El análisis político del discurso
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El análisis político del discurso

Apropiaciones en educación

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El análisis político del discurso

Apropiaciones en educación

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Las condiciones existenciales de los inicios del siglo XXI han marcado diversas dislocaciones a escala global y en diversos ámbitos de la vida social. Los intelectuales que desde distintas trincheras se pronuncian por visibilizar formas de opresión a todas luces ilegítimas, incansablemente seguirán proponiendo formas de refinar las armas de la lucha. El horizonte teórico propuesto por Ernesto Laclau y Chantal Mouffe (1985), contextualizado en las investigaciones sociales, ha supuesto una aportación en este campo.El libro que nos ofrece Juan Ramón Rodríguez Fernández es una muestra de la potencialidad de la analítica político-discursiva complementada con la creatividad del autor al desplegar su fuerza a la hora de interpretar los cursos de formación para personas beneficiarias de rentas mínimas de inserción. El esfuerzo requerido para tal empresa ha comportado no solamente realizar una genealogía intelectual de este horizonte teórico, su procedencia y sus fuentes, sino también la aspiración de articularlo en una estrategia analítica cualitativa de investigación del caso.Señala el autor que la renta básica se adentra en concepciones amplias de justicia social en las cuales las nociones de bien común, comunidad política inclusiva y ciudadanía social pasan a ser centrales (Mouffe, 1998), en detrimento de las posiciones discursivas neoliberales y liberales, que entienden la justicia social como una forma limitada de lucha contra la pobreza y sustentada en los principios de libertad individual, creación de riqueza y libre funcionamiento del mercado.Rosa Nidia Buenfil BurgosUniversidad Nacional Autónoma de México

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Información

Año
2018
ISBN
9788417667146

Segunda parte

La práctica del análisis político del discurso educativo

3. El análisis del discurso desde una perspectiva crítica de compromiso social

La tensión entre las visiones que ofrece la modernidad, por un lado, y la posmodernidad, por otro, dará lugar a una interpretación diferente de conceptos clave en ciencias sociales como los de sujeto, discurso, poder, ideología, antagonismo o emancipación. ¿Cómo afecta esta tensión a la hora de plantear y entender la educación, la investigación y la intervención social desde un prisma que contribuya a la justicia y a la igualdad social? Sin duda alguna, se trata de una cuestión que reviste una gran complejidad y ante la cual creo que es posible delinear dos amplios caminos, dos líneas de actuación que se relacionan cada una de ellas con dos perspectivas distintivas del análisis del discurso. Dos líneas en las cuales no siempre es sencillo trazar una línea divisoria y en donde tampoco se puede considerar que cada una represente un bloque uniforme y monolítico.
El debate entre la modernidad y la posmodernidad, así como la toma de posición de compromiso social en aras de lograr una sociedad más justa e igualitaria, puede dar lugar a desarrollar dos tipos de maneras de entender el análisis del discurso, en cuanto que estrategia analítica y en cuanto que metodología de investigación. Dos perspectivas que comparten espacios comunes, pero que también tienen matices diferenciadores de importancia. Me refiero, fundamentalmente, a los estudios críticos del discurso de Teun A. van Dijk (1999) y al análisis político del discurso de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe (1987 y 2000). Considero que estas dos perspectivas del análisis del discurso tienden a relacionarse de manera diferencial con lo que caracterizaré posteriormente como pensamiento crítico en educación y pensamiento poscrítico educativo, en donde los ECD se mueven en terrenos más cercanos a las bases del pensamiento crítico, mientras que el APD tiene unos referentes que lo hacen más cercano al pensamiento poscrítico.
La diferencia entre ideología como falsa conciencia o como sutura, la diferencia entre poder como relación y poder como control, entre discurso y teoría y, en definitiva, entre pensamiento moderno y pensamiento posmoderno, nos lleva a dos formas de interpretar la actuación, la investigación y el estudio de lo social partiendo de una base común de compromiso social: el pensamiento crítico y el pensamiento poscrítico (Cascante Fernández, 2005, 2007 y 2009). A continuación, trataré de mostrar cómo ambas perspectivas de análisis del discurso tienden a relacionarse de manera diferencial con estos principios teóricos de base. Para ello me serviré de la distinción entre pensamiento crítico y pensamiento poscrítico y en la relación que cada una de estas plataformas de pensamiento guardan con la ideología, el poder y el campo de la intervención educativa.
Pensamiento crítico, educación y estudios críticos del discurso
Desde el pensamiento crítico, enraizado habitualmente en los planteamientos de la Escuela de Frankfurt, se considera que la ideología como falsa conciencia puede ser desvelada mediante el conocimiento verdadero y el saber científico, lo cual permite alcanzar la realidad, la verdad ocultada por los velos distorsionantes de la ideología. Las bases modernas en las que se inscribe el pensamiento crítico plantean una posición en la que la educación desempeña un papel central en esta tarea, y lo hace por dos motivos.
En primer lugar, la educación, el sistema educativo, es el elemento central encargado de desvelar y de oponer, frente al conocimiento erróneo o distorsionante de la ideología hegemónica, el saber científico verdadero, social y políticamente relevante. Es decir, la educación crítica, si realmente quiere ser crítica y emancipadora, debe ser contrahegemónica; en caso contrario, resultará funcional para los esquemas dominantes y contribuirá a su reproducción y legitimación. Como señalaba Louis Althusser en La Ideología y los Aparatos Ideológicos del Estado:
Los maestros que, en condiciones espantosas, intentan volverse contra la ideología, contra el sistema y contra las prácticas de que son prisioneros, las pocas armas que puedan hallar en la historia y el saber que ellos «enseñan», son una especie de héroes. Pero no abundan, y muchos (la mayoría) no tienen siquiera la más remota sospecha del trabajo que el sistema (que los rebasa y aplasta) les obliga a realizar y, peor aún, ponen todo su empeño e ingenio para cumplir con la última directiva (¡los famosos métodos nuevos!). Están tan lejos de imaginárselo que contribuyen con su devoción a mantener y alimentar esta representación ideológica de la escuela, que la hace tan «natural» e indispensable, y hasta bienhechora a los ojos de nuestros contemporáneos, como la Iglesia era «natural», indispensable y generosa para nuestros antepasados hace algunos siglos. (Althusser, 2004: 135)
En segundo lugar, la educación debe garantizar las condiciones para el desarrollo de un diálogo razonable que permita el desarrollo de las condiciones racionales del sujeto humano, en este caso, del educando. Desde este prisma, la investigación y la acción educativa fomentarían el desarrollo de metodologías participativas (investigación-acción participativa, seminarios de debate, grupos de discusión, observación participante, etc.) y se orientaría a que el sujeto tomase consciencia de la situación de desigualdad, injusticia y opresión social. Es decir, se buscaría problematizar los diversos aspectos que el pensamiento hegemónico ha naturalizado con sus discursos y que son considerados como «de sentido común». En este proceso de toma de conciencia, el educador asume una posición ética y políticamente comprometida con aquellos sectores oprimidos, esto es, desempeñaría una posición de compromiso social y en modo alguno sería un agente neutral.27
Siguiendo los planteamientos de Edgar Morin (1994), esta forma de entender la acción educativa desde la perspectiva crítica se relaciona con una concepción programática en la intervención educativa. Bajo este prisma programático, el sentido de la educación tradicional crítico-emancipadora ya estaría prefijado de antemano y únicamente habría que diseñar y programar el currículo educativo incluyendo en él aquellos contenidos y actividades con potencial contrahegemónico y desvelador de la ideología dominante. Partiendo de una verdad de inicio, aquella que nos ofrece la crítica ideológica, diseñamos y planificamos el currículo educativo en sus diferentes elementos. En este proceso, el educador crítico tendría un papel preponderante a la hora de seleccionar los contenidos, actividades, metodologías, etc., que pudieran favorecer el hecho de poner sobre la mesa las falsedades y los velos del pensamiento dominante y, de ese modo, sentar las bases para la emancipación de los educandos.
¿Cómo se relacionan los ECD con esta perspectiva de pensamiento crítico? En mi opinión, existen diferentes puntos de contacto entre ambas, especialmente sobre la base de la conceptualización que los ECD hacen del discurso y del poder.
En primer lugar, el ECD tiene también sus orígenes en la Escuela de Frankfurt y en los desarrollos de la psicología social crítica. Estos orígenes hacen que uno de los objetivos más importantes del ECD sea abordar cuestiones sociales relevantes, sobre todo las derivadas de las situaciones de opresión y de injusticia. Siguiendo a Teun A. Van Dijk, «el estudio (crítico) de las cuestiones y problemas sociales, en la desigualdad social, la dominación y los fenómenos relacionados con ellos, en general, y en la función que cumplen el discurso, el uso del lenguaje o la comunicación en tales fenómenos, en particular» (Van Dijk, 2009: 26).
Para llevar a cabo este objetivo, el ECD se centrará en el estudio del poder y en cómo este se reproduce a través del discurso público de las élites y los grupos dominantes, y, más específicamente, se centrará en el abuso del poder y en su uso ilegítimo, por ejemplo, en la dominación (racismo, sexismo), la manipulación política (por ejemplo, las estrategias políticas manipuladoras de Tony Blair y de José María Aznar para legitimar la intervención militar en Irak), el ocultamiento de información y la mentira, etc. El poder en este tipo de análisis del discurso se entiende bajo la idea de control de unos grupos sobre otros grupos dominados.28 Si la analítica del poder se centra en el abuso de poder y en la dominación, dos cuestiones serán clave en los ECD sobre cómo los grupos más poderosos controlan el discurso a diferentes niveles, mediante:
  • El control del acceso –quién puede hablar– y el control del propio discurso –qué se puede decir–. Bajo este punto de vista, cobra relevancia saber quién está detrás de los grandes medios de comunicación; por ejemplo, de quién son propiedad las editoriales encargadas de la redacción de los libros de textos de las escuelas o quiénes son los propietarios de la prensa escrita. Es destacable que estudios críticos del discurso de ámbito internacional demuestran que, a pesar de la retórica de la globalización, la multiculturalidad y el libre comercio, se ha producido una acumulación de poder y una reducción del número de empresas encargadas de la toma de decisiones en cuanto a la producción del hardware y el software en los medios ...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Agradecimientos
  5. Prólogo: El regreso de lo político
  6. Introducción
  7. Primera parte
  8. Segunda parte
  9. Bibliografía
  10. Índice