martín lo resumió en el lema: «Por la ciencia hacia Dios»4.
La primera referencia en España de una de las obras clave del consenso sobre la teoría sintética de la evolución data de mediados de la década de los años cuarenta. En el Boletín de la Universidad de Granada, Bermudo Meléndez, en ese momento catedrático de geología de esa universidad, publicó en 1945 una reseña de la obra Tempo and Mode in Evolution (1944) de Simpson (Meléndez, 1945: 477-478).
Meléndez se había licenciado en Ciencias Naturales en 1936 en la Universidad Central. Fue colaborador, y años después jefe, en la sección de paleontología del Instituto Lucas Mallada del CSIC, catedrático de geología en la Universidad de Granada entre 1944 y 1949 y catedrático de paleontología catedrático de paleontología y geología histórica en la Universidad de Madrid.
La reseña del libro de Simpson no significó que Meléndez asumiera los planteamientos de Simpson. Por el contrario, en sus trabajos siguientes: el discurso de apertura del curso académico de la Universidad de Granada de 1946 a 1947 (Meléndez, 1946: 9-47), las conferencias pronunciadas los días 6 y 7 de septiembre de 1946 en el VII Curso de Verano de la Universidad de Oviedo (Meléndez, 1947a: 5-39) y en el capítulo segundo de su Tratado de Paleontología publicado por el CSIC en 1947 (Meléndez, 1947b: 51-83), insistía en la necesidad de la intervención de un Agente Superior para explicar el origen de la vida y la aparición de la humanidad y que el transformismo era sólo una hipótesis que habría que corroborar.
En estos trabajos Meléndez comentaba que la aparición de la vida era un tema fundamentalmente metafísico y apelaba a una intervención divina para explicar el origen de los primeros seres vivos. En este sentido, consideraba admisible la evolución orgánica, pero siempre en el marco de una concepción animista teísta, guiada por el Sumo Hacedor hacia fines determinados por él y dentro de límites restringidos. Aunque probable, el transformismo era según él aún una hipótesis. En relación a la aparición del género humano, decía que no había eslabones que relacionaran antropomorfos y homínidos y que era imposible que hubiera un paso gradual que salvara el abismo existente entre el psiquismo animal y el humano. El hombre no procedía de ningún mono vivo o fósil conocido, por lo que la humanidad no podía ser producto de la evolución orgánica. Era necesario recurrir a un acto creador de Dios (Meléndez, 1946: 10 y 46-47).
Tras estas publicaciones en las que planteó cuál era su postura frente al evolucionismo, Meléndez discutió en sendos artículos las nuevas tendencias de síntesis neodarwinistas. El primero d...