"Si me permiten hablar…"
eBook - ePub

"Si me permiten hablar…"

Testimonio de Domitila, una mujer de las minas de Bolivia

  1. 272 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

"Si me permiten hablar…"

Testimonio de Domitila, una mujer de las minas de Bolivia

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

Esposa de un minero y madre de siete hijos, Domitila fue la única mujer de la clase trabajadora que asistió a la Tribuna del Año Internacional de la Mujer, organizada en México en 1975. Ahí surgió la idea de este testimonio que contiene elementos para un análisis histórico profundamente innovador porque expresa una interpretación de los hechos a partir de una visión popular.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a "Si me permiten hablar…" de Moema Viezzer en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Ciencias sociales y Biografías de ciencias sociales. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

II.

SU VIDA

PULACAYO
Yo nací en Siglo XX el 7 de mayo de 1937. A los tres años, más o menos, llegué a Pulacayo y allá viví hasta los veinte. Por eso no me parece justo hablar de mi historia personal sin referirme a ese pueblo, al cual debo mucho. Lo considero parte de mi vida. Tanto Pulacayo como Siglo XX ocupan el primer sitio en mi corazón. Pulacayo, porque me cobijó desde la pequeñez; allí viví los años más felices. Porque en la niñez, cuando uno tiene un pedazo de pan con que llenar la barriga y un pedazo de trapo con que abrigarse del frío, se siente feliz. Muy poco se da cuenta de la realidad en que vive.
Pulacayo se encuentra en el departamento de Potosí, en la provincia de Quijarro, a unos 4 000 metros de altura. Se trata de un distrito minero bastante combativo y aguerrido. Tuvo participación activa en la revolución del 9 de abril del 52, desarmando al regimiento loa de Uyuni. Esa efervescencia revolucionaria que tenía la clase trabajadora fue el motivo fundamental para que cerraran la mina. Sin embargo, por la voluntad de sus hijos, no ha muerto aquel pueblo. Lo han convertido en un pueblo industrial. Allí están las fábricas de lana, de clavos, de pernos y la fundición, que es muy importante, a pesar de que actualmente tiene sólo unos cuatrocientos trabajadores; antes tenía dos mil.
Mi madre era una mujer de la ciudad de Oruro. Mi papá es indígena. No sé si quechua o aymara, porque habla muy bien los dos idiomas, correctamente. Pero sí, sé que ha nacido en el campo, en Toledo.
Se quisieron mucho mis papás. Pero mi padre andaba metido en política, además era dirigente sindical y por esta causa sufrió mucho y nosotros con él.
Desde soltero mi padre trabajó en política. Ya antes de casarse había sido apresado. Su formación la tuvo primero en el campo y después en la mina. Y en la guerra también aprendió mucho. En la guerra del Chaco. En esa guerra él luchó y se dio cuenta de que era necesario tener en Bolivia un partido de izquierda. Y cuando surgió el MNR, él depositó en ese partido su confianza y luchó bastante en él.
Por ser político y dirigente sindical, primeramente lo deportaron a mi padre a la isla de Coati, que está en el lago Titicaca. Después a Curahuara de Carangas. Posteriormente regresó a Siglo XX y nuevamente lo apresaron. Lo botaron del trabajo y lo deportaron a Pulacayo. “Que se muera de frío”, dijeron. Porque Pulacayo es un lugar bastante frígido.
Llegando en ahí, mi padre no podía conseguir trabajo con nadie, ni en la mina ni en ningún lado, porque su nombre estaba en la “lista negra”. Eso fue en el año 40.
Y así vivíamos mi papá, mi mamá, yo, que tenía dos años, y mi hermanita recién nacida.
Felizmente mi padre tenía el oficio de sastre y comenzó a trabajar; pero tenía muy pocos ingresos y por eso le faltaba material para implantar una buena sastrería. Una vez fue a arreglar en su casa la ropa de un militar y ese señor lo hizo ingresar a la policía minera. Le dieron uniforme, pasaba lista, pero lo ocupaban sobre todo como sastre. Y a veces le daban un traje que tenía que entregar en tres días, y entonces mi papá tenía que trabajar día y noche para conseguir terminarlo en ese tiempo; pero por ello no le daban ninguna recompensa, solamente su sueldito de policía, que era muy poco. Y así pasábamos necesidades. Y entonces mi madre también le ayudaba a mi papá y hacía algunos trajecitos, bordaba algunas cositas y siempre le estaba colaborando. Me recuerdo cómo nos queríamos mucho y yo vivía feliz.
Pero no sé si mi papi seguía metiéndose en política después que estábamos en Pulacayo, el problema es que cuando nació una de mis hermanitas, él desapareció. Esto fue en el 46, cuando mataron al presidente Villarroel. Lo supimos un día domingo, yo siempre me acuerdo. Mi madre estaba todavía en cama porque había dado a luz. Y entraron los del ejército de noche a mi casa y revisaron todo. E incluso, a mi madre la hicieron salir de la cama. Y todo lo que teníamos, un poquito de arroz, de fideos, todo lo mezclaron y echaron al suelo. Y a mí me ofrecían darme golosinas, chocolates, para que yo les indicara si había visto armamento por la casa, ¿no?
Yo tenía entonces cerca de diez años, y todavía no había ingresado a la escuela porque no teníamos dinero suficiente. Mi papi se quedó perdido por mucho tiempo y mi mamá lo andaba buscando por todas partes. Hasta que, después de varios meses, regresó mi papá. Parece que lo habían sacado a otro lugar unos compañeros.
Entonces todo se normalizó, mi papá volvió a trabajar y recién pude yo ingresar a la escuela. Pero tuvimos tan mala suerte que mi madre se enfermó a causa de todas esas cosas que nos ocurrían. Y al mismo tiempo estaba dando a luz a otra chiquita. Y mi madre se murió dejando a cinco huerfanitas, siendo yo la primera.
Entonces yo tuve que hacerme cargo de mis hermanitas. Tuve que ausentarme de la escuela y mi vida se volvió bastante difícil. Primero, porque por la muerte de mi mamá, mi papi se dedicó mucho a tomar. Él sabía tocar piano, tocar guitarra y entonces la gente lo invitaba a cualquier fiesta para tocar. De esa manera comenzó a beber mucho. Y cuando venía mareado, nos pegaba bastante.
Vivíamos solitas, casi sin nada. No teníamos amigos, no teníamos juguetes. Una vez, en el basurero, encontré a un osito sin patitas, bien sucio, bien viejo. Lo llevé a la casa, lo lavé, lo arreglé. Ése fue el único juguete que tuvimos nosotras. Todas lo manejábamos, me acuerdo muy bien. Era un juguete horrible, pero era toda nuestra ilusión, todo nuestro juego.
Los días de Navidad dejábamos nuestros zapatos en la ventana, esperando algún regalito. Pero nunca, nada. Entonces salíamos a la calle y veíamos que todas las niñas estaban manejando muñecas bonitas. Queríamos por lo menos tocarlas, pero las chicas decían: “No hay que jugar con esa imilla.” Y se alejaban de nosotras. ¿Sería por nuestra forma de ser? ¿0 porque no teníamos a nuestra madre? Yo misma no me explico, pero sí, había ese resentimiento por parte de los otros niños. De allí que vivíamos en un mundo aparte. Nosotras y nadie más, en la cocina jugábamos, nos contábamos cuentos, nos poníamos a cantar.
Además, la noche en que se estaba muriendo, mi mamá le hizo llamar a mi papi y le hizo prometer que no se metería más en política, porque ella se iba a morir y mi papá tendría que ocuparse de nosotras. “Tenemos hijas, puras mujeres —le dijo—. Y si me pasa algo a mí, ¿quién va a cuidar de ellas? Ya no te metas en nada. Tanto hemos sufrido ya.” Y le hizo jurar a mi padre que no se iba a meter más en nada.
Desde entonces, mi papá dejó de meterse como antes. Pero sí, sentía nostalgia de todo aquello. Por ejemplo, cuando triunfó la revolución del 52, él se sentía feliz. Y tenía mucho sentimiento de no estar con los que fueron a entrevistarse con el presidente Paz Estenssoro. Yo me he dado cuenta de que nosotras éramos un estorbo para él en su actividad. Claro, él no dejaba de participar, de seguir orientando a la gente. Reunía grupos en la casa, tenía células, militaba efectivamente, pero ya no tan arrojado como acostumbraba serlo antes.
La revolución del 52 fue un gran acontecimiento en la historia de Bolivia. Fue realmente una conquista popular. Pero, ¿qué pasó? Que el pueblo, la clase obrera, los campesinos, no estábamos preparados para tomar el poder. Y entonces, como nosotros no sabíamos de leyes, no sabíamos nada de cómo se gobierna un país, tuvimos que entregar el poder a la gente de la pequeña burguesía que decía ser amiga nuestra y estar en acuerdo con nuestras ideas. Tuvimos que entregar a un doctor, que era Víctor Paz Estenssoro, y a otros tipos, el gobierno de nuestro país. Pero ellos inmediatamente formaron una nueva burguesía, hicieron enriquecer a nueva gente. Y aquella gente empezó a deshacer la revolución. Y nosotros, los obreros y campesinos, vivimos en condiciones peores que antes.
Esto pasó porque siempre fuimos educados en esa idea de que solamente aquella persona que tiene estudios, que tiene comodidades y ha ido a la universidad es la que puede gobernar a un país. Y por ese problema de que no nos educan y nos menosprecian a los del pueblo, no estábamos preparados para tomar el poder nosotros, a pesar de que la revolución, sí, la hicimos nosotros. Y esa gente pequeñoburguesa que le metimos al poder y en la cual depositamos nuestra confianza, traicionó todo lo que pensábamos hacer.
Por ejemplo, se decía que las minas iban a ser del pueblo, que el campesino iba a tener la tierra. Se hizo la reforma agraria, es cierto; se nacionalizaron las minas, también es cierto. Pero, en realidad, hasta ahora, ni somos dueños nosotros de las minas, ni los campesinos son dueños de la tierra. Todo ha sido traicionado, porque el poder lo dejamos en manos de gente codiciosa.
Eso nos ha llevado a la conclusión de que es necesario prepararnos para llegar al poder, nosotros del pueblo. ¿Por qué vamos a permitir que unos cuantos se beneficien de todos los recursos que hay en Bolivia y nosotros nos quedemos eternamente trabajando como bestias, sin tener aspiraciones mayores, sin poder prever mejor futuro para nuestros hijos? ¿Cómo no vamos querer aspirar a mejores cosas si lo que enriquece a nuestro país es producto de nuestro sacrificio?
Por eso yo pienso que si nosotros vamos a hacer una revolución en el futuro, nuestro gobierno tendrá que ser de nuestra extracción, tendrá que ser obrero, tendrá que ser campesino. Sólo así vamos a tener la garantía de estar en el poder nosotros. Porque sólo aquellos que han sabido lo que es perforar una peña, sólo aquellos que han sabido lo que es trabajar y ganar con el sudor de su frente el pan de cada día, van a poder hacer leyes para controlar y guardar la felicidad de teda esa gran mayoría que somos hoy los explotados.
Con la experiencia y el conocimiento que he adquirido, ahora comprendo cómo el MNR no fue lo que mi papá siempre ha deseado. Yo recuerdo, por ejemplo, que cuando nacionalizaron las minas, él estaba feliz. Pero decía que no se debía indemnizar a los “barones del estaño”. Y protestaba fuerte e insistía con las personas que se reunían en nuestra vivienda: “¿Cómo les vamos a indemnizar?” Y decía que no se debía hacer eso. Mi papá pensaba que dormíamos mientras él discutía con los compañeros, pero yo muchas veces me quedaba despierta y escuchaba lo que ellos hablaban, pero no comprendía de qué se trataba. Entonces, un día le pregunté: “Papá, ¿qué es eso de indemnizar? ¿Y por qué no estás vos de acuerdo en indemnizar?” Entonces, como yo era todavía una niña y no entendía de política, mi papi trató de explicarme la cosa a través de un cuento.
“Supongamos —me dijo él— que yo te comprara una muñeca hermosa o uno de esos títeres que pueden hablar y andar. Con esa muñeca podrías hacer propaganda, ganarte la vida y esto y el otro. Pero, supongamos que tú le has prestado a un señor esa muñeca y él se la ha llevado en giras y la ha hecho trabajar bastante. Tú ya has pedido que te la devuelva porque la muñeca es tuya, has peleado con él, y nada. Más bien, ese señor te ha pegado y te ha ganado, porque él es grande y fuerte. Pero un día, después de tanto luchar, tú lo agarras y le pegas fuerte y le quitas a tu muñequita. Y tu muñequita otra vez es tuya. Pero, después de tantos años de trabajo, ya está totalmente rota, vieja. Ya no sirve tanto como cuando era nuevecita. Ahora, después que la quitaste al señor tu muñeca, ¿tú le has de pagar por lo que la ha envejecido? ¿No ves que no? Ahora bien: los ‘barones del estaño’ se han enriquecido con nuestra mina. Está volviendo al seno del pueblo, la mina. Pero, ¿qué está pasando? Que les van a pagar, que los van a indemnizar a esos señores por los daños y perjuicios que nos han dejado ellos. Y eso es lo que yo no quiero que ocurra.”
Aquella vez yo comprendí más o menos lo que quería decir mi padre. Con la formación que tengo ahora, entiendo por qué estaba él tan apenado cuando salió el decreto para la indemnización, en el 53.
La nacionalización de las minas, finalmente ha servido nomás para que pasen a otros dueños y otra gente se enriquezca. 0 sea que no ha cambiado nada. En el 42 y el 49, el gobierno hizo masacrar al pueblo de Siglo XX en apoyo a los “barones del estaño”, que eran los dueños de la mina. Después de haber costado tanto al pueblo la revolución del 52, en la misma forma, o quizá más cruel, el gobierno procedió también a dos masacres en Siglo XX, en el 65 y el 67. Además, cuando nacionalizaren las minas, la maquinaria ya estaba vieja, el gobierno no tiene los repuestos, entonces que todo va de mal en peor y siempre los que pagan son los mineros.
¿Por qué se hizo así la nacionalización? Los que están en el gobierno y en la dirección de la empresa no son ignorantes, pues. No, ellos son gente estudiada. Hay economistas, sociólogos, gente que sabe de leyes y todo. ¿Acaso no saben ellos cómo se deben hacer las cosas para el progreso del pueblo? ¿Acaso no saben ellos cómo solucionar los problemas sin atropellar y masacrar al pueblo? Sí, ellos pueden saber. Pero la cosa es que de afuera les dan plata. Y así los han corrompido, los han comprado, pues.
Bueno, en el 54 me fue difícil regresar a la escuela después de las vacaciones, porque nosotros teníamos una vivienda que consistía en una pieza pequeñita donde no teníamos ni patio y no teníamos dónde ni con quiénes dejar a las wawas. Entonces consultamos al director de la escuela y él dio permiso para llevar a mis hermanitas conmigo. El estudio se hacía por las tardes y por las mañanas. Y yo tenía que combinar todo: casa y escuela. Entonces yo llevaba a la más chiquita cargada y a la otra agarrada de la mano y Marina llevaba las mamaderas y las mantillas y mi hermana la otrita llevaba los cuadernos. Y así todas nos íbamos a la escuela. En un rincón teníamos un cajoncito donde dejábamos a la más chiquita mientras seguíamos estudiando. Cuando lloraba, le dábamos su mamadera. Y mis otras hermanitas allí andaban de banco en banco. Salía de la escuela, tenía que cargarme la niñita, nos íbamos a la casa y tenía yo que cocinar, lavar, planchar, atender a las wawas. Me parecía muy difícil todo eso. ¡Yo deseaba tanto jugar! Y tántas otras cosas deseaba, como cualquier niña.
Dos años después, ya la profesora no me dejó llevar a mis hermanitas porque ya metían bulla. Mi padre no podía pagar a una sirvienta, pues no le alcanzaba su sueldo ni para la comida y la ropa de nosotros. En la casa, por...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. PÁGINA DE CRÉDITOS
  4. AL LECTOR
  5. HABLA DOMITILIA
  6. TESTIMONIO
  7. I. SU PUEBLO
  8. II. SU VIDA
  9. III. 1976
  10. Notas
  11. Contraportada