Generación Y

¿Cómo son los hijos y alumnos del siglo XXI?

José María Bautista Guadalupe

• Editorial: PPC Editorial
• Año: 2015
• ISBN:
  9788428828437
• Categoría: Ciencias sociales
• Categoría: Matrimonio y sociología familiar

Llegó un día, un mes, un año, un tiempo, en el que las cosas empezaron a funcionar de otra manera, de pronto la realidad pasó a ser incomprensible. La escuela, los padres, la economía, la publicidad, dejaron de entender a un grupo de personas que empezaban a formar, como se forman las nebulosas, una nueva generación, la "generación Y". De pronto los adolescentes se comunicaban de otra forma, compraban de otra forma, pensaban de otra forma, sentían de otra forma. Este libro no es fruto de la improvisación, está milimétricamente estructurado, tanto con el hemisferio izquierdo-lógico como con el hemisferio derecho-holístico. Un libro para conocer lo que ahora mismo se está cociendo.

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GENERACIÓN TRANSRACIONAL

Después de quinientos años bajo el paradigma del libro, doscientos bajo la era ilustrada y cien bajo la era industrial, llegó la era de Internet, que destronó al libro, la era líquida que acaba con la era sólida o industrial.

Sin embargo, casi como un acto de rebelión, cuando todos aventuraban una era de zombies vivientes, conectados por cables, autistas sumergidos en sus pantallas, de repente el software que gobierna esta era del hardware es un software tranracional, no mueven los resortes existenciales, simbólicos y creativos.

Así es como la era transracional cierra la lógica de la era ilustrada.

La generación Y es transracional porque piensa sintiendo, con los sentidos y con los sentimientos, porque piensa con circuitos cerebrales contrarios a los nuestros, y su método para explorar la realidad es prácticamente el contrario al que usan sus padres y abuelos.

1. Generación dj

«¿Quieres ver el mundo? Mira, está debajo de tus pies»¹.

La generación de nunca jamás, la generación Peter Pan, la generación X, la generación que no quería crecer porque no le gustaba el futuro que sus padres, la generación boomer, les estaban dejando... deja paso a la generación Y, la generación del milenio, del mañana, la generación Tomorrowland.

La generación X no quería crecer, la generación Y quiere hacerse mayor antes de poder sostenerse en pie, una generación que aprende a usar el iPad antes que a hablar.

La generación sobreprotegida deja paso a una generación hiperprotegida, que no quiere protección, sobreprotección ni hiperprotección.

La generación que no quería crecer deja paso a una generación que quema etapas, que entra en Tuenti cinco años antes de tener la edad legal para hacerlo, que dirige revistas antes de ser adolescentes, que da conciertos de violín antes de terminar Primaria. Una generación que no aprende escuchando a los adultos, sino buscando, experimentando, equivocándose y, la mayor parte de las veces, descubriendo la solución antes que sus propios padres.

La generación indie, de la noche, anticomercial, deja paso a una generación soberbia, que se cree dueña del futuro, que aún no ha aprendido a mirar por encima del hombre, porque por ahora mira p2p, de igual a igual, porque sabe que los gobiernos, las jerarquías, los jefes, los mandos, las sentencias... son totalmente cuestionables.

Pero el mundo de la pluralidad ha dejado de caer en el relativismo. Solo son relativos los que afirman que nada es relativo, porque ellos se creen poseedores de la única verdad.

En el mundo horizontal nadie posee la única verdad, pero la hiperconexión impide el relativismo moral. Todo se sabe, se comunica, se juzga.

Han nacido en un tiempo que mira al mañana. Sí, no saben vivir el presente. Tampoco lo saben hacer las generaciones que ellos ven como «viejunas», que no hacen más que mirar al pasado para mirar al presente.

Entre una generación que no entiende cómo funcionan los smartphones y una generación que vive en el sueño, sueño por cambiar el último modelo de iPhone, las últimas AirMax, la última actualización de Twitter, el último Snapchat... Por unos y por otros, la casa sin barrer.

Así entra la generación dj en el mundo Tomorrowland, la mayor concentración de djs de la historia. Miles y miles de tiendas de campañas, cientos de horas de música, luces, confeti, brazos en alto, decibelios...

Se apaga el sol, se encienden los focos. No es música, lo primero que sientes es algo vivo en tu vientre. El sonido es grave, lleno de graves explosivos, de repente, trance, luego progressive, house...

Tu vientre te recuerda por qué estás vivo. Como insinúa Antonio Damasio, el vientre se comunica con tu hipotálamo, la sede de tu auténtica verdad, tu verdad inconsciente, donde residen tus sensaciones primigenias, antes de pasar al neocortex, antes de convertirse en manipulables. Tu cerebro reptil, el único que compartimos desde tiempos ancestrales con los demás seres vivos².

Los djs se convierten en sumos sacerdotes. Ellos solo abren inmensamente sus brazos, como para transmitirnos el amor de Dios, luego los elevan a lo alto y juntan sus palmas en oración y reverencia.

El público no piensa en todo esto y lo interpreta como el signo del aplauso, como signo de salvación. Todos al unísono entonamos el mismo aplauso. No, no cantamos. La música house, trance, es la reconstrucción de la música, la reconstrucción del lenguaje.

Habla el cuerpo, uno más otro, más otro, formamos un solo cuerpo místico, un hipercuerpo que mueve sus tentáculos como los brazos de un mago que busca la elegancia para hacernos ver lo que no existía y contarnos que la vida no son las cosas, sino los cuerpos y las almas que los habitan.

Lo primero no es el corazón, tampoco los sentimientos. Cuando estás allí, algo sobrenatural, anclado en lo que los medievales llamaban las pasiones del vientre. Empieza a brotar de tu estómago, sede de tu interior, y va subiendo hacia tu pecho, tu corazón, tu alma. Empieza a sonar la no música, tonos graves cargados de energía profunda. Se repiten movimientos repetitivos, como esos que todas las religiones han generado para entrar en éxtasis.

La masa integra todos sus elementos y emulsiona, como la salsa, que antes solo era aceite, limón, huevo, y ahora ha mutado.

La alquimia se produce al agitar, como cuando batimos las claras de huevo a punto de nieve. Así alcanzamos un punto que está entre lo sólido y lo líquido.

De repente, Angie despierta y ve a la profesora de Lengua hablando del sintagma X y del sintagma Y. Angie no acaba de saber por qué les enseñan matemáticas en clase de lengua, cuando ella lo que necesita es comunicarse mejor con sus amigas. La profe sigue con el mismo rollo que hace media hora, así que vuelve urgentemente a Tomorrowland, porque entra en el escenario dios, David Guetta.

Angie se convierte en Alicia en el país de las mil maravillas. El escenario se tiñe de rojo, un rojo intenso, no un rojo sangre, sino un rojo eléctrico, energía, el más puro rojo adrenalina, con reflejos ácidos, con toques violáceos.

Entra en estado de inconsciencia saltando, moviendo los brazos, abriendo bien los ojos, grabándolo con su iPhone, porque un momento tan mistérico no puede durar solo un segundo. El iPhone es su atrapasueños, consigue vídeos que aún mejoran los colores del presente.

Sigue sintiendo adrenalina, le vendrá bien para las miles de horas que tienen por delante. Sale Aoki, luego Dimitri Vegas, Martin Garrix.

No son sumos sacerdotes, no echan sermones, ni broncas, ni discursos. Solo el gran hermano del plasma de una pantalla...

Índice

• Portadilla
• Dedicatoria
• Cambio de paradigma
• Liderazgo compartido
• De la generación indefinida a la generación de alta definición
• 1. Generación transracional
• 2. Generación APP
• 3. Generación del autoaprendizaje
• 4. Generación social
• Fin
• Contenido
• Créditos
• Notas