Algo que ya es historia nos madruga
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Algo que ya es historia nos madruga

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"En este libro el pensador Pompilio Iriarte, presenta dos ensayos de profundo análisis. El primero de ellos, evoca al Nobel de Literatura colombiano Gabriel García Márquez, titulado: "Macondo y Comala, dos formas del infierno en la narrativa latinoamericana". Se trata de un viaje por la pluma del reconocido escritor en el que el autor hace una simbiosis referida al infierno. El segundo ensayo que presenta esta obra, hace relación al educador colombiano más importante del siglo XX: Agustín Nieto Caballero. En su escrito "Andante de la Educación", Iriarte Cadena, analiza parte de la obra del reconocido maestro de maestros, reconoce la historia del colegio Gimnasio Moderno y destaca el humor y el espíritu que los estudiantes de ese plantel respiran en torno al librepensamiento."

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Información

Edición
1
Categoría
Literatur

DON AGUSTÍN NIETO CABALLERO ANDANTE DE LA EDUCACIÓN*

*Ensayo publicado en la Revista Historia de la Educación Latinoamericana No.5. 2003. Págs. 85-100
Nada sabes, mi niño, del modelo que los nombres proponen. Nada sabes del viaje riguroso de las aves cuando su canto intentas y su vuelo.
Nada sabes del mundo paralelo y, sin embargo, intuyes bien las claves; con alas de papel haces tus naves y con la luna llena un caramelo.
Buques que vuelan, lunas de confite, mi niño hecho de juegos, hasta el punto que nada digo en serio si te nombro,
pues las letras contemplas y el convite, el orden y el desorden, todo junto, con redondez insólita de asombro34.

PRESENTACIÓN

He tenido en mi vida muchos profesores y pocos maestros. A los primeros los he olvidado casi por completo. A los segundos los recuerdo como recordamos a Ulises, Antígona, Hamlet y Otello, don Quijote y Sancho, el padre Brown, Gregory Samsa, Gustavo Von Aschenbach, el señor Meursault, Funes el memorioso y William de Baskerville, entre tantos otros personajes de las grandes obras literarias que nos dejaron -cada uno de ellos a su modo, como si de una epifanía o de un feliz advenimiento se tratara- una visión perdurable de la condición humana. A don Agustín Nieto lo recuerdo como a una especie de Alonso Quijano, el bueno, el caballero andante de la educación.
Aunque nunca recibí una clase formal de don Agustín (lo conocí el 20 de septiembre de 1972, un día antes de ingresar al Gimnasio Moderno como profesor de Español), veo en él a uno de mis maestros decisivos junto a maestros también inolvidables aunque menos famosos, como don Aquilino Pérez, quien me enseñó a leer a derechas mientras cursaba el 4° año de bachillerato -en el sistema de hoy, noveno grado-; el doctor Otto Ricardo Torres, mi orientador en los secretos del oficio poético y literario durante mis primeros semestres de universidad, y el doctor Ernesto Bein, mi maestro de vida, alemán de cultura universal, profesor del Gimnasio a partir de 1937; luego su vicerrector desde 1948 hasta el fallecimiento de don Agustín veintisiete años después, y finalmente rector del colegio desde ese momento hasta su propia muerte en 1980.
Motivos para recordar a quienes me enseñaron a leer y a escribir, así como a quien “me alumbró y adestró en la carrera de vivir” -como dice Lazarillo de Tormes de su maestro ciego- tengo bastantes y de mucho peso, mas ellos se escapan del alcance y propósito del presente artículo. En éste sólo quiero poner de manifiesto por qué recuerdo a don Agustín como a uno de mis grandes maestros.

LOS MAESTROS DEL MAESTRO

No tuvo nunca don Agustín la pretensión de haber inventado nada nuevo en pedagogía:
Como ningún prurito de originalidad nos ha estorbado, hemos declarado en todas partes que no somos inventores de ningún nuevo sistema. Tampoco se nos ha ocurrido patentar un nuevo material didáctico. Hemos adaptado lo que ha venido a nuestro conocimiento, y, ensayando con una y otra idea, hemos concluido por abandonar o atemperar las unas, y por conservar como fuente viva de inspiración las otras35.
Se ha insistido bastante en la influencia que ejercieron John Dewey (1859-1952), Ovide Decroly (1871-1932) y María Montessori (18701952) en el pensamiento de Agustín Nieto Caballero y en el quehacer pedagógico del Gimnasio. Al primero le debe, como sabemos, su sentido pragmático, y la idea de que los datos de la experiencia no son “dados” sino “tomados” con un propósito. También, que las ideas son “planes de acción”, y que el pensamiento es uno de los modos de interacción entre la persona humana y el mundo, en el ámbito de una cultura específica.
Del segundo aprendió el método didáctico para conducir los intereses y el deseo de actividad del niño hacia la exploración de su entorno natural y social.
Ovidio Decroly (...), médico y educador belga, y autor de Hechos de sicología individual y de sicología experimental (1908), Función de Globalización (1923) y Desarrollo del lenguaje (1930), entre otras obras, por invitación de don Agustín Nieto Caballero realizó, a partir de agosto de 1925, una visita a Colombia y, en particular, al Gimnasio Moderno, que se prolongó durante tres meses.
Durante este tiempo, en un ambiente de trabajo casi familiar en el que la nota dominante fue la sencillez en el lenguaje sin desmedro del rigor ni de la precisión científica que distinguían al sabio europeo, don Ovidio desarrolló con los maestros del Gimnasio y de otras instituciones educativas de Colombia temas tan importantes como el problema de la educación, la Necesidad de conocer al niño, Breves consideraciones acerca del niño, El desarrollo del niño, Mecanismo espiritual del niño y La medida de las capacidades.
Tanto influyeron sus ideas y puntos de vista sobre lectura global y centros de interés, siempre en perfecto acuerdo con las necesidades naturales y sociales de los educandos, que el Gimnasio Moderno fue la primera institución de Suramérica que adoptó su teoría. Desde entonces y hasta hoy, una de las secciones del Moderno lleva su nombre, como otra honra la memoria de María Montessori, insigne pedagoga italiana quien, a partir de un profundo conocimiento del desarrollo del niño, que primero se interesa en lo individual y luego en lo social, fundó un sistema de enseñanza basado en la educación de los sentidos y en el juego36.
De María Montessori tomó don Agustín el método pedagógico preescolar que lleva su nombre, basado en la libre espontaneidad del niño para elegir sus trabajos, de manera que el maestro o la maestra sólo actúan como coordinadores y orientadores de la actividad didáctica. Se pretende, según la educadora italiana, despertar en el infante la propia iniciativa y el libre desarrollo de sus facultades.
De estas tres influencias magistrales -John Dewey, Ovide Decroly y María Montessori- nace en perfecta simbiosis la Escuela Nueva, y con ella el Gimnasio Moderno en 1914. No hace falta decir que en la Colombia parroquial de aquel entonces, pacata y tradicionalista, conservadora y clerical, en la que dominaba una enseñanza -si es que tal nombre puede dársele- basada en la coerción, la obediencia ciega, la aceptación sin derecho a réplica de “verdades” estatuidas, ya fuesen “científicas” o religiosas, filosóficas o sociales, así como en la repetición mecánica de las lecciones, que no en la creatividad ni en la disciplina de confianza y menos aun en el hecho elemental de que es el alumno y no el profesor el sujeto del aprendizaje, el proyecto de don Agustín tuvo ribetes revolucionarios.
La escuela nueva, con muy remotos antecedentes en la historia de los esfuerzos que se han hecho en el campo de la educación, ha creado el tipo de vida natural y sana que ha guiado nuestros pasos: una vida activa y alegre; animada en todo momento por trabajos y juegos en consonancia con los intereses vitales y permanentes de la niñez y de la juventud. Esta escuela está en el campo, porque es allí donde puede disponerse de mayor espacio, de más abundante luz y aire más puro, de mayor sosiego para el espíritu, de más ricas sugestiones para el desarrollo de la llamada trinidad psicológica del individuo: el sentimiento, la inteligencia y la voluntad. La vigorización de las fuerzas más útiles al hombre se favorece allí por todos los medios posibles.
Escuela activa se le llama, pensando más en la actividad constructiva del mundo espiritual que en la actividad puramente exterior, mas todo lo que tenga de educativo el movimiento físico, encuentra su campo natural allí también.
Dewey ha dicho que la escuela antigua era la escuela de la gente sentada, y que esta escuela nueva es la de la gente que se mueve. Lo de antes era un auditorio; lo de hoy es un laboratorio. Antes se escuchaba; ahora se trabaja. Se comenzaba antes por presentar la palabra; luego la imagen, por último el objeto. Ahora la experiencia -el contacto con el objeto- es lo primero. Viene luego lo demás. En reemplazo de la escuela al margen de la vida, surge la escuela “en medio de la vida y para la vida”, uno de cuyos eminentes realizadores ha sido el profesor Decroly.
Con los nuevos sistemas se quiere formar el criterio del estudiante. Ya que el mundo marcha demasiado de prisa, y no es posible aprenderlo todo, se pretende que al menos el estudiante aprenda a experimentar, a pensar, y esto desde su infancia37.
A propósito, muchos años después, Ernesto Sábato, en su luminoso Ensayo sobre la educación en América Latina, nos advierte:
Y no pretender enseñarlo todo, enseñar pocos episodios y problemas desencadenantes, estructurales, y pocos libros, pero leídos con pasión, única manera de vivir algo que, si no, es un cementerio de palabras. Porque el seudoenciclopedismo está siempre unido a la enseñanza libresca, que es una de las formas de la muerte. ¿Acaso no hubo cultura antes de la invención de Gutenberg? La cultura no sólo se transmite por los libros: se transmite a través de todas las actividades del hombre, desde la conversación hasta los viajes, oyendo música y hasta comiendo. En el Hyperion, de Longfellow, leemos que “una simple conversación mientras se come con un sabio es mejor que diez años de mero estudio libresco”. Y dice “wise”, es decir “sabio”, en el sentido en que a veces lo es un campesino iletrado, en el sentido en que los franceses dicen “sage”, para no confundir con ese “savant” que no puede hablarnos sino de silicatos o resistencia de materiales. La sabiduría es algo diferente, sirve para convivir mejor con los que nos rodean, para atender a sus razones, para resistir en la desgracia y tener mesura en el triunfo, para saber qué hacer con el mundo cuando los “savants” lo hayan conquistado, y en fin para saber envejecer y aceptar la muerte con grandeza. Para nada de eso sirven las isotermas y logaritmos, cuyo valor en el dominio de la naturaleza es indudable y necesario: la verdadera educación tendrá que hacerse no sólo para lograr la eficacia técnica -indispensable- sino también para formar hombres integrales. Me estoy refiriendo a la enseñanza primaria y secundaria, no a la especializada que inevitablemente deben impartir las facultades. Estoy hablando de esa educación que debería recibir el ser humano en sus etapas iniciales, cuando su espíritu es más frágil, ese instante que para siempre decide lo que va a ser: si mezquino o generoso, si cobarde o valiente, si irresponsable o responsable, si lobo del hombre o capaz de acciones comunitarias. Problemas morales, o en todo caso espirituales; pero también y en definitiva prácticos, pues el desarrollo de una nación necesita en primer término de esos valores, ya que sin ellos tendremos lo que aquí ofrecemos en los últimos años: odio y destructividad, sadismo y cobardía, despreciativo dogmatismo y ferocidad. Y, en última instancia, incapacidad para levantar una nación grande que no puede construirse sin esos atributos espirituales38.

DON AGUSTÍN ...

Índice

  1. PORTADA
  2. CRÉDITOS
  3. MACONDO Y COMALA, DOS FORMAS DEL INFIERNO EN LA NARRATIVA LATINOAMERICANA
  4. DON AGUSTÍN NIETO CABALLERO ANDANTE DE LA EDUCACIÓN*