El maíz se sienta para platicar
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El maíz se sienta para platicar

Códices y formas de conocimiento nahuaf, más allá del mundo de los libros

  1. 120 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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El maíz se sienta para platicar

Códices y formas de conocimiento nahuaf, más allá del mundo de los libros

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Índice
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Información del libro

El presente libro analiza el fenómeno del contacto cultural entre los nahuas y los españoles a partir del estudio de dos objetos: el tonalamatl ?códice nahua prehispánico de contenido ritual? y el libro europeo. La reflexión toma como hilo conductor las transformaciones sufridas por el tonalamatl como resultado de la introducción del libro y las tradiciones literarias occidentales a América. Partiendo de la premisa de que cada uno de estos objetos estaba asociado a una epistemología, una cultura material e intelectual que no tiene referente en ese "mundo otro", el abordaje permite comprender aspectos sobre el mundo material, pero también sobre las formas de pensamiento nahuas.

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Información

Año
2016
ISBN
9786078450589
Los libros del Nuevo Mundo
Los primeros reportes del uso de códices entre los habitantes del México central datan del siglo XVI (Motolinía, 1969, 2; Acosta, 2006, 322-323; Landa, 1959). Los autores de estas fuentes dieron testimonio de la existencia de objetos similares a los libros europeos en el Nuevo Mundo, sólo que los códices mexicanos estaban escritos en caracteres y figuras. Como observa Elizabeth Boone, desde las primeras descripciones coloniales, se hizo patente una distinción que permitió su clasificación en dos grupos, según su contenido: 1) libros que registraban cosas verdaderas, equivalentes a los libros históricos, y 2) libros de falsedades o supersticiones (Boone, 1994b, 50). Estos últimos podrían ser prescriptivos, si mostraban la manera de llevar a cabo ciertas acciones rituales, como la interpretación de sueños y de designios asociados a las 260 fechas del tonalpohualli –un sistema del cual hablaré más adelante–. Así, los códices indígenas parecían seguir una organización en géneros que resultaba cercanamente compatible con algunas de las tipologías del Viejo Continente, distinguiendo entre libros históricos y religiosos.
Vale la pena detenerse en el segundo grupo de códices, ya que la supuesta unidad de este género no resulta tan evidente al revisar detalladamente los informes coloniales. El franciscano Toribio de Benavente, mejor conocido como Motolinía, menciona que los antiguos libros de supersticiones se dividían en cinco tipos: los de la cuenta del tiempo, los de las fiestas, los de los sueños, los del bautismo (que servían para asignar nombre a los niños), y los de ritos, ceremonias, agüeros y matrimonios (Motolinía, 1969, 2). En contraste, su hermano de órden, Alonso de Molina, quien confeccionó uno de los diccionarios más importantes de náhuatl del siglo XVI, proporciona ocho entradas para términos relacionados con los libros mexicanos (Molina, 2004). Pero de su lista, sólo un término parece corresponderse con la clasificación de Motolinía: tonalamatl lo traduce como martilogio.1 Según el conocimiento que hoy tenemos de la materia, el término tonalamatl podría aplicarse a cualquiera de los cinco tipos de libros mencionados por Motolinía, pues todos involucran la interpretación de fechas y agentes del tonalpohualli.
Finalmente, Bernardino de Sahagún y sus informantes-coautores nahuas nos ofrecen otra clasificación en el relato del códice Florentino donde se narra el origen de los libros de los mexicanos después de la partida de Quetzalcóatl, destacando su importancia como instrumentos que registran un tipo particular de conocimiento que resulta indispensable para la subsistencia humana. La historia, citada anteriormente en la introducción, explica el origen de los libros prehispánicos por intervención de los ancianos que decidieron quedarse con los hombres e iniciar una nueva historia mexicana. Estos libros son el tonalpouhalli (libro del tonalli), el xiuhamatl (libro de los años, considerado del género histórico por los cristianos) y el temicamatl (libro de los sueños). De los tres libros introducidos en este relato, el primero se identifica con el género descrito por Molina en su diccionario y por Motolinía como el libro de los destinos y cuentas calendáricas. Éste, junto con el temicamatl, o libro de sueños, corresponden a dos de los cinco libros identificados por Motolinía como libros supersticiosos. El xiuhamatl equivale a los libros de historia que también refiere Motolinía en su clasificación: el único libro fiable, según el franciscano.
Si comparamos esta información con los datos obtenidos de otras fuentes, el escenario se complica. Este tema se tratará con mayor profundidad más adelante, pero baste por el momento la cita de un ejemplo. En su descripción del calendario mexicano antiguo, escrita en náhuatl, Cristóbal del Castillo menciona otra clasificación de libros: el tlapohualamatl y el tonalamatl (Castillo, 2001, 162-163). El autor menciona que ambos ejemplares incluyen la cuenta de fechas, pero no especifica la función que cumple cada uno de estos ejemplares, ni explica las diferencias que permiten distinguirlos.
Dada la importancia que tenían los códices en el mundo prehispánico, llama la atención que su clasificación no resulte tan clara en las fuentes. Y aunque esta falta de unidad podría pasarse por alto, pudiendo sistematizar los datos para generar una clasificación general de géneros literarios indígenas, prefiero hacer una pausa para analizar lo que parece una contradicción significativa. Considero prudente preguntar si nos encontramos ante un proceso de traducción que está generando analogías entre dos términos que no son equivalentes; dos conceptos que conllevan un bagaje epistemológico que no permite hacer una equivalencia directa entre el libro y el tonalamatl (amoxtli), ni entre las tecnologías de construcción del conocimiento asociadas a estos objetos.
La búsqueda de libros antiguos en el Nuevo Mundo puede llevarnos a reinventar nuestro objeto de estudio (los códices prehispánicos), a partir de nuestros referentes culturales. Con el peligro de imponer a la fuerza un concepto que no cuenta con un referente exacto dentro el mundo nahua, como el libro y sus géneros literarios. Esta reflexión fue planteada inicialmente por Walter Mignolo, quien destacó la importancia de identificar el uso de modelos y patrones culturales propios de la tradición renacentista en la configuración de obras indígenas; sobre todo en aquellas obras que podrían parecer neutras al lector, como los diccionarios y las gramáticas (Mignolo, 1995, 43). Cabe señalar que la adaptación de modelos europeos por parte de los intelectuales indígenas no fue un simple proceso de sustitución por imposición, sino un sofisticado acto creativo donde las autoridades indígenas participaron activamente para definir el nuevo rumbo de su historia. Este fenómeno ha sido abordado de manera más detallada por William Hanks, quien analiza las influencias y transformaciones de las estructuras de pensamiento y el habla de los mayas cristianos de Yucatán dando un ejemplo de la complejidad de los procesos que se generan en los espacios de transición y contacto cultural (Hanks, 2010). Así, hoy sabemos que la influencia del pensamiento de humanistas como Nebrija y Alderete, estableció los criterios de traducción que servirían a los españoles para configurar la diversidad lingüística de América en términos de un proyecto lingüístico imperial que trascendiera el campo lingüístico. Sus ideas sentaron las bases para la difusión del alfabetismo en el Nuevo Mundo, a través del desarrollo de gramáticas, ortografías y vocabularios que sirvieron de modelo a los primeros estudios de lenguas indoamericanas –tal es el caso del vocabulario de Molina, arriba citado–. Estas obras condicionaron, en buena medida, la reproducción de formas de ver y acceder al conocimiento propias del complejo ideológico que servía como fundamento del castellano-cristiano de la época (Cummins, 2015, 65-95; León-Portilla y León-Portilla, 2009, 13-15). Por lo tanto, la pregunta ¿qué eran los libros prehispánicos?, no puede responderse fácilmente a partir de las descripciones coloniales, ni de los datos registrados en obras de carácter más científico, o neutro, como parecieran ser los diccionarios.
Antes de preguntar ¿qué eran los códices prehispánicos?, es preciso reconocer que el libro es un objeto que ocupa un lugar central en la epistemología euroamericana de los siglos XV a XXI. Y por ser un artefacto que determina nuestra manera de generar el conocimiento, podemos caer en el error de considerarlo un instrumento universal, de carácter neutro, que puede ser abstraído de su contexto para atribuirle valores en otros dominios de acción (Leach y Wilson, 2014, 1-5). La noción de que todos los grupos humanos deben desarrollar formas de registro equivalentes a nuestra escritura y registrarla en objetos análogos a nuestros libros –reproduciendo también nuestra práctica lectoescrituraria–, responde a una visión limitada que postula un desarrollo lineal y unidimensional de la cultura y reconoce una única manera posible de producir y reproducir el conocimiento: la escritura en libros y documentos. Como muestran múltiples estudios de caso, la llegada de los libros a sociedades no occidentales ha detonado diferentes respuestas por parte de los nuevos usuarios; aún en aquellas sociedades que ya usaban una escritura antes del contacto con los textos alfabéticos. Las reacciones de los nuevos usuarios ante la llegada de los libros y la cultura literaria europea no pueden ser predecibles pues dependen de múltiples factores (Hanks, 2010; Tavárez 1999; 2012; Ruiz Medrano, 2011; Rappaport y Cummins, 2011; Díaz, 2011; Diemberger y Hugh-Jones 2014). El presente estudio parte de una reflexión que pregunta ¿cómo se revelarían a nuestros ojos los códices si nos desprendemos de la noción de libro y prácticas lectoescriturarias que heredamos de l...

Índice

  1. 1ª de forros
  2. Portadilla y página legal
  3. Contenido
  4. Introducción
  5. Los libros del Nuevo Mundo
  6. La lectura envuelta en piel
  7. De libros y fetiches en el mundo de las letras
  8. El paso del tonalamatl al libro de cuentas calendáricas
  9. Asientos para los señores. Una propuesta de interpretación
  10. Referencias de las imágenes
  11. Sobre la autora
  12. 4ª de forros