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PRODUCCIÓN EJECUTIVA Y PRODUCCIÓN CREATIVA
1.1.El productor y la producción
1.1.1. Producción audiovisual y gestión de proyectos
La producción audiovisual puede definirse como “el proceso de búsqueda, selección y gestión de aquellos recursos financieros, humanos y materiales necesarios para transformar una idea –concebida o adquirida– en un producto audiovisual, sea un largometraje, una serie de televisión, un programa de entretenimiento o un videojuego. En otras palabras, consiste en la planificación, organización y control de un proyecto audiovisual” (Pardo, 2014: 37). De ahí que se asemeje en sus objetivos y en su modo de proceder a la disciplina conocida como dirección o gestión de proyectos empresariales (project management), donde el reto consiste en obtener un determinado producto mediante la correcta combinación de tres variables: tiempo, coste y calidad –entendiendo esta última como nivel de recursos y, en consecuencia, de resultado– (víd. gráfico 1). Así, el reto del productor consiste en obtener la mayor calidad posible en el mínimo tiempo y al menor coste, mediante una correcta gestión de los recursos (materiales, humanos y financieros) que asegure el equilibrio entre costes e ingresos y obtenga beneficios (Marzal, 2008: 27).
Sin embargo, a diferencia de otros procesos industriales (industrias de manufactura), los proyectos cinematográficos poseen tal singularidad que no permiten el establecimiento de estándares para su elaboración en serie (salvo excepciones). La industria cinematográfica se define como una industria basada en proyectos (project-based), reacia en muchos casos a la estandarización de procesos. Cada película viene a ser un prototipo, un proyecto en parte único e independiente y en parte estandarizado. El productor afronta su tarea sabedor de que se trata de una industria de alto riesgo, marcada por el desequilibrio entre una inversión grande e intensiva, y una amortización lenta e incierta. En cada proyecto, los recursos son variados y cambiantes; se demanda un gran dinamismo e innovación tanto por las exigencias creativas como por las innovaciones tecnológicas; y se mueve en unos márgenes de flexibilidad limitada.
A lo largo de la historia, la industria del cine ha ido desarrollando sus propios estándares y creado sus propios oficios, desde el modo clásico del hacer películas ideado por el sistema de estudios de Hollywood, hasta las formas actuales de afrontar una producción con un gran porcentaje de imagen digital. En este contexto ha surgido y se ha desarrollado la figura del productor –mitad empresario, mitad soñador–, cuya misión, como principal responsable del proyecto, ha sido siempre la misma: lograr el mejor resultado posible dentro de unas limitaciones de tiempo, dinero y experiencia, ajustado el coste a la estimación de ingresos futuros.
Hoy día, el desarrollo de la industria audiovisual, marcada por la innovación tecnológica y la demanda de productos multiplataforma, requiere profesionales de la producción más eficaces, capaces de gestionar, planificar y controlar complicados procesos de realización de una manera asequible y eficaz. De ahí la necesidad de aplicar a la producción la teoría y la práctica de la dirección de proyectos empresariales.
1.1.2. Fases del proyecto cinematográfico
A lo largo de los próximos capítulo trataremos de la dimensión económica (variable coste) (capítulos 3 y 8), y parcialmente del nivel de recursos (calidad) en lo referente al personal (capítulos 2 y 5). Ahora nos centraremos brevemente en las fases del proyecto cinematográfico (variable tiempo). Hay un dicho en Hollywood, no exento de cierta crueldad, que reza así: “Una película es algo que se tarda dos años en hacer, dos horas en ver, dos minutos en criticar y dos segundos en olvidar”. Con ello, se quiere poner en evidencia la enorme desproporción entre esfuerzo y resultado, una balanza cuyo difícil de equilibrio compete al productor.
El gráfico 2 recoge visualmente la dimensión temporal del proyecto cinematográfico, indicando la duración media de cada fase o etapa, y se completa con el siguiente (gráfico 3), que desglosa cada una de las grandes fases y subfases del proyecto. Como incidiremos más adelante, el productor ejecutivo concentra su esfuerzo en las fases primera (concepción y desarrollo) y tercera (comercialización), mientras que delega la elaboración de la película en un especialista en la producción de campo (el director de producción).
1.1.3. El oficio del productor
Los epígrafes anteriores ayudan a contextualizar el papel del productor en la industria cinematográfica. Si bien siempre se ha movido en esas coordenadas, lo cierto es que, como oficio, ha seguido un camino de auto-aprendizaje basado en el talento, la intuición y la acumulación de experiencia (know-how), hasta llegar a un perfil profesional consolidado, tanto en lo que se refiere a sus competencias como a la manera sistemática de adquirirlas (formación).
Cabe afirmar que, entre todas las profesiones relativas a la industria cinematográfica, el oficio del productor es probablemente el menos reconocido y, a la vez, el más difícil de precisar. Su complejidad viene dada por su propio perfil, aglutinante de distintos cometidos específicos que exigen una gran variedad de saberes teórico-prácticos. La misma palabra productor puede considerarse, –como algunos autores han puesto de manifiesto– un término ambiguo y polisémico, referente de distintas especialidades.
Desde sus mismos orígenes, el trabajo del productor ha abarcado tanto competencias financieras y administrativas como creativas, sin existir –desde un punto de vista conceptual– un obligado predominio de uno u otro sentido; solo la evolución experimentada por la propia industria, así como las aptitudes de quienes han desempeñado este oficio, han inclinado la balanza en favor del saber técnico o, por el contrario, de la capacidad creativa, siendo ésta última la cualidad menos común.
En cualquier caso, existe consenso en destacar, como rasgo esencial del productor, su condición de responsable último en la realización de la obra fílmica y, en cuanto tal, su status de legítima autoridad en el control y supervisión del proceso de producción. Por tanto, el oficio de producir películas exige en el sujeto que lo ejercita un conjunto de conocimientos teóricos y prácticos que incluyen, entre otros, los siguientes ámbitos de decisión: “[aspectos] creativos, relacionados con la originalidad de los guiones y las soluciones de realización adoptadas; de dirección y gestión, centrados en la organización y programación de las necesidades que plantea la obra [y en el] (…) seguimiento y control, para asegurar un perfecto cumplimiento del plan de trabajo o para introducir las rectificaciones oportunas; económicos, ligados al mantenimiento de unos costes de producción que no sobrepasen las posibilidades de la entidad promotora; técnicos, relacionados con la tecnología y los formatos empleados en su realización e incluso aspectos relacionados con el mercado, que afectan al conocimiento de las motivaciones y deseos de los clientes y de los espectadores” (Martínez y Fernández, 2010: 23-24).
Estos ámbitos están interrelacionados (gráfico 4). El principal eje sería el que expresa el equilibrio entre las decisiones creativas y económicas, ámbitos que a veces parecen irreconciliables. Aparte, se encuentran la gestión de recursos y aquellas otras cuestiones que tienen que ver con el lanzamiento comercial y la relación con el mercado.
Dentro del ámbito de responsabilidad del productor se pone un mayor énfasis en las cuestiones económico-financieras y organizativas sobre las creativas. Sin embargo, conviene evitar en lo posible cualquier reduccionismo porque, como se expone a continuación, si algo caracteriza el trabajo del productor es su amplio espectro de competencias. En cualquier caso, es comprensible la mayor insistencia en las responsabilidades económicas, en cuanto constituyen el ámbito propio e irrenunciable de este oficio. De ahí que a menudo se haya definido al productor como “empresario”. Este calificativo, sin embargo, no debe entenderse en un sentido estrictamente mercantil, porque el oficio del productor incluye también una implicación creativa. Se adivina por tanto que el productor cinematográfico se mueve dentro de una constante dualidad –nada fácil de resolver satisfactoriamente– como es la obtención de una obra audiovisual que compagine la calidad artística con la rentabilidad comercial. En la superación de este reto radica precisamente el atractivo de la profesión. En este sentido, cabe definir al productor como empresario creativo y también como quien toma las principales decisiones (decision-maker) sobre el qué y el cómo del proyecto.
1.1.4. Cualidades del productor
Para lograrlo, el productor necesita poner en juego un amplio conjunto de virtudes y cualidades específicas. Jesse L. Lasky, uno de los pioneros de Hollywood, describía así este perfil profesional: “Un productor debe ser un profeta y un general, un diplomático y un árbitro, un avaro y un verdugo del dinero. Le hace falta la clarividencia de un santo y el puño de hierro de Cromwell”. Y, Ephraim Katz, autor de una de las enciclopedias de cine más populares, señala: “En un plano ideal, un productor debería ser una combinación de un empresario sin escrúpulos, un duro capataz, un contable prudente, un diplomático flexible y un visionario creativo” (cit. en Pardo 2000: 227-249).
Entre los muchos testimonios que podrían traerse a colación, quizá posea especial interés el del productor británico David Puttnam, quien ha reflexionado largamente sobre su oficio y ha sistematizado y transmitido su experiencia de modos diversos. Todas las citas que incluyo a continuación provienen de la misma fuente (Pardo, 2003a: 61-74).
“Un buen productor es un ensamblador de talentos en torno a un objetivo acordado: la película –comienza afirmando–. Es un trabajo más difícil de lo que a simple vista parece. El productor debe convertirse en los ojos y oídos del público, y asegurar que la película resulta accesible y entretenida. Una vez que el rodaje comienza, el trabajo del productor consiste en hacer frente a las situaciones críticas manteniendo un constante nivel de calidad”. De esta sintética descripción, cabe deducir las siguientes cualidades:
1) Liderazgo: Como máximo responsable del proyecto, debe poseer capacidad de mando para conducir el equipo humano con una autoridad y firmeza basadas en la confianza. No resulta fácil trabajar con grandes “egos” creativos y artísticos. De ahí el papel del productor como “ensamblador de talentos” con vistas a “un objetivo acordado: la película”. El liderazgo es condición imprescindible para la motivación. En palabras de Puttnam, “el proceso de realización cinematográfica supone colaboración y al mismo tiempo necesitan de una ‘fuerza dirigente’. No creo que lo importante sea si el productor es el líder, o si lo es el director, o incluso el guionista. Lo que importa es la calidad de la idea y el modo en que todos trabajan juntos para sacarla adelante. Ahora bien, el productor tiene una ventaja en esto, porque en teoría se encuentra alejado –o debería encontrarse alejado– de los problemas del día a día, y es capaz de ser más objetivo y, por tanto, de funcionar mejor como líder”. Y matiza: “El trabajo del productor consiste en servir de ejemplo. Es su trabajo estar en el set antes que nadie y marcharse después que el resto. No es la persona más importante, sino meramente el líder; y todo liderazgo supone tener en cuenta esto”.
2) Equilibrio entre creatividad y comercialidad: Como se ha explicado con anterioridad, el productor debe hacer frente a la perenne dualidad entre lo creativo y lo comercial, fruto de la naturaleza híbrida del cine como arte e industria. Dicho en otras palabras, sobre el productor recae la responsabilidad de obtener un filme que responda a los estándares de calidad técnica y estética y resulte al mismo tiempo económicamente rentable. En este sentido, afirma Puttnam: “Los cineastas están continuamente tratando de equilibrar su deseo natural de realizar obras de arte duraderas con la necesidad –e incluso el deseo– de ganarse también la vida de modo razonable. Esa tensió...