Más que una máquina
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Más que una máquina

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Más que una máquina

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Ensayo de tono ameno sobre maestros y funcionarios con tres puntos de interés: Crítica al espíritu mecánico y gregario, asumiendo que la rutina no es la enemiga, sino un primer paso para avanzar. Generalmente, los estudios sobre maquinismo parten de artefactos y buscan lo que les falta para ser humanos. Aquí se sigue el camino inverso y se plantea si las personas somos máquinas y si el pensamiento es libre o mecánico.Modos de comportamiento de los buenos y malos maestros. Los más nefastos tienden a lo militar y los buenos a estimular la independencia del discípulo. De todas formas, quizá debamos superar nuestros prejuicios modernos y recuperar la disciplina perdida…La época de la ilustración y la industrialización (el siglo XVIII) entendida como el origen de nuestra forma de ser actual. Entre otros, se explica el origen del temido examen de selectividad universitaria y de los manuales de texto. Remontarnos un poco atrás nos ayudará a comprender el pensamiento en serie actual (mecánico, copiado y fabricado).

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Información

Año
2014
ISBN
9786070305634
Categoría
Pedagogía

MÁQUINAS LISTAS Y PERSONAS SIMPLES, RUTINARIAS Y DESORDENADAS


La primera vez que se empezó a decir que las personas éramos una especie de máquinas fue en el siglo XVIII. Pero no como una denigración. Los defensores del maquinismo abanderados por Offray de La Mettrie lo consideraban como una conquista del progreso que dejaría atrás la concepción espiritual del hombre. Desde entonces, la polémica continúa: para los creyentes, la esencia del hombre es el alma, mientras que, para los ateos, un hombre es un cuerpo. Cuando Kant afirma que “el hombre es más que una máquina”1 está buscando el equilibrio entre las dos partes del debate.
Aunque Kant es cercano a La Mettrie en su desinterés de la metafísica,2 se aleja de su materialismo radical, de su renuncia a la libertad y de su maximalización del placer.3 Kant antepone la moral a la felicidad. Y La Mettrie, todo lo contrario, coincidiendo con la juventud actual y con los bons vivants de todos los tiempos habidos y por haber. En El hombre máquina (1748), La Mettrie une el cuerpo y el alma en un todo y radicaliza el concepto de bête-machine de Descartes.4 La unión de lo físico y lo psíquico es para bien y para mal. El alcohol, las enfermedades y las drogas son perturbaciones físicas que alteran negativamente nuestra psique. Correlativamente, una deliciosa comida es una causa orgánica que mejora nuestro bienestar.

L’âme et le corps s’endorment ensemble —postula La Mettrie—. À mesure que le mouvement du sang se calme, un doux sentiment de paix et de tranquillité se répand dans toute la machine. La circulation se fait-elle avec trop de vitesse? L’âme ne peut dormir. L’âme est-elle trop agitée? Le sang ne peut se calmer. […] L’âme suit le progrès du corps comme ceux de l’éducation. […] Les divers états de l’âme sont donc toujours correlatifs à ceux du corps.5

En la obra de La Mettrie, “fisiologista” es sinónimo de “maquinista”. Para La Mettrie, el hombre es una especie de reloj (la imagen por excelencia del maquinismo), una “máquina tan compleja que cuesta hacerse una idea clara de ella”. Una máquina que, como todas, tiene una duración limitada: el materialismo niega la inmortalidad del alma; una afirmación que, se pueden imaginar, en el XVIII era muy revolucionaria.
La Mettrie presenta un origen de la vida con una materia común que después se diversifica. Hasta aquel momento este núcleo original se había llamado Dios, Idea o Espíritu. Retomando a los griegos, los racionalistas del XVIII son los primeros en plantear que el origen de la vida tiene que ser material en lugar de espiritual. Lo sostiene La Mettrie siguiendo a Descartes, quien ya había concebido la idea de un prototipo común a toda la naturaleza que habría generado las diversas especies. Ésta es la vía que seguirá la ciencia moderna hasta el DNA, demostrando lo inteligente y avanzado que era Descartes y qué bien ideado estaba el prototipo —no biológico, pero sí teórico— que hipotetizó en el XVII:

Il semble que la nature se soit plu à varier le même mecanisme de manières differentes. Qui ne se sentirait porté à croire qu’il n’y a jamais eu qu’un premier être prototype de tous les êtres? […] Car il est évident que la nature n’a pu conserver tant de ressemblance dans les parties et affecter tant de varieté dans les formes, sans avoir rendu sensible dans un être organisé, ce qu’elle dérobé dans un autre.6

La idea del germen común desemboca en la progenómica y el internacionalismo. Según La Mettrie, el hombre es una máquina hecha con un sustrato material común a todos los hombres. Este rasgo internacional del maquinismo fue muy revolucionario ya que en pleno siglo XVIII igualaba (en teoría) a hombres y mujeres de distintas clases y países. Un atributo internacional que también aparece al hablar de la técnica y del progreso, tal como nos lo recuerdan los trabajadores de las fábricas que cantan la Internacional: “¡Trabajadores del mundo, uníos!” A partir de aquí podríamos plantearnos si la máquina del saber es internacional. Y antes que nada, si se puede comparar el razonamiento a una máquina. Según La Mettrie sí, dado que el cuerpo y el alma, que van unidos, funcionan como un conjunto de aparatos. Pero tendríamos que verlo. De hecho, ése es el propósito de este ensayo: descubrir si el aprendizaje es un proceso mecánico o no.
Hablar de máquinas, de Kant y de La Mettrie implica hablar de libertad, de disciplina, de guías y de obediencia. Para La Mettrie, el espíritu humano es el producto de la transformación técnica (domesticadora) del instinto. En su opinión, la civilización y la docilidad van unidas. El darwinismo social asoma la cabeza. ¿Qué implica que somos más civilizados que el homo erectus? ¿Que somos más dóciles? ¿Más obedientes? ¿Más mecánicos? Pavlov tenía claro que sí.7 Yo me lo estoy pensando. Continuemos profundizando en el tema: si admitimos como La Mettrie que el hombre es una organización, se deriva que el mejor conocimiento de esta organización nos permitirá reconducirla positiva o negativamente. Lo que es social —esto es, externo— puede ser modificado. ¿Lo que es natural e interno también? Cualquier alteración del curso de una enfermedad conlleva una intromisión externa para repararla; la ciencia y la medicina, desde sus orígenes, luchan contra la naturaleza y contra su degradación “natural”. Si los que se manifiestan en contra de la ingeniería genética fuesen coherentes con sus principios no se tendrían que tomar ni una aspirina, ni, obviamente, someterse a ningún tipo de intervención quirúrgica.
Cuando Kant afirma que el hombre es más que una máquina, no niega que lo sea, sino que el concepto de mecanismo se queda corto. Kant no apoya la tesis contraria a La Mettrie (que sería: “el hombre no es una máquina”), sino que asume el principio mecánico de la vida y mira más lejos. La evolución del hombre no se puede interpretar en términos mecánicos. La cosa no es tan simple ni tan tangible.8
El pensamiento es mecánicamente simple sólo hasta que consigue hacerse complejo y multidireccional. El mecanismo y el binarismo se encuentran en la línea de salida, no en la de llegada. Podremos criticar su simplicidad, pero no los podemos obviar; no podemos renunciar a ellos; sin la energía del motor binario no podríamos emprender ningún proyecto racional.
La idea de la máquina participa en el papel del guía (el motor) y en el de los guiados (vistos como seres mecánicos). Una ambivalencia innata al uso de la máquina que ha ido creciendo a lo largo de la historia. La etimología de “máquina” se asocia con los dioses griegos (los que son “más” que hombres) y enlaza con el deus ex machina9 y el motor inmóvil. El imaginario cósmico medieval hereda y exagera la concepción del cielo como una máquina gigante, donde aparecen esferas rodantes (como la rueda de la fortuna) y artilugios rotativos que hacen girar dos ángeles situados en los extremos del eje del universo.10
Por otro lado, la voz de “máquina” rebaja la idea que acompaña: un trabajo maquinal es repetitivo, indigno de una gran inteligencia.
Es curioso que el mismo concepto valore lo alto y lo bajo. Los inventores de esta paradoja mecanicista fueron los griegos, los primeros que se sirvieron de la imagen de la máquina divina para dos funciones opuestas: la elevación (el motor inmóvil) y la denigración (el deus ex machina). Literalmente, traducido del griego, deus ex machina significa “el dios de la máquina”, el dios que bajan con una especie de grúa. Esta aparición artificial en escena era considerada como un truco chapucero de los malos dramaturgos cuando no sabían cómo acabar una obra, y lo único que se les ocurría es que sucediese un milagro y un dios bajase del cielo y lo solucionase todo. En este contexto, la máquina es vista negativamente como algo artificial, forzado y sin valor. Sin embargo, cuando observamos el sentido del motor inmóvil, la metafísica sube de categoría. El motor inmóvil es el ente fijo del universo que se encarga de moverlo todo (el movens immobile). Quien lo mueve todo (la Idea platónica, Dios) no se mueve; he aquí la paradoja. Quien hace cambiar al mundo no cambia jamás. De todas formas, si variase no sería por ningún agente externo —respecto al cual es inmodificable—, sino gracias a su autosuficiencia y autorregulación.11
La memoria léxica también nos suministra acepciones dispares. “Máquina” evoca la falta de moral (la neutralidad de la técnica) y la inmoralidad (maquinar, intrigar). En los dos casos la moral está ausente, pero en un caso la omisión es más o menos benigna mientras que en el otro es malsana. En la época clásica, la mención de la máquina nos elevaba hasta el bien supremo, mientras que hoy en día nos lleva al no man’s land de la máquina inmoral. ¿Cómo puede haber una contradicción tan grande? ¿Cómo puede ser que la idea del artilugio se asocie con Dios y con el demonio (máquinas infernales, maquinar, urdir)? Y por si fuera poco, también se asocia con lo animal (automático, mecánico).
En consecuencia, diríase que las acepciones morales de “máquina” son tres:

buena (dios) malvada (diablo)neutra (técnica)

El significado de “automático” también parece triple:

independienteautorreguladorespontáneo

Según cómo, “automático” implica algo dirigido y no espontáneo; pero también podría indicar lo contrario: una respuesta incontrolada, instintiva, sincera. Así pues, habrá que tener cuidado: no sea que las respuestas aparentemente espontáneas y reveladoras de los secretos íntimos del yo sean las más viscerales, esto es, las reacciones más mamíferas y controladas por el sistema físico. O dicho de otro modo, tal vez interpretamos algo que es puramente somático y general como algo espiritual y personal. Cuando a una persona tímida la interpelan y “automáticamente” se le suben los colores, realiza un acto reflejo involuntario de respuesta a un estímulo exterior controlado por nuestro sistema nervioso. La cuestión de fondo sería: ¿cómo es esta reacción instintiva?, ¿espontánea, sincera y personal? O todo lo contrario, ¿es una reacción nerviosa nada personal fruto de un determinismo físico?
El automatismo se sitúa a medio camino entre el hombre y la máquina:

La fausseté de l’automate ne réside pas dans son inhumanité mais dans son ambiguïté. […] Personnage double et duplice, réellement vivant et non vivant.12

La atracción de la ambigüedad de la figura del autómata se emplea en algunos milagros donde un objeto inanimado (una estatua, un cuadro) actúa como si estuviese vivo. Las vírgenes que lloran, los jesucristos a los que les gotea sangre y los elefantes de mármol hindúes que beben leche reflejan señales sobrenaturales que se escapan a la razón.13 El agua, la sangre y la leche simbolizan los fluidos tradicionales de la vida; las imágenes milagrosas representan la voluntad creadora de Dios, la que crea la vida de la nada respondiendo al deseo atávico y utópico de los hombres de animar lo inanimado. ¿Podría darse el caso contrario: de un animado que actuase como si fuese inanimado? Lamentablemente sí: los hombres-máquina rutinarios o los hombres apáticos que pierden su vida delante del televisor como si fuesen butacas sin cerebro. Como decía Montaigne, el hábito es un maestro traidor y agresivo que nos esclaviza: “La coustume establit en nous, peu à peu, à la desrobée, le pied de son authorité; mais par ce doux et humble commencement, l’ayant rassis et planté avec l’ayde du temps, elle nous descouvre tantost un furieux et tyrannique visage, contre lequel nous n’avons plus la liberté de hausser seulement les yeux”.14
El ideal del buen autómata u homúnculo (el homúnculo maligno sería un monstruo medio técnico, medio salvaje) aparece a lo largo de las fábulas, donde los animales hablan y razonan, aproximando al hombre a una naturaleza amiga y cercana. Los milagros homunculares llegan hasta la metafísica parapsicológica cuando se intenta revivir a los muertos.
Curiosamente (o no tanto, al fin y al cabo Kant comparte las ideas de la Ilustración francesa), las definiciones de la Encyclopédie de “máquina” y “automático” coinciden mucho con la idea de minoría y mayoría de edad de Kant. Para Diderot, ser “plus qu’une machine” implicaba ser una máquina automática, reflexiva y autónoma (la mayoría de edad de Kant). En la Enciclopedia se nos dice que los hombres que actúan como máquinas “sont déterminés à agir sans sentir ni connaître les causes qui les font se mouvoir, sans même songer qu’il y en ait”. Mientras que en las acepciones de “automático” y “filósofo” se nos ilumina sobre la mayoría de edad kantiana representada por los filósofos. La Enciclopedia los define así: “Le philosophe démêle les causes, autant qu’elles sont en lui, et souvent même les prévient, et se livre à elles avec connaissance; c’est une horloge qui se monte quelquefois pour ainsi dire, elle-même.”15 Los intelectuales y los científicos no son máquinas elementales, sino máquinas complejas que se gobiernan a sí mismas. Su independencia los aleja de la figura del guía criticada por Kant. Los enciclopedistas nos ofrecen un argumento religioso (empero anticlerical) contra los líderes: el único señor de un hombre es Dios:

Aucun homme n’a reçu de la nature le droit de commander aux autres. La liberté est un présent du ciel, et chaque individu de la même espèce a le droit d’en jouir aussitôt qu’il jouit de la raison […]. Dieu permet pour le bien commun et pour le maintien de la société que les hommes établissent entre eux un ordre de subordination, qu’ils obéissent à l’un d’eux; mais il veut que ce soit par raison et avec mesure, et non pas avéuglement et sans réserve, afin que la créature ne s’arroge pas les droits du Créateur. Toute autre soumission est le véritable crime de l’idolâtrie.16

Condorcet, otro pilar del Siglo de las Luces, defendía una educación pública donde se preservara la independencia: tanto la externa, entre el poder y los intelectuales,17 como la interna, dentro del mismo grupo de docentes y pensadores. A pesar de que veía ventajas en los comités científicos, a nivel más bajo —entre los profesores— consideraba que toda agrupación era nefasta porque conducía al gremialismo más pendiente de sus pagas y de sus días moscosos que del nivel de su enseñanza. Es decir, Condorcet veía con muy malos ojos al funcionario que da clases “automáticamente”.

Los maestros, que ejercen funciones aisladas, no deben formar un cuerpo. […] Cada uno debe existir independientemente, y este es el único medio de mantener entre ellos una emulación que no degenere ni en ambición ni en intriga, de preservar la enseñanza de un espíritu de rutina, de impedir el fin que la instrucción, que se ha instituido para los alumnos, se regule según lo que convenga a los intereses de los maestros.18

Las máquinas y los hombres tienen propiedades comunes y diferentes. El ...

Índice

  1. Portada
  2. Título de la Página
  3. Copyright
  4. PRÓLOGO
  5. RAZONAR U OBEDECER
  6. PLACER DE PENSAR Y NO PENSAR, DE MANDAR Y ENSEÑAR, DE IR EN BANDADA O EN SOLEDAD
  7. MÁQUINAS LISTAS Y PERSONAS SIMPLES, RUTINARIAS Y DESORDENADAS
  8. RAZÓN INDUSTRIAL E INTELIGENCIA CREATIVA
  9. BIBLIOGRAFÍA
  10. ÍNDICE