Gerónimo, el Apache
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Gerónimo, el Apache

La historia del último gran jefe indio

  1. 220 páginas
  2. Spanish
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Gerónimo, el Apache

La historia del último gran jefe indio

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Información del libro

El viejo jefe apache alza la voz y recrea con ella un mundo extinto y fascinante. Este libro es una edición especial de sus memorias, publicadas por primera vez en 1906: el anciano indio las narró al soldado S. M. Barrett, que lo entrevistó y escribió sus palabras. Este volumen ofrece además un contexto de la América de la época, fruto de una rigurosa investigación.

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Información

Año
2020
ISBN
9788417993467

1. Origen de los indios apaches

 

Al principio el mundo estaba cubierto de oscuridad. No existía el sol, ni el día. La perpetua noche no tenía luna ni estrellas.
Existían, sin embargo, todo tipo de bestias y aves. Entre las bestias había muchas espantosas, monstruos innombrables, así como dragones, leones, tigres, lobos, zorros, castores, conejos, ardillas, ratas, ratones y toda clase de seres que reptan, tales como lagartos y serpientes. La humanidad no podía prosperar bajo tales circunstancias dado que las bestias y las serpientes destruían cualquier indicio de descendencia humana.
Todas las criaturas tenían la capacidad de hablar y el don de la razón.
Se dividían en dos tribus: las aves, o la tribu emplumada, y las bestias. La primera se organizaba bajo el mando de su jefe, el águila. Estas tribus a menudo se reunían en concilios y las aves siempre insistían en aceptar la luz, pero las bestias se negaban una y otra vez a hacerlo.
Finalmente, las aves declararon la guerra a las bestias. Las bestias se armaron con palos, pero el águila había enseñado a su tribu a usar arcos y flechas.
Las serpientes eran tan astutas que no pudieron matarlas. Una de ellas se refugió en la ladera escarpada de montaña de Arizona y su ojo, convertido en una piedra brillante, se puede ver actualmente en esa roca.
Los osos, cuando morían, se convertían en muchos más osos, por lo que, cuantos más osos mataban las aves, más había.
El dragón tampoco pudo ser derrotado, ya que estaba cubierto de cuatro capas de escamas que las flechas no podían penetrar.
Uno de los monstruos más espantosos y viles, innominado, era inmune a las flechas, así que el águila voló muy alto con una enorme piedra blanca y la dejó caer sobre la cabeza del monstruo, matándolo en el acto. Fue un acontecimiento tan importante que la piedra fue declarada sagrada[1]. Las dos tribus lucharon durante muchos días, pero finalmente las aves se hicieron con la victoria.
Cuando la guerra acabó, las aves lograron controlar los concilios y la luz fue admitida. Entonces la humanidad pudo vivir y prosperar. El águila fue el jefe en aquel extraordinario combate; por tanto sus plumas fueron usadas por el hombre como símbolo de sabiduría, justicia y poder.
Entre los pocos seres humanos que ya habían visto la luz estaba una mujer que había sido bendecida con muchos hijos, pero estos siempre eran asesinados por las bestias. Si conseguía eludirlas de alguna forma, el dragón, que era muy astuto y malvado, se presentaba y devoraba a sus bebés.
Al cabo de unos cuantos años nació de ella un hijo de la lluvia. La mujer excavó una profunda cueva para ocultarlo. Tapó la entrada y marcó el lugar con una hoguera para que el bebé quedara oculto y caliente. Todos los días volvía, apagaba el fuego y bajaba por la cueva hasta el lugar donde se hallaba la cuna del niño para cuidarle; a continuación regresaba al exterior y reconstruía la hoguera.
A menudo, el dragón visitaba a la mujer y le preguntaba, pero ella decía: «No tengo más hijos, te los has comido a todos».
Al crecer el niño no quería estar todo el tiempo en la cueva porque sentía la necesidad de correr y jugar. En cierta ocasión el dragón descubrió sus huellas. Aquello sorprendió y enfureció al viejo dragón, que no era capaz de encontrar el lugar en el que se ocultaba el chico, por lo que amenazó con matar a la madre si esta no le revelaba el lugar en el que se ocultaba su hijo. La pobre madre estaba muy preocupada; no podía renunciar a su hijo, pero sabía del poder y astucia del dragón, por lo que vivía con miedo constante.
Poco después de esto, el chico expresó su deseo de salir a cazar. La madre se lo prohibió. Le habló del dragón, de los lobos y de las serpientes, pero él respondió: «Mañana iré».
Por petición del muchacho, su tío —el único hombre que vivía por aquel entonces— le fabricó un pequeño arco y algunas flechas, y al día siguiente ambos se fueron de caza. Siguieron el rastro de los ciervos hasta la parte alta de la montaña y finalmente el muchacho mató a un venado. Su tío le enseñó a despellejarlo y a asar la carne. Asaron los cuartos traseros, uno para el chico y otro para su tío. Cuando la carne estuvo lista, la colocaron sobre unos arbustos para que se enfriara. En ese momento apareció la enorme figura del dragón. El muchacho no tenía miedo, pero su tío se asustó tanto que se quedó congelado en el sitio.
El dragón tomó la porción de carne del muchacho y la llevó a otro lado. Colocó la carne en otro arbusto y se sentó al lado. Después dijo: «Este es el chico que estaba buscando. Muchacho, pareces apetitoso, así que cuando me haya comido esta carne, te comeré a ti».
El chico le respondió: «No, no me comerás, y tampoco te comerás esa carne». Se acercó hasta donde estaba sentado el dragón, le quitó la carne y la volvió a poner en su sitio.
El dragón dijo: «Me gusta tu coraje, pero eres un necio. ¿Qué crees que podrías hacer?». Y el chico repuso: «Bueno, puedo hacer lo que sea necesario para protegerme, como no tardarás en averiguar».
Entonces el dragón volvió a apoderarse de la carne y el chico la recuperó de nuevo. A la cuarta vez que repitieron lo mismo, el chico le dijo al dragón: «¿Quieres luchar conmigo?». El dragón respondió: «Claro, de la forma que tú elijas». Y el chico determinó: «Me quedaré de pie a cien pasos de ti y dispondrás de cuatro tiros con tu arco, a condición de que después intercambiemos los lugares y sea yo quien dispare». El dragón aceptó: «Bien. Levántate».
Acto seguido el dragón cogió su arco, fabricado con el tronco de un gran pino, y tomó de su carcaj cuatro flechas hechas con pinos jóvenes de unos veinte pies de longitud. Apuntó, pero justo cuando la flecha salió del arco, el muchacho emitió un extraño sonido y saltó en el aire. La flecha se partió en mil pedazos y, en el lugar hacia donde había apuntado el dragón, apareció el niño erguido en la parte superior de un arco iris. El arco iris no tardó en desaparecer y el muchacho bajó de nuevo al suelo. Lo mismo sucedió en los otros tres disparos y entonces el chico dijo: «Dragón, ponte aquí, es mi turno de disparar».
El dragón contestó: «Muy bien; tus pequeñas flechas no podrán perforar ni mi primera capa de escamas, y tengo tres más. Date prisa».
El muchacho lazó una flecha y acertó justo en el corazón del dragón; la primera capa de aquellas capas de durísimas escamas cayó al suelo. Con el siguiente tiro perforó otra capa más, y luego otra, hasta que el corazón del dragón quedó expuesto. En ese momento el dragón empezó a temblar, pero no podía moverse. Antes de lanzar la cuarta flecha el muchacho se dirigió a su tío: «Tío, estás paralizado por el miedo, no te has atrevido a moverte; ven aquí o el dragón te caerá encima».
Su tío corrió hacia él. Entonces lanzó la cuarta flecha con excelente puntería y perforó el corazón del dragón. Con un tremendo rugido que resonó por cuatro precipicios, la bestia rodó montaña abajo hasta llegar a un cañón.
Las nubes de tormenta cubrieron inmediatamente las montañas, destellaron los relámpagos, retumbaron los truenos y comenzó a llover. Cuando pasó la tormenta, allí abajo, en el cañón, se podían ver los fragmentos del enorme cuerpo del dragón entre las rocas. Los huesos pueden encontrarse todavía allí.
El nombre de este muchacho era Apache[2]. Usen[3] le enseñó a usar las hierbas para obtener medicina, a cazar y a luchar. Fue el primer jefe de los indios y usó las plumas del águila como signo de justicia, sabiduría y poder. A él, y a su pueblo, tan pronto como fue creado, Usen les dio como hogar las tierras del oeste.

2. Subdivisiones de la tribu apache

Los indios apaches están divididos en seis tribus. Yo pertenezco a la Be-don-ko-he.
Nuestra tribu habitó la región montañosa que colinda al oeste con Arizona y al sur con el nacimiento del río Gila.
En el este vivían los apaches Chi-hen-ne — Hot Springs, Ojo Caliente —. Nunca tuvimos ningún problema con ellos. Victoria, su jefe, siempre ha sido amigo mío. Siempre que se lo hemos pedido, ha ayudado a los nuestros. Perdió su vida defendiendo los derechos de su pueblo. Fue un buen hombre y un guerrero valiente. Su hijo Charlie vive ahora aquí, en esta reserva, con nosotros.
Al norte vivían los apaches White Mountain. No siempre nos llevamos bien con ellos, aunque casi nunca tuvimos enfrentamientos. Conocí personalmente a su jefe Hash-ka-ai-la, un buen guerrero. Sus territorios colindaban con los de los indios navajos, que no tenían la misma sangre que los apaches. Nos reuníamos con todas las tribus apaches, pero nunca con los navajos. Sin embargo, sí que comerciábamos con ellos y les visitábamos.
Al oeste de nuestra tierra se extendía la de los apaches Chi-e-a-hen. Yo llegué a conocer a dos de sus jefes, Co-si-to y Co-da-hoo-yah. Eran amistosos, pero nunca llegaron a intimar con nuestra tribu.
Al sur vivían los apaches Cho-kon-en — chiricahua — cuyo jefe fue Co-chise; más tarde lo relevó su hijo Naiche. Fueron los más amistosos con nosotros. Solíamos acampar y a menudo salíamos a rastrear juntos. Naiche, entonces mi compañero de armas, es ahora mi compañero de cautiverio.
Al suroeste vivían los apaches Ned-ni. Su jefe era Whoa, llamado por los mexicanos Capitán Whoa[4]. Fueron nuestros fieles aliados. Su tierra se extendía parcialmente por Viejo México y por Arizona[5]. Whoa y yo a menudo acampábamos y luchábamos mano a mano como hermanos. Mis enemigos eran sus enemigos, mis amigos sus amigos. Ahora está muerto, pero su hijo Asa ejerce de intérprete para esta historia.
Las cuatro tribus que éramos amigas en los días de libertad, Be-don-ko-he, Cho-kon-en, Chi-hen-ne y Ned-ni, se mantienen unidas mientras vemos cómo su número decrece. Solo la destrucción de toda nuestra gente podrá romper nuestros lazos de amistad.
Estamos desapareciendo de esta tierra, pero me niego a creer que somos inútiles, de lo contrario Usen no nos hubiera creado. Él creó a cada una de las tribus y tuvo un motivo para cada una de ellas.
Para cada tribu de hombres, Usen también creó un hogar. En la tierra creada para cada tribu colocó todo lo necesario para su bienestar.
Cuando Usen creó a los apaches, también creó sus territorios en el oeste. Les proporcionó grano, fruta y caza para cuando tuvieran hambre. Para recuperar su salud cuando la enfermedad los atacara, hizo crecer diversas hierbas y les enseñó dónde encontrarlas y cómo prepararlas. Les d...

Índice

  1. Portada
  2. Créditos
  3. Título y autor
  4. Dedicatoria
  5. Índice
  6. Antes de empezar
  7. Prefacio
  8. Dedicatoria
  9. Introducción
  10. Parte I. Los apaches
  11. 1. Origen de los indios apaches
  12. 2. Subdivisiones de la tribu apache
  13. 3. Primera etapa de la vida
  14. 4. Diversiones, maneras y costumbres tribales
  15. 5. La familia
  16. Parte II. Los mexicanos
  17. 6. Kas-ki-yeh
  18. 7. Luchar con dificultades
  19. 8. Incursiones exitosas
  20. 9. Fortunas diversas
  21. 10. Otras incursiones
  22. 11. Luchando duramente
  23. 12. La mayor batalla de Gerónimo
  24. Parte III. Los hombres blancos
  25. 13. La llegada de los hombres blancos
  26. 14. El más grande de los males
  27. 15. Traslados
  28. 16. En prisión y en pie de guerra
  29. 17. La lucha final
  30. 18. La rendición de Gerónimo
  31. 19. Un prisionero de guerra
  32. Parte IV. Lo viejo y lo nuevo
  33. 20. Leyes no escritas de los apaches
  34. 21. En la Exposición Universal
  35. 22. Religión
  36. 23. Esperanzas para el futuro
  37. Bibliografía
  38. Agradecimientos
  39. Anexo fotográfico
  40. Mecenas
  41. Contraportada