¿Por qué vota la gente?
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¿Por qué vota la gente?

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A los venezolanos les gusta votar, como lo atestiguan veinte procesos electorales en los últimos dieciocho años, y cincuenta y cuatro años de historia electoral desde 1958. La democracia electoral se ha instalado firmemente en nuestra cultura política desaconsejando cualquier otra vía para acceder al poder. ¿Qué ha motivado al venezolano a votar por más de medio siglo? Son muchas las razones. Una en particular es que el voto se ha convertido en la vía para preservar la libertad y dirimir conflictos, incluso los más profundos. Este libro pone al alcance del gran público los principales enfoques para entender el voto, formulados desde hace unas cuantas décadas por investigadores nacionales e internacionales. Teorías sociológicas, sicológicas, políticas y económicas son revisadas mostrando la complejidad del sufragio. Estudia el renacimiento de la democracia desde el fin de la última dictadura, siguiendo el hilo de una trayectoria de más de cinco décadas en la que hemos pasado de los partidos a los líderes personalistas como los motivadores del voto.

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Información

Capítulo 3
Votación y abstención electoral en Venezuela: 1946-2012

Venezuela fue por mucho tiempo, desde 1958, un país con una alta asistencia electoral y una baja tasa de abstención. Incluso, en el primer intento de construir una democracia, en el llamado trienio adeco (1945- 1948), la abstención fue baja en la convocatoria para la Asamblea Nacional Constituyente (1946) pero relativamente alta en las elecciones para Presidente de la República y Congreso Nacional (1947) y para municipios (1948), como puede verse en la tabla número 4. El renacimiento de la democracia en 1958 fue acompañado por el gran entusiasmo electoral de los venezolanos quienes, durante varias décadas, asistieron masivamente a votar. Es a partir de 1988 cuando hace su aparición una conducta abstencionista constante y creciente que, con sus altibajos, se mantiene hasta hoy en día. El largo gobierno de Hugo Chávez no ha logrado revertir esta tendencia de los ciudadanos a alejarse del sufragio, pese a haber generado un efecto movilizador en los sectores populares alejados progresivamente de las urnas desde el «Caracazo», en 1989. Pero para entender la importancia del acto de votar y de no votar, debemos primero tener una clara idea de la significación de las elecciones para los ciudadanos en el sistema político venezolano, la cual ha variado, según las circunstancias políticas que ha vivido el país.

La importancia de las elecciones en el sistema político venezolano

A partir de 1958 las elecciones se convirtieron en la única vía, legal y legítima, para acceder al poder en Venezuela, en sustitución del golpe militar y del fraude electoral. Coyunturalmente, las elecciones fueron cruciales en la transición de un gobierno autoritario a otro democrático, dado el contexto de débil gobernabilidad en el que se dieron. Las fuerzas militares aún se veían como un actor político protagonista, aspirante al poder o, al menos, de difícil sometimiento al poder civil, tal como mostraron los alzamientos del general Castro León y otros militares a lo largo de 1958. El país se encontraba no solo en una situación de emergencia social sino también política, debido a las tensiones generadas por la caída de Marcos Pérez Jiménez, el retorno de los partidos políticos, asazmente cuestionados por el dictador, y el regreso del exilio de los principales líderes partidistas. Asimismo, la búsqueda rápida de una salida electoral a la coyuntura llevó a cada sector a postular un candidato propio, lo que significaba la división entre las filas democráticas. Sin embargo, por el lado de los seguidores de Pérez Jiménez no había peligro electoral sino militar y frente a él, el pueblo y los políticos democráticos formaron un cinturón de protección de la renacida democracia.
Sin embargo, frente a los focos de tensión y confrontación, el liderazgo político, enfrentado entre 1945 y 1948, se reencontró en la idea de fundar un modelo político abierto a todas las tendencias y actuó para conseguir acuerdos básicos a fin de garantizar la gobernabilidad democrática antes de las elecciones, cerrando filas contra el golpismo. Las masas caraqueñas también dieron su aporte con su rechazo masivo a las intentonas golpistas de 1958, manifestando su apoyo a la democracia y sufragando en las elecciones presidenciales realizadas el 8 de diciembre del mismo año. La democracia se reconstruyó con base en el consenso y los pactos entre los sectores fundamentales, cuyo apoyo era crucial para que el experimento pudiera prosperar y mantenerse. En tal sentido, destacan dos compromisos fundamentales: uno de carácter social (el Acuerdo de Avenimiento Obrero-Patronal), y otro de tipo político entre AD, Copei y URD, conocido como Pacto de Punto Fijo. Con ellos, se fijaron reglas sociales para el funcionamiento obrero-patronal en temas vinculados con los intereses laborales y reglas políticas dirigidas a reconocer al ganador de las elecciones y, a que este gobernara mediante una coalición en la cual fueran incorporados los firmantes del Pacto de Punto Fijo.
Mediante estos acuerdos, tanto las élites como las masas obtendrían una serie de beneficios y posiciones que en el pasado habían sido frustrados. Por el lado de las élites, las elecciones resolverían sus necesidades de acceso al poder –especialmente para las élites políticas y sociales– traducirían sus conflictos, otrora destructivos, mediante la negociación y se respetarían unas a otras sus parcelas de poder. Para los partidos, las elecciones vinieron a ser la expresión democrática de sus conflictos en el trienio adeco (1945-1948). Por el lado de las masas, las elecciones fueron el canal de participación principal y, mediante ellas, los temas sociales adquirirían una visibilidad mayor en la toma de decisiones públicas. Para los sectores populares, la democracia electoral vino a ser la posibilidad de ascenso social evidenciada en la creación de una amplia clase media, por primera vez en la historia nacional.
De allí la notoria presencia del tema electoral en la redacción del Pacto de Punto Fijo del 31 de octubre de 1958. De un análisis del pacto se desprende que cualquier otro objetivo era secundario al de unas elecciones libres y la actuación de las élites y las masas debía estar orientada a facilitar su realización y defender los resultados de las mismas, a costa aun de algunos de sus propios intereses particulares. Incluso se planteó la posibilidad máxima de ceder los intereses parciales en favor del interés colectivo a través de una candidatura única, con planchas únicas para los cuerpos deliberantes, que diera lugar a un frente único, con un programa único de gobierno.
Tal alianza no fue posible, procediendo las distintas fuerzas políticas a adherirse a un acuerdo de defensa de los resultados de unas elecciones competitivas. Esto suponía una «tregua política», creer en un «común interés patriótico» y defender el «espíritu» del momento unitario. «Todas las organizaciones políticas están obligadas a actuar en defensa de las autoridades constitucionales en caso de intentarse o producirse un golpe de Estado, aun cuando durante el transcurso de los cinco años las circunstancias de la autonomía que se reservan dichas organizaciones hayan podido colocar a cualquiera de ellas en la oposición legal y democrática al gobierno»[94].
La consagración definitiva de las elecciones como el arma fundamental de la reconstrucción democrática fue el apartado II del punto 5 del Pacto de Punto Fijo, que convirtió los votos partidistas en votos de la unidad nacional. Se les daba así a las elecciones no solo el rol instrumental que tienen en cualquier democracia para escoger a los gobernantes, sino un valor simbólico por el cual la lucha de facciones partidistas y sus votos –considerada perniciosa en el pensamiento bolivariano– redundaría en favor de la nación y de sus instituciones, es decir, permitiría «la consolidación de la unión» a través de los partidos, no el cese de los mismos, como deseó el Libertador. «Todos los votos emitidos a favor de las diversas candidaturas democráticas serán considerados como votos unitarios y la suma de los votos por los distintos colores como una afirmación de la voluntad popular a favor del régimen constitucional y de la consolidación del Estado de Derecho»[95].
Esta conjunción de fuerzas alrededor de las elecciones dio a estas un ethos patriótico, trascendente, más allá de los específicos intereses políticos, ya que la convocatoria se extendió también a la sociedad civil, aunque aún no se la llamaba con este nombre. «La cooperación de los organismos profesionales, gremiales, cívicos y culturales, de la prensa y de personalidades independientes con los fines así precisados, consolidarán la convivencia nacional y permitirán el desarrollo de una constitucionalidad estable que tenga en sus bases, la sinceridad política, el equilibrio democrático, la honestidad administrativa y la norma institucional, que son la esencia de la voluntad patriótica del pueblo venezolano»[96]. Por tanto, las elecciones se impusieron, no solo como la regla de juego por excelencia del sistema, sino como la expresión de un compromiso hacia el futuro, una «fantasía» quizás, como diría Domingo A. Rangel[97], pero una fantasía eficiente, concebida no solo como un mecanismo de selección de gobernantes, sino como un medio de aclamación de la democracia y de defensa de esta frente a sus enemigos, que los había y muchos (no solo los militares golpistas), como pudo verse en el quinquenio de Rómulo Betancourt.
Este cuadro político y emotivo explica la alta asistencia electoral en 1958 con una abstención del 7,85%. Los venezolanos contaban ya con la experiencia de las tres elecciones del trienio adeco y las de la Asamblea Constituyente de 1952. Por lo tanto, sabían de la importancia del voto. La percepción de un enemigo claro y activo, el reconocimiento a los partidos políticos como los catalizadores de la transición –más allá de las críticas inveteradas que siempre concita su faccionalismo–, la definición de una meta suprema entre los actores principales del proceso (preservar la democracia), la novedad misma de la reinstauración de la democracia, la definición de mecanismos de acceso al poder político, social y económico por parte de las élites interesadas, teniendo como trasfondo un proceso de modernización social creciente, hizo de las elecciones un hecho trascendente, festivo, importante, significativo, que despertó el interés de las masas de votantes y comenzó a instalarse en su cultura política. La abstención fue de un dígito entre 1958 y 1973, pese a las turbulencias generadas por los alzamientos militares, la pérdida del espíritu unitario, la actividad guerrillera y la fragmentación partidista.
Un estudio de opinión realizado en 1973 encontró un alto apoyo popular (69%) para las elecciones como mecanismo para influir en el gobierno. La conexión entre democracia y elecciones fue destacada por el 89,9% de los encuestados. Consultados acerca de la eficacia política personal, el 64,7% consideró que eran eficaces políticamente para votar, pero no en otras actividades políticas[98]. La etapa del boom petrolero (1974-1984) coincidió con la instalación de un sistema bipartidista y un alineamiento electoral que duraría hasta 1993. Estudios posteriores muestran que, hasta comienzos de los noventa, las elecciones fueron apoyadas por la población. Una encuesta del Consejo Supremo Electoral (CSE) de 1991 indica que el 84,5% de los entrevistados creía que el sufragio era importante, aunque la misma encuesta encontró que el 25,2% no creía para nada en la confiabilidad de los resultados electorales y 50,1% creía poco. Solo un 19,9% creía mucho en ella[99]. En 1996, una investigación llevada a cabo en tres ciudades venezolanas (Caracas, Maracaibo y Mérida) encontró que la palabra «elecciones» era asociada negativamente con democracia y entre un conjunto de palabras que mejor la definían, el vocablo «elecciones» ocupó el lugar 14 entre 15 términos posibles[100]. Estos estudios mostraban un descenso de la importancia del mecanismo eleccionario para los ciudadanos consultados en los últimos años del siglo XX[101]. A ello responde la alta abstención nacional que había dado sus primeros indicios en las elecciones de 1978 (12,43%) y 1983 (12,25%), instalada en forma persistente y creciente desde 1988 (18,09%) sin poder ser revertida hasta hoy en día. En este capítulo haremos un recuento histórico del comportamiento electoral de los venezolanos en el siglo XX, remontándonos a los antecedentes de nuestro sistema electoral en el trienio adeco y concluyendo en la etapa de Hugo Chávez en el siglo XXI.

El inicio de la política electoral, conformación del sistema de partidos y abstención en el trienio adeco (1945-1948)

La historia electoral plenamente democrática comenzó en Venezuela en 1946, en el contexto de un gobierno de facto que había asumido el poder de la nación tras un golpe de Estado contra el presidente Isaías Medina Angarita, el 18 de octubre de 1945. En efecto, el general Medina fue sustituido por una Junta Revolucionaria de Gobierno (JRG), dirigida por Rómulo Betancourt, que impulsó la transición a una forma de gobierno democrática. Esta transición hacia la democracia fue iniciada aun antes de contar con una nueva Constitución (como la de 1947), que terminaría estableciendo el derecho al sufragio directo, secreto y universal, este último carácter en forma expresa, no tácita, como lo había hecho la Constitución de 1858[102]. El 28 de marzo de 1946 fue dictado un Estatuto Electoral por la JRG, que estableció la elección de los miembros de la ANC por todos los venezolanos mayores de 18 años, mujeres y hombres. Esa elección fue ampliamente democrática porque en ella participaron, por primera vez, en una elección directa, los partidos AD, Copei, URD y PCV, en alianza con algunos partidos regionales y bajo un sistema electoral sin precedentes que establecía la representación proporcional de las minorías, dejando atrás el sistema de representación mayoritaria.
Las deliberaciones de la ANC dieron lugar a una Constitución Nacional en la que se establecía clara y categóricamente el voto para todos los venezolanos mayores de 18 años y sin limitaciones de ningún tipo, salvo las establecidas en ella misma y en las leyes, para elegir al Presidente de la República, senadores y diputados, asambleas legislativas de los estados e integrantes de los concejos municipales. Esta decisión extendía el sufragio a una cantidad inusual de venezolanos, comparados, por ejemplo, con quienes votaron en 1936 –el 7% de la población, unos 215.000 electores, según cálculos del Partido Republicano Progresista (PRP)–[103]. En el corto lapso de tres años, se realizaron tres elecciones y votaron millones de personas por primera vez en la historia. El 27 de octubre de 1946, se eligió la Asamblea Nacional Constituyente y esta designó una comisión encargada de redactar una nueva Constitución, sancionada el 5 de julio de ese mismo año. El 14 de diciembre de 1947 se realizaron las elecciones presidenciales y de cuerpos deliberantes (Congreso, Asambleas Legislativas y Concejo Municipal del Distrito Federal y los dos Territorios Federales). El 9 de mayo de 1948 se efectuaron las elecciones municipales en los 20 estados, todas ellas con base en la Constitución democrática de 1947.
Comenzaba a conformarse, por primera vez, un sistema de partidos competitivo. Los partidos que participaron y obtuvieron resultados electorales importantes fueron los siguientes: Acción Democrática (AD), Comité de Organización Política Electoral Independiente (Copei), Partido Comunista de Venezuela (PCV) y Unión Republicana Democrática (URD). A ellos hay que agregar una cantidad de pequeñas agrupaciones políticas con relevancia regional (obtuvieron entre todas el 4,31% en 1946 para la Constituyente, más alto que el 3,62% del PCV y el 3,57% de URD) y que aportaron una cuota de votos importantes en alianza con partidos nacionales, especialmente Copei y URD, en algunos estados[104].
Era también la primera oportunidad en la cual se realizaba una campaña electoral nacional y se producía la primera experiencia política de masas, cuyo instrumento principal fueron los mítines públicos, con grandes concentraciones de personas escuchando el mensaje de los líderes políticos, los afiches como mecanismo de publicidad de la figura de los candidatos y la radio como medio de comunicación junto con la prensa escrita. Por ejemplo, La Esfera del 22 de octubre informaba del mitin de Copei en el Nuevo Circo de Caracas, con una concurrencia de más de 12.000 personas. Igualmente ocurrió con AD, que cerró su campaña en el coso taurino.
De los resultados electorales saldría algo parecido a lo que Sartori ha denominado un sistema de partidos predominante, aquel en el cual «un partido gobierna solo» al obtener una mayoría absoluta, pudiendo no tener alternancia, de mantener esa mayoría»[105]. En efecto, el 78,43% de los votos obtenidos por AD, frente al 10,08% de Copei, el 3,62% del PCV y el 3,54% de URD, más el 4,31% de pequeños partidos configuró una situación de control total del poder del gobierno por parte de AD. El mismo patrón operó en las elecciones de los años siguientes. Para la Presidencia de la República, AD obtuvo el 74,47% y para el Congreso 70,83%, mientras que para las...

Índice

  1. Agradecimientos
  2. Introducción
  3. I. La importancia de las elecciones. ¿Para qué sirven las elecciones?
  4. II. Votación y abstención a nivel internacional
  5. III. Votación y abstención electoral en Venezuela: 1946-2012
  6. IV. El voto en la época de Hugo Chávez
  7. Conclusiones
  8. Bibliografía
  9. Notas
  10. Créditos