Secretísima Instrucción
-I-
Consejos de un maestro
Serenísimo príncipe y muy querido alumno: recibe de tu fiel ayo, de un soldado viejo y de un político de mucha experiencia unos preceptos que no son vulgares. Si los guardaras, te guardarán a ti. Con estos estuvieron unidos los reinos de Inglaterra, se ha defendido Holanda y tenido a buenas los reyes de Francia. Con estos también tendrás a raya al Emperador y vendrás a hacerlo por esto. Escucha con atención a tu ayo, a tu maestro, a uno que vive de tu amparo, cuya conservación depende de la tuya, el cual te da unos consejos no menos importantes que secretos. En tu tierna edad aprendiste qué diferencia hay entre el consejo y la lisonja, mas sobre todo, has de procurar que estos secretos de Estado no lleguen a noticia de otros, porque si tus enemigos llegaran a saber los de ahora, date por destruido.
-II-
Sin vuelta atrás
Ya está echado el dado, ya has pasado el Rubicón. Es menester proseguir lo comenzado, porque bien puedes caer despeñado de la cumbre de tu grandeza, mas no ir bajando poco a poco. No puede ya vivir como igual entre sus iguales el que a sus iguales oprimió. Has de rematar también a tus valedores, o echarlo a perder todo.
Pocos reyes han muerto a manos de sus enemigos, mas no pocos por la de sus émulos y la de los que en algún tiempo fueron fieles amigos, y muchísimos por la de sus privados. Todo el linaje de Alejandro Magno fue pasado a cuchillo por los capitanes del mismo Alejandro, considera tú esto y pregúntalo a tu cronista.
-III-
Cautela, los peligros acechan
Y si en algún reino se ha podido decir con verdad que no es menor, sino es mayor virtud el conservar lo adquirido, que al adquirirlo ahora se ha de verificar en el tuyo, mayor digo, porque lo has ganado todo sin género de trabajo mediante la astucia y manos de tus ministros, y por decirlo en una palabra, si es que en las pláticas más secretas es permitido se diga verdad: por un yerro has venido a ser rey. Ahora es menester que con todo tu poder y el de tus aliados defiendas lo que ha venido a tus manos. Contando desde Julio César hasta Fernando y entre ciento que contra razón se han apoderado de algún reino, hallarás cuatro que también lo hayan perdido, y con él sus personas y casas. Entre los reyes grandes son muy pocos los que han muerto de su muerte natural, entre cincuenta emperadores, dame tú tres tan solo que después de muchas rebeliones no hayan pagado tributo con la sangre a la envidia u odio. Entre todos los reyes Bohemia sólo dos han reinado sin rebeldes; tú que tienes su puesto teme sus peligros, pues has desenvainado la espada contra el Emperador, ten miedo no sólo a la del Emperador, sino a la de otro cualquiera, porque es dueño de tu vida el que no hiciera caso de la suya: antes cualquiera que te matara triunfará sobre ti como sobre un tirano y un ladrón. Por esto aprende de mi el modo de ser cauto de los cortesanos, del fausto, de los muertos, las desdichas, y ojalá esto sea antes leyéndolas que probándolas.
-IV-
Tres clases de hombres
En el estado en que estás habrás de tener delante de tus ojos tres suertes de hombres, que son los enemigos declarados, los amigos verdaderos y aquellos que son o amigos fingidos o enemigos encubiertos, los cuales todos habrán de asentar en el número de los sospechosos.
-V-
Los enemigos declarados
Los enemigos declarados son la Casa de Austria, el Papa, los italianos y todos los que sin ficción ni engaño siguen su bando. Contra estos tienes necesidad de hacer grandes y largos gastos, de tener buenos y fieles capitanes y de sustentar perpetuamente soldados, porque a ellos les sobra todo esto y aunque pueden muchas veces ser vencidos, tarde podrán ser imposibilitados para la guerra. Bien sabes que Aníbal, primero vencedor de tres grandes y diez menores batallas, a la postre vencido, tributario y desterrado, dio fin con el veneno a sus trofeos.
-VI-
Cuidado con pedir dinero y armas a los aliados
No puedes competir en dinero y armas con los enemigos declarados y por esto las habrás de pedir a tus aliados, y en esto hay muchos peligros. El primero que se cansen de gastar, el segundo que pierdan la esperanza de ser premiados, el tercero que desmayen en las adversidades, el cuarto que tengan disgusto entre sí, el quinto que se embarquen en otras guerras, el sexto que tengan envidia a tu grandeza y finalmente que muchos entre sí discordes y que tienen contrarios fines, con cualquier achaque se dejen tu propia germanía. Te he enseñado todo esto con los ejemplos del tiempo del emperador Carlos V, cuando los príncipes desampararon a las ciudades, luego has de considerar muchísimo en qué forma te puedas igualar en fuerzas con tus enemigos.
-VII-
Los desesperados son peligrosos
Y no quisiera que repararas solamente en el poder que tienen de presente tus contrarios, sino también en aquél que los grandes peligros y la desesperación suelen añadir en quien queda vencido. Si es generoso de ánimo, de todas partes puede tener socorro. ¿Qué sería si Fernando, Leopoldo, Carlos y otros echasen mano de los últimos remedios, si traspasaran su derecho en los venecianos, si hiciesen cesión de la Lusacia, de Silesia y de la Moravia a los grandes o a la corona de Polonia, si ofreciesen su derecho, no digo a los reyes de España o de Francia, sino a otro cualquiera? ¿Qué sería si se resolviesen de recibir los socorros que en virtud de los conciertos les ofrece el Turco, de quien tú y Gabor los procuráis también? ¿Piensas por dicha que el Turco dejará de valerse de tan buen pretexto? ¿Qué sería si España hiciera paz con él? ¿Qué sería si vendiesen la Istria, la Corintia y la Carnia a los venecianos? Por esto no te descuides, porque si lo hicieres, aunque seas vencedor, te lo estimarán con golpes no pensados.
La industria es maestra de los necesitados, siempre hay quien se compadezca de la sangre ilustre, nunca falta socorro a los afligidos, mas para qué me voy alargando: quien menos pensaras, ha de herirte.
-VIII-
Tienes pocos amigos
Has de saber que tienes muy pocos amigos: tu suegro, tu mujer, el duque de Bouillon y con tu hermano algunos deudos, si no tuvieren disgusto, te serán amigos. Los otros sólo respetan tu fortuna y son amigos de sus intereses y acrecentamientos, y si no les dieras lo que quieren, presto y como quieren, los hallarás traidores y fugitivos porque ¿quién hay que siga tu bando más por tu provecho que por el suyo, que bien que en dejándote no te eche mil maldiciones? mas considera en particular qué amigos tienes.
-IX-
Los bohemios no son tus amigos
Los bohemios por ningún caso son tus amigos. Esta proposición, con ser más verdadera que creíble, has de creerla sin duda, si considerares sus acciones. Primeramente te alzaron por su rey, no porque deseasen tu honra, sino porque los obligaba la necesidad y esto aún lo hicieron solamente después de ser desechados del Sajón y del Bávaro y no hubo pocas disensiones sobre si te habían de preferir al de Sajonia con no haberlos querido, o Gabriel lo mismo. Ellos deseaban vivir en ...